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Nadia, mi encule persa 7

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Tenemos un enlace especial con Nadia, que hemos superado algunos inconvenientes por la sencilla razón de querer siempre estar juntos.  Nuestra comunicación después de nuestra luna de miel se vuelve más abierta, como si se hubiese tratado de explorar su deliciosa conchita y abrir su vagina para que ella totalmente se abriera en todos los aspectos a mí.  A pesar que previo a nuestra boda religiosa me complacía con sexo oral y anal, la comunicación era a través de nuestras miradas y de alguna manera sabíamos que el uno complacía al otro, pero desde aquella noche que por primera vez tuvimos sexo vaginal y rompía su himen y me explicaba que el leve sangrado no tenía que ver con su menstruación, más que con la ruptura de esa delicada tela que ella conservó virginalmente para mí, desde entonces Nadia se vuelve oralmente más expresiva.

Aquella vez me di cuenta la vergüenza que sintió cuando por primera vez le descubría sus pechos en nuestra aventura en la piscina.  La pena y el miedo de sentir por sobre su bikini el golpeteo de mi glande queriendo abrirse camino a ese espacio que ella quería conservar virginalmente para este día tan especial en nuestras vidas.  Recordábamos ese sentimiento de desnudez cuando a los diecinueve años, el día de nuestra boda civil, donde por primera vez estaba completamente sin ropa ante los ojos del hombre que ella amaba, pero que todavía desconocía muchas cosas de mí y por tanto le era extraño.  Aquella vez me di cuenta, que nuestra primera experiencia anal, era un tabú muy fuerte para ella.  Era una de esas experiencias que descubría y lo había permitido pues mis señales corporales le mandaban las vibraciones de mi placer y ella estaba dispuesta a sacrificarse por el amor de su vida.  Me habló del miedo y del dolor, pero cesó y lo mitigó el masaje de mis dedos por sobre su clítoris en el cual descubría los mejores orgasmos de su vida hasta el momento.

A través del tiempo, intentamos integrar juguetes sexuales con Nadia, quizá simplemente por pura curiosidad, pero ella siempre me lo ha expresado, que nada se va a comparar con el calor, la estructura y lo solido de mi pene.  Lo intentamos para recrear una doble penetración, pues conociéndonos a nosotros mismos, nunca pensaríamos en un tercero a nuestra diáfana relación.  Con Nadia todo va, siempre y cuando seamos nosotros dos en la cama.  Quizá ambos estemos en lado de los tímidos, pero, aun así, hemos hecho el amor en lugares abiertos y quizá lo más atrevido es cuando en vuelo para Italia me dio una exquisita mamada que la idealizo tanto, pues aquella noche Nadia se tragó mi esperma acompañado de su té que tenía a mano.

Nuestras relaciones son de lo más frecuente y mucho más que el promedio de cualquier pareja. De los siete días de la semana, por lo menos cinco tenemos relaciones sexuales.  No tenemos dieta ni cuando Nadia tiene su menstruación, pues parece que es cuando Nadia es más orgásmica y es cuando ha logrado alcanzar los orgasmos más explosivos y me ha hablado de 7 de ellos en una hora.  Nadia tiene un rostro de muñeca angelical, unos pechos tan deliciosos talla 34D, una cintura deliciosa y unas caderas que sobrepasan los 90 por unos centímetros:  No me canso de hacerla mía a cada momento, me excita enormemente todo el tiempo y es por eso que al iniciar mi relato decidí llamarlo: Nadia, mi encule persa.

En mi país, decir que uno esta enculado es equivalente a decir: Estoy enamorado. Obviamente, tiene también esa connotación de estar enchufado en un culo, y con Nadia realmente tiene ambos sentidos.  Ella con el tiempo ha descubierto tal definición, pues su español es tan bueno como el mío y mis modismos, regionalismos también se lo he inyectado con mucho amor, al punto que con gente de confianza de vez en cuando se le escucha decir que yo soy el encule de su vida.  Lo dijo hace poco en la recepción de boda de mi sobrina en una pequeña oratoria en el umbral del brindis: No si decir que el amor les dure para siempre, o que su encule dure para siempre, creo que lo último; es más real, más poético.  -la gente se ha echado a reír, pues lo dice con una sonrisa muy sugestiva pero tímidamente dulce.

No veo como pueda cambiar este encule que siento por mi hermosa mujer, los dos hacemos lo imposible para complacer al otro.  Veo chicas guapas, algunas quizá me han coqueteado; definitivamente sé cómo muchos hombres se le han lanzado a Nadia con ese afán tan obvio de conquistarla, pero Nadia es única, nada vale la pena poner en riesgo nuestra relación.  Ella dejó a su familia por mí y después de años aquella relación con los suyos no ha mejorado, aunque hemos intentado hacer ese acercamiento para que nuestros hijos tengan contacto con su origen persa, pero creo que es más factible ese acercamiento con los libros de historia que, con los caprichosos padres de Nadia, cuyo resentimiento quizá sea tan fuerte como mi encule por su hija.

Ahora Nadia es una exitosa abogada de migración, yo me dedico a administrar el bufe y otros pequeños negocios que hemos adquirido e invertido.  Siempre tenemos que estar juntos, pues necesitamos estar juntos.  Para nosotros, es cuestión de tener acceso al otro, pues es cuestión de echarle llave a la puerta y comernos a besos y hundirnos a cada momento al placer.  Siempre lo hace y siempre me gusta, me tiene adicto esa maniobra cuando Nadia entra a mi oficina, me mira con esos ojos seductores, sube su falda o vestido, baja su panti y remueve su prenda íntima y me la pone en la cara.  Me gusta su olor, soy adicto a su olor.  Recuerdo el día que salimos a caminar y veníamos sudados pues era día de pleno verano.  Vio mis intenciones de comerle su conchita y se oponía porque estaba sudada.  Recuerdo que le dije que precisamente por eso la quería probar así.  Con desconfianza y pena ha permitido que le hiciera un oral, pero ahora sabe que sus olores y sabores me gustan que me encienden la pasión hacia ella.

Realmente debo decir que nunca imagine escribir este corto relato que se compone de siete cortos capítulos, de hecho, tengo una versión más larga y quizá menos explícita en el contenido sexual, al punto que Kashira, la prima de Nadia la ha leído y me anima a que la publique en un libro.  En esta corta versión, lo único no real son los apellidos, pero he conservado los nombres, pues nunca lo hubiese hecho sin identificar con su propio nombre a mi amada Nadia, mi encule persa.

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