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Historia de la Frontera 2: Olga

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Cuando uno tiene 18 años y mira a una mujer de 35, uno mira a una mujer de respeto, pero cuando uno tiene 48 y mira a la misma mujer, parece ser una chica joven, todas a esa edad parecen ser jóvenes.  Aquella fue mi primera impresión cuando conocí a Olga, una mujer de aproximadamente esa edad y yo apenas acababa de cumplir los 18.

Como lo he relatado en otros escritos, para aquellos años mi madre trabajaba para organizaciones que ayudaban al inmigrante y muchas veces mi hermana y yo la asistíamos en muchas cosas, al punto que ya estábamos familiarizados con el protocolo y la burocracia de los centros de detención de migración.  Aquella vez, fui solo a petición de mi madre, a uno de estos centros por alguien que recobraba la libertad y pelearía desde afuera su petición de asilo político:  Ahí fue que conocí a Olga.

La había visto en algunas ocasiones, y siempre me llamó la atención.  Cabello rubio, tez clara, ojos color esmeralda, siempre vestida como una profesional con pantalones y chaleco ejecutivo, otras veces con sus faldas y blusas muy bien ajustadas a su esbelto cuerpo, con un léxico exquisito, y con un sensual perfume dulce que me abría la inspiración e imaginación de tantas cosas.  Aquella vez estábamos en el pabellón de espera, el cual está completamente abierto en su alrededor y hacía un frio cruel para ese mes de noviembre y por experiencias anteriores, siempre me he llevado una cobija que este día compartía con una muchacha de aproximadamente 20 o 22 años quien también esperaba a algún familiar.  Sentí que esta muchacha me coqueteaba y de hecho debajo de la cobija ya nos habíamos tomado las manos, me había masajeado la entrepierna y yo había hecho lo mismo e incluso llegué a acariciar sus pechos.  Me decepcioné cuando por el altavoz pronunciaron el nombre de su familiar y se tuvo que ir, dejándome con solo su número de teléfono.

Olga, quien estaba en la banca de enfrente tomo la vertical y se acercó a mí con una sonrisa y me pidió si podía compartir la cobija con ella.  Con mucho gusto le hice espacio en la banca y se acomodó cubriéndose al punto que subió sus pies a la banca.  Su primera expresión fue de satisfacción, pues realmente la cobija mitigaba grandemente el frio: ¡Que rico! -dijo.  Y después de presentarnos comenzó a hacerme plática:

¿Esperando a algún familiar?

¡No!  y le explico que voy en nombre de una organización.

¡Fabuloso lo que haces!  Debes de ser muy maduro para tu edad¿Qué edad tienes?

—Dieciocho. -le contesté.

¿Estás en la preparatoria?

¡No!  Acabo de comenzar mi primer semestre en la universidad.

¡Fantástico! ¿Tienes novia?

—No por el momento.

—Un chico tan apuesto como tú, con esa pinta que tienes, no puede estar sin una novia.

¡Pues ese es mi caso!

¡Mira que suerte tengo!  Yo en busca de novio y tu un muchacho muy guapo y que increíblemente está disponible. -Me lo dijo riendo.

¿No eres casada? -le he preguntado, quizá por el nerviosismo.

—Mira, para suerte tuya sí, pero mi esposo no es celoso y hoy no está aquí, así que estoy disponible.

Hoy que recuerdo la conversación, me parece algo simple y convencional de una mujer ya con experiencia insinuarle con tanta facilidad a un muchacho de 18 años que quiere coger con él, pero para mí fue algo que, debido a la enorme sorpresa, no era fácil digerirla.  Por momentos me parecía irreal, pero ahí estaba Olga, la mujer que había visto en varias ocasiones y que imaginaba que tipo de calzón debería llevar debajo de sus pantalones.  Su rostro era delicado y bonito: esta mujer cuidaba su apariencia.  Me gustaban sus labios que, si no eran gruesos, eran lo suficiente para hacer una mueca sugestiva cuando me sonreía.  Ella quizá intuyó que estaba bloqueado y no hallaba que decir y ella volvió a tomar control del cuestionamiento.

¿De dónde vienes?

—Del área de Los Ángeles.

—Yo vengo desde San Francisco.  Me den o no me den hoy la persona por la que vengo, yo me tendré que quedar en algún hotel. ¿Y tú que vas hacer?

—Bueno, de aquí a Los Ángeles son solo 3 horas.  Si no aparece hoy, regresare mañana.

—Bueno, acordemos esto.  ¿Tu esperas a una mujer o hombre?

—Mujer.  -Le he contestado.

—Yo igual. No tienes que manejar de noche a LA, puedo compartir mi cuarto de hotel contigo, al igual que tú has compartido tu cobija conmigo.  Imagina lo que podemos hacer tu y yo solos en una habitación de hotel.  ¿Te lo puedes imaginar?

¡Si! Me lo puedo imaginar.

¿Te gusta lo que has imaginado?

¡Si! Me gusta.

—Bueno, no lo imaginemos; hagámoslo realidad esta noche. ¿Te parece?

¡De acuerdo! -le he dicho.

Falta una hora para que cierren el centro y han llegado en un autobús los detenidos, pero por el protocolo y sus retrasos burocráticos nos han comunicado que lleguemos hasta el siguiente día.  Yo le hablo a mi madre que me quedaré en un hotel, para que no esté pendiente de mí.  Olga dice que tiene hambre y buscamos un lugar donde merendar.  Llegamos a un restaurante mexicano de buena categoría. Seguimos con una plática bastante sugestiva:

¿Tony, tienes alguna fantasía sexual?  ¿A tu edad, imagino que tendrás alguna o me equivoco?

— Tengo fantasías como todos, pero no soy muy abierto para expresarlas.

¡Eres tímido! ¿Te gustaría conocer la mía?

—Dime.

—Hacer el amor con un muchacho de 18 años, bueno que me coja rico un muchacho de 18 años.  Que me haga todo lo que quiera hacerme y hacerle yo lo que quiera con él.

¿Y qué quieres hacerle?

—En un par de horas veremos pero sabes, también fantaseo que me cogen dos hombres, doble penetración.  Sé que no ocurrirá con mi esposo, pero busco voluntarios, chicos guapos como tú.

—Con esa fantasía no cuente conmigo.  No podría estar con otro hombre compartiendo a la misma mujer a la vez.  ¡No va conmigo!

¿Pero si te gustaría estar con dos mujeres a la vez?

¡Tampoco!  Me llama la atención una y poder hacer todo lo que yo quiera y que quiera ella.  En mi caso, no hay terceros a la vez.

¿Has estado con una mujer mucho mayor que tú?

¡Si! La mayor me ha llevado por 7 años. Se llama Lorena y tiene 25 años.

¿Tienes idea que edad tengo?

—No, no se

—Trata de adivinar

—Treinta.

—Gracias Tony, pero te voy a ser honesta, tengo 35.  Podría ser tu madre¿sabes?

Hemos comido y hemos salido del restaurante en busca de una botella de vino o algún whiskey, pues en el restaurante no consumí alcohol por ser menor de edad.  Llegamos al hotel y Olga me invita a entrar.  Tomó el teléfono y se comunica con alguien, quien asumo es su esposo.  Le sintetiza los pormenores y le dice que ya está en el hotel para descansar.  Yo pienso que esta lista para darnos tremenda cogida, mientras su marido quizá desea estarse comiendo ese rico culo que veo tiene Olga.  Un besito por el teléfono y se despide de su marido.

Le pido a Olga que deseo bañarme, pero ella me dice que le gusta mi olor, que quiere oler mi sudor y que me quiere así, que luego nos bañaremos juntos, pero ella si se va dar una corta ducha y me pide que le ayude a removerle su vestimenta.  Remuevo su chaleco y su blusa y puedo ver unas tetas que según mi calculo deberían llenar una copa 34C.  Le remuevo el sostén y me bajo a besar delicadamente sus ya erectos pezones: - ¡Que rico!  ha dicho.  Bajo el cierre del pantalón y este está en la parte trasera y puedo descubrir su prenda íntima de color negro y es un pequeño bikini y descubro esa sombra que le ha dejado la ropa íntima de vestir:  Es la parte más clara de su anatomía.  Su conchita esta cuidadosamente depilada y le he puesto mi lengua en donde estaba el monte Venus, aunque en este caso es el Venus sin monte.  Puedo ver sus nalgas y están preciosas, no muy grandes, pero bonito y suficiente para una chica con ese tipo de cuerpo con tendencia a ser flacas.  Le doy una nalgada y se sienten firmes, solidas.

Olga me ha pedido que no me desvista, que ella quiere tener el privilegio de hacerlo y hago la corta espera para que salga de su ducha.  Se ha bañado el cuerpo y su cabello se mantiene seco y toma una liga o hule y se amarra su cabello rubio que llega a la mitad de su espalda.  Se mira muy sensual con su pelo amarrado, pues su rostro es alargado y parece que gano más volumen en sus sonrojadas mejías.  Se sienta al filo de la cama y me ha bajado el cierre y posteriormente el pantalón.  Sobre mi bóxer ella ha comenzado a acariciar mi pene y dice que le encanta como huele.  Me hace énfasis que le encanta el olor natural del hombre, y se pasa por algunos minutos oliendo alrededor de mis huevos.  Me pide que me acueste, no sin antes quitarme el bóxer y mi camisa; ahora los dos estamos completamente desnudos sobre la cama.  Ella me ha comenzado a pasar su lengua desde mi cuello, hasta encontrar mi pene.  Se mantiene en esa faena por largos minutos, hasta que finalmente toma mi glande y se comienza a introducir mi verga por su linda boca.  Me mira con esa mirada picara, que ha logrado hacer su fantasía realidad, estar con un muchacho de 18 años. Con Olga, creo que fue la primera vez que hice el 69 con una chica, ella poco a poco se ha colocando en esa posición, ella siempre por sobre mí, y me ha puesto su conchita para que saboree sus jugos que ya eran muy evidentes.  En aquella posición hemos llegado al primer orgasmo ambos.  Ella gime sutilmente, pero su expresión en su cara es de locura, y yo me he amarrado de su pelvis y no he dejado de sumir mi lengua en su vagina.  Ella se ha tragado mi esperma y vuelvo a escuchar lo que ya otras mujeres me han dicho: ¡Sabe a jugo de frutas!  Puede ser, si mi dieta por las mañanas es de manzanas, fresas, peras y muchos cítricos.  Ahora quizá hasta lleve los efectos del whiskey, pues antes de esta faena nos hemos tomado dos.

Quizá llegar a aquella erupción nos habrá tomado uno quince minutos.  Estábamos tan excitados que queríamos sentirnos el uno al otro y ver como nuestros cuerpos gozaban de nuestro placer.  Olga siendo más expresiva y con mucha más experiencia me hace sentir bien y da sus cumplidos:

—Imagine que tenías una verga grande por tu altura, pero no me la imagine con ese grosor.  Lo más lindo, es que te afeitas y es la primera vez que veo una hermosa verga bien afeitadita.  Se ve espectacular bueno ya me la comí ahora me la voy a coger.

Dicho y hecho.  Olga se limpió y me limpio y sin usar ninguna protección se ha montado sobre mí y lentamente ha puesto mi verga que ha respondido rápidamente en su reducido agujero. Ella es de ese tipo de mujer reducidas del vientre, que puedo sentir esa pared de su vagina contrayéndose a medida que se mueve.  Ella no sé si lo dice por excitarme o por una expresión que le invadió el placer: Tony, tu verga esta divina, que rico se siente adentro de mi   ¡Que Rico! -  Ella se mueve a medio ritmo, no parece ser de las que les gusta el sexo violento.  Yo he comenzado a acompañarla en el mismo ritmo y siento como mis huevos chocan contra su perineum y comienzan a hacer ese ruido sensual que me excita.  La cama rechina con nuestro mismo ritmo y Olga ha comenzado con sus tímidos gemidos.  Luego, de repente solo dice: Dame, dame, dame, no pares, no pares.  -Yo asisto y sin mucha violencia le penetro cada centímetro de mi verga constantemente y llega a su segundo orgasmo.  Yo continúo taladrando su conchita mientras veo sus tetas moverse frente de mí y me voy adentro de ella.

¡Que rico Tony!  Tienes resistencia, volverás loca a las mujeres cogiendo así. Bueno, ahora de voy a comer todo, vamos a ducharnos.

Le sigo a la ducha y después de enjabonarnos y restregarnos todo, Olga ha comenzado a mamarme las tetillas, recorre todo mi cuerpo y mama mi verga ahora flácida por los dos polvazos que acaba de echar.  Nos secamos y me lleva a la cama y me pide que me acueste boca abajo.  Siento como se va sobre mí, siento sus tetas en mi espalda, me besa el cuello, recorre con su lengua mi espalda y luego llega a la abertura de mis nalgas.  Me siento incomodo, a mis 18 años, es la primera vez que siento una lengua cerca de mi ano.  Olga es una mujer ya hecha y con experiencia y sabe que me incomoda, pero ella me dirige diciendo: No te muevas, solamente disfrútalo y déjame que te disfrute.  Olga ha llevado su lengua a mi ano y siento como intenta meter su lengua en mi pequeño orificio.  Al principio fue penoso e incómodo, pero me da enorme placer y ahora entiendo el por qué muchas mujeres me han permitido que les coja el culo después de darles un masaje igual.  Olga, me tiene casi en posición de perrito y ella sigue con su lengua en mi culo y ahora tiene acceso para también masajear mis huevos y mi verga. En minutos me pide que me acueste sobre mi espalda al filo de la cama, ella me mira con ese rostro pícaro y sensual que tiene.  Me pide que acerque mis nalgas al filo de la cama así acostado.  Ella se hinca sobre una almohada en la alfombra y me eleva las piernas en posición vertical.  Ella sigue con su lengua en mi ano, pero ahora con una mano también me chaquetea la verga: que enorme placer sentía.  De repente, oigo el vibrar de algún objeto y es Olga quien tiene en sus manos un pequeño consolador de algunas 4 pulgadas, no es grueso, quizá menos grueso que el pene promedio.  Ella sigue chaqueteando mi verga, mientras con la otra mano, intenta meterme el consolador por el culo.  Realmente deje a un lado mi posición machista que tenía y me he abierto a esta aventura y poco a poco me ha metido el consolador completamente en mi culo mientras ella me pajea la verga y de vez en cuando me hala con sus labios los huevos.  Fue una sensación extremadamente difícil de relatar, pero me ha hecho venir con una fuerza enorme que la sensación no llegaba a las dos primeras corridas que tuve con ella.

Me mira y tan solo exclama: ¡Te gusto verdad!  No sé qué rostro tenia, pero esta es la primera vez que tengo un objeto en mi ano y esta mujer me le ha dado un exquisito masaje con su lengua.  Luego me dice que ahora puedo hacer todo lo que quiera con ella, que está a mi disposición.  Me fui directo a su culo también y me lo he comido por algunos minutos.  Ella de repente entre gemido y gemido me dice:

—Cuando te diga que me la metas por el culo, hazlo lo más pronto posible¿Ok?

—Ok. -respondo y digo: - ¿No quieres lubricante?

—No, solo métela que, al cabo, con lubricante o sin lubricante igual me va a doler.

Yo sigo lamiendo su ano y toda el área de su perineum. Ella esta tan excitada que ella misma se masturba el clítoris.  Pasan los minutos y llega la orden: Méteme la verga.  Sin tacto, sin consideración que es una chica delicada, sin decir flaca, pero pasaría con el adjetivo de flaca, le he dejado ir toda mi verga.  Ella me pide que le dé con todas mis ganas, que le abra bien el culo y yo solamente veo como mi verga desaparece y aparece desde su ano en la posición de perrito.  La taladro violentamente el culo por un par de minutos, mientras ella sigue masturbándose el clítoris.  Llega su orgasmo con un espasmo que he visto como se eriza toda la piel de su cuerpo, su ano vibra sin control y pareciese que son sus labios de su boca los que me aprietan la verga con una coordinación que me hacen tocar el cielo: Me vengo en su delicioso culo, el cual, viéndolo así, veo como su zona del calzón que usa, es ligeramente más blanca que su piel de por si blanca.  Gime, llora, ríe está gozando la cogida.  Tomamos otra ducha para caer rendidos juntos en la cama.

¡Eres maravilloso!  Nunca pensé que me dieras esa cogida no me lo esperaba.  Me sangraste el culo y realmente me dolió, pero estuvo rico.  ¡Que corrida me has dado!

Me decía todo aquello, mientras seguía masajeando mi verga en la cama.  Ella sabía que yo estaba en ese limbo de haberme sentido penetrado por mi ano y comienza con su terapia.  En la plática descubro que es colega de mi madre, también es psicóloga y me explica que lo que he vivido no me hace homosexual:  La diferencia radica en algo simple, es el deseo que te lo haga un hombre, entonces si eres homosexual.  Incluso. -proseguía. Si te lo hace una mujer, pero imaginas a un hombre penetrándote, entonces eres homosexual.

Realmente goce todo lo que me hizo, pero sintiendo su voz, sus delicadas manos, sus tetas, sus labios de mujer, sintiendo a Olga completamente, me sentía seguro que no era una acción homosexual; todo aquello había pasado con una mujer y lo hacía porque me atraía una mujer.  Debo confesar que Olga el siguiente día me volvió a penetrar dándome previo a su acción culminante un rico masaje con su rica lengua en el culo.  ¡Que rico!  ahora era yo quien gemía tímidamente.

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