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Crónica de un infidelidad anunciada

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Ahora, sentado en mi mesa de trabajo y habiéndose terminado las vacaciones estivales me doy cuenta, reacciono, asimilo esos hechos transcurridos en plenas vacaciones, las cuales fuimos mi mujer y yo a un lugar pequeño de la costa, aconsejados por una amiga de ella, su amiga, que me la cambio. No obstante, por otra parte los acontecimientos quizás se hubieran desarrollado de otra manera diferente, con el mismo fin. Tampoco es para darle muchas vueltas a la cabeza.

Ese día yo ya la veía a ella muy dinámica alegre, me miraba con desdén hacía una temporada, tenía esas ansias de la juventud. Mientras se terminaba de retocar delante del espejo la adule diciéndole que estaba muy guapa que parecía una jovenzuela y respondiéndome con gesto adusto: “Hoy los cuarenta no son nada”. Me sentí despreciado por el tono despectivo, tampoco había motivo para esa absurda reacción. Cuándo me casé con ella ara tres años su trato era más afable conmigo. Sí, quizás los diez años que yo le sacaba eran la causa, el mes que viene cumpliría cincuenta y tres. Lo achaque a una etapa difícil de ella, de crisis de identidad que la llaman hoy en día. Ella siempre ha sido muy fiestera, alegre, abierta; quizá esos tres años de matrimonio algo más sosegados habían hecho mella, la cotidianidad y el día a día; quizá el no querer tener hijos –su contestación de siempre es que ella no tiene instinto maternal-  que ocuparse. Evidentemente también influyo su nueva amiga, la cual estaba en vías de separación, una histriónica mujer, la cual siempre la tenía entretenida con su tabarra de la vida y demás lindezas. La cual la había convencido para pasar unos días en pueblo costero. Mientras yo aguantaba sus tonterías cuando estábamos en la pequeña playa. Era madre de dos hijos los cuales hacía que se ocupara su padre esos días.

La observaba mientras se maquillaba –exageradamente-, llevaba puesto un tanga de hilo con transparencias delante –compra que por supuesto se había hecho con su amiga-, es algo culona, pero respingón, lo cual no desmerece; en los pechos llevaba sostén negro a juego también con transparencias, los tiene en forma de campana algo caídos pero los pezones bien definidos y grandes, no desentonando mucho ya que ella es alta.

—Sara, pero que te pasa, ya ni me haces caso, estoy intentando poner las cosas claras.

—Oye, te he dicho que quería salir y despejarme, estar sola sin pareja, por qué no me dejas en paz, estoy pasando una mala etapa.

—Y por eso te pones esa ropa interior? Y lo de sola, tú dirás, que si no creo mal, tienes que salir con la Sonia, tu amiga inseparable últimamente. Mira, tú eres mejor que ella, no te conviene la compañía, incluso pareces más joven inclusive. Sabes, me parece una promiscua, la verdad. Teniendo hijos y por ahí…

—Basta ya, no vayas de moralista y me hagas la pelota que parezco más joven, la verdad es que ella es tres años más joven que yo, y sí, quizás parezca que yo tengo menos años. Y respecto a lo de salir, no hay vuelta de hoja.

—¡Y que vais a ir, por ahí en busca de machos! –grite

—A ti que te importa, como que si te veo ni te saludo, no nos conocemos y punto en boca, no pienso hablar más…

Salí del baño desencajado, tuve que tomar una puta cerveza, lastima no estar en casa, el piso alquilado era irrespirable el ambiente y eso que era el primer piso. Al poco rato de estar sentado se oyó el timbre, al levantarme ella ya había abierto, era la Sonia con esa sonrisa de estúpida. Empezaron a mostrarse los vestidos, los dos eran idénticos, negros con escote. La Sonia era bastante más baja pero concentrada; se comportaban como dos adolescentes, se daban la vuelta, manoteaban, reían. No tardaron en marcharse, supongo que como le había oído decir a la Sonia, había un pub llamado “El rincón de Sam” que según ella se podía tomar algo viendo gente interesante. Habían salido a las 10:00 eran las 12:00 y no podía conciliar el sueño. Me vestí y di un paseo por el aburrido pueblo, tome unas copas en una cafetería, lo cual me despejo algo. Salí y camine un buen rato, absorto en mis pensamientos; estaba frustrado, rencoroso, enojado. Ya podía imaginarlo hacia tres años había encontrado la que creía mi media naranja, eso sí, entonces, aunque pareciendo retraída y algo boba, siendo vaga por defecto de fábrica en las tareas domésticas y no aguantaba en los trabajos. Aun así había visto una mujer para estar a su lado, aunque tampoco la conocía de nada. Como dice mi madre: “ahí tienes el marrón, chúpatelo”. De repente entre en una calle la cual al final se oía música, con un rótulo fluorescente que ponía “El rincón de Sam”. Las copas me habían infundido confianza, era un adulto, y por qué no entrar ahí… aunque fuera con todas las consecuencias.

Al llegar a la entrada estaban los típicos fumadores con el suelo lleno de colillas, se hacía raro entrar en el local un hombre de mi edad, pero que cojones. La puerta estaba insonorizada, al entrar el ambiente era impactante en cuanto a luces y sonoridad. La primera impresión es que parecía un antro, quería tener ese aire de bar americano de los 80. Había gente. Casi que desentonaba con el pueblo aquel tugurio. Hasta acomodar la vista al lugar estaba algo descolocado –serán las gafas bifocales- hasta ver la barra y a la izquierda un apartado donde se bailaba. Busqué un taburete de la barra apartado, ya que allí había dos hombres más o menos de mi edad, ya no me sentía un intruso; pedí un gin-tonic, al poco tiempo vino otro señor maduro. Jolín, dije, esto parece el rincón de los renegados viejos, entre ellos unos iban otros venían. Bueno, me sentía más cómodo ahí por lo que opte quedarme allí bebiendo y viendo el ambiente. De repente me pareció ver a la Sonia, entre esa gente bailando, sí era ella, me hice a un lado para ver mejor, pero tuve que dejar pasar a los dos de al lado, no se estaban quietos, ni que fueran jovenzuelos. Traté de volver a visualizarla, lo conseguí: bailaba con un tío de unos treinta, fornido tirando a gordo, grotesco de cabellera suelta, un desmelenado, el cual se notaba que tenía interés en ella ya que reía jocosamente dando la nota, no quedándose ella atrás, se les notaba alegres. Mi mayor preocupación era saber dónde estaba mi Sara, la cual no tarde en avistarla y, tras ella un grandote con coleta también de una treintena, tatuado, estirado; por lo que vi de lejos de manera achuladas, movimientos mecánicos de macarra. Las actitudes de ellas daban vergüenza ajena; se hacían gestos, risas, confidencias. Como dos niñatas, vamos. De repente oí como me decían:

—Qué, te gusta el ambiente de la vida moderna, ves algo interesante.

—Yo... yo… no… per…

—Tranquilo, me llamo Javier, vengo por aquí a pasar el rato, soy divorciado, en algo me tengo que entretener. No te asustes he visto que más o menos somos de la misma generación.

—Pedro, encan… encantado, perdón, pero me ha pillado de sorpetón, yo casado, pero mi mujer está en la ciudad –me sentía avergonzado.

—Veo que se mira bien el personal, jejeje, pero no se avergüence hombre yo también vengo a lo mismo, aunque hoy no hay nada al alcance, al menos para nosotros; sabes, yo tiró de putas cuando no puedo más, la edad es la edad.

—No…jeje…si yo no…

—Estamos entre amigos, a mí me gusta ver el ganado que viene, esa que mirabas, ha entrado junto con otra.

—Quiénes son? Yo ya solo veo una (mi mujer)

—Bien que te has fijado ¡ehhh! Con esas la cosa creo que está chunga, han llegado hace un rato, por sus maneras está claro que buscan tema, pero los hermanos Sánchez como buenos cazadores han visto la presa. ¡Qué cabrones!

—Y eso…esos…quien son, del pueblo.

—El Rafa y el Santi, dos vividores, moteros ellos, sus padres vivían aquí, suelen parar de vez en cuando, y más ahora que el Sam, el dueño de esto está semana no está.

—Y qué pasa si no está.

—Pues que el amigo suyo queda encargado del bar, y les deja la cochera del local. Se suelen tirar a mucha tía, especialmente el Rafa, es un gran jodedor, las sabe usar y es exigente, le llaman “el rompebragas”. Y su hermano no se queda detrás, el Rafa es ese que ves ahí con la morra esa; el Santi, desaparecido en combate ¡jejejeje!

—La boca de palabra pueden decir lo que quieran.

—No, de boca no, Pedro…en la cochera se las suelen cepillar. El Sam hizo poner cristales ahumados porque hubo robos, y a la cochera se puede acceder a través del trastero de ahí detrás. ¿Me entiendes?

—Pero… pasáis por… no entiendo…

—Mira, cuando no está Sam, el camarero, dándole 6€ deja pasar, de tres en tres, en el pasillo hay tres ventanillas pequeñas. Por qué te crees, que has visto ir y venir gente todo el tiempo que has estado sentado. Mira, por ahí viene el amigo, quizá nos informe.

Mi pulso latía a tope, me sentía nervioso, trastornado, algo mareado. No podía ser que ellas se hubieran adentrado en este tugurio. Los mencionados macarras estaban con ellas, yo ya no veía a mi Sara, la buscaba con la vista y no la encontraba. El compañero pregunto al que venía:

—Cómo está el tema por ahí.

—¡Uff! El Santi hace un rato ha empezado a tirarse una tipa y le da con ganas, también ha entrado el Rafa con otra… ya quisiera yo quedarme…

—Que te decía, venga, dame 6€ que yo se los doy al que tengo que dárselos, los tíos valen la pena.

Se los di desganado, mis gestos eran torpes no me lo podía creer, serían ellas, seguro. Nos levantamos, fui tras él, atravesamos un trastero lleno de caja de bebidas, allí había otra puerta que daba a un pasillo, venía otro de frente.

—Qué, cómo va la cosa.

—Hay acción, el Santi le está dando los últimos machetazos a la tipa, no tardara en descargar, id pronto.

Fuimos al fondo del pasillo allí había dos ventanas que daban al garaje, el panorama era impresionante para un no acostumbrado: estaban dos colchones en el suelo, separados por una tabla que hacía de separación, aunque no medía más de un metro. Efectivamente el llamado Santi daba los últimos mete sacas, ya bombeaba de forma enérgica, pero dejándola clavada a tope, ella, que efectivamente era la Sonia, estaba llegando al orgasmo, arañaba con las uñas la espalda tatuada del macho, lo cogía con sus piernas; los espasmos fueron haciéndose más intensos, asesto dos últimas sacudidas y quedó inmóvil. Ella fue dejando caer los brazos y las piernas. Él se desligo de ella y quedo tendido a su lado. Ella aún tenía sus piernas ligeramente arqueadas, se podía ver como la lefa le salía del coño, como si fuera lava de un volcán. Mi compañero ya no estaba tan locuaz, se pajeaba sin ningún rubor. Justo al instante entraron Sara, con su acompañante, el famoso Rafa que tantas adulaciones había recibido por parte del desconocido; ahora los tenía a no más de unos metros, los veía tras el cristal: achulado, estirado, con paso firme, ojos de mirada voraz, con su coleta le daba un aspecto de auténtico hombre de hielo, estaba impasible con unos movimientos mecánicos, no tardando en quitarse la camiseta y pantalones sin contemplaciones, por vía rápida, sin romanticismos -su hermano y la Sonia miraban subrepticiamente con vago interés, ella aún estaba abierta de piernas con la lefa mencionada. Mi Sara, se quedó mirándolo, no sabiendo muy bien cómo actuar, viendo su cuerpo tatuado –una cruz en su espalda, la cara del Che sobre su pecho y los brazos con serpientes, en su ingle, se le notaba un escorpión. En un movimiento de su brazo rápido él la atrajo y la morreo, sacando los dos sus lenguas a la vez que él fue directo a su culo agarrándolo con las dos manos, como si lo tanteara, le levanto el vestido sacándoselo por la cabeza de ella, quedando en ropa interior –veía ese tanga de hilo que se había puesto, junto con sostén a juego- a la vez que le desabrochaba el sostén regodeándose con sus pechos, los chupaba, mordisqueaba, al final los estiro; ella tenía la vista perdida, suspiraba, se agarró a él que no tardo en masajear el culo y apartándole el tanga a un lado le hacía dedo en el clítoris para volver a pasar a recrearse con el culo, apartando el hilo y abriéndole las nalgas, donde se podían ver los orificios anal y vaginal -era evidente que se sabía observado y se regodeaba en ello ofreciendo una sesión donde él era el protagonista.  Sus slips eran de marca con grandes letras, tras el cual ya se notaba la dimensión de un bulto; mi Sara le agarró el paquete y lo tanteo –el reía discretamente- para después bajárselo y quedar completamente en pelotas, salvo los calcetines negros. Su pene era de dimensiones razonables, estaba completamente empalmado; la abrazo y acto seguido se puso tras ella cogiéndole los senos, quedando ella de frente, pudiendo ver su cara de gozo y sus ojos encendidos de placer. Se apretó a ella, y bajó de posición, ella se abrió esperando recibir desde atrás, sin embargo, él le dijo que mantuviera las piernas juntas, entonces, de repente vi asomar un glande de entre los muslos de ella, como si fuera la cabeza de una culebra, asomaba y se escondía -desde luego era una gran demostración de poderío de cara a la galería- le besaba el cuello y la espalda al mismo tiempo, ella se retorcía de gozo y, pedía polla a rabiar; desde luego el Rafa tenía tempo y aguante, sabia jugar con ella.  Se fueron al vasto colchón, observados – y fumándose un canuto- con interés por el hermano y la Sonia, la cual viéndosela algo mareada se había limpiado el esperma del coño y tirado el pañuelo al lado del colchón, quedando una imagen grotesca y barriobajera, pero al mismo tiempo llena de morbo bizarro. Al otro lado del escenario, estábamos el Javier y otro mirón, ambos se pajeaban sin rubor ninguno, lo cual, no pudiéndomelo creer yo mismo, como si fuera un mecanismo de mi cuerpo, me desabroché la bragueta y no pude evitar empezar a pajearme. Javier no paraba de decir por lo bajo, cosas como “sabe manejar una pava” “el hijo puta la tiene a sus pies”.

En el colchón ella se tumbó,  la hizo girarse, es decir, con la cabeza en dirección donde estábamos nosotros, le levanto los pies y le empezó un cunnilingus, dándole un placer enorme a ella, la cual se agitaba nerviosa, tirando del pelo de él y cogiéndose sus senos; le chupaba y tiraba con la boca de su clítoris, le lamia el ano; ya la tenía a punto, por lo que, él se levantó y  con su polla empalmada y ella aún tendida se la metió en la boca, se puso en posición de follar, pero en su boca, como si fuera su clítoris, y de esta manera le folló la boca; se notaba que a duras penas aguantaba las envestidas, babeaba, le salían lágrimas, por lo que el paró y, dejando sus testículos colgando sobre la boca de  ella se los introdujo dentro de la misma, para ella succionarlos; pero no tuvo suficiente y de preludio a la follada se sentó con el culo a unos centímetros de la boca de ella, la cual, saco la lengua y lo introdujo en el conducto anal, es decir, le follaba el culo con la lengua. Ante tal despliegue de poderío yo estaba atónito, y por qué no decirlo, empalmado a tope pajeándome, solo quedaba la follada, la cual, ella la Sara, después del beso negro ya se ponía en posición de cuatro patas y el Rafa, en posición de ataque. Se arrodillo y adopto el culo de Sara en su línea de tiro, abriéndole las nalgas observo que podía maniobrar perfectamente, pasando a situar su glande en la entrada del coño. Entro de una tacada potente con un movimiento de pelvis rápido dejándola clavada hasta el fondo; la cara de Sara palpitaba de ansias, su media melena morena estaba desgreñada. Apenas se la hubo introducido emitió un susurro de placer. Empezó a bombearla, con las manos le abría las nalgas, dio más intensidad a sus movimientos, empezando a cachetearla en las nalgas al mismo tiempo que daba más intensidad a sus movimientos; ella aguantaba las envestidas con gozo sonoro. Se paró en seco dejando la polla dentro y con la mano cogió el pelo de Sara, obligando a ella a levantar la cabeza, en esa posición continuo su follada pero con mete sacas salvajes; el rostro de él era pura furia, apretaba los dientes, sus ojos estaban encendidos. Ella se vino con bramidos de gozo intenso, estaba en éxtasis, sus ojos estaban en blanco; él por su parte ya llegaba a su recta final, sacó su polla al mismo tiempo que volteaba a la Sara y le descargaba todo su esperma en la cara obligándola a cerrar los ojos, la descarga fue abundante, incluso parte de su pelo estaba lefado. Ya acabada su descarga, acerco su cipote a su cara y restregó el glande por toda la cara esparciendo más la lefa. Quedaron los dos tumbados, ella con la cara embadurnada y entangada, era una visión bizarra; por su parte el hermano de Rafa y la Sonia ya algo más despejada se fumaban un porro, el cual fue pasado a Rafa, que aún estaba jadeante y mi Sara buscando algo con que limpiarse, casi a gatas, encontrando al lado un rollo de papel higiénico. El aspecto del garaje era un auténtico antro, un follodromo diría yo.

Ahora en retrospectiva, pienso también en mi apariencia: pantalones bajados y masturbado, igual que mis contiguos ‘compañeros’ en el pasillo de dicho garaje, cuyo suelo y paredes se veían rastros de esperma. Vaciadas de voyeur. Y es que la vida a veces depara sensaciones impensables, quien hubiera dicho que mi unión con Sara me trasladaría a una pugna con la infidelidad; ya al juntarme con ella oía algunos chascarrillos de algún amigo –“la Sara es un coño caliente” o “está equivocado”- no dando importancia, o simplemente achacaba tirria de mi parte para conmigo. Aunque pasado lo pasado, a la vista está el desenlace. Cada vez que pienso como me sentía en ese momento, al terminar de ver el espectáculo y otra vez en la barra pidiendo otro Gin tonic para matar el mal rato, aunque tampoco podía olvidar que había eyaculado como un animal, a mi lado otra vez el vicioso que me abrió los ojos –digamos- estaba otra vez, paso una media hora y volví a vislumbrar a los dos hermanos, venían con dos moteros veteranos, se saludaban con los puños, como los brutos, incluso se pusieron cerca de donde yo estaba. Hablaban de sus Harley, de sus chupas, que cómo estaba el Rafa y el Santi; su aspecto era de brutos, canosos, pequeño y barrigudo el que llevaba la voz cantante, preguntaba “si había tías disponibles” y ni corto ni perezoso el Rafa se expresaba jocoso “venimos de montar dos morras” todo gallito y altanero, pregúntole  el otro que tal, contestando “no están mal que digamos, es lo que había hoy, dos marujas que se creen que tienen dieciocho años, ahí las hemos dejado, no han aguantado la marihuana, la bebida en condiciones y encima nos las hemos cepillado, si es que la edad es la edad” y de su parte el nuevo aparecido manifestar que “haberla compartido” contestando “no estabais aquí aún” preguntado donde tenían las motos y las damiselas, contestando que en el garaje.

Obviamente, a esas alturas mi estupor iba en aumento, y más cuando volvieron al garaje; el amigo –digamos- salto como un resorte diciendo “más tema, vamos” volviendo a abonar otros 6€; iba guiado como un zombi, en piloto automático, volviéndonos a situarnos en las mismas ventanillas. El panorama era de cierta tensión ambiental, había esa calma contenida- siempre visto desde mi punto de vista- por una parte estaban mirando las dos motos de los hermanos; por otra ellas dos desnudas adormiladas por el efecto de la marihuana y alcohol, mi Sara aún con el tanga a un lado. Fueron los dos nuevos personajes –vulgares, bastos y ajados- acercándose a ellas y, de pie las observaron detenidamente como si las valoraran por su físico, hablando entre ellos. Encendieron unos porros y se repartieron unas latas, el Rafa les hizo un gesto con la mano como de entrega, como si fueran mercancía, que fue recibido con sonrisas contenidas por parte de ambos personajes, para en ese instante los hermanos salir del garaje y dejarlos a solas. Una vez salidos del garaje los hermanos, los dos sujetos hablaron entre ellos supuestamente por el quién con quién: el bajito barrigudo sacó una moneda y la lanzó al aire, cuya estimación dio a entender que le había tocado a él elegir. Así con la suerte echada, los personajes como si autómatas se tratara se despelotaron, como si fuera una simple ducha digamos. Los dos al unísono se dieron unas sacudidas a sus pollas las cuales ya estaban completamente empalmadas. Se acercaron, a mi Sara la volteo y la destango dejándola completamente en pelotas, los movimientos de las dos eran de ese estado de somnolencia, pero accediendo, las abrieron de piernas, el tipo que estaba con Sonia hizo la apreciación dirigiéndose al otro, que había restos de esperma en el coño; para después el de la Sara abrirle el coño y percibir que habían vaciado fuera, notando aún en el rostro y pelo de mi Sara algún resto de lefa. Cuchichearon algo y las pusieron boca abajo, el de mi Sara le abrió las nalgas y la hizo que se acomodara en posición de a cuatro, tomando muestra su compañero para con la Sonia. A mi Sara, el tipo le abrió las nalgas y le metió un vulgar escupitajo en el ano, copiando el mismo gesto su compañero. Un gran impacto para mí, no acostumbrado a ver escenas de este tipo y menos reales, esa sensación de secuencia salvaje me desbordaba, mi raciocinio estaba desbordado por la experiencia a ver. Por su parte el compañero ya estaba otra vez con la polla en la mano sacudiéndola con monólogos estilo “suertudos tipejos” o “las van a encular”. Empezaron el ataque: la introducción a la Sonia era más accesible, por parte de mi Sarita el tipejo encontró más impedimento, ya que al entrarle el glande tuvo que volver a sacárselo, volver a escupir esta vez en su polla y en el culo otra vez. En cambio a la Sonia –a pesar del comienzo algo dificultoso- ya se le aplicaba un bombeo continuo y por lo que se veía gratificante para el fornicador, pasando a espasmos de venirse -y eso que llevaba poco tiempo- aguantando bien los envites, se la notaba acostumbrada obviamente. En un abrir y cerrar de ojos sacó su polla y deslefó a la Sonia en la espalda, quedando visiblemente complacido y tumbada la Sonia. Por parte del otro, quedose con mirada aprobativa hacía su compañero debido a la rapidez y volviendo a centrarse en mi Sarita, la cual le había introducido media polla y ella agarraba el colchón como una posesa, señal de que la penetración era dolorosa. Decir de mi parte que habíamos practicado anal, pero en contadas ocasiones y quizá esa falta de costumbre dificultaba dicha labor, pero sigamos con ese anal. Como decía estaba media polla intentando mete saca un rato, al parecer se dilato algo y ya pudo clavarla casi hasta el fondo lentamente, para en un momento dado imprimir rabiosamente a modo de gratificación por el conducto más libre quizás esa soltura de ritmo de follada. La escena en contraste era diferente para con los otros; el culo flácido y peludo del personaje le daba esa imagen bizarra al momento, y yo de mi parte volvía a tener mi pene erecto y en mis manos. Siguiendo con la acción digamos que pasó a un bombeo incesante, hundiendo toda la polla en el orto, hasta que los huevos le rebotaban y servían de parapeto para con las nalgas; ella estaba quejosa, pero aguantaba con estoicidad; no tardo el tipo en mostrar convulsiones orgásmicas clavando a tacadas y quedando paralizado con la polla empotrada y sin movimiento alguno, para después tirarse a un lado y quedar visible un ano que derramaba esperma. Mostraba una cara complacida y aliviada, boca arriba con su pene tieso y recién vaciado, para después levantarse y limpiarse con el papel higiénico y después tirarlo sobre ella y marcharse como si nada hubiera pasado junto con su compañero.

Decir a modo de epilogo, que me fui otra vez al piso, en el cual sobre el mediodía apareció mi Sarita, desgreñada, con su vestido arrugado, cara somnolienta y, apestando a tabaco, licor y a esperma. Intentando establecer dialogo con ella y estando ella intransigente fue a dormir, para la mañana siguiente irse sin avisar. Yo aquí, ahora quedo pensativo sobre el tema o quizá sobre la vida misma, quién sabe… si ¿volverá, o no volverá?

(9,49)