MORADO SUBIDO

Allí estábamos ella y yo, entre el incesto y la vista sobre el mar de Tijuca; perdidamente sensual, excitada sobre los brazos que la llevaban en un ritmo de bolero hacia el insinuado incesto. Sus pezones resbalando sobre el encaje obsceno del enunciado abismo y su boca abierta buscando el beso que no llega… Entregada a mí, su tremar era lujuria a mis placeres, aroma de su piel, una rosa deshojándose en mis labios mendigos sobre su cuello.

La danza era inacabable y cuerpo a cuerpo fueron estrechándose boca a boca los alientos. Se deshace el tiempo en edades mitológicas, consumado el deseado incesto se repite una y otra vez en el pecado. Edipo y Yocasta se reencarnan en ella y en mí...