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Historia del Chip 002

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2)   HdC – La arena de la playa – Daphne 001

Daphne no terminaba de estar convencida. Hoy era el día. Llevaba dos jornadas de retraso y el plazo se acababa en unas horas. Cuando se decidió, apenas le quedaba tiempo para coger el tren. Ni se preocupó por llevar equipaje, bien sabía que no iba a poder ponerse nada de lo que se llevase.

Con la ansiedad metida en el cuerpo, traspasó el umbral de la escuela. Su vestido se le pegaba al cuerpo, el sudor mezclándose con el algodón artificial. Había una chica preciosa en la recepción. Sin duda, una antigua alumna. Le sonrió en cuanto la vio. Era insultantemente guapa y sensual. Daphne quiso salir corriendo. No estaría a la altura. ¿En qué estaría pensado al dejarse convencer? Paralizada por sus pensamientos, no se dio cuenta de que la chica había salido de su mostrador.

—Señorita Hamilton. La estábamos esperando. Deberíamos darnos prisa. Es un honor.

Daphne asintió sin realmente entender a qué se refería. La siguió escaleras abajo sin poder dejar de admirar las curvas y el conjunto que llevaba. La falda era corta y abierta, agitándose a cada paso. La blusa, ligera y sexy, los hombros descubiertos. Debía transpirar el sudor sin esfuerzo. Mientras que Daphne notaba como el trajín se le pegaba a la piel, podía apreciar la frescura en su guía. Llegaron al vestuario femenino. No había puerta, sólo un hueco. Estaba todo en silencio. ¿Dónde estaba la gente? ¿En clase?

—No me he presentado, me llamo Louise. Deberíamos darnos prisa. Has llegado tarde. Esta es tu taquilla. Se abre con tu pulgar y un código que puedes fijar a tu discreción. Dentro tienes un vestuario completo.

Extrajo de la cabina unos pocos ropajes y un par de zapatos. Daphne no dejó de notar que había cambiado su forma de dirigirse a ella.

—Deberías darme tu vestido y tus zapatos.

Daphne se los quitó con cierto reparo. No sólo porque estaba enfrente del pasillo, sin puerta que protegiese la intimidad del vestuario, también porque se sentía insegura. Ante el espectacular cuerpo de la recepcionista no podía competir. Louise ni se inmutó cuando la tuvo desnuda. Le ofreció un vestido negro. Kim negó con la cabeza.

—Me gustaría asearme antes. Y ducharme. Hacía un calor infernal en la ciudad— dijo tímidamente. Pareció una justificación. Louise, sin dejar de sonreír ni por un instante, le replicó.

 —Está bien, pero hay que darse prisa. Las toallas están junto a la ducha.

Daphne se quedó quieta esperando sin saber que hacer. Louise le señaló el lugar. Había que recorrer el vestuario entero, que sin ser enorme, era lo suficientemente alargado como para hacer sentir a Daphne que no era apropiado ir sin una bata o algo parecido. Su acompañante no pareció entender su aprehensión.

—¿Hay un albornoz que pueda usar? — preguntó mientras miraba ansiosamente las escasas prendas que le habían asignado.

Louise negó enfáticamente.

—No seas tonta, esto es una escuela de modelos. La desnudez se tiene convertir en algo innato. He olvidado otra cosa: debes llevar siempre tus H4.

Daphne no sabía a qué se refería. Louise los extrajo de su funda. Eran unos zapatos de plástico, de color negro y con un tacón vertiginoso. Además de su altura, lo que extrañó a Daphne era que la suela no era lisa sino rugosa. Louise observó el desasosiego de Kim.

—No te preocupes. Pronto te acostumbrarás Te van a sentar estupendamente. Mira, H es la altura de los tacones. Empieza por A que son de 7 centímetros, B 8 centímetros y sucesivamente. H son 14. El 4 de H4 es la densidad de las puntas rugosas. Así que, por ejemplo, C3 son tacones de 9 centímetros y con densidad doble que los C2 y a su vez 2 veces mayor que los C1. Los H4 son algo extremos, pero cuando lleves unos tacones normales te sentirás tan ligera que bailarás sobre ellos sin ningún problema.

Daphne se quedó todavía más desconcertada todavía. Había leído las reglas de la escuela, someramente. Semanas atrás. Le sonaba todo a chino.

Louise la obligó a sentarse y, -sin mostrar reparos-, se arrodilló, quedando sus ojos a la altura del prístino pubis de Daphne. Le ajustó los tacones. Daphne estaba bastante acostumbrada al calzado elevado pero no se esperaba algo así. Notó como la pantorrilla se contraía y ni siquiera se había puesto de pie. Un pequeño reborde sujetaba el zapato al pie con fuerza para evitar que se saliese. Colocado el otro zapato, Louise la ayudó a incorporarse. Las sensaciones se acumularon: los pies encerrados, los talones elevados, las piernas alargadas. Sintió el culo prominente y apretado, las caderas echadas hacia atrás para compensar la nueva altura. Proyectó el pecho hacia delante, pero lo peor eran los pies, más concretamente la planta. Sintió como trataban infructuosamente de apoyarse plenamente en la suela elevada sin conseguirlo. Las puntas redondeadas perforaban sin piedad cuando todavía no había dado un solo paso. Quiso abandonar, por tercera o cuarta vez ese día.

—No puedo andar con estos zapatos. Me quedaré sin pies.

Estaba a punto de llorar. Louise, sin apiadarse, la conminó a andar.

—No seas melodramática. Son algo incómodos, pero hace años que las chicas que han venido a este colegio los han llevado. Yo misma, sin ir más lejos. Pruébalos cinco minutos. Caminando. Verás cómo se airean las plantas.

Sin creer lo que estaba oyendo, Daphne le hizo caso. Más que nada porque ya no aguantaba quieta ni un segundo más. Le recordaba a la arena caliente en la playa. Sintió alivio en el pie derecho al elevarlo, mientras que el izquierdo padeció más al aumentar la presión. A duras penas consiguió dar diez pasos. Se dio la vuelta y volvió sobre el mismo camino. Louise pareció satisfecha. Le golpeó una nalga como señal de aprobación.

—Bien. ¿Has visto? No era tan difícil. Una ducha rápida y te pones el vestido negro. Te guardaré todo lo demás. Luego sube a la primera planta, estamos en la —1. Por las escaleras. Las alumnas H4 tenéis prohibido el ascensor. Siempre sube y baja despacio, sin dejar de apoyarte en el pasamanos. Cuando salgas de clase, búscame. Se me olvidaba, aquí en el vestuario siempre tienes que estar desnuda y permanecer de pie, pero te puedes sentar unos segundos para colocarte o quitarse los zapatos. Te maquillas antes de ponerte tu atuendo, pero hoy no tenemos tiempo.

Golpeó la otra nalga con fuerza. Daphne se dirigió lo más rápido que pudo hacia la ducha. Louise siguió con la mirada el cuerpo desnudo, exhibido y realzado de Daphne. Divertida, salió del vestuario. Le había costado aceptar el puesto, muy por debajo de sus aspiraciones, pero no podía negarse que tenía sus compensaciones.

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