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Para mi pengirl

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Ficción dedicada a Tita e inspirada en ella.

Leí tu historia. Desde la primera entrega me atrajeron tus líneas. Cuando vi tu avatar creí que estaba alucinando: era la foto de tu teta izquierda. Después pusiste una foto completa, aparecían las dos ¡Qué maravilla! ¡Qué caída! Te imaginé cincuentona y muy caliente. Después supe que tenías 65 años, “no está mal”, pensé, aunque dudé si un “pibe” con ocho o diez años menos te pudiera hacer gracia (Jajajajaj), es decir hacerte gozar como los expertos que son tus amantes y tu esposo para el sexo. En otro foro publicaste una foto con tu cara borrosa, supongo que para evitar que te reconocieran; no importa, yo sí lo haría pues tu pecho con ropa no puedes esconderlo tanto y espero que no te pintes el cabello, tal como apareces en ese otro avatar, ¡te ves hermosa!

Mediante muchos mensajes privados, te insistí en querer conocerte y que me dieras la dirección de tu correo personal, tu, teléfono y más. A cambio te escribí los míos. Tu negativa fue constante, aunque en ocasiones notaba cierta falta de firmeza, lo cual me daba esperanza para seguir insistiendo.

En mi caso, las experiencias con señoras casadas no habían sido muchas, la mayoría menores que yo, aunque inicié con una, dos años mayor, cuando todavía no cumplía los 30 años de edad. Tuve dos “amiguitas” casadas que eran mucho menores (20 y 25 años menos), lo cual me dio mucha confianza, pero las de ahora tienen sólo unos cinco años menos (incluso una no se casó nunca) y, la verdad, no se corresponde con el calor de las otras. Por eso, cuando te leí me enamoré de tu fuego. ¡Sí, me enamoré!

En mis locuras, soñé contigo, con tener tu pecho sobre mi cara y besar la cicatriz que mostrabas en el avatar y que, según me contaste, “Sí, tenía un lunar y me lo quitaron por razones profilácticas, cuando tenía 25 años”. Después me platicaste que Saúl leyó una carta que te mandó Roberto donde estaba preocupado por el resultado de la biopsia. ¡Ya los imagino: sumamente preocupados! Saúl y Roberto te querían por esas chiches y ¡yo también!, eso fue lo que me atrajo a ti, no lo puedo negar...

Insistí más en los mensajes: “Quiero conocerte en vivo, a todo olor, color y en tercera dimensión. Dame una oportunidad de hacerte el amor, con mamadas y jalones de tetas incluido. Contéstame a mi correo”. Tu respuesta fue jocosa: “Ja, ja, ja... Gracias, me halaga saberlo, pero ya solamente estoy en "recogimiento", es decir sólo cojo con los que ya había cogido. Gracias por mandarme unas mamadas en mis tetas y en mi concha.” Bueno, eras amable, pero me agradecías las ganas que yo tenía. Continuamos nuestra plática epistolar, la cual me ponía muy caliente y no tienes idea cuánta leche derramé por ti, por tus palabras.

Al fin, te convencí con una de mis locuras:

       Quiero que me mandes tu correo. Me gustó tu foto del perfil y

       también se ve que sigues siendo muy atractiva con ropa, se nota

       tu hermoso par de anzuelos. Me gustaría que Saúl te hiciera el amor

       y después, varias horas después, lo hicieras conmigo, quiero probar

       cómo fermentas el semen en tu panocha y también "mover atole",

       como dice tu esposo.

Dame oportunidad, aunque sólo sea una vez...

Sueño con tus tetas y me imagino “tu olor y sabor a puta cogida".

¡Contéstame, por favor!

Tu respuesta la recibí en el buzón de mi correo electrónico. El nombre “Tita de” seguido de un apellido, supongo que el de Saúl. ¡No lo podía creer! En ella me decías que agradecías mi interés y que te resultaba muy divertido pensar en añadir una aventura más a estas alturas de tu vida. Me hacías más preguntas sobre mí: “¿Por qué te pusiste nikename Vago82, acaso tienes 33 años?, porque en un comentario dices que pronto cumplirás 60”; “¿Por qué ese avatar de la espalda de una mujer? Mejor pon una fotografía tuya, con la cara, que de fotos de pene o rostros de caricatura ya está lleno el foro”; “¿Dónde vives?, porque México es muy grande”; “¿Eres casado y de ser así, tu esposa sabe que me deseas?”.

¡Lo que decías era un “sí” implícito! Me apresuré a contestarte: “Así viviera en Mexicali o en Cozumel, yo iría a verte, pues estoy de acuerdo en la verdad del dicho: ‘Dos tetas jalan más que dos carretas’. Afortunadamente es en una ciudad muy cercana al DF e iré cuando me digas”, y escribí enseguida mi nombre (el cual cambio aquí) y dirección completos. “El nikname se debe al recuerdo más grato que he tenido en el sexo, mi segunda mujer, empezamos en 1982, quien me decía ‘Vago’ después de dejarme tirado a mediodía, todo venido, hasta que me llamaba para comer, o sonriendo me decía ‘Vago’ cuando se bajaba los calzones para atender mis reclamos; ella ha sido la que más ordeñas me hizo al día, a veces iba a mi escritorio, me daba unas mamadas y me agarraba del palo bien crecido para llevarme a la cama. La foto es de otra amiga, la tomé hace ocho años, junto con otras más, porque ella me lo pidió.”

Contesté sin remilgos, incluso lo de si mi esposa sabía o no: “Sí soy casado y amo a mi esposa. Desde nuestro noviazgo ella me dijo que no le importaba la fidelidad y así la acepté; al revés, la no importancia de mi fidelidad, le cuesta trabajo, es celosa (como tú, aunque seas cogelona con otros), pero no se echa para atrás en su dicho, yo no le pregunto sobre cómo le va con sus amigos y ya se acostumbró a que yo no le conteste sobre mis quereres, que no los necesitaría si ella me tratara como lo hacía mi segunda mujer. No niego que hay personalidades como la tuya que me harían caer una y otra vez en la tentación de la infidelidad”. Por último, te envié un par de fotos mías ya que no pensaba cambiar mi avatar.

Durante una larga semana, diariamente enviaba a tu correo personal, y un MP al Foro SST, algunas líneas donde te pedía que me hicieras feliz, aunque sólo fuera un par de horas. Diariamente revisaba mi buzón y también el foro de SST, preguntándome si habría algo nuevo de tu parte... ¡Nada! Dos semanas y seguías silente. ¡Cómo me hubiera gustado tener la dirección de tu casa para mandarte un ramo de flores (serían jazmines) pues te juro que me sentía enamorado, me bastó soñarte para sentir tu piel, tu aroma, tu...! ¡Pero tu silencio me confundió! Después, cuando pensé que ya no me responderías nunca, ¡zaz!, ¡tuve un correo tuyo! Estaba muy emocionado y contrario a lo que cualquiera haría, suspirando contemplé durante dos minutos mi bandeja de entrada, varias veces conté una a una las letras del asunto: “Hola, guapo!” y traía un ZIP anexo. Otra vez me parecía increíble que me respondieras y mucho menos con esas líneas.

Iniciabas disculpándote por tu silencio y me explicabas (Copio con Ctrl+C del correo y pego con Ctrl+V, sólo pongo comillas “” a las frases de ella, según mi entender, y cambio ‘’ por “”, las comillas que ella traía. Espero que sí lo haga bien.)

 “La verdad, después que vi tu mail y las fotos que me mandaste, empecé a hacer ‘cerebro’ durante varios días pensando que a nadie le haría daño lanzar una canita al aire, más si nuestros respectivos cónyuges ya saben de qué pie cojeamos” Estaba yo con la laptop abierta, viendo tus fotos y en eso, quién sabe de dónde, apareció Saúl atrás de mí, cerré el archivo de la foto, luego el texto de tu correo, pero los dos o tres segundos fueron suficientes para que él lo leyera (al menos para que su memoria tomara una foto y en unos segundos después leyera la imagen que vio) y después de mirar la pantalla, volteó a verme, arqueando las cejas. Sentí que su mirada no sólo recorría mis ojos sino todas las circunvoluciones de mi cerebro, lo sentí navegando por toda mi corteza sin faltarle un solo meandro qué recorrer. De pronto él y yo salimos del letargo como un salto hacia la nada y escuché el ruido de un chapuzón, como si Saúl hubiese tropezado en el córtex límbico con un charco enorme y yo sentí un hilillo viscoso en mi entrepierna. ¡Así fue, no te miento! Nuestras mentes están muy conectadas desde que éramos novios, cosa que Saúl aprovecha muy bien pues sabe cómo interpretar gestos, miradas, tics y no sé cuántas cosas más en las que yo solamente me muevo por intuición. El caso es que mi esposo, sorprendido no sé de qué, tomó aire y se marchó a su estudio. Yo me quedé admirada de su comportamiento: olía a celos y me sentí complacida que leyera tantas cosas en mí, más de lo que yo sabía en ese momento.”

 “A las pocas horas, en la noche, cuando estábamos acostados (siempre dormimos sin ropa), lo primero que hizo fue darme un beso y decirme ‘Te amo, mi Nena puta. Estas chiches siguen pescando incautos’, me dijo y las juntó para mamar los dos pezones a la vez. Después, sin soltarlas, bajó y hundió su cara entre mis piernas, olfateó mi vulva, probó el sabor de mi vagina empezando a lamer desde más afuera y volvió a repetir ‘Te amo, mi Nena puta...’ ¡Su lengua lo hacía tan rico que me vine pronto! ‘¡Sí que te mojaste con el mail de tu amigo, sabes a puta que te chorreaste desde hace rato!’, insistió.”

 “Yo ya ni me acordaba que había sentido escurrir algo, ¡pero mi esposo sí lo supo y lo confirmó cuando su lengua empezó a lamerme la entrepierna! Se subió en mí, sin soltarme los pezones empezó a moverse hasta que se vino, volviendo a decir, esta vez gritando: ‘¡Te amo, puta!’ Descansó sobre mí y se bajó.”

 “—Cuéntame de él, ¿dónde lo conociste?, ¿cómo te cogió?... —me empezó a preguntar.”

 “—¡Cálmate! —le dije poniendo una mano en su agitado pecho y otra en el pene relajado y muy mojado—. Ahorita te contesto, celoso, primero lo primero —le respondí y me puse a mamar, sacándole lo que aún traía en el tronco.”

 “Se le empezó a parar otra vez, me tomó de la cabeza y empezó a cogerme por la boca. ¡Era riquísimo sentirlo tan celoso como pocas veces!”

 “—¡Dime quién es, puta! ¿Cómo se llama? ¿Es del club donde vas a hacer ejercicio? —decía y me movía la cabeza para que su falo me llegara hasta la garganta.”

 “¡Creí que volvería el estómago con tanto vaivén!, pero aguanté solamente porque me gustó verlo perdidamente celoso. Cosa que debo agradecerte, Eloy. Se vino soltando un fuerte chorro y quedó inmóvil.”

 “—Cuéntame, Nena —suplicó calmadamente —y yo terminé de saborear su riquísima venida.”

 “—Se llama Eloy, no lo conozco más allá de sus mails. Pero si así te vas a poner, ¡te juro que me lo cojo aunque yo no le guste!

 “—¿Cómo que no lo conoces y te manda un correo tan caliente? No lo creo, no lo creo...”

 “Le conté que lo que yo había escrito de mi historia lo había subido al Foro SST y de los más de cien mensajes que me pedían conocerme para coger, y por supuesto no pelé, cuando mi interés había sido el de dar a conocer mi caso por si había alguien en esa situación para que lo pensara de otra manera. Sólo hubo una persona que había mencionado algo parecido con su exmujer y se separaron después de 20 años, y me dijo que quizá mi vida le ayudaría a entender mejor aquella situación. Lástima que ya pasó aquello, de cualquier manera, yo le aconsejé ‘Vea a su exesposa y hable con ella, seguramente ella podrá explicarle lo que usted no entiende (y tal vez se diviertan...)’. Contesté unos cuantos mensajes, y únicamente cuando éstos los consideré serios, además de que se trataba de personas que también publicaban relatos. La otra persona interesante fue Eloy, además de insistente.’ Le conté varios detalles que me parecieron interesantes, por ejemplo la coincidencia entre ustedes que eyacularon por primera vez a los doce años en una niña de diez, según uno de tus relatos. Que yo no tenía la culpa de que a ti te gustaran las chichonas, también según otro relato tuyo, y que mi travesura de subir las fotos que él me tomó (recortándole la cara) hubiese tenido mucha atracción, a pesar de mi edad. ‘De ser cierto lo que adivino de Eloy, me parece una persona franca y eso me atrajo a tener correspondencia. Lo caliente, de mi parte, fue hasta hoy’, le dije.”

 “—¡Qué interesante! —me dijo otra vez metiendo su mirada en mí —¿Te calentó sin conocerlo? ¡Me es difícil creerlo! Pero... Sí, si hay gente que enamora con su voz, ¿por qué no con sus letras?”

 “—Pues sí, créelo, yo no lo sabía. Hasta que te sentí celoso me cayó el veinte.”

 “—Nena, te pido que pienses bien las cosas, no sabemos quién sea el tal Eloy y si lo que él dice es verdad o no. Por favor piénsalo al menos una semana más antes de comunicarte otra vez con él.”

 “Así están las cosas, Eloy. Como ya lo pensé y hoy en la noche se lo diré a Saúl, prefiero contestarte antes. En el archivo adjunto te envío varias fotos mías, sin retoques ni trucos, de diferentes épocas. No están con buena resolución (a excepción de una reciente) de lo contrario, no me las aceptaría el correo en un anexo.”

 “Tengo una pregunta sobre tu segunda mujer pues quedé muy intrigada: ¿por qué se separaron?”

 “Un beso.”

“Tita”

¡Uf, no podía creer tanta suerte! ¡Me hacía saber que quería coger conmigo, más porque su marido se encelaba que porque yo le gustara! Eso que al principio me hizo sentir muy bien, después me dio temor: ¿qué tal si a ella no le gusta cómo me la cojo? “No importa”, me contesté cínicamente, porque por lo pronto ya me la habré cogido y eso era lo que yo quería.

Los días pasaban, yo leía y releía nuestros correos, ya más frecuentes. Veía sus fotografías y trataba de adivinar dónde estaba o quién se la había tomado, quise pensar que algunas personas que se veían cerca eran sus amantes, pero no, no había razón... Solamente Saúl (con más canas que ella), sus nietos y sus hijos aparecían en ellas, y los identifiqué según lo que me contó cuando le pregunté. Su foto con mejor resolución y actual reflejaba algunas canas en su cabellera negra, las cuales portaba dignamente; a las claras se notaba que había sido una mujer muy bella -además de que lo constataban las fotos restantes- y seguía siéndolo a pesar de su edad. Me contaba cómo se la cogía Saúl cuando hablaban de mí. Yo le dejaba ver que ya quería conocerla “completita”, pero ella seguía dándome largas, tanto que temí que yo era un juego. Traté de ver todas las participaciones que ella tuvo en los foros, las copié, así como los comentarios que le hicieron y lo que contestó; no era mucho, más había en nuestra correspondencia, de la cual, ayudado por Internet, partí para encontrar mayor información. Ella no mencionó otra coincidencia más: yo también tuve una hija que no era mía, fue con mi primera esposa que era tan puta, bonita y chichona como ella. Le pedí y me envió el documento del amigo que me había mencionado en un comentario. Se trataba de un documento rebuscado por lo denso y por la gran cantidad de temas que tangencialmente trataba para argumentar su texto, sin referencias porque fue escrito para él mismo y quizá para comentarlo con sus amigos más cercanos y lo más sorprendente: no había rastros de frases iguales en Internet (quizá por lo antiguo y que luego fue olvidado por él). Le pregunté si cogió alguna vez con ese amigo y me dijo que no y que no le hubiera insinuado algo parecido porque lo veía en otro nivel muy superior. Lo que sí me dijo de él es que le confió varios de sus amoríos y él los escribió para que ella los tuviera más vívidos.

Me obsesioné tanto en la búsqueda y en las inferencias y deducciones que tuve pesadillas con las que despertaba a media noche. La más rebuscada fue la de ligar a Orestes, otro sujeto de ambos foros, con ese amigo, al grado de pensar que las faltas de ortografía de los relatos de éste eran intencionales para que ella no lo reconociera. Le comenté a mi amigo Pepe todo lo que me pasaba, doctor en psicología y con formación filosófica y científica. Después de dos botellas de vino, cuando acabé de decirle lo que me ocurría, se rio a mandíbula batiente y me dijo: “Sólo por echarle más leña al fuego, pendejo, ¿no crees que Saúl ya te investigó y no solamente por Internet?” Me quedé helado y lívido. “Estás obsesionado por caliente, la señora esa no está fea y, a pesar de su edad, sí se antoja para más de un palo, pero te puedes encontrar mejores y mucho más jóvenes en la zona de tolerancia, o entre las maestras de la Universidad, donde también las hay cultas y están divorciadas.” A partir de ese día me sentí paranoico, creía que Saúl o sus esbirros me seguían a todas partes. Yo revisaba mis cuentas de correo y las máquinas que normalmente uso para ver si no había rastros de hackers. ¡La pasé muy mal! Pero otra vez Pepe me soltó unas cuantas palabras y me tranquilizó “¡Dile que ya quieres cogértela, que si ella no quiere, entonces la mandas a la chingada! Pinche vieja caliente sólo te pasa el calzón por las narices...” Traté de ser firme en mi siguiente correo y la cité en Ciudad Universitaria, en una zona alejada que ella había mencionado antes o en la estación del metrobús de Perisur. Sin más, contestó el mismo día que al día siguiente a las once y media de la mañana estaría en el metrobús.

¿Así de fácil, después de tanto tiempo de darme largas? ¡No me importa, yo me la cojo!

Esa tarde llevé a lavar el auto. Al día siguiente me levanté temprano, me bañe, hice mi desayuno y partí al DF. A mi esposa le había dicho que iría al DF a una junta de profesores universitarios. “No te vayas sin desayunar, ya ves que esas reuniones son muy largas”, me advirtió. La autopista estaba relativamente vacía. En una florería de San Ángel, compré un pequeño y hermoso ramillete de jazmines y la esperé hasta que llegó. Apenas de verla, la besé en los labios y le entregué mi ofrenda, advirtiéndole que la hoja de papel externa era un soneto que hice para ella. Su cara reflejó una sorpresa agradable y trató de verla, pero se lo impedí.

—Lo lees al rato, cuando estemos cómodos. ¿A dónde quieres que vayamos?, pregunté dirigiéndonos a donde tenía estacionado mi auto.

—¿No lo has pensado?, dijo mirándome sorprendida.

—Me refiero a que si deseas tomar algo antes, un café, una copa, desayunar, ¡qué sé yo!

—No, quiero darte lo que me pediste, con los saludos de mi esposo... Me espetó sin más, dejándome inmóvil.

—¿Qué, no querías eso?, me dijo deteniéndose y volteando hacia mí.

La paranoia volvió a mí. Volteé para todos lados sin ver nada anormal. Más bien, sospechando de todos los que se comportaban normalmente. Apuramos el paso y seguí volteando furtivamente para uno y otro lado hasta que llegamos al auto.

—¿Qué pasa? Como todos los fuereños, ¿tienes miedo de los asaltos que hay en chilangolandia, según la televisión?

—Bueno, uno nunca sabe.... Contesté justificando mi paranoia.

—Proporcionalmente, aquí hay menos crímenes de todo tipo que en tu tierra, jajajaj. Contestó burlona.

Era la primera vez que nos veíamos y hablábamos con la soltura de dos personas que llevaban toda la vida de conocerse. No era para menos, sabíamos mucho uno del otro. Enfilamos hacia el Sur y pronto llegamos al hotel ‘Costa del Sol’ y entramos a la villa que nos asignaron.

—¿Ya lo conocías?, pregunté, aunque inmediatamente me arrepentí de mi falta de tacto.

—Sí... con Saúl. Supongo que todos los cuartos son iguales, no creo que sea el mismo... Dijo examinando la habitación y luego lanzó la vista por la ventana.

—Bueno, hay unas con yacusi y con alberca, dije volviendo a meter la pata.

—Para lo que queremos, ésta está bien, ¿o no? Aseguró dejando pasar mi comentario y sonrió.

La abracé y le di un beso, y el olor a jazmines nos envolvió, ella seguía con el ramillete en la mano. Confieso que no supe que hacer, cómo empezar, no quería echar a perder esta gran oportunidad. Afortunadamente ella me ayudó: “¿No nos vamos a poner cómodos?”, me dijo colocando su bolso y las flores sobre la cómoda. La empecé a desvestir y a besarla. Primero besé sus hombros, luego el cuello, después la parte descubierta de su pecho. Seguí desnudándola hasta que quedó en pantaletas y brasier. “¿Y tú...?”, preguntó obligándome a quitar la ropa. Yo traía la verga bien parada y ella la acarició sobre el bóxer mientras me besaba acariciando con su lengua a la mía. En el abrazo le quité el broche del sostén y me separé para verla. “Siguen igual que en la foto que viste en SST” me dijo viéndome arrobado. Quise alcanzar mi celular para tomarle fotos y me detuvo. “No, sólo con tus ojos captura las imágenes que quieras, con tu piel siente la mía y con tu lengua prueba el sabor de todo mi cuerpo...” ordenó bajándome el bóxer y me dio un pequeño beso en el prepucio. La acosté, le quité las pantaletas. “Con cuidado, te puedes manchar, están húmedas y no es sólo lo mío”. Iba yo a decir “Puta...”, pero me contuve y completé la ‘p’ que había empezado: “Pero...”

—Anoche me bañé, cogimos muy rico, Saúl se vino dos veces y hoy, justamente antes de salir de casa, me volvió a coger, diciendo “Suerte, Nena puta, me lo saludas”. Cuando se vino, me subió las pantaletas y me dijo adiós. No sé cómo supo o supuso que te vería, no se comporta así cuando voy a ver a alguno de mis amantes conocidos, aunque tampoco se lo aviso, seguramente la ilusión se desbordaba en mi mirada. Me explicó y vi que la mata estaba untada de semen, al igual que las pantaletas y el olor de éstas.

No aguanté más y empecé a chuparle la vagina, agarrándole las tetas. ¡Mamé y mamé!, a mi mente legó el sabor a puta de mi primera esposa cuando regresaba de ver a su amante (¡otra coincidencia con Saúl!), pero ahora era yo, en mi papel de corneador quien se tragaba el semen del marido. Seguí mamando y, en mi mente, recordando a mi primera esposa... Después de diez minutos o más, deje su panocha y me fui a mamarle las tetas.

—¿Te gustó? ¿Sabe rico mi marido? Preguntó acariciándome el cabello y dejando que, en mi frenesí, le estirará las chiches como se me antojara.

—Ahora mueve el atole y empieza a reponerme la leche que tomaste, mi marido me cogerá riquísimo cuando llegue... Me excité más aún y me la cogí dándole un beso, ¡eyaculé como nunca! y quedé extenuado. Creo que ella tuvo orgasmos desde mis mamadas, pero yo ni me acordé de ver por su satisfacción.

—Con calma, que tenemos mucho tiempo todavía, me dijo pasando sus manos por mi pecho para que se oreara el sudor, después me acarició las piernas, me besó el pecho, el abdomen... Sin dejar de acariciarme lo que alcanzaba de mi cuerpo, me mamó las bolas y el pito. ¡Yo me sentía en el Paraíso! Con mis ojos entrecerrados, me pareció ver a mi exesposa y me sobresalté.

—¿Qué te pasa?, dijo con suavidad en la voz y en el tacto, ¿Te desperté?

Vi su rostro sonriente y más jovial, incluso con mucha menor edad que yo. “Nada”, contesté, “Solamente disfruto del Paraíso que me das, ¡te amo!”, exclamé y comprendí que era cierto lo de que su olor y sabor encadenaban la voluntad.

—Yo también te amo, dijo y me sentí feliz al escuchar sus palabras.

Me chupó el falo con mucha maestría, al tiempo que me daba masaje en los huevos y en el tronco. Se me paró y me montó. Me quise mover y me dijo “No, quédate quieto, yo me moveré ahora”. Acomodó sus grandes tetas sobre mi pecho, con los pezones apuntando hacia mi cara y comenzó a moverse. Sus gritos, orgasmo tras orgasmo, retumbaban en la habitación. Después se sentó y me cabalgó riquísimo apachurrándome los huevos en cada sentón de nalgas. Continuó con sus gritos y sus orgasmos. “¡Qué rica verga papacito!” gritó por última vez y cayó sobre mí. “¡Otro, y otro más!” dijo moviendo sus caderas de un lado a otro para recibir un par de orgasmos “chiquitos”, dijo. “¡Gracias, Eloy, te amo!” escuché antes de que ella durmiera sobre mí con mi miembro erecto y dentro de ella. Sentía un “Tum, tum” en mi pene ¿Era ella o era yo que se me había subido la presión con la altura de la capital? No habiendo más por el momento, también dormí. Desperté cuando ella se acomodó al bajarse de mí y darme la espalda. La besé en el cuello y en la espalda, la abracé acariciando su pecho y se me paró otra vez el pene. Se lo volvía a meter y ella dijo “Rico”, pero siguió descansando.

Cuando despertó me dio un beso en la nariz y se levantó por el ramillete que se empezaba a marchitar. Lo llevó a la cama, lo olió y me lo dio a oler. Separó la hoja donde yo había impreso el soneto que le hice, lo leyó.

—¡Está muy bonito! Eres un poeta consumado. ¿Quién no te va a abrir las piernas para que entres en ella si le escribes así?

—A ver, ábrelas... Le dije incitándola a acomodarse para cogérmela de perrito. Dócilmente se colocó, sin soltar el soneto. La tomé de las caderas, la penetré y empecé a moverme despacio y ella a recitar, leyendo mi escrito. Al final del último verso: “dos amantes contemplan las estrellas”, yo me estaba moviendo rapidísimo y Tita empezó a gritar “¡Sí las miro, mi amor, sí las miro!” y me vine... Quedé sobre su espalda, sin sacárselo y sentí su delicioso perrito que me chupaba, ¡otra vez en el Paraíso!

Reposados acostados frente a frente y besándonos, me dijo “Eres más de lo que dijiste, eres más de lo que esperaba...”. Sólo acerté a contestar “Te amo y me da gusto que sientas cómo te amo”, antes de ponerme a mamar sus chiches.

Al rato fue por su bolsa, la abrió para meter la hoja y la dejó abierta sobre el buró. Yo pensé que ya se había acabado todo, además creí que ya me había quedado seco, pero no conté con la destreza de sus labios y su lengua. Me lo paró otra vez y se acostó pidiéndome que la penetrara una vez más. No había terminado de metérselo cuando me abrazó fuertemente y anudó sus pies en mi cintura. “Vente mucho, mi amor, vente mucho” susurró en mi oreja y la lamió. ¡Sentí que su vagina me apretaba el pene! Me moví tanto que empecé a sudar y ¡eyaculé otra vez! ¡Qué hembra tan puta, sabía cómo exprimir hasta a una piedra! “¡Así, para que ambos contemplemos aquí a las estrellas!” dijo extrayéndome otro chorro. “¡Ah!”, dijo y se soltó de mí haciendo que desfallecido rodara hacia la cama. Subió ambas piernas a mi cadera y alcanzó su bolsa de la que extrajo un tampón y un condón. Yo miraba sin comprender. Abrió el paquete del condón y cubrió con él al tampón. Se lo metió en la vagina y, ante mi mirada asombrada dijo: “No quiero que se me quede en las pantaletas. Amo mucho a mi esposo y esta noche quiero compartirle mi felicidad.”

Se puso de pie y se empezó a vestir. Cuándo se estaba peinando volteó y me dijo “¿Te vas a quedar aquí?”. Contesté “No, hermosa chichona, pero sí me quedo toda la vida si tú también te quedas conmigo”. No me quedaba duda, sus tetas, su aroma y su sabor, me tenían a sus plantas. Otro buey más para la yunta...

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