Nuevos relatos publicados: 13

Carta a María: siempre estarás en mi

  • 17
  • 12.020
  • 9,18 (11 Val.)
  • 0

Pienso en ti cada momento. Cada segundo de mi vida está dedicado a ti. Jamás olvidaré nuestro primer contacto, la primera palabra… ¿ Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste aquí solo? Tu promesa incumplida de volver me atormenta, cinco años esperando es mucho… más tras saber que ya no estás sola. Pero tengo que estarte agradecido: mis problemas están resueltos.

Contaba yo 19 años cuando entraste a buscar tabaco a aquél pub. Era un día lluvioso de invierno, frío y desesperante. Un miércoles como tantos allí solo, deseando que llegaran las tres de la mañana para cerrar e irme a mi casa. Además, mi novia no vendría ese día, como el anterior… no pasábamos un buen momento. Cinco años de relación dan para mucho, tanto bueno como malo. Y en ese momento nada bueno ocurría entre ella y yo.

Así estaba yo aburrido y enfadado con el mundo, leyendo sin prestar atención un libro que me regalaron que, aunque prometía, no me llegaba a entretener del todo.

– Por favor, ¿me puedes dar cambio?… perdón… ¿me escuchas?

– Sí eh… ¿decías? Ah! cambio sí, sí trae…

– chico estás dormido

– No es que… Bueno da igual, no creo que hayas venido aquí a escuchar la vida de los demás.

– Bueno a decir verdad no me vendría mal un poco de compañía vivo sola y me acabo de mudar así que no conozco a nadie aquí. ¿Es tuyo esto?

– No bueno… es de una amiga pero ya hace tiempo que se lo llevo yo y siempre estoy solo. Entre semana hay poca gente pero con este tiempo…

– Si jajaja la verdad que no apetece salir de casa

– Por cierto; ¿cómo te llamas?

– María

– Yo Jorge tomate algo, hoy invita la casa.

– Gracias ponme una cerveza. Bueno y dime; que te pasa que andas con esa cara

– Nada ya sabes: problemas de pareja.

– Bueno yo de eso sé mas bien poco; hace dos años que no tengo novio.

– Vaya saliste rebelde

– A decir verdad llevo mucho sin liarme con ningún tío, no pienses que soy ninguna estrecha, pero en dos años no he estado mas de dos meses en ningún lugar y no he tenido tiempo para nada. Ahora me he venido aquí con un buen empleo y creo que estaré una buena temporada. Una pena que el primer chico que conozco esté tan bueno y tenga novia porque ya me había hecho ilusiones…

 “vaya – pensé- decidida la chica” hasta ese momento no te había observado, absorto en mis problemas, pero tengo que decir que estabas muy bien, pelo castaño enmelenado, ojos marrones claros tirando a verdes, una figura preciosa con un gran tipo, delgada sin llegar al extremismo, con los pechos medianos y un trasero que se adivinaba espectacular; Firme y bien redondo. “¿Qué buscará esta? Parece maja pero algo rarilla”

– Bueno sí es una pena porque tú no estás nada mal. En realidad, estas muy bien, al menos así vestida

– jajaja tú lo que quieres es que te enseñe el escote picarón…

– No no, como tu dices, tengo novia así que esta difícil la cosa.

– Si pero también me has dicho que las cosas no os van bien así que quién sabe. Bueno yo me voy que al final te voy a meter en un compromiso, yo siempre me acelero demasiado…

– Está bien María encantado y espero verte pronto.

– Ciao guapo.

Esa noche al llegar a casa no pude evitar pensar en ti y nuestra conversación. Dormí mal y me levanté sudoroso y excitado. Soñoliento aún, recordé mi sueño, en el que tú te quitabas la chaqueta y me enseñabas el escote… tonteando claramente y tratando de calentarme. No necesitaba más, estaba totalmente empalmado y con un calentón increíble. Enseguida me empece a acariciar la polla, pensando en ti, imaginándome quitándote la ropa, besando y disfruntandote entera. Pensé en tus pechos, deben estar bien duros y firmes, pues parecías una niña aún, – más tarde me enteré de tus 20 años.- aceleré los movimientos de mi mano en mi verga tratando de correrme, cosa que logré enseguida, soltando mi leche y pringando la cama, que no me quedo más remedio que mudar.

Por la tarde vi a mi novia, que tenía día libre. Eran las tres tan solo y yo no abría el pub hasta las nueve, así que nos dirigimos a mi piso. Al llegar, nos besamos y empezamos a acariciarnos, la quité su blusa y el sostén, dejando al descubierto sus pechos perfectos de mujer recién formada, sus 95 de pecho miraban hacia el cielo, como es normal con 18 años como tenía ella aún, y sus pezones sonrosados, recubiertos por una aureola diminuta, duros y largos demostraban su estado de excitación. Debajo del pantalón, un tanga blanco cubría su sexo depilado, a excepción de una ligera rayita a lo brasileño como ella lo llamaba. Unos labios gruesos dejaban paso a un clítoris gordo y grande que bien sabía yo como hacerle gozar. Ya desnudos, comencé a besar todo su cuerpo, acariciando levemente con la punta de mi lengua sus pechos, tripa… me acerqué suavemente a su sexo ya excitado y abriéndome paso con mis manos, exploré su coño lentamente, saboreando sus jugos, acomodándome a su ritmo. Al observar que ya estaba bien dispuesta, me adueñé de su clítoris torturándolo con dulzura, escuchando sus gemidos que confirmaban mi buen hacer. Pronto ella se levantó, tirándome a mí en la cama y con una bonita sonrisa se situó encima mío, cogió me polla y la introdujo en su interior. No había entrado entera cuando exploté. Como todas nuestras relaciones sexuales acabó sin casi haber comenzado.

– Joder Jorge, siempre igual.

– Lo siento cariño… ven que voy a comerte un poco mientras esta revive.

– Déjalo ya estoy harta de esto.

– Cielo yo lo intento pero…

– Mira yo no aguanto más, eres un egoísta y ya no me encuentro con ganas de seguir.

– Sabes que estoy tratando de superarlo amor, dame un poco más de tiempo.

– Ese es el problema Jorge; el tiempo. Llevamos tres años igual y esto no mejora. Aún no sé lo que es correrme con una polla dentro y ya no aguanto más. Será mejor dejarlo aquí.

– Creo que la egoísta eres tu. A mí me duele más que a ti. Yo tampoco lo estoy pasando bien.

– Por eso mismo; no sé dónde esta el fallo, quizá sea yo que no sé entenderte, por eso es mejor que lo dejemos.

Y se marchó. Sin más. Estaba jodido y mucho. De siempre había tenido esos problemas de precocidad y, ni siquiera los psicólogos, habían podido ayudarme. La relación cada vez iba a peor. Al principio bastaba con que jugase con ella después de mis corridas. Lo malo que tenía con la polla, lo tenía de bueno con mis manos y mi lengua, pero yo sabía que no era suficiente; algún día se cansaría de mí.

Me puse a llorar como un niño, maldiciendo mi pene y el sexo. Me odiaba y estaba harto de todo. Fui a la cocina e ingerí un par de pastillas calmantes que me recetaron los médicos. Al fin y al cabo la vida seguía y yo tenía que abrir el pub en breve. Fui hasta él pensando en las palabras de mi ya exnovia, y al poco me acordé de ti. Vamos como para ligar contigo, si es que no estabas de coña la noche anterior. Si acabábamos en la cama te destroncharias de la risa.

Una semana después, estaba jugando una partida de dardos en el pub con unos amigos, tratando de superar mi ruptura sin demasiado éxito. Un toque en la espalda y ¡voilà! Ahí estabas tú. Me quedé alelado contemplando tus ojazos, y te reíste…

– Bueno y cuéntame- comentaste tras un buen rato charlando- ¿ Lo arreglaste con tu novia ya?

– Mas bien al contrario; hemos roto.

– Vaya… lo siento… creo.

– Ya se veía venir; sabía que no aguantaría mucho mis problemas.

– ¿Problemas? Puedes desahogarte si lo deseas.

– Bueno verás… creo que no eres la persona indicada. Apenas te conozco y es algo muy íntimo.

– Mmm… eso me encanta soy un poco cotilla jejeje. No, en serio, puedes hablar. Seré una tumba y te vendrá bien.

– En fin sí quizá tengas razón. Para que me entiendas bien, te voy a contar todo desde el principio

“Hace ya tres años, Rebeca y yo decidimos que era la hora de perder la virginidad. Todo estaba bien preparado. Solos, una cena increíble… besos caricias… nos quitamos la ropa y empezamos a explorar nuestros cuerpos. Los dos estábamos muy nerviosos, pero yo enseguida estaba empalmado y por la tremenda humedad de su coño, comprendí que ella estaba igual de caliente que yo. Cogí un preservativo y me lo puse, ella me cogió le pene y lo acercó a su agujero, acariciándose y pasándolo de arriba abajo. Yo inexperto, nervioso y muy muy caliente, me corrí sin ni siquiera haberla penetrado. Era la primera vez, así que no le dimos mucha importancia y mientras me recuperaba, comencé a lamerle el conejito. Pase mi lengua por toda su raja de arriba abajo como había visto en alguna peli porno y cuando descubrí su botoncito, jugueteé con él. Ella respiraba fuerte y no paraba de moverse y gemir, por lo que me imaginé que no lo estaba haciendo mal del todo, sobre todo teniendo en cuenta que era mi primera vez. A todo esto yo ya me había repuesto y tenía otra vez la polla bien dura y dispuesta, por lo que me deje de lengüetazos y pase de nuevo a ponerme un condón. Rebeca pedía a gritos ser follada y yo lo estaba deseando. Así que rápidamente la empalé. Para mi sorpresa, y el disgusto de Rebeca, a la tercera o cuarta embestida me volví a correr, por lo que la pérdida de su virginidad no pudo ser más desastrosa. Decidí seguir chupando y lamiendo, pues me di cuenta que eso la encantaba, y cuando noté que estaba más excitada que nunca, la metí dos dedos en el coño, moviéndolos con rapidez en un mete-saca frenético que hizo que se corriera soltando un jugo lechoso que me apresuré a probar. Así terminó nuestra primera vez, y de esa misma manera se han resuelto todos nuestros encuentros sexuales; yo corriéndome antes de tiempo, y ella aguantando las ganas de tener una polla dentro de sí.”

Confié en ti, María, y me vino bien, pero ahora tú tampoco estás… ¡¡ MARÍA!!

– Así que ese es tu gran secreto. Eyaculación precoz. Es una putada pero todo tiene solución.

– Sí es posible, pero estoy harto ni siquiera especialistas han sido capaces de ayudarme.

– Jorge, además de Rebeca, ¿lo has hecho con alguna otra?

– No nunca

– Entiendo… creo que puedo ayudarte… si tú quieres.

– Eh… bueno sí pero…

– Mira ya te dije la otra noche que llevo algún tiempo sin follar, y creo que además de una polla tienes manos y lengua… además de una carita de ángel que me vuelve loca. Cuando cierres voy contigo a tu casa y comenzamos la “terapia”.

– Está bien yo no tengo ningún problema; Tu estás de muerte. Pero te aviso que no te va a gustar.

– Tu déjate hacer guapo.

Las tres horas que pasaron hasta el cierre se me hicieron interminables. Decenas de copas puestas sin saber siquiera cómo, y pasó lo normal; no me enteraba de una. Los nervios se apoderaron de mí y no acertaba a poner una sola copa bien; confundía licores, vasos, precios… si no llego a llevar allí 3 años currando y ser el “gerente” como decía mi jefa del local, ese mismo día estaría en la calle.

Pero como el tiempo pasa inescrutablemente, y ni la mayor de las magias puede con todos los relojes, llegaron las 3 de la mañana; hora de cierre impositivo puesto por la alcaldía “por el bien común”. Marchamos hacia mi casa sin mediar palabra alguna, ya que yo no podía y tú parecías divertirte con la situación. Al fin llegamos, y tú viniste hacia mí, me besaste fugazmente y te tiraste en la cama.

– Bueno comencemos… desnúdate y ven aquí a jugar conmigo. La primera fase consiste en comprobar tus habilidades en los preliminares.

– Está bien como quieras…

– Tranquilo yo te estoy deseando.

Me desnudé presa de una fuerte emoción y un gran nerviosismo. Sabía que no te iba a sorprender mi cuerpo, pues soy de complexión más o menos normal, tirando a sobrepeso, y el tamaño de mi pene era bueno, de la media alta, como decía mi ex.

– Que bueno, ya casi me entran ganas de pasar de preliminares. Me encanta tu cuerpo y esa pollita promete…

– Si ese es el problema: lleva prometiendo mucho tiempo pero no da na.

– Ven anda…

Me acerqué a ti quitándote la camiseta. Me sorprendió verte sin sostén, y me encanto observar por primera vez esos pechos preciosos que tanto he llegado a admirar; Firmes, durísimos, grandes, sin llegar a lo extremo, una aureola oscura y pequeña terminada por unos pezones puntiagudos que se volvían piedras cuando estabas excitada. Acaricié esas dos maravillas mientras besaba tu cuello con suavidad, notando el inminente endurecimiento de tus pechos, y una respiración entrecortada indicándome que por el momento todo iba por el buen camino. Dejé tu cuello con lástima pues es esbelto y hermoso, como toda tú, y probé el sabor de tus pechos, dulces, exquisitos. Sin sacar de mi boca uno de tus pezones, traté de despojarte de tu pantalón, tarea a la que me ayudaste pues parecía no querías perder mucho tiempo. El tanga que llevabas apenas lo vi; blanco de encaje, te lo sacaste furiosa. Me paré a contemplar la nueva vista; un coño delicado totalmente rasurado, por lo suave, comprendí que ese mismo día, un olor ácido y embriagador salía de él despedido, cautivando mi olfato, igual que la vista hipnotizada.

– Vamos, ¿acaso no has visto nunca un coño? No me hagas sufrir que me va a dar algo.

Volví en mi de nuevo, y abrí tus piernas, como dos puertas automáticas, tus labios se abrieron dejándome ver un coño abierto, mojado del que un hillillo blancuzco resbalaba hacia tu agujero anal denotando así tu gran excitación. Besé tus ingles, pasé la lengua rodeando tu sexo, unas veces cerca, otras interminablemente lejos, escuchando tu respiración cada vez más fuerte, que me indicaba tu desesperación por que llegara el momento. Acerqué la lengua a tus labios y me abrí paso entre ellos saboreando los deliciosos jugos que ya se apoderaban de tu coño en su totalidad. Gemiste, gritaste, y, cuando chupé tu preciado botoncito duro ya, te corriste salvajemente apretando fuerte mi cabeza con tus piernas llegando casi al ahogo mientras yo me aseguraba de no dejar escapar ni uno solo de los líquidos que de tu interior salía. Fue un orgasmo largo este tuyo, lleno de convulsiones que no hacían sino excitarme aún más.

Cuando quedaste satisfecha, te levantaste rápido sonriéndome y besando mi boca con pasión, como queriendo beber tú también del néctar desprendido por tu coño.

– Vaya tienes una lengua voraz. Te aseguro que es de las mejores comidas que me han dado.

– Bueno, al menos ya no te irás de vacío.

– Tranquilo que la noche no ha hecho más que empezar. Esta es la primera fase pero quedan unas cuantas… ya verás como salgo más que satisfecha de aquí.

Sin más me tiraste en la cama y cogiste mi polla entre tus manos, acariciando mis huevos, masajeándolos. Besaste la base recorriendo despacito toda ella con la lengua, sin prisas, la introdujiste en tu boca y comenzaste a mamar con tacto jugueteando con tu lengua. Y yo no aguanté más; expulse mi leche que tu tragaste con vicio, sin desperdiciar nada y seguiste limpiando.

– Joder lo siento. ¿Ves…?

Con un gesto me hiciste callar, y seguiste chupando mi polla muy despacio, masajeando con tus manos mis huevos. Al poco tiempo, y sin que la hinchazón hubiese desaparecido del todo, mi polla comenzó a crecer de nuevo, tus ojos brillaron al igual que los míos, ardientes ambos de placer.

– Segunda fase completada con éxito: corrida y reanimación conseguida. Prepárate porque ahora empieza la tercera fase: 69 completo.

– Jajaja eres increíble María.

Te tumbaste sobre mí, poniendo tu coño a escasos centímetros de mi cara, por lo que pude observar que tus flujos seguían saliendo de él, presa de una excitación desmesurada. Tú volviste a introducir mi falo en tu boca, jugando con él con cariño, por lo que yo me decidí a meter mi lengua dentro de ti. Me afané tratando de follarte con la lengua entrando dentro de ti todo lo que podía. Un dedo se acercó a tu culo apretando en tu agujero. Diste un respingo que me asustó en un principio, pero pronto comprobé que te había gustado. Me apoderé de tu clítoris y comencé a masajearlo fuerte con mi lengua, mientras intentaba introducir mi dedo índice, previamente lubricado en tu agujero anal con sorprendente éxito. A esto tu aceleraste los movimientos dando una velocidad a la mamada que yo sabía no resistiría por mucho. Y así fue como me volví a correr dentro de tu boca. Algo que te debió encantar puesto que instantáneamente volvieron a salir como una cascada los jugos de tu interior.

– No pares sigue comiéndomelo. Yo me encargo de revivir esta pollita.

Y así seguí, dándote placer con mi lengua en tu coño y dos dedos dentro de tu culo, escuchando tus gemidos bebiendo de tus jugos, mientras tú te afanabas en volver a poner tiesa mi polla. Yo pensé que sería imposible volver a estar listo en tan corto espacio de tiempo, pero tu maestría superó baches y al poco volví a estar listo.

– Ahora verás como sí sabes hacer disfrutar a una mujer también con la polla.- dijiste mientras te levantabas y bailabas juguetona.

– Bueno intentaré hacer lo que pueda pero…

– Calla chiquillo, y ya verás.

Te tumbaste encima mío y cogiste mi verga sobando con ella tu coño. Estabas excitadísima y yo muy sorprendido. Poco a poco bajaste sobre mi falo, sin prisa, disfrutando claramente con cada milímetro de mí que entraba en tu interior. Cuando estuvo entera dentro, comenzaste el consabido mete-saca con suaves movimientos. Traté de concentrarme, de impedir correrme rápido, de conseguir que al fin una mujer disfrutara de mi polla… y lo conseguí. No sé cómo pero conseguí que disfrutases a mi lado. Lentamente fuiste acelerando el ritmo moviendo tus caderas con precisión, gimiendo, arqueando la espalda y perdiendo la mirada. Yo confiado por la nueva situación, acompasé tus movimientos, en un baile diabólico que no tenía fin. Gritamos, gemimos y gozamos, yo por primera vez sabiendo no ser el único. A una vuelta me agarraste las manos entrelazando nuestros dedos, y en un cambio de ritmo bestial, un pinchazo recorrió mi columna hasta mi polla, corriéndome locamente, y sintiendo como al tiempo te llegaba a ti el orgasmo. Caíste sobre mí, y así estuvimos, tumbados durante un largo rato. Casi me estaba durmiendo ya, contento porque sabía que algo estaba cambiando en mí, cuando te echaste a un lado y empezaste a jugar con los pelos de mi pecho.

– Has visto Jorge, lo has conseguido.

– Gracias María; nunca creí que lo conseguiría.

– Todo está en la cabeza; si consigues no pensar, entonces todo va bien.

– Quizá sea verdad… no sé qué hacer para agradecértelo.

– Ya lo has hecho tonto.

Y así, abrazados, dormimos el resto de la noche.

El sol me despertó al mediodía. Te busqué pero no estabas a mi lado en la cama. Me levanté desperezándome y me dirigí a la cocina, donde me esperaba un delicioso desayuno y una nota. “Me tuve que ir, lo siento. Pero pronto tendremos la segunda sesión de mi terapia. Besos” No pude por menos que sonreír. Estaba contento además y quería celebrarlo. Ese día no abriría yo el pub. Llamé a una camarera que me ayudaba los fines de semana y me marché a comer con unos amigos. Bebí, reí y disfruté como hacía tiempo. Hasta mis amigos se sorprendieron de mi buen humor.

Y esperé. Quería volver a verte y tú no venías. Al cabo de diez días yo estaba ya desesperado cuando apareciste por la puerta. La sonrisa en tu boca y una mirada maliciosa.

– Hola Jorge, ¿me has echado de menos?

– María… claro, tenía ganas de verte. Pensé que no volverías.

– Cielo, una promesa es una promesa. Pero hay que dar tiempo a las cosas. Puede ser peligroso vernos todos los días. Puede que el sexo se convierta en amor y eso sería fatal…

– Vaya, ya veo que eres de las que no se atan.

– Quizá; eso no está en mi decirlo. El corazón manda y cuando se pone tonto…

– Jajaja, tranquila que de momento podré controlarlo.

Estaba encantado allí hablando contigo. Charlamos de todo y de nada, y la noche voló. Y volvimos a mi casa. Yo sin miedo, pues sabía que nada iba a salir mal. Confiaba en ti, y los recuerdos de la última noche me daban fuerzas. Sin tiempo allegar nos estábamos besando con frenesí. No queríamos aceptarlo, pero algo más que el sexo nos estaba empujando. Apenas nos conocíamos, mas el amor es así; esa batalla está siempre perdida. Al llegar a mi cuarto y sin parar de besarnos, nos despojamos de nuestra ropa, acariciando yo tus pechos, besando tus erizados pezones, saboreando tu cuerpo pensando que quizá sería la última vez. Te eché suavemente en la cama y volví a admirar tu precioso coño… húmedo ya presa de la excitación que empezaba a aflorar en los dos. Besé tus piernas, desde la punta de tus pies, acercándome despacio a las ingles, observándote, sintiendo en mí tus sensaciones. Pasé mi lengua por tu coño, abriéndome el paso hasta el clítoris, el cual mordí suavemente, sintiendo como te retorcías de placer. No estuve mucho rato así, pues tu parecías querer algo más de mí esa noche. Me empujaste y te pusiste a cuatro patas. Yo me puse detrás de ti, y comencé a penetrarte, poco a poco metiéndotela despacio, sintiendo un calor ardiente en mi polla, presa de ti. Te follé y me di cuenta; ¡Estaba curado! Aceleré el ritmo tratando de acoplarme a tus caderas y al sonar de tu respiración.

– Así amor que ricoooo. Me encanta cielo. Síiii.

Noté como contraías tus paredes vaginales y pensé que era el momento; aceleré aún más el ritmo y nos corrimos juntos, gritando perdimos el control de nosotros mismos, llegando al éxtasis infinito, presos ambos de un placer inenarrable. Caímos en la cama exhaustos y contentos. Me besaste con ternura acariciando mi pecho, abrazándome fuerte sin soltarme. Y así nos dormimos. Y así nos despertamos.

Volvimos a follar; ¿o hicimos el amor? Esa mañana, con ternura, sin prisa. Y para mí no existía el mundo; me habías curado y yo me estaba enamorando de ti.

 

… pero ya te has ido, y sé que no vas a volver. Mi vida se rompe en pedazos sin ti. Te quiero María, vuelve…

(9,18)