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El hombre del autobús

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Iba en el autobús número 11-B camino a mi departamento, estaba sentada en un asiento al fondo del bus, leía un pequeño libro con pasta negra.

En una de las paradas se subió un hombre de unos 50 años, yo no lo había notado y no me interesaba su presencia en el bus.

Se sentó junto a mí y trató de iniciar una charla pero yo fui cortante y no lo deje continuar. Me pareció que se molestó un poco pero a mí me dio igual.

Baje del autobús para caminar unas dos cuadras a mi hogar. Justo cuando iba a abrir la puerta del edificio el hombre del bus se acercó a mí y me dijo que no hiciera ruido y que entrara al departamento. Subimos hasta mi piso, yo lloraba y estaba nerviosa.

—¿Quién es usted y qué quiere de mí?

—Cierra la maldita boca y entra

Lo obedecí y entramos, de inmediato me empujó y caí al suelo, lo miré y él se quitaba el cinturón que llevaba.

En el bus traté de ser amable, esto no debió terminar así; pero tú decidiste ser una perra engreída. Ahora verás las consecuencias y te advierto que no te va a gustar.

Sus palabras me helaron la sangre, temblaba del miedo que sentí. Traté de correr y encerrarme en la habitación pero él era más rápido y me detuvo. Me dio una bofetada y me obligó a sentarme en el sofá.

—Primero voy a castigarte para que aprendas a ser educada maldita zorra.

Me pusó en cuatro y colocò mi culo en alto; luego sujetó con fuerza su cinturón y me golpeó varias veces con él. Me hizo una herida superficial en la nalga izquierda, esta sangraba un poco.

—Le daré lo que quiera pero váyase. Juro que no denunciare, por favor. Se lo ruego- le dije llorando

—Lo único que quiero es follarte. Me gustaste desde que te vi en el bus, y ahora vas a ser mía zorrita.

Se sentó en el sofá y me puso de rodillas, frotó su verga y me dijo que se la mamara. Yo me negué y apreté los labios mientras apartaba la cara.

—Te digo que lo hagas perra estúpida- me abofeteó de nuevo- hazlo, hazlo o ya verás

De nuevo puse resistencia y él me miró con rabia; se levantó y fue por su chaqueta, de ella sacó un rollo de cinta americana. Me jaló del cabello y me llevó arrastrando hasta la habitación. Me levantó tirándome del brazo y me arrojó a la cama.

Con la cinta ató mis manos a la cabecera, se subió sobre mí y de nuevo me dijo que le chupara la verga. Me negué una vez más y me abofeteó y escupió en la cara.

—Parece que alguien no entiende

Tomó su cinturón y me golpeo en los muslos. Yo grité del dolor.

Una vez más subió encima de mí, me abrió la boca con las manos y metió su pene. Me embistió la cara una y otra vez; yo me ahogaba y tenía que escupir de vez en cuando.

Él se bajó y llegó a mi vagina, le escupió y metió cuatro dedos en ella; entraban y salían tan rápido que me lastimaban. Con la mano que tenía libre golpeaba mis senos y pellizcaba mis pezones.

—¿Te gusta, jodida puta?- preguntaba una y otra vez

Me metió la verga en el coño, esta era bastante grande y gruesa y me dolía horriblemente. La metía hasta el fondo y la empujaba cada vez más duro

—¡¡Yaaa!! ¡Ya basta! No siga por favor…- grité muchas veces pero él continuó.

Me desató las manos y me puso boca abajo, me dí cuenta de que lo que venía sería lo peor de todo.

Me separó las nalgas y metió su verga de un solo empujón, yo grité dolorida y horrorizada, mi ano sangraba; él se reía de mi sufrimiento. Me golpeó el culo con su cinturón. Yo quería morir, gritaba, lloraba y me retorcía.

Se salió de mi culo y colocó su verga frente a mi cara, la frotaba frenéticamente. Se en mi cara.

—Tragate todo puta, sé que te encanta la leche.

Con su mano juntó el semen y me lo metió a la boca, me cubrió la nariz para que me lo tragará; me abofeteó una última vez y burlonamente me besó la frente.

Fue a la sala, se vistió y recogió sus cosas. Se paró junto a la puerta de la habitación, encendió un cigarro; yo estaba en el suelo llorando. Me miró, sonrió y dijo:

—No llores zorrita, tal vez te visite de vez en cuando...

Al día siguiente me mudé y aprendí una lección; siempre se amable con los hombres del autobús.

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