Nuevos relatos publicados: 16

Matilda, guerrero del espacio (capitulo 24)

  • 10
  • 4.476
  • 10,00 (7 Val.)
  • 0

La Princesa chapoteaba en el agua exponiendo todo su encanto, y sensualidad, a alguien, a quien era fácil engatusar. Y es que Ramírez era un amante totalmente entregado a su señora. En la enorme bañera circular del palacio real de Mandoria, la Princesa se aproximaba con ojos felinos. Apoyado contra el borde, la esperaba con una sonrisa enamorada en los labios. Le rodeó el cuello con sus brazos y le besó.

—Seria fácil acostumbrarse a estos lujos, ¿verdad? —preguntó entre beso y beso.

—Para mí el lujo es tenerte entre los brazos mi amor, —respondió Ramírez mientras la acariciaba el trasero—. Todo lo demás me sobra. Sabes perfectamente que estos lujos me incomodan.

—Lo siento nene, miraré de trasladar mi residencia al Atlantis, ahora que siempre va a estar aquí.

—No, no, no. Tú debes estar en tu palacio. Ya sabes que yo me amoldo a todo, mientras me dejes seguir amándote.

—¿Cómo no te lo voy a permitir? —contestó—. Mientras tu me lo permitas a mí.

—Yo lo he dicho primero.

—No seas tonto: no empieces.

Estaba claro que su relación se había intensificado en el último año. La desaparición del sargento, su fiel compañero de juegos, los había unido mucho más. Incluso la Princesa, hablaba abiertamente de amor a pesar de las dificultades. Él, era el refugio que siempre encontraba, el que siempre estaba disponible.

—Como chilles tanto va a venir tu guardia pensando que te están haciendo algo, —dijo Ramírez riendo mientras la besuqueaba incansable después de hacer el amor.

—Pues tápame la boca como hiciste antes del ataque a Numbar.

—Eso es solo para emergencias. Me gusta oírte chillar.

La levantó en brazos suavemente y la lavó pasando su poderosa mano por su cuerpo azul. De improviso, entró una hembra mandoriana, que formaba parte de su guardia de escoltas.

—Lo siento mi señora, pero tienen los dos comunicadores apagados, —dijo al tiempo que abría un albornoz—. Hay un mensaje urgente del Atlantis. El Consejo y el Estado Mayor se reúnen de urgencia en Numbar. Requieren su presencia allí, inmediatamente. El Atlantis está listo para partir.

Se terminaron de vestir y salieron hacia la lanzadera que les llevo al Atlantis. Entraron en el corredor subespacial y cuatro horas después estaban en Numbar para una reunión conjunta del Consejo y del Estado Mayor.

—El emperador ha atacado el sistema Kylios, —informó el general Hassard, jefe de Inteligencia—. No les hemos detectado, y cuando lo hemos hecho, ya estaban a las puertas del Sistema.

—Ha atravesado cuatro sectores para llegar a Kylios, —observó la Princesa Súm.

—Si el sistema cae, tiene a tiro Evangelium, —apuntó un consejero.

—Me llama la atención, que el ataque se ha producido por el único sitio donde todavía no estamos desplegados, —dijo Matilda—. Según el nuevo plan, el despliegue se producirá en quince días.

—¿Crees que puede haber un infiltrado? —preguntó la almirante Rizé.

—Es muy posible, pero no entre ustedes, —razonó Matilda—. La Princesa o yo, habríamos detectado la impronta mística del emperador.

—Ese tema hay que investigarlo sin falta, —apunto Súm—. Pero hay que decidir que hacemos. El 5.º Ejército de Mandoria solo tiene operativas cuatro divisiones, ya sabéis que cuando se estacionó definitivamente en mi sistema, emprendimos una profunda reorganización. Y en cuanto a la 2.ª Flota, solo dispongo del Atlantis y las corbetas. Las fragatas están en dique.

—Tantos meses preparándonos y nos ha atacado en el peor momento, —añadió Rizé—. La 4.ª Flota esta desperdigada limpiando el extremo oriental de la galaxia, junto con el 2.º Ejército.

Durante varias horas estuvieron debatiendo, cada vez de manera más acalorada. Dos posturas muy enfrentadas, de una, la de parte de los consejeros, que abogaban por replegarse y entregar el sistema Kylios para centrarse en la defensa de Evangelium. De otra, la de los militares, con Matilda y Súm a la cabeza, que apoyaban la opción de atacar. Finalmente, en la votación del consejo, se decidió optar por la propuesta del Estado Mayor y poner las operaciones en manos de Matilda.

Como no se sabía nada de lo que estaba ocurriendo en el sistema Kylios, mandó al Atlantis, y lo que tenía disponible de su flota de batalla, a hostigar los planetas exteriores. En una zona estratégica, y a la espera, estaciono a su 1.ª Flota, bajo su mando directo, y a la 3.ª Flota bajo el mando de la almirante Rizé. Mucho más apartados, y en zona segura, una fuerza de invasión de 400.000 soldados, reunidos a toda prisa.

La aparición del Atlantis en la zona, fue inesperada y devastadora para la flota imperial, que no tenían noticias de la operatividad de una unidad tan poderosa.

—Mi señora, dos cruceros pesados en rumbo de interceptación, —dijo el oficial a cargo de los sensores—. Tiempo de llegada seis minutos.

—Arriba escudos. Zafarrancho de combate.

—Los cruceros llevan tres fragatas de escolta.

—Timonel, cambio de rumbo, —ordeno la Princesa—. ¡Intercéptelos!

—El enemigo baja la velocidad.

—Parece que los hemos asustado. Escuadrones preparados. Corbetas, grupo 1 a 625543.6, grupo 2 a 625543.9.

—Diez segundos para contacto.

—Flota a media maquina. Escuadrones fuera.

Cuando se encontraron ambas flotas, el Atlantis cargó directamente contra los cruceros enemigos, dividiéndolos en dos y rompiendo su formación. Las corbetas, moviéndose coordinaos, como habían entrenando en Mandoria, machacaron a las fragatas, que intentan retirarse. Dos de ellas fueron destruidas y la otra se rindió. La artillería pesada del Atlantis, destrozó uno de los cruceros, que estalló en mil pedazos, mientras los escuadrones de interceptores, armados con torpedos, dañaron gravemente al otro crucero, y se rindió.

—Puente a infantería. Aborden el crucero y la fragata enemigos. Informe de daños.

—Todas las secciones reportan de que no hay daños, mi señora, —informa Dydim—. Dos interceptores con daños mínimos. En el resto de la flota, una corbeta con una avería en los emisores. No es importante.

—¡Perfecto! —dijo la Princesa.

—Infantería informa de que las dos naves enemigas están controladas.

—Informe al mando de la flota, —ordenó la Princesa—. Mantenemos posición.

Mientras tanto, en la zona de espera de la flota, Matilda y el Estado Mayor, esperan noticias de la flota de Súm en la sala de estrategia del Tharsis.

—La 2.ª Flota ha entrado en combate en un punto cercano a la órbita de Kylios 11, —informó Ushlas entrando en la sala—. Un crucero pesado y dos fragatas destruidas. Otro crucero y otra fragata, apresadas. Mantienen la posición. Nuestra flota no ha sufrido daños.

—¡Genial!

—¡Fantástico!

—Hay más, —continuó Ushlas—. Los nuevos sensores del Atlantis detectan mucha actividad en torno al cuarto planeta. Al menos treinta cruceros y otras cien naves, pero son auxiliares, no son de batalla.

—Kylios 4 es un planeta minero. Son colonos, no hay grandes núcleos urbanos, y además, su minería no es reseñable.

—Y en ese sistema no hay nada más.

—¿Naves auxiliares? Eso no es la Flota Imperial.

—La pregunta es: ¿qué busca el emperador ahí? —razonó Matilda—. Y si su intención es usar el sistema para atacar Evangelium, ¿por qué no está el grueso de la flota?

—Sabemos que le quedan entre sesenta y setenta cruceros pesados, —dijo Rizé.

—Más, otras doscientas unidades entre cruceros ligeros, fragatas y corbetas, —apuntó un general.

—Os apuesto lo que queráis, a que esos treinta cruceros, todos no son pesados, —afirmó Matilda.

—¿Y donde cojones están? —preguntó Rizé para añadir pensativa—. La situación en jodida, esto me huele mal. Hay que hilar muy fino, porque hagamos lo que hagamos la podemos cagar. 

—Pueden estar en cualquier lugar del cinturón de escombros que rodea el sistema.

—Supongamos que tiene a la flota oculta, y nos pone un cebo para que toda nuestra flota acuda, como por otra parte hemos hecho, —razonó el general Hassard.

—Por eso las naves auxiliares. Con los sensores convencionales no lo hubiéramos detectado. El equipo de Camaxtli ha hecho un trabajo impresionante con los nuevos sensores de los acorazados.

—Vamos a ver, —intervino la general O´Reilly—. No sabemos dónde están ellos y, ellos tampoco saben dónde estamos nosotros. La única que esta al descubierto es mi señora, la Princesa Súm. Pues pongamos la trampa nosotros.

—Buena idea, Allyson, —apuntó Matilda—. Podemos hacer que los transportes de la infantería se unan a la flota de la Princesa y se dirijan al cuarto planeta…

—Y cuando la Flota Imperial salga, la cogemos entre dos frentes, —continuo Rizé.

—Vale, estoy de acuerdo, pero dos cosas importantes a tener en cuenta, —intervino el general Burk—. La primera es, que hay que sacar rápidamente a los transportes de la zona de batalla. Os recuerdo que hay 400.000 soldados en ellos. Y segunda, sin la 4.ª Flota, casi nos triplican en efectivos. La flota de la Princesa, tiene que proteger a la infantería y unirse rápidamente a la batalla. Los dos acorazados son vitales para igualar fuerzas.

Trasmitidas las ordenes al Atlantis, la princesa Súm simuló que salía del sistema para encontrarse con la flota y luego emprendieron rumbo a Kylios 4. Trazaron un rumbo que utilizaba los planetas del sistema como pantalla para que los sensores imperiales no tuvieran claro lo que veían. Finalmente, y cuando ya pensaban que no iba a funcionar, el engaño surtió efecto. Desde tres puntos del cinturón de escombros, aparecieron casi doscientas naves que emprendieron rumbo de interceptación con la flota de Súm. La Princesa, cambio de rumbo abruptamente simulando que huía, pero interponiéndose con la retaguardia de la formación de los transportes. Cuando estos abrieron un vórtice y saltaron, la Flota Federal entró en el sistema en dos formaciones de batalla, mientras la flota de la Princesa viraba y atacaba a la Flota Imperial. El desconcierto entre sus filas fue enorme y cuando quisieron reaccionar, el Tharsis y el Atlantis, con sus grupos de batalla, ya estaban devastando las formaciones imperiales. No tenían defensa contra las poderosas baterías pesadas de los acorazados, ni contra su nueva forma de combatir, con sus escoltas combatiendo agrupados y cientos de interceptores saturando las defensas imperiales de perímetro. La 3.ª Flota de la almirante Rizé, combatía contra las formaciones del exterior del núcleo central de la batalla. Casi dos horas después, la Flota Imperial se retiraba de la batalla, abriendo vórtices y saltando apresuradamente. Atrás, dejaban setenta y dos naves destruidas o gravemente averiadas, y los 200.000 soldados imperiales de la fuerza de invasión en Kylios 4.

—Informe de daños, —exclamó Matilda.

—Ninguna sección reporta daños, —respondió Ushlas operando desde su consola—. Hemos perdido dieciocho interceptores, seis muertos y cuatro desaparecidos. De nuestro grupo, tres corbetas destruidas. El Atlantis sin daños, ha perdido dos corbetas. La 3.ª Flota, tres cruceros destruidos, cuatro fragatas y siete corbetas.

—Informe al general Burk que inicie la fase 2. Reunión del Estado Mayor en dos horas.

A la hora fijada, todos los miembros del E. M. estaban reunidos en la sala de estrategia del Tharsis, junto con un buen número de consejeros. Estos últimos estaban bastante alborotados, en contraposición de los militares que estaban más comedidos, incluso serios.

—Hemos dado un ultimátum a las fuerzas imperiales en Kylios 4 y se están rindiendo, —informo el general Burk—. Son tropas regulares de alistamiento forzoso.

—¡Fantástico!

—¡Genial!

—¡Una gran victoria!

—¿Por qué no se callan de una puta vez? —estalló finalmente la Princesa Súm dejando patente el profundo desprecio que sentía por los políticos.

—Seria mejor que esas cosas nos las dejaran a nosotros, —añadió la general O´Reilly apoyándola.

—Pero hemos ganado la batalla…

La discusión derivó en una polémica cargada de reproches, acusaciones e incluso insultos. Finalmente, Matilda logró hacerse oír y calmar los ánimos.

—Vamos a ver, señores consejeros. ¿Ha sido una victoria? Sí, lo ha sido. ¿Ha sido una gran victoria? No, no lo ha sido. Hemos perdido un 20% de nuestros efectivos. Es cierto que la Flota Imperial, ha perdido un tercio de sus unidades, pero aun así, nos siguen doblando en número. La flota ha resultado muy dañada, y necesariamente tendrá que ir a dique y por un tiempo no será operativa. Habrá que traer a la 4.ª Flota otra vez aquí, y eso significa paralizar todas las operaciones, que con mucho éxito, estaba llevando a cabo en los sectores exteriores.

—Vale Matilda, nos hemos dejado llevar por la euforia, —dijo uno de los consejeros—. Pero no me puedo creer que de todo esto no salga nada bueno…

—Claro que ha salido algo bueno, consejero, —le interrumpió Rizé—. No hemos perdido ningún crucero pesado.

—Y la mitad de sus perdidas han sido cruceros, —intervino también la Princesa—. Hemos reducido de una manera importante, su flota de cruceros pesados.

—Y aunque sea el consuelo de los tontos, ellos también tienen que reparar, —añadió Burk.

—El crucero que apresamos en el primer enfrentamiento, no se puede recuperar, esta para piezas, —intervino la Princesa.

 

—Las dos flotas van a estar unos meses sin operar, y esa es la realidad, —finalizo Matilda.

(10,00)