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Perversiones

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Estaba yo en mi ordenador, aburrido en el Chat de siempre, poca gente al menos conocida. Ya estaba a punto de irme, cuando un privado llamó mi atención

“Pau: hola, ¿estás igual de aburrido que yo?

– hola pues sí la verdad que esto es un coñazo. Hoy no hay ni dios. A ti no te he visto nunca aquí.

– Pues la verdad es que no entro casi nunca. Me llamo Paula.

– Yo Jorge encantado.

– Igualmente. ¿De dónde eres? ¿Edad?

– Soy cántabro de 23, ¿tú?

– Galicia, 21.

– Y que haces por aquí

– busco chicos con los que hablar, conocernos por la webcam, ¿tienes? Y no sé… lo que surja.

– Sí tengo cam, pero no suelo usarla.

– Mira, yo lo de la cam más que nada es para saber de verdad con quien hablo. Yo te puedo decir a ti que soy rubia alta y con un cuerpazo de muerte y pesar 130 kilos. No me gustan las mentiras ni que me vacilen y la única manera de comprobarlo es esa. De todas maneras no te preocupes, que yo no busco un tío buenísimo; para hablar vale cualquiera.

– Está bien si es eso lo que quieres nos ponemos la cam, tienes razón en lo que dices, pero tampoco me importa mucho, cada uno que diga lo que quiera, total para hablar me da igual quien sea.

Al poco nos pusimos las cam, y lo que vi me sorprendió; era una chica realmente guapa, pelo castaño con media melena, una carita de ángel, finísima y, por lo que dejaba ver el top que llevaba, un pecho firme buen puesto, sin ser demasiado grande. Yo tampoco soy gran cosa, mido 1,70 metros y peso 71 kilos, moreno, ojos marrones, y una constitución normal, con algo de barriga debido a mi afición cervecera.

– Vaya, eres muy guapa.

– Gracias, tú tampoco estás nada mal, me gustan tus ojos, son muy bonitos.

– Sí, es lo que más suele gustar a las chicas de mí.

– Y cuéntame, ¿tienes novia?

– No, estoy sólo. ¿Tú?

– Tampoco, no me gusta demasiado amarrarme, soy muy liberal y eso a vosotros no os gusta mucho, nos queréis tener siempre dispuestas a lo que queráis.

– Jajaja, bueno es una manera de verlo.

– Discúlpame un momento, voy a la nevera a buscar un refresco.

– Vale

Se levantó y ¡estaba en tanga! Al darse la vuelta pude observar una bella panorámica de su culo, adornado con un fino hilo rojo. Era precioso, redondito y respingón. Me quedé embelesado viendo cómo se alejaba hacia la cocina. Cuando volvió, echó una sonrisa, debido seguramente a la cara embobada que se me había quedado.

– hijo vaya cara que tienes, parece que hayas visto un muerto.

– Eh… perdona pero… oye, ¿siempre vas así por casa?

– ¿así? ¡Coño! Se me olvido que tenía la cam puesta Jajaja. Al menos espero que te haya gustado mi culo.

– Joder, claro que me ha gustado. Estas de muerte chiquilla.

– Jajaja gracias. ¿Tienes micro? Voy a conectar el mío, así podemos hablar sin tener que estar escribiendo que es un rollo.

– Vale, voy a conectarle. Ya está.

– Mejor así.

– Pues sí. Jajaja, dime, lo de ir en tanga, ¿lo haces siempre?

– En realidad estaba en ropa interior, me puse la camiseta cuando conecté la cam, pero después se me olvidó girarla cuando me levanté.

– La verdad, me alegro que te hayas olvidado.

– ¿Sí? Pues podías hacer una cosa, ya que tú me has visto el trasero, podías devolverme el favor y enseñarme tu pecho, me encantan los pechos de los hombres.

– Si claro. ¿Así?

– Mmm perfecto. Me encanta tu torso. Sabes, me excita esto, alguna vez hago cibersexo, y ahora me apetece… si tú quieres claro.

– Bueno… yo nunca lo hice, pero me gustaría probar.

Ella se levantó y empezó a quitarse el top bailando sugerentemente, al tiempo que me animaba a mí a desnudarme por completo de igual manera. Me estaba excitando por momentos, y al descubrir sus hermosas tetas desnudas, solté un silbido de admiración. Paula se acariciaba los pechos con sensualidad, entreteniéndose en sus pezones, que al poco rato se mostraron erizados y duros. Para eso yo estaba solo con mis calzones, y no podía ocultar mi verga empalmada.

– vamos cielo, muéstrame ya tu polla dura, seguro que esta deliciosa, me encantaría comerla. ¿Ves cómo están de duros mis pechos? ¿No te gustaría tocarlos? Ya estoy húmeda cielo, pronto verás mi coño mojado para ti.

– Eres una diosa Paula, mira como me pones.- Dije mientras le mostraba mi polla, dura y sedienta de placer.

– Si mi niño, tócatela, acaríciala pensando que está dentro de mi boca. Mmm ardo en ganas de que me comas el coño, ¿quieres verlo? Mira mi tanguita qué mojado está ya ¿me lo quito?

– Sí Paula, déjame verte entera desnuda.

Se despojó del tanga y me mostró un primer plano de su chocho, rasurado y muy mojado ya, tenía los labios enormes y muy hinchados, y un pequeño clítoris, precioso que pedía a gritos ser comido. La escena hizo que mi verga latiera fuerte, por lo que decidí ir despacio para no acabar demasiado pronto. Todo esto era nuevo para mí y me estaba excitando mucho.

Paula siguió acariciándose las tetas con una mano, mientras con la otra jugueteaba con su coño. Mientras se masturbaba, y entre jadeos, organizaba mis movimientos y posturas. Estaba preso, y no hacía sino asentir ante sus órdenes, obedeciendo sumisamente todas las indicaciones que me hacía.

– Estoy a punto de correrme, voy a acercar el zoom para que veas en primer plano cómo se corre mi conejito. Quiero que te corras conmigo, dame tu leche cabrón.

– Si Paula, yo estoy a punto también.

Al momento pude ver cómo se metía dos dedos en el coño, follándose con ellos alocadamente, y gritando como una loca, cuando pude ver un líquido blanquecino saliendo del interior de su sexo. En ese momento me corrí, manchando con mi semen la habitación.

– Vaya, me ha encantado, espero que a ti también.- dijo Paula entre sofocos.

– Sí claro ha estado genial. Eres increíble. Me encantaría repetirlo.

– ¡claro! Cuando quieras, me encanta tu polla, seguro que está deliciosa.

– Jajaja a mi lo que me gustaría es tener en mi boca esa corrida tuya.

– ¿Así?- Me respondió, al tiempo que cogía parte de sus fluidos y los metía en la boca.- Está delicioso, me encanta el sabor de mi coño, me excita.

– Que envidia, me dan ganas de saltar a la pantalla, sigue cielo, me encanta verte así.

– Mmm, que rico, sí, tócate, quiero ver cómo se te vuelve a poner duro ese capullo.

¡Claro que lo iba a ver! Me estaba poniendo malísimo de nuevo viendo como bebía sus propios jugos. Se notaba que su excitación no había disminuido, por lo que volví a acariciarme la verga despacio, estimulándola para conseguir una nueva erección. Paula se marchó un momento y volvió con un consolador de un tamaño medio. El solo hecho de imaginármela jugando con él, hizo subirme la libido, y mi polla empezó a reaccionar.

– Vaya, veo que casi la tienes lista ya. ¿Te gustaría que te la chupase así?- se introdujo el dildo en la boca, realizándole una espléndida mamada que sentí como mía. Mientras chupaba se siguió acariciando el coño, empapado y abierto, al tiempo que gemía y movía las caderas. Para entonces yo estaba con la polla bien tiesa, y masajeaba los huevos con una mano, al tiempo que acariciaba el glande con la otra.

– Amor, estoy muy caliente, no veas cómo me arde al chocho, que pena no tener esa verga aquí, para que me la ensartes bien adentro. ¡Ah, qué rico, qué gusto siento! ¡Vamos, menea esa polla cabrón!

Sus palabras me volvían loco, sabía cómo llevar la situación y yo tenía el capullo tieso y bien mojado de mis líquidos pre seminales. Ella jugó un momento con el consolador pasándolo por sus pechos, erizando más si cabe sus pezones, y bajó hasta su coño, acariciando sus labios, empapando el dildo con sus jugos abundantes. Se insertó de una tacada aquel juguete, soltando un grito y arqueando la espalda. En ese momento dejé de existir para ella, pues empezó a follarse el coño como una loca, con la cabeza hacia atrás y gritando de placer algo ininteligible. Mi excitación era enorme y no podía sino gemir mientras me masturbaba sin piedad, agarraba el falo fuertemente, ejerciendo una gran presión, como intentando impedir que de él saliera nada.

– ¡Ahhhhh! ¡Me corroooooo! Dios que gustoooo.

– Así Paula, como me pone ese coño tuyo, fóllalo, venga quiero ver cómo te corres golfilla.

– Sí, sigue hablándome, me encanta cabrón, venga suelta tu leche.

– Si ya casi me co…. Ahhhhh.

– Síiiiiiiiiiiiiiiiiii

Fue otra corrida estupenda y unificada. Al tiempo que veía como Paula se volvía a venir, mi polla sufrió unos fuertes espasmos mientras mis huevos exprimían toda la leche que en ellos quedaba. Paula se quedó recostada en la silla, suspirando y diciendo “qué gusto, qué gusto”. Yo, casi sin fuerzas, me fui al baño a limpiarme un poco y a buscar una fregona para limpiar también la habitación.

Al volver ella se había desconectado, dejándome un mensaje: “ha sido increíble, espero repetirlo pronto. Un beso, Paula.” Me disgusté al no poder despedirme de ella, pero el mensaje me daba esperanzas para volverla a ver. Limpié la habitación y me duché recordando la escena, lo que hizo que me volviese a empalmar y tuve que volver a masturbarme.

Quince días después, estaba trabajando en mi despacho, y casi había olvidado a Paula, pues no había vuelto a saber nada de ella, cuando se conectó al Messenger. De pronto recordé la sesión que habíamos tenido días atrás y me sentí deseos de hablar con ella. Estaba pensando si saludarla o no, cuando fue ella quien me saludó a mí.

– Hola pimpollo. ¿Qué tal?

– Bien aquí trabajando, ¿y tú?

– Muy bien gracias, ya tenía ganas de verte, pero he estado fuera de casa por unos días y no he podido conectarme.

– Me alegro de volverte a ver, pero no te puedo hacer mucho caso; estoy trabajando.

– Jajaja cielo… que no te he dicho que me pongas la cam hijo. Sólo te estaba saludando.

– Ya. Me refería a que si viene algún cliente no te podré escribir.

– Bueno tú tranquilo. Si quieres yo si te pongo la cámara para que no te olvides de cómo soy.

– Jajaja como quieras, pero no me olvido tan pronto.

Me puso la cam, y, ¡estaba denuda! La veía aún más guapa que aquel día, tenía el pelo mojado, y los pezones erizados debido al frío, pues debía haber salido de la ducha hacía poco. ¡Qué asco sentí en ese momento por el maldito trabajo!

– Joder hija, ¿tú nunca te vistes?

– Jajaja acabo de salir de la ducha, y creí que te gustaría verme así.

– Claro que me gusta, estás preciosa reina, pero estoy trabajando y no es el momento de calentarme.

– Jooo. Yo que tenía preparado un show… ¿No me dejas enseñártelo?

– Eres un terremoto, no me pongas los dientes largos.

La muy golfa se puso a bailar acariciándose las tetas y pellizcando los pezones, se daba la vuelta agachándose dejándome a la vista su escultural culo. Yo estaba poniéndome malísimo, y ella, consciente de que estaba en mi trabajo, parecía disfrutar haciéndome sufrir.

– ¿Te gusta? Mmm, estoy excitada y me apetece hacerme un dedo. ¿No quieres verlo?

– Paula no seas mala por favor.

– Anda goloso, si sé que te gusta mi coñito,- dijo abriéndose de piernas invitándome a deleitar mi vista con su raja- mira qué bonito…

– Joder si es que estás buenísima. Me estás poniendo a mil. Tengo la polla durísima.

– Mmm qué pena no verlo. Pero te tengo preparada una sorpresa. Primero tienes que ver mi actuación, y luego te la digo.

Echo la silla hacia atrás, y comenzó a acariciar su chocho, abriendo los labios vaginales y pasando sus dedos por ellos. Estaba humedeciéndose, y por su agujerito comenzó a resbalar un hilo de líquido que resbalaba hacia el agujero anal. Comenzó a acariciarse el clítoris y poco a poco fue aumentando la velocidad de la fricción, moviendo las caderas acompasando los movimientos. Metió en su coño dos dedos de la mano que tenía libre y se estuvo masturbando durante largo rato. No me quedó más remedio que sacar la polla de mis pantalones y masturbarme, al fin y al cabo la mesa me tapaba y la puerta estaba cerrada.

– Qué golfa estás echa, ya has conseguido que me haga una paja, ahora no te vayas a parar ¿eh? Quiero ver cómo te corres y hacerlo contigo.

Mis palabras parecieron animarla, ya que se masturbó con más ímpetu, metiendo los dedos con más rapidez aún. Era increíble la capacidad de lubricación de la chiquilla, pues sus jugos inundaban su raja, resbalando hasta su culo y llegando incluso a mojar la silla. Al ver cómo arqueaba la espalda, comprendí que estaba a punto de correrse, por lo que aumenté la velocidad de mi mano, eyaculando al tiempo que observé salir de su interior esos jugos blanquecinos que tantas ganas tenía yo de probar.

– Cielo, espero que te hayas corrido, me ha encantado masturbarme para ti.

– Sí, lo hice, qué lástima no estar cerca de ti, me encanta verte.

– Tengo que contarte un secreto, me has gustado desde que te vi. Y tengo ganas de estar contigo, pero de verdad, quiero que me folles. Por eso he aceptado mi nuevo destino; en cinco días iré a trabajar a Torrelavega. En principio es por un mes, pero si las cosas van bien y me interesa, puedo quedarme indefinidamente.

– ¿De veras? Me encantaría, de hecho lo estoy deseando. Además te voy a hacer un ofrecimiento: vivo solo y en mi casa hay dos habitaciones, por lo que si quieres puedes pasar ese mes en conmigo, así no tendrás que buscar sitio. Eso sí, no es imprescindible que duermas sola, puedes dormir en mi cama si quieres, Jajaja.

– Vaya gracias, te tomo por la palabra, pero lo de dormir ya se verá, no vaya a ser que nos acostumbremos demasiado. Ahora me tengo que ir. Déjame tu teléfono y te llamo. Un beso

– Aquí le tienes… besos preciosa.

Los días siguientes fueron los más lentos de mi vida. Llegaba el sábado y el jueves ya estaba de los nervios. No volví a tener noticias de ella en todos esos días, y yo me preguntaba si estaba haciendo bien. Era precipitado por mi parte meterla en casa, pues no la conocía, pero me hacía sentir tan bien… me preocupaba meterme en algo imposible, pues me temía que iba a acabar enamorándome, y ella me mandaría a paseo.

El viernes no pude dormir apenas y me levanté con las sábanas pegadas al cuerpo, empapadas en sudor. Me di una ducha decepcionado, pensando que Paula se había reído de mí. Salí a la calle malhumorado, maldiciendo a Paula y al día que la conocí. Estaba en un bar que hay cerca de mi casa, donde suelo ir cuando quedamos a tomar blancos con los amigos, cuando me sonó el teléfono.

– ¿Sí?

– Jorge, soy Paula,

– Ehhh hola, ¿dónde estás?

– Pues estoy en Torrelavega, dime dónde vives para llevar las maletas.

– ¡Claro! Dime dónde estás y te indico el camino.

– Pues estoy al lado de una rotonda, en un concesionario de Peugeot.

– Espérame que estoy aquí al lado, voy a buscarte.

– Vale hasta ahora.

¡Había venido!

El concesionario estaba a 500 metros de mi casa, por lo que fui andando hasta allí. En realidad, más que andar corría aparatosamente, apoderado de un nerviosismo inusual en mí.

Allí estaba ella, espléndida. Su melena rubia recogida en una coleta, su cara de ángel sonriente (quién diría viéndola así lo viciosa que era), una camiseta ajustada y un pantalón vaquero como prendas informales, por las que se apreciaba la extrema belleza de su cuerpo.

– Hola Paula, eres más guapa en persona.

– Gracias Jorge, pero dame un beso, ¿no?

– Delicioso.- acerté a decir tras un ligero beso en los labios.- Igual que tú. Bueno vamos que está aquí mismo mi casa.

– Claro sube al coche. Espero que no hayas cambiado de opinión, todavía estoy a tiempo de buscar dónde quedarme.

– No tranquila, como te dije puedes quedarte en mi casa.

– Gracias Jorge, eres un sol.

– Métete por aquí y aparca.

Seguimos hablando mientras aparcó y la ayudé a subir sus maletas. La enseñé su cuarto y la dejé allí, dejándola que colocase sus cosas. La esperé en el salón, y no tardó en aparecer vistiendo un diminuto tanga negro y un sostén a juego.

– Espero no incomodarte si voy por la casa así. Ya me has visto desnuda y me encuentro más cómoda.

– No me incomodas, pero tardaré en acostumbrarme. No suelo tener una belleza vestida así todos los días en casa.

– Jajaja. Qué bobo eres.- dijo mientras se acercaba a mí sonriendo.

Se sentó encima de mí y comenzó a besarme en la boca, introduciendo su lengua en la mía sin encontrar oposición. Nuestras lenguas jugaron enredándose, mientras Paula se afanaba en quitarme la camiseta, acariciando mis pezones y restregando su entrepierna en mis bajos. La quité el sostén y pude contemplar de cerca esos hermosos senos que me tanto me gustaron a través de la pantalla del ordenador. Acaricié sus tetas y mordisqueé sus pezones, que note cómo se endurecían al contacto con mi boca. Paula suspiraba acariciando mi espalda, dejándose hacer. La cogí en brazos y besándola la llevé hasta la cama, donde la deposité suavemente.

– Déjame ver esa polla Jorge. Quítate los pantalones. Me vuelves loca.

– No sabes las ganas que tenía de estar así contigo, Paula.

Me quité los pantalones y Paula me acarició la verga empalmada por encima de los calzoncillos, mirándola con cara viciosa, mordiéndose el labio. Me quitó la última prende que me quedaba y, acariciando mis huevos, se introdujo el capullo en su boca. Su lengua recorrió toda mi polla, deleitándose con ella, mientras no paraba de acariciarla con sus manos. Me brindó una mamada de película, acelerando el ritmo cuando observaba mi necesidad, y ralentizándola cuando veía aproximarse la corrida. Siguió chupando con ímpetu el falo, dándome pequeños mordiscos que no hacían sino excitarme más. Fue acelerando poco a poco, y ayudándose con su mano, consiguió sacar la leche de mi polla, bebiendo la mayor parte, resbalando parte de ella por su pecho. Cuando terminó de limpiarme bien la polla, recogió los sobrantes de semen que habían caído en su cuerpo y se los bebió.

– Está deliciosa tu leche… me has puesto muy cachonda, espero que sepas comportarte como un hombre y hagas disfrutar a esta putita como es debido.

– Descuida, que vas a gozar.

La eché sobre la cama y la quité el tanga. Al fin tenía ese coño en mi poder, con el monte de Venus ligeramente poblado, bien recortado, y esos labios que me volvían loco. La abrí bien de piernas y pude observar que estaba muy lubricada. Introduje mi cabeza entre sus piernas y me apresuré a beber sus líquidos. Pasó varias veces mi lengua por toda su raja, de arriba abajo y al revés, notando su excitación y escuchando sus gemidos. Separé sus labios vaginales con las manos y rocé con la punta de la lengua su clítoris, consiguiendo arrancar de su garganta un grito de lujuria.

– Vamos Jorge, que bien lo haces, cómo me gusta cabronazo. Ahhhhh que gusto.

Seguí chupando su clítoris y jugando con mi lengua, mientras una de mis manos jugaba alternativamente con cada uno de sus pechos e introducía dos dedos de la otra en su coño. Paula se retorcía y no paraba de gemir, cogiendo mi cabeza con sus manos, apretándome contra ella. La follé con los dedos velozmente, mientras mi lengua seguía torturándola y, entre gritos, Paula se corrió, apretando sus piernas contra mi cabeza. Seguí así un rato, hasta que sus músculos se relajaron y conseguí fajarme, viendo así el líquido que salía de su coño, que rápidamente me apresuré a beber. Paula se levantó, besándome y saboreando sus jugos, mientras acariciaba mi polla que ya volvía a estar erecta.

– Vaya, veo que todavía tienes gana de guerra.

– ¿Acaso querías librarte tan rápido?

– Para nada.

Me tiró en la cama y se subió encima de mí. Se fue metiendo mi polla poco a poco, gozando cada centímetro, hasta que la tuvo entera dentro. Entonces comenzó a moverse, metiendo y sacando casi al completo la verga al tiempo que movía sus caderas en círculos. Agarré sus pechos. Pellizcándole suavemente los pezones, mientras ella no paraba de votar, inmersos ambos en un lujurioso baile desenfrenado, olvidándonos del mundo. Éramos sólo dos cuerpos unidos, corriendo en la misma dirección: el paraíso sexual. Nos abrazamos y nos besamos, al tiempo que agarré su culo, ayudándola en sus movimientos. Perdí la noción del tiempo hasta que Paula, fatigada por el baile, se levantó de mí.

– Te toca. Hazme gozar cabronazo. Fóllame ya.

La cogí y la pues a cuatro patas sobre la cama, insertándola toda mi polla de un golpe, lo que hizo que estallase en un grito. La estuve follando un buen rato así, mientras ella tocaba su clítoris, abandonándolo ocasionalmente para acariciarme los huevos. Sentí una gran presión sobre mi pene y comprendí que no tardaría en correrse, por lo que aceleré mis movimientos tratando de venirme con ella. Entre gritos y gemidos nos corrimos, cayendo ambos exhaustos en la cama. Paula se dio la vuelta y me volvió a besar, abrazándome.

– Jorge, ha sido maravilloso. Me encanta y me gustas mucho. Pero has de saber que soy muy liberal y me encanta experimentar con el sexo.

– Bueno todos tenemos nuestros vicios.

– No me entiendes… no es fácil estar con alguien como yo. No quiero que te hagas ilusiones pensando que podamos llegar a salir juntos. Me gustas y quiero seguir follando contigo. Con el tiempo quizá me puedas llamar “novia”, pero sabiendo que no voy a renunciar a nada. Eso sí, mientras esté aquí, prometo avisarte de todo lo que haga, e incluirte siempre que sea posible.

– Está bien, acepto el reto. Veremos hasta dónde llegamos.

Nos besamos y se durmió abrazada a mí. Las dudas se empezaron a apoderar de mi subconsciente. ¿Sabía dónde me metía? ¿Acabaría apaleado? Quién sabe… el tiempo pondría las cosas en su sitio.

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