Kira, una mujer insaciable (2)

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Aunque unos segundos más tarde, después de estar bien humectados nuestros labios de saliva, decidimos fundirnos en un beso largo y apasionado. Aquel beso ayudó significativamente a aliviar un poco la incomodidad o sufrimiento que estaba resistiendo ella por las penetradas anales. Y es que, al alejar mi rostro del suyo, pude apreciar la sensación agridulce que estaba padeciendo.

En el rostro de Kira existía una expresión de resistencia, orgullo, placer y sufrimiento. Tal como ella me lo ha dicho siempre: el gran secreto del sexo anal se encuentra en aceptar el dolor y transformarlo en satisfacción. Su punto de vista del sexo anal es que hay que entregarse, aceptando el gozo del otro. La verdad es que yo concuerdo mucho con su punto de vista.

En cierto momento de esa resistencia femenina, ella se mordió sus labios, reprimiendo una sonrisita cínica, maliciosa, malévola. Su sonrisa la delataba: estaba sufriendo, estaba padeciendo la incomodidad de tener un pene dentro de su culo, pero para ella valía la pena. A cambio de eso tenía a todo un semental hinchándose su ego y su espíritu de una sensación humanamente carnal.

—Ay, ¡que delicia Mark! —gritó ella interrumpiendo nuestras miradas—. Me encanta como me culeas.

—¿Te gusta querida Kira? ¿Quieres que incremente la potencia?

—Sí, hazlo con mayor ritmo, como en las películas porno.

—De acuerdo, de acuerdo.

El “sufrimiento” de Kira se sublimó en ese instante. O quizá, se volvió tan fuerte e intenso, que no tuvo otra forma de liberarse de éste mismo que actuando con violencia. De modo que con determinación y rapidez, ella usó sus manos para abrir mis piernas y luego llevó sus labios a los labios de mi vagina. A mí me fascinó esa manera brusca de actuar. Siempre me ha encantado cuando en el sexo llega a esos estados en los que parece poseída.

Y naturalmente, la posesión sexual que la gobernaba logró transferírmela con el delicioso sexo oral que me ofreció. Parecía una perrita mamando leche de una de teta su madre. Se consagró de manera tan perfecta a darme placer que mis ojos no tardaron en pasar al blanco total. Terminé de recostar mi cuerpo en la cabecera de la cama y me enfoqué en solo disfrutar de sus favores.

De modo que los tres estábamos gozando. Mark, desde su panorama de semental y hundiendo su pene en el ano de Kira, era el que más disfrutaba. Estaba fascinado de sentirse realizado como hombre, follándose a una mujer divina que se entregaba a otra mujer para saciarla con su boca. La energía que fluía en mi cuerpo se canalizaba a través de Kira y llegaba hasta él. Y lo mismo ocurría desde allá para acá.

Había momentos, en que abría mis ojos y, aparte de ver el mundo salpicado de estrellitas, percibía la magia cósmica que ardía en el cuerpo de Mark. Su rostro, con sus ojos cerrados, se elevaba hacía el techo y apretaba sus labios como si no quisiera perder la esencia del trance en el que se encontraba. El mismo trance que él sabía que nos encontrábamos las dos.

—¡Esto sí que es sexo ardiente, por Dios! —dijo Kira emocionada—. Para eso vinimos a este mundo, a gozar como mortales.

—Sigue en lo tuyo amor mío —le exigí yo—. Esto está tan delicioso. Quiero llegar, quiero llegar.

—Discúlpame, cariño, disculpa.

Kira volvió a hundir su boca en mi vagina. Mi vagina, como lo he descrito en otras escenas de mis relatos eróticos, se convirtió en una boca para ella. Esas dos bocas se amaban, se humedecían, se buscaban enloquecidas por obtener más y más placer. En algún punto de ese encuentro, no pude resistirme y mi cuerpo expresó su orgasmo.

Quizá Mark haya alcanzado a ver en mi rostro y en mi propio cuerpo la liberación del orgasmo. O quizá sintió cómo la energía misma de mi orgasmo, emanó de mi ser como un sentimiento invisible que lo llenó de orgullo. Lo cierto, o de lo que estoy convencida que pasó, es que mi felicidad rebotó en la de él, condenándolo a no refrenar más su placer.

Por eso, un segundo después de que yo aceptara entregarme a mi satisfacción, el expresó con voz derrotada y en inglés: “I’m sorry, Kira, I can’t do it more”. Lo dijo en inglés, muy a pesar de que hasta entonces siempre había estado comunicándose con nosotros en español. Al escucharlo, Kira dejó de lamer mi vagina y me miró a los ojos.

Cuando yo la miré a los ojos, ella comprendió por completo que en efecto había alcanzado mi orgasmo más perfecto; algo que naturalmente Kira ya venía adivinando con mis gemidos y el comportamiento de mi vagina, que parecía huir de su boca. Conocer esta verdad, sumada a lo que suponía que Mark no hubiese podido resistir más, inundó su espíritu sexual de un orgullo supremo.

Entonces Kira, ahora que el ritmo de las penetradas había cesado, enderezó su cuerpo y anunció con satisfacción:

—No te preocupes Mark. Tú sabes que no tengo inconveniente en que eyacules dentro de mí.

—Dile a tu amiga que nos ayudé con esto…

—Oh, disculpen —dije emocionada—. ¿Qué es lo que hay que hacer?

—Toma ese paquete de pañitos húmedos y saca unos dos o tres —me indicó Kira—. Lo que menos queremos es que el semen de Mark moje las sábanas.

Lo que ocurría es que, hasta ese momento, el pene de Mark aún se encontraba dentro del ano de Kira. Yo, actuando con la rapidez de una enfermera en medio de una cirugía, saqué los pañitos y me aproximé al coito anal. El pene de Mark se veía grueso, a pesar de que ya no poseía el tremendo vigor de unos minutos antes. De manera lenta y con calma, empezó a extraerlo, mientras me quitó uno de los pañitos.

Ese pañito que eligió, lo ubicó justo debajo de su pene, dejando que realizará contacto con la piel de Kira. Al mismo tiempo, me explicó que estuviera atenta para cuando extrajera por completo su pene, para que prácticamente me hiciera cargo de tapar el ano de ella con los pañitos. Al cabo de unos segundos, conseguimos cumplir correctamente la tarea.

Solo una pequeña porción de semen resbaló hasta caer en el pañito que él tenía. Yo, con mucha precisión me hice cargo de hundir los pañitos restantes en el mismísimo ano de Kira. Ella misma me había explicado que los presionara “como si se tratara de sellar una botella”. Alrededor de un minuto más tarde, mi amiga se colocó de pie y entonces retiró ese corcho que representaban los pañitos.

Un hilo de semen cayó de inmediato al suelo. Fue un momento que realmente logró excitarme. Quizá para otra persona, ver ese líquido salir de su intestino hubiese tenido una connotación demasiado sucia. Pero para mí representó todo lo contrario. Y fue aún más deleitante cuando ella se agachó y apoyó sus nalgas sobre sus talones. Sus pies estaban ligeramente empinados.

Al estar en dicha posición, el resto del semen de Mark fluyó hacia el suelo. Kira al reconocer que ya había emanado de su interior todo el líquido, usó un pañito húmedo para limpiarse el ano. Nuestro amante le ofreció unos pañitos adicionales para que limpiara el suelo. Después de esto, ella se colocó de pie. Al ver mis ojos emocionados por lo que acababa de ver, decidió darme un beso en la boca.

—¿Nunca habías visto algo así, querida Tatiana? —me preguntó.

—Claro que sí. En películas porno.

—¿Qué es lo que más te emocionó de esto?

—No sabría definirlo exactamente —le respondí—. Me causó mucho morbo y placer ver cómo emanaba ese líquido blanco de tu interior.

En ese momento, Mark se encontraba bajo la ducha del baño, realizando la tarea de lavarse su pene. Cuando segundos más tarde salió del baño, nos descubrió a las dos besándonos. Fue un beso muy apasionado, donde nos entregamos a sentirnos la una a la otra, mientras nos acariciábamos nuestras tetas.

Los tres estaríamos alrededor de una media hora en la cama, conversando y a la espera de que el pene de Mark estuviese listo para una nueva sesión de amor. La manera cómo ese hombre se comportó con nosotras fue muy fantástica. Cuando nos abrió la puerta de su apartamento, su rostro se emocionó ante la sorpresa.

—Hola, muy buenas noches —nos saludó—. Esto no me lo esperaba, Kira.

—Te presento a mi amiga Tatiana. Una de mis amigas y amantes más cercanas.

—Mucho gusto, Mark —dije mientras le estrechaba la mano—. Mi presencia aquí obedece a una invitación inesperada.

—Lo importante es que vamos a pasar una buena noche —agregó Kira.

Entonces decidimos sentarnos en la sala para conversar un poco. Mark se encontraba vestido con una ropa casual que le otorgaba una gran elegancia. Sus jeans, su camisa a cuadros, su correa negra de cuero, incluso sus zapatos que también eran de cuero, dejaban a la vista que aparte de ser muy solvente, también era un hombre con mucha cultura.

Unos minutos más tarde, aquel hombre nos invitó a una copa de vino. Durante el tiempo que se prolongó nuestra conversación en aquella sala, ni Mark ni Kira hablaron sobre el tema del dinero correspondiente a lo que serían mis servicios. Probablemente por la sencilla razón de que buena parte de la conversación se mantuvo alrededor de que era la primera vez que iba a tener sexo como si fuese una escort.

—Kira simplemente me invitó —dije—. Me explicó que no quería dejarme sola y que solo lo haríamos por diversión.

—Vamos a ver entonces cómo te va, Tatiana —reflexionó Mark—. Aunque de antemano déjame halagarte y reconocerte que eres una mujer muy hermosa.

Kira se levantó en ese momento del sofá en el que se encontraba y se colocó junto a él. Con una confianza plena, como si fuesen novios desde hacía mucho tiempo, ella introdujo su mano por debajo del jean de Mark. Entonces comenzó a acariciar su pene al mismo tiempo que le ofrecía unos deliciosos besos.

El amante se levantó casi que de inmediato del sofá, tomando la mano de Kira como si fuese su novia. Me ofreció su otra mano y yo obedecí. Fue así como nos llevó hacia la habitación principal de su apartamento. Era una habitación muy espaciosa que poseía una iluminación muy hermosa, matizada de un color naranja.

El acto de amarnos no tardó en iniciar. Nos entregamos en un primer momento a compartir besos y caricias, dejando que la sangre fluyera con intensidad. La respiración de cada uno de nosotros comenzó a sincronizarse, lo mismo que los turnos en que Kira y yo teníamos la suerte de besarlo. Fue un momento muy excitante.

Un rato más tarde, Kira se encontraba acostada boca arriba, con sus piernas abiertas y preparadas para sentir el pene ingresar en su vagina. Mark se comportó muy bien dándole placer a ella de esa manera. Se entregaba a la faena demostrando que tenía buena experiencia. Yo por mi parte, aproveché la situación para aproximarme a su cuerpo y brindarle unos besos deliciosos.

—Me encantan tus besos, Tatiana.

—Y a mí tu talento para dar amor. Te mueves muy bien. ¡Y qué bonitas nalgas tienes!

—En un rato será tu turno. Por ahora disfrutemos de los gemidos de Kira.

—Está muy delicioso —comentó ella—. Ya comencé a ver estrellitas.

Por cierto que había olvidado dejar en claro que Mark es un hombre con un cuerpo esculpido y muy hermoso. Es fruto de sus horas de entrega al gimnasio. En realidad, se conoció con Kira en el mismo gimnasio al que ella asiste. Por eso, a medida que el pene de él ingresaba en la vagina de ella, yo me daba el gusto de acariciar sus pectorales, al igual que sus nalgas robustas.

Tal como lo había prometido, un rato más tarde llegó mi turno. Kira me cedió su lugar y yo me acosté en la misma posición. Hubo un momento de silencio que en cierto sentido resultó incómodo para todos. Pero Mark logró despejar esa sensación sonriéndome. Hasta entonces me sentía indefensa, pero dicha sonrisa me disuadió a entregarme y confiar en él.

El pene de este hombre ingresó despacio en mi vagina. Mi sangre comenzó a fluir aceleradamente en mi cuerpo, llenándome de una alegría irresistible y tremenda. El juego de penetrarme me resultó muy satisfactorio y en mi rostro la expresión de asombro por sentir su hombría en mí se manifestó casi de inmediato.

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