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Mistress (Parte 1)

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Estaba haciendo una colecta de dinero para apoyar al hospital. Iba a las casas y me ofrecía a hacer trabajos como limpiar la casa, cortar el césped etc., todo a cambio de dinero para la colecta.

Llegué a la casa 76-A que está al final de la cuadra. Toqué a la puerta y me recibió una mujer de unos 57 años, le hablé de la colecta y me invitó a pasar.

Ella era pelirroja, de piel blanca y ojos ámbar, estaba en buena forma y tenía unos pechos enormes y su trasero era perfecto.

-Espera querida, creo que tengo un trabajo para ti

Subió a su habitación y después de unos 10 minutos me llamó:

-Sube querida… date prisa, no me hagas esperar.

Subí las escaleras muy despacio, giré a la izquierda y al fondo vi una puerta entreabierta; entré a la habitación que estaba oscura y la puerta se cerró tras de mí. Las luces se fueron encendiendo poco a poco revelando las dimensiones de la habitación, por fuera parecía pequeña pero por dentro era enorme.

Las últimas luces en encender delataron la figura de aquella mujer, tenía puesta una bata de seda color negro.

-¿Qué es todo esto?

-Mi guarida, querida

-Creo que me tengo que ir…

-Mmm… me temo que no puedo dejar que eso ocurra. Quédate y te lo pasarás muy bien, sino… igualmente te obligare a hacerlo

Estaba muy confundida y asustada, no sabía qué pretendía esa mujer. Antes de poder pensar en la respuesta ella se quitó la bata. Llevaba un sujetador de cuero y una tanga del mismo material; tenía unas medias de red negras sujetadas por un liguero y usaba unos tacones altos que estaban adornados por unos estoperoles puntiagudos.

Yo solo quería salir de ahí tan rápido como me fuera posible, me di la vuelta y trate de abrir la puerta pero estaba totalmente sellada. Oí un golpe tras de mí; ella sostenía una fusta y la azotó contra la pared para llamar mi atención.

-Me temo que solo yo puedo abrir; entre más cooperes, más rápido te vas.

Se acercó a mí muy despacio, tomó su fusta y recorrió mi espalda con ella.

-Desnúdate querida.

-¿Qué?! Por supuesto que no- No había terminado de decir esto cuando su fusta golpeó mi trasero.

-Te digo que te desnudes

Obedecí, me quité la blusa y los jeans; las lágrimas salían de mis ojos.

-Déjate la ropa interior un momento…

Una vez más me recorrió con su fusta, tomo es mango de esta y lo frotó contra mi vagina sobre la tanga que yo llevaba.

-Siéntate en aquel sofá rojo

Aquel sofá era erótico, igual que todo el mobiliario de la habitación y me parece que de toda la casa en general.

Me acosté boca abajo en el sofá, sus curvas se ajustaban a mi cuerpo. La mujer tomó unas cuerdas para bonge, me ató las manos con ellas y las colocó de una manera bastante agradable sobre mis pechos.

-Arrodíllate- Me puso una mordaza antes de empezar

Caminó alrededor de mí, el sonido de sus tacones me ponía nerviosa.

Me dio en primer golpe en la parte superior del trasero, quise gritar lo más fuerte que pude pero la mordaza no me lo permitía. Luego me dio el segundo en la espalda.

-Extiende la mano

Así lo hice, extendí la mano y ella comenzó a frotarse la vagina en contra de esta. Jadeaba y gemía, con una mano se apretaba los senos y con la otra jalaba mi cabello. Luego de unos minutos se corrió e introdujo mis dedos a su cavidad: Muévelos rápido, me ordenó.

Se puso de pie y se paró frente a mí, me quitó la mordaza y metió sus dedos a mi boca mientras se masturbaba el clítoris.

-Ahora lame

-No… eso nunca!

Mi respuesta la enfureció y me abofeteó tan fuerte que caí, me incorporé torpemente y me lo repitió

-Ahora lame

Nunca había tenido sexo con una chica, y el pensar en hacerle sexo oral a esa mujer me disgustó por completo; pero tuve que hacerlo.

Me tomo de la nuca y me presionó contra ella, frotó su vagina contra mi rostro. Saqué mi lengua y lamí de arriba abajo; me dijo que chupara su clítoris, al cabo de unos minutos la idea ya no me asqueaba, me gustaba bastante. Oírla gemir me agradaba, hasta llegó a excitarme. Ella se corrió entre gritos.

-Soy generosa con los que me complacen… ahora es tu turno querida…

Me levanté y me acomodé en el sofá rojo pero me dijo que ahí no, me llevó a una cama al fondo de la habitación. Me desató las manos pero casi al instante me esposó a la cama.

Abrió mi boca con sus manos y metió su lengua, los movimientos que hacía se sentían deliciosos. Con su lengua recorrió mi barbilla, bajó por mi cuello y llego hasta mis senos, los lamió y besó; con sus labios presionó mis pezones que en ese punto estaba duros, los succiono y me dio un pequeño golpe que me estimuló más.

De nuevo usó su húmeda lengua hasta llegar a mi pubis, pero se detuvo; yo ardía y quería que me comiera ya mismo.

Se puso de pie y se dirigió a un mueble negro con bordes plateados, lo abrió de par en par y observé una enorme colección de juguetes sexuales. Sacó un vibrador y algo que me pareció un consolador.

Se recostó entre mis piernas, las abrió y con su dedo índice dibujó círculos alrededor de mi clítoris. Luego metió dos dedos a mi vagina y comenzó a masturbarme, yo gemía.

El vibrador sustituyó sus dedos, lo puso en intensidad máxima. Acercó su cara a mi vagina y comenzó a chupar. Luego con su mano izquierda sujeto el supuesto consolador, pensé que me lo metería por el ano. Apenas rozó la piel de mi muslo di un grito de dolor, no era un dildo, era para dar choques eléctricos.

-¡¡Basta!! ¡¡Ya no siga!!- nunca había tenido resistencia al dolor

-Querida…- me miró y sonrió- esto es de lo más delicioso. Resiste un poco, al final pedirás más.

Siguió lamiendo mi vagina, presionó el aparato pero esta vez contra mis senos. Con cada choque yo gritaba; ella tenía razón, entre su boca, el vibrador y los choques yo tenía un orgasmo tras otro. Al final no pude resistir y los líquidos salieron de mi como una explosión.

-Te lo dije querida, es de lo mejor.

Al final me vestí y bajé las escaleras, ella me esperaba en la puerta y me dijo que la visitara cuando quisiera. 

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