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El día de la boda

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Luego de meses de preparación mi hermana se casaría. La boda se realizó en otra ciudad, donde radica su flamante esposo y próximamente ella. No tenía muchas amistades por su carácter recatado y tímido.

Mi madre estaba efusiva, pero a la vez triste porque sin ella viviría sola. Aún usaba su anillo de casada a pesar de que mi padre había muerto hace años.

Llevaba un vestido esmeralda largo ajustado un tanto recatado que resaltaba sus caderas anchas, pero el escote no podía disimular el par de tetas que tenía, un tanto caídas a sus 50 años, pero bien llevados. Me senté a su lado tratando de que se sintiera mejor, la saqué a bailar muchas veces demostrando mucha destreza y alegría. Todos los invitados estaban felices y muchos querían brindar con ella, por lo que se le subieron las copas y empezó a cogerme del trasero en algunas ocasiones y hasta me dio un beso en los labios repitiéndome muchas veces lo mucho que me quería.

Luego de la fiesta la acompañé a su habitación, durante el camino me cogió del brazo para no caerse y de vez en cuando me agarraba de una nalga. Cuando la dejé en su habitación me dijo: “¿Y si te quedas conmigo?” Se veía hermosa su cabello largo negro caía hasta la altura de su culo, no pude evitar besar su hombro y cuello a lo que ella respondió con un soplido.

“¡No! ¡Estoy vieja!” –dijo. “Te ves hermosa” respondí, mientras continuaba besando su cuerpo, por diferentes partes, le bajé la cremallera del vestido el cual se deslizó por el suelo. Ella respondía con gemidos las caricias que le propinaba. Jugué un rato con sus tetas y chocho por encima de su ropa interior hasta que se las quité. Estaba completamente desnuda. La visión era hermosa y perfecta. Su estatura pequeña resaltaba sus caderas anchas, su coño peludo negro combinaba con su cabello largo que caía por sus hombros contrastando con su piel clara y pezones erectos de color rosado. “Te ves hermosa” le dije mientras le mostraba su cuerpo en el espejo de su habitación.

Luego la llevé a la cama, la puse de perrito y besé sus labios vaginales que ya soltaba grandes cantidades de jugos. Mientras mi madre me apretaba la mano de forma cariñosa y gemía de forma tierna. Le dije que se tumbara sobre la cama y me quitase los pantalones.

Cuando me los baje, mi falo salió como un resorte a lo que ella sonrió pícaramente.

- Se lo que sientes, y aunque al principió me chocó debo reconocer que me excita un montón y quiero que me eches el mejor polvo de tu vida.

Se subió a horcajadas sobre mi y tomando mi pene se lo introdujo lentamente en la vagina, húmeda y estrecha.

-AAAhhhh. Gemimos los dos mientras nuestros ojos se clavaban en las pupilas del otro.

- Oh mamá que gusto.

- ¡Cállate, hijo y fóllame! Empezó a moverse poco a poco y en un instante estaba cabalgando sobre mí como una fiera, la sensación era indescriptible.

En pocos minutos noté que estaba a punto de correrme y así se lo dije a mi madre, quien me respondió

- ¡Oh sí, córrete hijo!, ¡hazlo dentro de mi coño! ¡Ooohh! ¡Qué gusto! ¡aguanta un poco más que yo también estoy por correrme!

-Aaahhh. Grité cuando lancé tres chorros de semen que golpeaban contra las paredes de la vagina que me vio nacer.

Los dos caímos agotados entre arrumacos y besos. Le confesé todo el amor que sentía y ella me dijo que me amaba.

Durante mucho tiempo continuamos con nuestros escarceos, enseñándome mi madre todo lo que se sobre el sexo

- De haberte aceptado antes creo hubiese sido la mujer más feliz del mundo. Soy muy afortunada.

A la mañana siguiente no salimos del hotel, mi madre empezó a investigar nuevas formas de placer, ya no era la mujer mojigata y recatada de antes. Es feliz. Saliendo de la ducha me agarró la polla con su mano derecha, la cabeza de mi madre subía y bajaba recorriendo todo mi falo. Su caliente saliva ayudaba a facilitar el deslizamiento. Mi madre solo respondió con gemidos y acelerando el ritmo de su mamada. Con la otra mano me agarraba los huevos. Lo más increíble era que mi madre parecía estar disfrutando casi más que yo. Cuando ya parecía que aquello no podía mejorar mi madre separó su boca de mi verga. Me miró a los ojos sonriendo, su mirada brillaba de alegría. Mi polla, reluciente cubierta de saliva, apuntaba hacía ella más dura que nunca.

-¿Te está gustando mi niño?-. Preguntó ella, aunque la respuesta era obvia -Pero parece que ahora te está costando correrte más que antes... a ver, vamos a probar con esto.

Entonces se quitó la toalla y por primera vez pude ver a mi madre totalmente desnuda. Ahí de rodillas en el suelo frente mi, contemplé sus preciosas tetas paraditas y su rico y peludo coño. El tono rosado de su raja se distinguía claramente entre la mata de pelo negro. Sin duda estaba tan excitada como yo. Se acercó un poco más a mí, agarró mi polla y se la puso suavemente entre sus tetas. Empezó a masturbarme haciéndome una deliciosa cubana que solo había visto hacer en películas porno. Mi polla se deslizaba fácilmente gracias a la saliva y el líquido pre seminal que la cubría.

- ¿A qué te gustan las tetas de mami? ¿A que sí? -Dijo mientras aceleraba el movimiento -Pues ahora las vas a probar...

No me lo creí cuando se levantó y acercó sus melones a mi cara. Casi por instinto, los agarré con la mano y empecé a chupar sus pezones mientras ella me apretujaba la cabeza contra ella.

-Mmmmmm siii... chúpale las tetas a mamá... me gusta... mmmmmm...

Noté como su mano acariciaba suavemente mi polla y parecía querer acercarla hacia ella. Me separé de sus tetas y me fijé en que parecía que mi madre quería meter mi pene en su coño.

Sin rechistar más, fue pasando la punta del glande por su rajita húmeda. Sus pelos me hacían cosquillas. Ella gemía suavemente. Lentamente fue introduciendo mi polla hasta que se acomodó dentro de su vagina. Luego empezó un lento movimiento de su culo. Mi madre me estaba follando sentada encima de mí. Me abrazaba y gemía a mi oído. Me besó suavemente en la mejilla. Mi madre cogió mis manos y las puso en su culo. Agarré fuerte de sus nalgas y acompañando sus movimientos le clavaba la polla lo más hondo que podía dentro de su coño.

-¡Mmmmmmm!... ¡así muy bien hijo!... ¡qué rico!... ¡Estás aguantando como un machote...!

Me dio un ligero pico en los labios y se levantó. Pero aquello no había acabado, se dio la vuelta y me ofreció su precioso culo. Con la mano me ayudó a volver a meter la polla dentro. Apoyándose con los brazos en la mesa movía su culo follándome mientras yo seguía sentado en la silla.

Aquello era increíble. Su generoso culo moviéndose encima de mi polla. Sus gemidos, cada vez más fuertes, me volvían locos. Yo la agarraba por las caderas e intentaba clavar mi polla con fuerza pero en aquella postura era difícil moverse. Decidí levantarme y reclinar a mi madre un poco más encima de mi mesa. Mi madre aceptó un poco sorprendida y así, en esa postura, empecé a bombear lo más fuerte que pude.

-¡¡¡¡Oooooh siiiii!!!! ¡Dame así bebé!... ¡siií, que rico!...- Gemía ella desesperada mientras que yo, como poseído, la follaba sin parar.

Como podía, mi madre se agarraba de la mesa.

Me agarró el pene y me dio un beso en la boca, metiéndome la lengua. -Ven, vamos a la cama- y sin soltarme la polla me guió hasta allá. Se tumbó con las piernas abiertas ofreciéndome su coño mojado y abierto. Yo me puse encima suyo y sin esperar un segundo se la metí y empecé a follármela. Sabía que iba a aguantar poco tiempo más antes de correrme.

-¡¡Oooooh siiiiiii... follame mi niño, ¡follame!! ¡Follame, hijo!. ¡¡Lo necesitooo!! -gritó desesperada.

Los pechos de mi madre se movían al ritmo de mi follada, ella estaba gozando como una loca. Ya casi estaba a punto de correrme, empecé a sentir la presión del semen subiendo por mis huevos.

-No puedo más mamá... me voy a correr ya...

-No te corras dentro, ¡sácala!

Rápidamente saqué la polla, le di un par de sacudidas y un gran chorro de semen salió escupido con fuerza. Tanta que llegó hasta la cara de mi madre. Los siguientes chorros fueron saliendo con igual de energía cayendo por todo su cuerpo mientras yo gemía de gusto. Mi madre también gimió al sentir la lefa caliente en su cuerpo.

Acto seguido caí rendido al lado de mi madre. Ella se reía por como la había dejado. No me fijé mucho, pero debía ser algo digno de ver. Mi madre completamente cubierta por la leche de su propio hijo. Se estiró hasta alcanzar la toalla que estaba en el suelo y se limpió un poco.

-Vaya corrid, bebé... más que la primera vez-. Dijo mientras se tumbaba a mi lado y me cogía del brazo. -¿Te ha gustado, verdad?

Yo asentí con la cabeza y entonces nos besamos. Estuvimos morreándonos un buen rato, los dos desnudos en la cama. Pasados unos minutos mi madre se levantó, haciéndome volver a la realidad.

Volvimos a casa, me mudé junto a mi madre manteniendo una relación de esposos. Mi madre se quitó el anillo que siempre usaba para convertirse en mi mujer, exploramos nuestros cuerpos conociendo cada rincón, los puntos G de cada uno. A mi mamá le gusta que acabe en su cara untándose todo el semen como crema facial. Creo que funciona porque su piel se mantiene elástica y aparenta de menos edad. Algunos de sus cabellos se han vuelto canos, por lo que se lo cortó hasta la altura del hombro, por lo que puedo besar su cuello cuando quiera.

Han pasado 12 años, ahora tengo 35 y mi madre 62. Hemos vuelto a aquel hotel por el funeral del esposo de mi hermana. Mi madre viste un vestido estrecho negro con una falda hasta las rodillas y pantis negras. Mi hermana se mudará con nosotros, a quien le hemos ocultado nuestra relación de una década.

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