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Noveno mandamiento

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Hola me llamo Aarón, desde que mi madre se fue a vivir al otro lado del mundo. Vivo con mi papá. Y nos las arreglamos muy bien, a pesar de ser pésimos para casi todo. 

Bueno, mi papá es un excelente dentista. Sin embargo se puede decir que somos felices. Hace dos años que estoy en la universidad y como me queda a tres horas de distancia, papá y yo llegamos a la conclusión de que sería mejor rentar un cuarto de estudiante. Así que solo voy a casa los fines de semana. Y solo si no tengo demasiada tarea. 

Yo sabía que mi padre tenía novia, pero no sabía bien quién era ella. Siempre recibía llamadas salía al patio a contestar y aunque trataba de disimular. Su alegría era evidente. Cuando me dijo que tenía algo importante que decirme. Yo me imaginaba que me presentaría a su novia. Pero para mi sorpresa, me dijo que pensaba casarse y que Adriana, su novia ya vivía en casa, con el. 

Así que el fin de semana fui a casa con la idea de conocer a mi madrastra. Papa paso por mí a la estación de autobuses y bromeaba, nervioso. 

—La verdad me da gusto por ti papá. Y en verdad se lo merecía. Tenía años en otro planeta. Entre el trabajo y mi cuidado. Nunca se daba tiempo para el. 

—Pues espero que se lleven bien. Ella dice que eres un chico muy listo.

Y a qué venía eso de que ella dice, unos focos rojos se prendieron en mi cabeza. Y aunque trataba de hacer memoria, no recordaba a ninguna señora Adriana. Así que seguimos platicando de todo y de nada durante el trayecto. Cuñado llegamos a casa, estaba irreconocible. El césped cortado, la casa pintada, las ventanas limpias y con cortinas. —¡Pero qué demonio Sabe! Exclamé con asombro, y papá no paraba de reír. —Esta no es nuestra casa, papá te equivocaste. —Entra ya, que la comida está lista.

Al entrar a la cocina vi de espaldas a una chica, de muy buen culo y delgada. Pero cuando se giró, me quería morir. —¡¿Adriana?! —Hola Aarón, que tal la escuela. Durante mi adolescencia, no sólo yo. Todos mis amigos estábamos locos por Adriana,   Quien apenas es dls años mayor que yo. Así que si las cuentas no fallan. Ella estará cumpliendo veintidós años. —¿Ya se conocian? —Papá, vive a dos calles y estudiamos en el mismo colegio por años. —Válgame dios, soy un asalta cunas. Dijo mi padre mientras la tomaba por la cintura para propinarle tremendo beso francés. —Y como…? Ustedes…? —Pues resulta que Adriana entro a trabajar como mi asistente hace un año, y nada. Nos enamoramos. 

¿Y nada nos enamoramos? Mi papá está por cumplir cincuenta. Podría ser su hija!

—La verdad es que tu padre es un tipo maravilloso. Pero, vamos que se enfría esto. 

—Y mira que es una excelente cocinera. Ya veras que te enamoras de sus platillos. 

Yo viví enamorado, pero de sus nalgas y las tremendas chichotas que tiene. Y digo tiene, porque no paro de mirarla. Cuando niños nos parecía la niña más bonita. Ojos verdes y cabello rubio. Pero cuando su cuerpo en la secundaria y preparatoria se desarrolló. Se volvió una bomba. Todos soñábamos con tocarla. Pero jamás nos dejó de mirar como los niños idiotas de la cuadra. Luego crecimos y ella se mudó a otra colonia. Me masturbe tanto pensando en ella que de acordarme me duele él brazo. 

—¿Pero a ti te comieron la lengua los ratones? —No no, esquemas no me deja de asombrar. ¿Tú te fuiste a vivir a otra parte no? —Bueno, tampoco es que me fuera del país. Solo nos mudamos a media hora. —¿Y como regresaste? —Sencillo, necesitaba una asistente. Puse un anuncio en el periódico local y ella se presentó. 

Yo no paraba de mirarla, seguía igual o más buena. Esos jeans parecía que reventarían en cualquier momento. Incluso perdí la noción del tiempo. Cuando papá se retiró a dormir yo hice lo mismo. Adriana, se quedó a ver el final de la película de amor en la tv. En la madrugada baje a tomar un poco de agua y al pasar por la sala vi que Adriana seguía en el sillón. Se quedó dormida, pensé en despiértala. Pero tal vez la espantaría. Así que solo fui por una frazada para cubrirla. La recosté a lo largo del sillón y subí sus pies. Pero mi mano se quedó atorada en su pecho. Tenía que sacar mi mano suavemente para evitar que despertara. Podía sentir su pezon en la Palma de mi mano. ¿Pero qué mierdas estoy pensándome? Es la futura esposa de papá? Mi otra mano, con voluntad propia fue a parar a su culo. Recorría suavemente la redondez de sus nalgas. Estába profundamente dormida, pero mi corazón igual latía tan fuerte, que seguro se escuchaba por toda la casa. Cuando pude sacar mi mano de su pecho, me dispuse a colocar la frazada y dejarla descansar. Pero, creo en mi mente solo se repetía “Aarón nunca vas a tener otra oportunidad así“. Ni siquiera sabía qué oportunidad tenía. Adriana podía despertar en cualquier momento. Y yo quedar como el hijo pervertido. Pero no me importó y asome mi verga por la pijama. Me fui inclinando poco a poco hasta que la punta rozó su mejilla, me puse a recorrer sus labios. Podía sentir su respiración. Y esperaba, rezaba porque no despertara. Luego desabroche su pantalón y lo baje muy lentamente, cada que se movía yo :quedaba petrificado. Pero no podía parar, no ahora. Bajo los jeans unas bravas negras cubrían sus nalgas, como pude metí la mano y pude palpar su ano. Mi vergüenza seguía sobre su cara y ella comenzaba a moverse más y más. Me subí la pijama, mientras ella abría los ojos. —Te quedaste dormida. Te ponía algo para que no pasarás frío. —Gracias, mejor me voy a la cama. Camino y pude ver cómo se acomodaba los jeans. ¿Pero qué mierda hiciste Aarón? Me dije toda la noche. Cuando por fin desperté, escuche música electrónica. En casa, con don “esa música es para locos“. Vaya que el amor te cambia todo. Baje y Adriana estaba frente al televisor. Con ropa de ejercicio, leggins y un top. ¿Pero me quiere volver loco? No termine de bajar la escalera y ya tenía la verga durisima. Papá, como de costumbre leía el periódico en la cocina. Parecía inmune al escándalo de la sala. Cuando Adriana me miro. Solo me saludo con la mano y siguió su rutina. El sudor le escurría por el cuerpo. —¿Quieres chocolates? —Papá me devolvió a la realidad. —Si, hace años que no tomo chocolate. —Adriana lo preparo. Te digo que es una cocinera de primera. —Voy a aprovechar para ver a los amigos. Puedo usar tu carro. —Claro, ¿pero te vas a bañar verdad? —Claro papá. Me reí mientras subía a darme un baño. En realidad me la jale pensando en Adriana. Luego salí de casa. Necesitaba aire fresco urgentemente. Carlos mi mejor amigo me recibió con  enfático. —¿Qué se siente tener de madrastra a la más buena de la colonia? Tu jefe se la rifo. —Mira, todos peleando por ella y terminó con papá. —Que poca madre por qué tu jefe sabía que la morra te traía pendejo. —Ya, ahora está con el. Y yo tampoco le dije nada de lo que sentía a ella. —Y ahora que la tienes en casa. ¿Apoco no te dan ganas de cogertela? —No, como créese! —A mí no haces pendejo. Seguro te pasas viéndole su culote, y sus pinches mamilotas! —YA CABRON! —Pues si yo fuera tú, le metía unas tachas o algún tranquilizante y me la cogia! —Ya mejor ya me voy, hablas puras pendejadaz. 

Cuando entre a la casa un silencio sepulcral inundaba la casa. Seguro salieron pensé. Luego escuche leves gemidos. Subí las escaleras y me acerqué hasta su habitación. La puerta estaba entre abierta. Y solo los podía ver de espaldas. Adriana, con una falda de colegiala estaba en cuatro sobre la cama, mientras papá, como un loco la penetraba, y se sujetaba a sus nalgas. Sus nalgas rebotaban una y otra vez. Y yo también estaba con una gran ereccion mirando. Vi como ambos terminaban al mismo tiempo. Tenía que salir de ahí y rápido. Baje las escaleras y soñé la puerta. —YA LLEGUE! Grite para que me escucharan. —Hola hijo, enseguida bajamos. Después de una media hora, bajaron los dos con cara de felicidad. “Deberías cogertela“. Las palabras de Carlos retumbaban en mi cabeza. Por la noche la misma rutina, una película, mi papá se fue a dormir como a la media noche y yo subí, eso sí. Solo a ponerme la pijama. Calculé una hora más o menos y baje. Adriana, dormía en el sillón y con el control en la mano. Como hoy traía vestido. Lo subí hasta su cintura. Luego la recosté en el sillón. Una tanga rosa, a juego con su vestido floreado le atravesaba el culo. No podía creer el espectáculo. Subí por mi teléfono para hacerle unas cuántas fotos. Pero cuando salí de mi habitación Adriana venía subiendo en medio de bostezos tuve que fingir que bajaba por agua. Aunque su mirada me decía que comenzaba a sospechar. —Buenas noches Aarón. —Buenas noches, que descanses. 

Al día siguiente resignado volví a la universidad. Pero no podía quitarme de la cabeza la idea de cogerme a mi amor platónico. El siguiente fin de semana puntual llegue a casa y Adriana parecía decidida a desquiciarme. Usaba shorts, y minifalda. Y la rutina seguía siendo la misma. Ella dormida en la sala y yo ahora sí. Tomando unas cuNtas fotos. Cuando se las mostré a Carlos. Casi se masturba ahí mismo. —Hija de su pinche madre, se puso más buena! —Si está como quiere la cabrona. —En lugar de fotos, yo ya me la hubiera parchado! —No digas mamadas. Pero a decir verdad, pase toda la semana investigando de drogas suaves y somníferos. Pero no le diría Carlos. Ni a nadie si lo llegara siquiera a intentar. —¿Te la estás imaginando verdad putito? Su culito gūero, sus chichotas. —Estas enfermo Carlos me cae de madre. —Y tú estás bien pendejo! 

Cuando papá me contó que estaba haciendo guardias en el hospital público los jueves por la noche, mi mente se iluminó. Y comencé a imaginar la manera. ¿Es posible? ¿Tendré las agallas? Un amigo que estudiaba veterinaria me dijo el nombre de un somnífero capas de noquear a un elefante. Incluso me dio una receta y me dijo dónde comprarla. —Pero, suponiendo que la uses en humanos. No excedas la dosis. —No como crees, es para un amigo que tiene una granja. Trate de excusarme. —Bueno, dile a tu amigo el granjero, que una dosis fuerte puede matar a un humano. Me guiñó el ojo y se fue moviendo la cabeza. Ahora, cosa que no acostumbraba. Le mandaba mensajes. Papá todo el tiempo. Y así sabía dónde estaba. El jueves en que me decidí, papá me dijo que estaría toda la noche en el hospital. Asi que llegue a casa en taxi. Me baje dos cuadras antes y camine hasta la casa. Pasaba de la media noche y Adriana, devota a su costumbre dormía en el sillón con el televisor encendido. Saque un pañuelo de mi mochila y le rocíe un poco del somnífero. Cuando me acerqué a ella el corazón me retumbaba. Pero seguí y lo puse frente a su nariz y boca, se movió un poco pero no despertó. Y fui pegándolo más y más hasta que lo tenía contra su cara. Pasaron unos minutos y el miedo en la sangre no cesaba. Pensaba que despertaría. Así que puse un poco más en el pañuelo y lo volví a colocar en su boca y nariz. Cuando estuve seguro de que estaba completamente dormida, mis manos temblorosas fueron hasta su cintura. Tenía puesto un camisón, sin nada debajo. Claro, no estando el hijo pervertido. Podía andar más cómoda.la recosté boca arriba y comencé a chupar sus chichis. No sabía cuánto duraba el efecto, así que debía darme prisa. Baje hasta mamar su panochita. Esa que papá destrozaba cada que quería y luego la acomode de lado para meter mi verga muy despacio. Cuando menos supe ya estaba a toda velocidad, entrando y saliendo de Adriana. Sus nalgas suaves, redondas y firmes me rebotaban. Y sus chichotas se movían al mismo ritmo. Tenía que probar ese culo así que fui entrando con mucha dificultad, pero logré estar por completo adentro. Dios mío, apretaba riquísimo. Subí sus piernas en mis hombros y se la metí con fuerza. Un poco se quejaba, pero no despertaba. Llevaba más de una hora metiéndole la verga cuando por fin sentí la necesidad de venirme. Saque la verga de su vuelo y fui a su boca. Le retire el pelo de la cara mientras mi verga estaba a nada de explotar. Apenas alcance a salí de su boca para que mi leche cayera en su cara. Dios mío, así debe ser el cielo. Pensaba mientras buscaba con que limpiarle el rostro. Luego limpie su cola que estaba batida de fluidos y la vestí. Por así decirlo. La coloque en su posición original y salí rezando porque la dosis no fuera letal. Luego mi amigo me dijo, que solo bromeaba. Podía hacer dormir por horas pero no mataba a nadie. El sábado que llegue a casa. Adriana están en la cocina. Me miró y me saludo normal.. Papá metido en su periódico. —¿Cómo les va? —Hola hijo, ¿muy bien y a ti? 

—Pesados los exámenes pero ahí echándole ganas. 

Adriana sin embargo, estuvo muy callada. Apenas y me dirigía la palabra. Pero me seguía con la mirada todo el día. Esa noche a diferencia de las otras. Subió a dormir junto a papá. Así que me fui directamente a la cama. Triste y preocupado. El domingo salí a comer con Carlos y lo primero que me dijo fue:

—Te vi. —¿me viste? ¿Dónde? —El jueves llegaste a tu casa como a las doce. —Estas loco, estaba en la escuela. —A mí no me haces pendejo, mochilas o rajo. —¿RAJAS? ¿De qué hablas? —Ya te la cogiste, tu jefe se va los jueves. Yo también quiero. No seas culero! —No mames, no sé de qué hablas. —Hablo de esto. Sacó su teléfono y me enseñó unas veinte fotos donde me veía clarito en la sala con las piernas de Adriana en los hombros. —Hijo de la chingda! —Móchese culero o rajo con su jefe. Ya dije. —Pero esta semana no trabaja de noche papá. —La otra, no hay pedo. 

Que chingados estoy haciendo. Ya me la coge mi papá y ahora tengo que soportar que este pendejo también, y no solo eso. Yo tengo que ponérsela en charola de plata. 

Pasó una larga semana, vine a casa para levantar sospechas y me porté bien. Ni siquiera intente acercarme a ella. Y parece que ella se había relajado. Fuimos a comer y vimos películas. Adriana ya dormía en la sala, como de costumbre. Pasaron los días y Carlos no dejaba de mensajera. “El jueves he“ “no te vayas rajar puto“. Todos los días al menos diez mensajes. Y por fin llegue el jueves y Carlos ya me esperaba en el patio trasero de mi casa. —Ya se durmió desde hace rato. —Cayate o se va a despertar. Espérame aquí, yo te aviso cuando entres. —Va va, si, chingon. A huevo!

—Entre sigiloso como siempre. Coloque el pañuelo y unos diez minutos después salí por Carlos. Con un dedo en la boca le indique que no hiciera ruido y que entrara. En cuanto la vio, le comenzó a meter mano. Traía unos shorts de pijama y una camiseta. Que Carlos casi arranco al instante. —cálmate no mames! —¿Calmarme?estas pendejo, llevo años haciéndome unas chaquetotas imaginando este culo. 

Se bajó el pantalón y le metió la verga hasta el fondo de manera desesperada. Mientras yo solo miraba. —¿no despierta verdad? —No, pero no seas brusco. —Mira que pinche culote, no mames! Está bien pinche buena la cabrona. Órale vas!

Se quitó y me cedió el lugar. Claro, no estaba ahí para verlo coger. Así que me Comode y metí mi verga en ella. Mientras Carlos metía su pito en su boca como si fuera cepillo dental. —Despacio ojete. —Mira me la está mamando tu mamá! 

Cuando terminó la frase las luces se prendieron. Y papá bajaba las escaleras…

@MmamaceandoO

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