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Secreto a cuatro voces 3: Los dos hoteles

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Después de dos semanas del segundo encuentro, se estaban por desarrollar una serie de eventos y acontecimientos algo distintos a los ya vividos. Carolina y Tamy no habían podido hacer coincidir horarios y lugares, y por tanto tuvieron que tomar medidas un tanto más arriesgadas y osadas. Desde que todo comenzó, ambas habían acordado que sólo ellas se comunicarían y que ninguno de sus cónyuges tendría el número telefónico de la otra dama. Pero las circunstancias ameritaban un cambio en estas reglas.

Intercambiaron los números telefónicos de sus esposos y dejaron abierto el espacio para desarrollar la posible reunión. Como era viernes en la tarde, Carolina envió un mensaje de texto a César, esperando poder cuadrar con él, algún espacio de tiempo para ese fin de semana y esto generó la siguiente conversación:

Carolina: “Hola César, cómo estás? Tengo una propuesta para ti hoy… qué te parece si tenemos un encuentro rico?”.

César, muy extrañado de recibir el mensaje contestó: “Hola.. disculpa… la propuesta suena super buena, pero no tengo ese número registrado”.

Carolina: “Jajaja… es tu preciada Carolina mi amor”.

César: “Hola Carolina… qué excelente sorpresa… claro que me gustaría cogerte hoy”. “Me encanta cogerte… tú lo sabes”. “Tu culo me vuelve loco”.

Carolina: “A mí también me gusta que lo hagas”.

César: “Y qué has pensado?”

Carolina: “Esta vez me gustaría que nos viéramos sólo tú y yo en un hotel… qué te parece???.. Sin tu apreciada esposa”.

César: “Me parece muy buena la idea… para tener más libertad para todo”.

Carolina: “Jajaja… siiii….”.

César: “Me encanta cuando te vuelves loca y me dices ese montón de vainas que me dijiste la última vez…”.

Carolina: “Perfecto… como sabía que ibas a decir que si… alquile una habitación en el Hotel El Patio”. “Estoy en la hab. 815”.

César: “Coño… vas bastante enserio… me excita la vaina así”.

Carolina: “Me voy a colocar algo excitante y puto para ti…. Te aviso cuando esté lista”.

César: “Perfecto… voy a despachar a una gente que tengo aquí… meto unas vainas en el carro y me voy para allá”. “Ten esa cuca preparada”.

Cuando Tamy leyó un mensaje de texto, en el cual Carolina le decía que ya había cuadrado con César para ese mismo día, inmediatamente llamó a Roberto, pero este, no contestó. Con ansiedad esperó un rato para volver a intentar. Cuando se disponía a llamar, sonó su teléfono y para su satisfacción era Roberto que devolvía la llamada. Tamy contestó su teléfono y comenzaron a conversar:

Tamy: “Hola. ¿Cómo estás?”.

A lo que Roberto respondió: “Hola. Disculpa tengo una llamada perdida de ese número y por eso estoy llamando”.

Tamy que por naturaleza es bastante sarcástica, en tono entre reclamo y broma le dijo: “¿Ya no reconoces mi voz?. Que rápido te olvidas de las mujeres con las que te has acostado.

Roberto se ruborizó y dijo: “Oye Tamy, no fue mi intención. Pero no tenía tu número y cuando contestaste me pareció que era tu voz, pero es muy raro que me llames”.

Tamy se rió y le comentó: “Tengo ganas de secuestrarte más tarde y no quiero que me digas que no”.

Roberto se terminó de ruborizar, se reía nerviosamente, pero le dijo sin reparo: “Claro. ¿Cómo hacemos para el secuestro?.

Tamy con tono firme y seductor le dijo: “Pasa por mí a la oficina, me llevas a cambiarme y luego nos vamos al Hotel.” “Hoy me gustaría ir al Hotel Las Montañas… ¿te parece?”. “Esta vez vamos a estar los dos solos… espero que eso implique que haremos cosas diferentes y muy calientes”.

Roberto bastante extrañado por lo que estaba oyendo, pero con la excitación galopando su mente, dijo: “Dime la hora y te paso recogiendo”.

Y Tamy sin perder un segundo dijo: “A las 5 en punto te espero”.

Ambos se despidieron y colgaron sus teléfonos.

Ya eran como las 4:30, cuando César recibió dos nuevos mensajes de Carolina: “Listo… ya estoy lista… hab. 815.. te espero”. “Ya avisé en la Recepción que esperaba compañía… no te tardes… dejé la llave debajo de la alfombra de la entrada”. César que ya había despachado a los últimos clientes de ese día y ya estaba recogiendo las cosas en su casa, se apresuró a armar un pequeño morral y se dirigió al carro. El trayecto se hizo tortuoso por la ansiedad. Pensaba y repensaba en Carolina. En cómo estaría vestida y qué podrían hacer distinto en esta ocasión.

Mientras tanto en la oficina, Tamy, bastante nerviosa, iba repetidamente al baño a verse en el espejo. Repetía en su mente: “Me voy a cambiar en un rato, pero no quiero dar una mala primera impresión. Me gustaría que se excitara al apenas verme”. Tanto entró en el baño que no se dio cuenta que ya eran las 5 pm, y sólo miró su reloj cuando escuchó la corneta de un carro que se estacionaba enfrente del edificio. Salió a la ventana y se dio cuenta que efectivamente era Roberto. Se despidió más rápido que nunca y bajó las escaleras. Antes de salir, se peinó un poco y trato de dar una imagen más calmada. Se dirigió al carro, se subió y saludó a Roberto con un beso en la mejilla. Este arrancó el vehículo y a los pocos metros, sin dejarlo pronunciar palabra, Tamy le dijo que se detuviera. Él profundamente extrañado se detuvo, y ella de un salto lo beso con plena lujuria. Se notaba intensamente su excitación, por como introducía su lengua en la boca de Roberto, la imagen de calma sólo duró unos segundos.

César llegó al Hotel El Patio, pasó frente a la recepción y sólo saludó de lejos, como si tuviera días hospedado. Tomó el ascensor y subió hasta el último piso del edificio. Pensó que si no era el piso indicado, iría bajando por las escaleras y no subiendo por ellas. Apenas se bajó, leyó un aviso con dos flechas que indicaban a la derecha las Habitaciones de la 801 a la 810 y a la izquierda las Habitaciones de la 811 a la 820. Ya aliviado porque había llegado al piso indicado, caminó lo más rápido que pudo, recogió la llave y entró al cuarto. Se oía música en el televisor y en medio de la obscuridad se veía la silueta de una mujer en la cama debajo de una sábana. Evidentemente reconoció el perfume de Carolina.

Se metió al baño y se quitó toda la ropa. Se colocó perfume y se dirigió a la cama. Al mover la sábana no lo decepcionó lo que veía. Ella había cumplido la promesa de cómo lo estaría esperando. Carolina que es una mujer de estatura pequeña pero con un trasero y unas tetas muy bien proporcionadas, se había colocado un pequeño traje de encaje negro con azul. Los colores contrastaban con aquella piel blanca y con el rojo de su boca. La prenda, aunque tapaba un tanto las partes esenciales, permitía ver bastante de su piel y con el simple reflejo del televisor, dejaba ver sus preciosas pecas.

Al otro lado de la ciudad, Tamy recogía algunas cosas y prefirió irse como estaba al hotel. Tenía la intención de cambiarse en la habitación. Salió de su casa y se dirigió al carro donde la esperaba Roberto. Se montó en el automóvil, le volvió a besar como antes y dijo muy seria: “Vamos, que ya estoy muy mojada”. Él sonrió, prendió el carro y se dirigió al Hotel. Por la obscuridad del trayecto, Tamy aprovechó para tocarle de vez en cuando el pene a Roberto, incluso en un par de ocasiones pasó su boca por encima del pantalón, agarrándole el miembro con sus labios.

Llegaron al establecimiento, se registraron y entraron a la habitación. Sin decir mucho, se miraron de manera un tanto cómplice y se quitaron la ropa. Tamy se fue a la ducha y Roberto la siguió. Ellá, en un tono un tanto tierno pero con carga de excitación, le dijo: “Báñame como la vez pasada… he soñado que me enjabonas y me tocas por todos lados”. Él tomó el jabón, abrió la ducha y comenzó a enjabonarle todo el cuerpo. Las luces totalmente encendidas permitían que Roberto apreciara el cuerpo de Tamy. Ella es una mujer más alta que Carolina, de piel canela, tiene unas tetas pequeñas y un trasero algo plano. Tiene una mirada muy seductora, unos labios carnosos y unas manos profundamente inquietas.

Al norte de la ciudad ya estaba muy caliente la situación. César sentado en la cama, pero inclinado hacia ella, besaba intensamente a Carolina que estaba acostada boca arriba. Él le metió la mano directamente en la entrepierna, por encima de la tela de encaje, mientras ella ya le masturbaba el pene con una de sus pequeñas manos. Ella abrió las piernas y dejó que él la tocara como quería, mientras más tosco e intenso lo hacía, más la excitaba. Las lenguas de los dos se entremezclaban profundamente. De un momento a otro, ya César le lamía las tetas y le tocaba el clítoris con un dedo. Carolina soltó un tremendo gemido y acabó por primera vez. César le quitó totalmente la sábana y vio que además de la prenda de encaje vestía un liguero con medias negras de malla. Eso lo excito muchísimo más.

Carolina se incorporó, sentándose en la cama, para quitarse el diminuto traje, dejándose sólo las medias. Apenas lo hizo, César la acostó nuevamente en la cama, volteó hacia la mesita de noche y se dispuso a colocarse el preservativo, pero ésta en un ataque de plena excitación, le dijo que la penetrara un rato sin condón. Por el impulso del momento, él la besó nuevamente, se le subió y la penetró profundamente. Ella gemía y comenzó a gritar: “Cóño César, me encanta que me cojas”. “Me fascina que me lo metas con ganas”. “Anda papito, cógeme más”. “Se siente diferente sin condón”. César con aliento entrecortado por la emoción, le decía: “Me excita que me digas todas esas vergas”. “Tienes la cuca riquísima y muy mojada”. “Me escoñeta pensar que estas chorreada por mí”. Mientras César bombeaba, Carolina disfrutaba al máximo, parecía que producto de las últimas sesiones, él había aprendido a aguantar un poco más antes de terminar.

Sin detener el ritmo, César levantó las piernas de Carolina, colocándolas en su pecho. Lo que hizo que la penetración fuera aún más profunda. Ella, en pocos minutos, ya alcanzaba dos orgasmos más. En esta posición él podía lamerle de cuando en cuando los pies. Buscando variar la posición, la volteó y con una mano comenzó a masturbarle la vagina y con un dedo de la otra le acariciaba el ano. Ella temblaba y le pedía que la siguiera penetrando. Después de un minuto él se le subió nuevamente y la penetró por la vagina, pero desde atrás. Primero con ella acostada y luego en la posición de perrito. El bombeo llegó a tal profundidad, que ella sintió un poco de dolor, y por eso regresaron a la posición en la cual ella estaba acostada.

En el Hotel Las Montañas, Tamy y Roberto en la ducha, después de enjabonarse mutuamente, ya estaban lo suficientemente calientes. Salieron de la ducha y ella con cierta intensidad logró sentarlo en la poceta del baño. Se le subió y comenzó a cabalgarlo. Ella no aguantó y tuvo su primer orgasmo, lo que hizo que liberara la mayor tensión y comenzó a decirle en el oído: “Verga Roberto, tienes el huevo super parado”. “Me encanta sentir que lo tienes así por mí”. “Cada dos días me masturbo pensando que me estas cogiendo”. Roberto le agarraba bastante fuerte las nalgas. En un momento la estaba penetrando y ya tenía un dedo en el ano de Tamy. Ella gemía y gritaba: “Si… por el culo… si… por el culo…”. Después de haber conseguido dos orgasmos más, Tamy se levantó y se fue para la cama.

Roberto, después de secarse un tanto el sudor, caminó apresuradamente hasta alcanzarla. Y esta, apenas sintió que él se recostaba, se incorporó y bajando su cabeza, se introdujo el pene en la boca. Con esos labios carnosos, subía y bajaba por el tallo y el glande de aquel miembro. Su lengua se movía como loca mientras lo introducía y lo sacaba. Roberto, que estaba cada vez más excitado, con un movimiento sutil y firme, la retiró y la acomodó en la posición del misionero. Se colocó el preservativo, le abrió las piernas y le introdujo el pene por la vagina. A la primera embestida, ella abrió los ojos al máximo y le preguntó: ¿Qué tanto te gusto Roberto?. Él, casi gritando por el ritmo de la penetración, le contestó: “Me encantas. Tienes una cuca muy rica”. “También me gusta cómo me lo lames y me lo chupas”. Tamy, al oír lo que estaba esperando, se relajó nuevamente y sin ninguna barrera comenzó a decir: “Tengo casi diez días que no me acuesto con César ni con nadie, esperando poder cogerte a ti”. “Últimamente sólo me gusta tener tu huevo dentro de mí cuca”. Y culminando esas palabras logró otro orgasmo rápidamente.

En aquella habitación del último piso, ya había pasado un rato y César aguantaba el orgasmo, logrando que Carolina lograra terminar una vez más. Él le apretaba las nalgas como si no hubiera en el mundo un mejor culo. Sorprendentemente se retiró y se colocó el preservativo, y no habían pasado sino unos segundos, después de penetrarla nuevamente, cuando soltó todo el semen. Se sentía las ganas que tenía de terminar dentro de Carolina. Por un momento se quedó como petrificado, y luego cayó de espaldas en la cama sin poder pronunciar una palabra. Hubo un largo momento de silencio, donde ambos estaban ente dormidos y despiertos. El olor a sexo, perfume y a hotel impregnaba todo el ambiente. Carolina observaba a César totalmente rendido. Era evidente que su condición física no era de las mejores. Él era un hombre típico de la ciudad: Latino, con cabello que denotaba una ascendencia afroamericana, físico un tanto descuidado y un abdomen producto del consumo habitual de cerveza. En mucho tiempo César no se había sentido tan cansado. Aguantar el orgasmo no había sido para nada fácil.

Carolina se durmió casi inmediatamente, parecía que había entrado en una especie de coma. Su cansancio era muy fuerte. En algunos instantes de la noche, César trató de abrazarla y besarla, pero ella inconscientemente lo rechazaba cada vez. Era como si el acercamiento no le permitía respirar del todo bien. De alguna manera, él tampoco tenía mucha disposición a continuar tan intensamente durante aquella sesión y por eso no tuvo mayor reparo con aquella actitud.

Más al sur en la ciudad, Roberto encima de Tamy, esperando que esta lo volviera a abrazar con piernas y brazos, se sorprendió cuando esta lo levantó con los brazos y se movió para cambiar de posición. Él se retiró un tanto y ella se volteó acostándose boca abajo y subiendo un poco sus caderas. “Ya sabes lo que quiero Roberto”, dijo. Después de acomodarse, este la penetró lentamente por el ano, dejando que el ritmo lo establecieran las caderas de ella. Ya con el bombeo acelerado, ella gritaba: “Me estas volviendo loca Roberto, nunca había pensado que me gustaría tanto que me cojas por el culo”. “Me encanta culear contigo”. Esto colocó la guinda del helado y este no aguantó más: Le soltó el semen dejando escapar un rugido.

Después de unos minutos él se levantó, se quitó el condón y se acostó al lado de ella, dejando el pene, ya un tanto flácido entre las nalgas de esta. El olor combinado de humedad de bosque, sexo y del perfume de Tamy, los rodeaba mientras se quedaban dormidos. Un beso y un toque itinerante fueron las actividades finales de la noche.

Al día siguiente, muy temprano, Carolina se levantó y recogió todas sus cosas. César todavía dormido, no se dio cuenta de cuando ella se despidió con un beso en la mejilla y salió de la habitación. Esta tomó un taxi y se fue a su casa. Un poco más tarde, Roberto y Tamy se despidieron y luego de un abrazo, se separaron recordando que era la tercera vez y por tanto el último encuentro. Era peligroso continuar, lo emocional podría dar un giro y romper las parejas originales. Sólo un acuerdo de sexo sin apego lograría que tuvieran posiblemente una cuarta sesión, pero esto era ya bastante difícil por las cosas que se habían dicho y vivido en el encuentro de Los Dos Hoteles.

SIRENA Y TRITÓN

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