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Y yo tampoco

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Una señora fue a misa esta mañana de domingo. Como cada domingo durante el Credo ella conecta con la culpa. ..."Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa...". Al salir de misa, sin saberlo buscaba culpables. Y los encontraba. Si ella lo era también lo eran los demás. Con cada persona con la que hablaba le hacía sentir culpable de algo: de no servir para esto o para aquello, de haceer nada por los demás... Y esta persona acuciada por la culpa escupía información que no diría de otro modo. Al final el que dijo lo que no diría normalmente, a no ser que fuera torturado por la culpa, mintió. No se puede sino mentir cuando se habla desde la culpa. Luego se sintió culpable. Aunque ya no hablemos de luego, sino de antes. Antes ... antes... Digamos que esta es una forma antigua de proceder.

Hoy una señora hablaba por teléfono con la culpa. Difícil tarea. En realidad se sentía culpable, pero quería liberarse de la culpa. Y hablaba con alguien por teléfono. Igual que la señora que salía de misa después de rezar o escuchar el Credo y hacer suya la culpa. Porque al final uno es lo que escucha, lo que lee. Y si lee o escucha algo cada cierto tiempo puede crearle obsesión. Y la obsesión culpa, falta de creatividad, etcétera. Nos han dicho que la culpa redime, cura. Y en realidad lo que hace la culpa es dañar. Porque el que siente culpa busca culpables. Es imposible sentirse culpable sin buscar culpables. Y el procedimiento es que si ella se ha convencido de que es culpable también puede convencer a otros. Ahí está el daño. Con culpa no se va a ningún sitio. Así que pongamos la culpa como algo que es de nadie. Obligatoriamente. Y de que el que la siente es porque no se perdona, no se acepta, no se conoce a sí mismo, no se ama. Y sólo el que ama puede amar. Sólo el que se acepta puede aceptar, sólo el que se conoce puede conocer, aprender y crecer.

Pues bien la señora que hablaba por teléfono hablaba con la culpa porque cayó en su trampa. Lo que ven quienes pasan cerca de ella es que les está echando la culpa. No los conoce. Pero la culpa si tiene identidad. Y ella quiere liberarse de la culpa a toda costa, lógicamente. Sin embargo, echándosela a otros es una forma de no liberarse de ella. La única manera es perdonarse, amarse, comprenderse. Si echa la culpa a otros, aunque sea bajo el disimulo de que no los conoce de nada, esta confirmando que no se ama. Y que es culpable. Que no se perdona. Y que es culpable. La señora no quiere ver que en este caso lo único que todo el mundo conoce es la culpa. Y que da igual cómo te llames, la edad, el aspecto o a qué te dediques. Como si quieres emplear tu vida en rascarte la barriga. Todo esto no importa. Estamos en la culpa. Todo es útil sin culpa. Sin culpa todo tiene sentido. Cualquier cosa. Pero sin culpa. Sin embargo, con la culpa vale nada de lo que hagas. Aunque digas que haces mucho o que lo haces todo. Al final, la culpa es el fuego del que no te has podido librar jamás y todo lo que has hecho un día se caerá. Y creerás que todo se ha ido al traste. Y... claro, te sentirás culpable.

Y así la señora iba por la calle hablando con la culpa, fuera su hija, su hijo, su marido, su hermano o su hermana. Anteponía la culpa antes que a la persona. Igual la otra persona también lo hacía... por eso ninguno de los dos está loco. Sólo está loco el que quiere hacer compartir lo suyo con quien renuncia. Digamos que esta señora hablaba con la culpa, igual que su hermana, hermano, hija, hijo o marido al otro lado de la llamada. El problema se haría más grande, porque el cometido de las partes sería liberarse de la culpa echándosela al otro. Al final, la cosa revienta de algún modo. Y se cansan de echarse la culpa. Y entonces acuden al juego, al alcohol o al tabaco o a cosas peores, para liberarse artificialmente de la culpa. Cuando no tienen a quien echársela acuden a todo esto.

Ahora pongamos por caso que esta señora habla con su hija, hijo, marido, hermana o hermano y, hablé con quien hablé, ninguno siente culpa. Digamos que la conversación iba a durar muy poco en este caso. No tendría sentido hablar. La señora estaría hablando sola. O bien no sentiría culpa. Y aquí acabaría la conversación. Todo por comprobar si alguien le estaba haciendo sentir culpable a la señora. En realidad nadie no puede hacerla sentir culpable. Por tanto la señora se siente culpable. Y llama. O la llaman. Para verificar. Y la señora dice que no. "Y yo tampoco". ¿Con quien hablaba la señora?. Si quería verificar si alguien estaba culpándola de sus errores, errores que son errores por su ansia de perfección, entonces lo fue a verificar hablando con la culpa. ¿Fue a la iglesia esta mañana?. ¿Tiene miedo esta señora?. ¿Necesitan que la digan que hace mal algo para reafirmarse en que no es cierto?. ¿Por qué juega con la culpa esta señora?:

Moraleja: la culpa crea personas irresponsables. La culpa es irresponsable. Procede del no comprenderse, del no perdonarse, del no amarse. Las personas que sienten culpa y que no lo saben. Las personas que centran su vida en ver quién es el/la culpable de sus propios errores, incluso sin saber que la utilizan y que lo hacen inconscientemente como arma arrojadiza, son irresponsables, dadas al juego (ludopatías, etc). Por último decir que todas las personas tienen en sí la capacidad de liberarse de la culpa para siempre. La palabra es "perdón". Cuando se sabe que la culpa conduce a la nada y uno empieza a pedonar todo cobra sentido. Algunas personas necesitan tratamiento para esto. Otras un cursillo, una explicación. Cuando la culpa está muy arraigada ha podido generar enfermedades que, aparentemente, no tienen explicación. Y que han sido provocadas por el peso de la culpa. Por acostarse con culpa, por caminar con culpa, por vivir con culpa continuamente. O usándola contínuamente para justificar el malestar propio que no sabe de dónde viene. Es la culpa, que está muy arraigada. La culpa puede haber sido generada por los celos. O conjuntamente con ellos. Y el que es celoso de su pareja tiene que saber que tiene celos de alguien más cercano: su hermano o su hermana. Es imposible tener una pareja, un novio o una novia sin sentir celos si antes los hay con la hermana o el hermano. Y al revés: es imposible tener celos en la pareja, sin antes haberlos incubado con el hermano o la hermana. Al final, lo que ha podido ser más cómodo en las familias es tomarse esto como un juego. Pero no lo es. Porque a la larga estalla el drama. Y entonces se producen las consecuencias irreversibles. Detrás ha habido un disimulo. Y la culpa al acecho se acaba cebando con unos. Y al final, alguien paga el pato. ¿Es así como queremos vivir la vida, algo tan bonito, las personas?. No lo creo. Aunque algunos no vean otra forma... la hay. Toda tragedia en la vida familiar tiene detrás el drama de los celos y de la culpa. Lo demás es teatro.

(9,00)