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Los 5 minutos mas largos de mi vida (3) Por fin en casa

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Abres la puerta y tiras de la corbata y de mí para adentro...

Me diriges a la sala de estar y atas mi correa a la pata del sofá. Me dejas allí atada mientras tu te diriges a la habitación. Esta todo en la más profunda oscuridad, no te veo pero puedo escucharte. Oigo como abres uno de los cajones de la mesilla, por tu forma de rebuscar sospecho que es la mía. Mas adelante comprobare que no me equivocaba.

Veo tu sombra salir de nuestra habitación y te diriges al cuarto de baño, la cisterna te delata. No llego a ver si sales con algo en las manos, por lo que sospecho que solo has ido hacer tus necesidades. Mas tarde comprobare que me equivocaba y que tu venganza llegara más lejos que otras veces, no quedaran en unos simples azotes.

Vienes a buscarme, desatas la correa de la pata del sofá y me dices que todo está listo para tu venganza. Una luz suave irradia de nuestra habitación, has encendido velas pequeñas que has colocado con mucha estrategia por toda la estancia. La cama está muy iluminada mientras que las esquinas mantienen la oscuridad típica de la noche.

Puedo intuir que es lo que te traes entre manos, puedo observar desde la puerta de la habitación como has colocado cuatro cuerdas en el cabecero de la cama, dos de ellas un poco mas largas. También puedo distinguir unas sombras que están al fondo encima de una leja, pero la luz de las velas no llega a ser lo suficientemente clara para poder saber lo que son.

Me dices que me ponga encima de la cama a cuatro patas, yo con algo de miedo te pido que me dejes ir al baño, a lo que tú respondes que no me preocupe que lo habías tenido en cuenta. Tu respuesta no me tranquiliza, pero quiero ver hasta donde llega tu venganza.

Subo a la cama y me pongo a cuatro patas. Atas mi correa al cabecero de la cama y empiezas a desnudarme. Empiezas quitandome la camisa blanca, ya casi seca. Desabrochas todos los botones poco a poco, aprovechando entre botón y botón para acariciar mi piel. Sigues por el sujetador, ahí te recreas menos, tienes ganas de tenerme a tu merced.

Una vez desnuda de la parte superior coges mis manos y las atas, cada una, a una de las cuerdas más cortas del cabecero. Aprovechas que tengo la mitad de mi cuerpo inmovilizado para manosear mis pechos (mis pechos son bastante voluminosos). Ves en mi cara la lujuria del placer, por lo que paras en rotundo. Te acercas a mi oreja y me dices que si quiero que sigas tocándome el pecho tengo que suplicarte que lo hagas. A lo que yo te respondo que ni loca voy a suplicarte.

Te levantas y te diriges detrás de mí, tener la correa al cuello atada me impide verte bien, pero distingo una sonrisa picarona dibujada en tu rostro. Tus manos agarran mi falda y la bajas suavemente, lo mismo haces con mi tanga. Me quitas también las botas, lo que me deja sorprendida, nunca antes lo habías hecho.

Te diriges a la leja donde yo nada mas entrar en la habitación distinguí que había cosas encima y te acercas con unos zapatos negros de tacón. Unos zapatos que sabes que solo me pongo en celebraciones familiares, ya que ese tacón es infernal. Me pones los zapatos y atas mis tobillos al cabecero usando las dos cuerdas más largas.

Ya me es imposible moverme, estoy expuesta a lo que tu retorcida mente ha tramado como venganza. Coges mi tanga negro que llevaba puesto y me lo metes en la boca, usándolo como mordaza. Me das una cachetada en mi trasero y me dices que me vas a enseñar a ser una buena chica.

CONTINUARÁ...

Nota: los zapatos de tacón es un fetiche que tiene mi novio relacionado con las películas porno.

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