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Historia de la Frontera 3: Silvia

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Dos semanas después de haberme cogido a la novia de mi primo y que he relatado en un escrito de título: Historias de la frontera 1: Lorena.  Mi primo me vuelve a llamar para que en esta ocasión ayude a su vecina y quien tiene a su hija en la fronteriza ciudad de Tijuana.  Ya había conocido a la Sra. Blanca, una mujer de unos 45 años, muy elegante y muy servicial, que no pude negarme en asistirla, pues solamente se trataba de ir a dejarle ropa a su hija y comprarle unos zapatos, pues en la plática la señora hablaba que su hija no tenía los zapatos adecuados para cruzar caminando la frontera.  Me da $1000.00 para gastos y me enfatiza que, si puedo comprarle comida, quizá un pastel, pues el siguiente día es el cumpleaños de Silvia.

Me fui el siguiente día viernes muy temprano en la madrugada, y ya para las ocho de la mañana estaba desayunando en la pintoresca ciudad de Tijuana. Pregunto a los locales por asistencia para localizar el hotel y me dicen que se encuentra por el famoso bulevar Revolución.  Voy y veo el hotel de una facha no muy acogedora y subo por las escaleras sin percatarme en nada del peligro que uno corre en estos tratos, especialmente cuando uno tiene la edad de 18 años, sin nada de experiencia del conocimiento de estas mafias de contrabando.

Llegué al número de habitación, toqué, y me responde un tipo que por su fachada parecía que no había dormitado por un mes y con un olor resegado de etílico me pregunta: ¿tu vienes por la morra de los zapatos? -le he respondido que sí, y me lleva a otra habitación donde hay una veintena de gentes compartiendo una reducida área del hotel.  El identifica a la muchacha y yo verifico que es ella, pues la Sra. Blanca me ha dado una fotografía tamaño pasaporte, de esas en blanco y negro.  Sin ningún protocolo de presentación, Silvia me sigue y aquel hombre oigo que dice algo, pero en realidad yo no le pongo mucha atención, pues realmente quería salir de ahí. Nos vamos y apenas entiendo que dice que regresemos pronto.

Silvia también parece cansada y es en el coche, un Mustang convertible del año 65, donde comenzamos a platicar.  Me presento con ella, le digo que conozco a su madre, que ella me ha pedido que le compre zapatos y algunas otras cosas que necesite.  Silvia a pesar de su rostro cansado y pasando días con mucha incertidumbre en aquella travesía parecía ser una chica muy guapa. En aquellos años tenía 19; lucía una cabellera corta ondulada, piel de tez clara y ojos redondos y oscuros, era de sonrisa tímida y al principio también tímida en hablar.  Me dijo que tenía hambre y es lo primero que fuimos a hacer, comer algo liviano.  En lo poco que habíamos hablado me di cuenta que no la había pasado del todo bien, que incluso tomar una ducha era muy incómodo cuando se encontraban 20 personas de los dos géneros compartiendo una habitación de hotel.  Comió algo en el coche, pues no quería exponerla al ambiente en las ropas que vestía en aquel momento, y aunque yo le llevaba ropa que su madre le enviaba, no hicimos el intento de que se cambiara, pues Tijuana a las diez de la mañana es una jungla por doquier.

En aquel momento se me ocurrió que ya no regresaría con Silvia y entregarla a los coyotes que deberían pasarla ilegalmente a las tierras del tío Sam, y después de comer un sándwich decidí por alguna razón conducir a las playas de Rosarito y buscar un hotel, donde Silvia se bañaría y cambiaria, mientras yo pensaría que pasos seguir.  Llegué a un hotel en el cual ya me había hospedado antes; un hotel de 4 estrellas que en los años 80 costaba unos $70.00 por noche, pero el hotelero me convenció de una especial, pagar dos noches y la tercera era gratis, y todo estaba incluido: desayuno y cena, y todo el alcohol que pudiera consumir.

Hemos tomado el ascensor con Silvia hasta el piso número diez, de donde teníamos una vista espectacular de las playas de Rosarito, que incluso podíamos salir a una pequeña terraza y disfrutar de las brisas.  Silvia se ha metido al baño y yo me quedo en la terraza disfrutando un par de cervezas viendo el paisaje, cuando vuelvo ver a Silvia aparecer con la misma vestimenta.  Le he preguntado:

—¿Qué paso? ¡No te has cambiado!

—¡No! La ropa es muy reducida para mí.  No me queda.

— No te preocupes, yo bajo enseguida a comprarte algo.  Tu madre me ha dado dinero para estos gastos.  ¿Dame tus medidas?

Ella se queda pensativa y me dice que es de talla 6 de pantalón y una blusa pequeña para adultos.  Me da el número de los zapatos y yo la interrumpo:

—¿Tienes ropa interior?

—¡No!  Me envió pantalones y blusas, pero no ropa interior.

—¿Por qué pregunto? ¿Qué medidas usas?

—Pequeño y de brassier copa 34C.

Me fui por un par de horas y he llegado a las tiendas de ropa de mujeres con la excusa que a mi novia le han robado su ropa en la playa.  Además de lo que Silvia me pidió, le he llevado un estuche estético donde había pinta labios, esmaltes, sombras; incluso tenia tijeras y un par de navajas para afeitarse.  Le he llevado un par de calzones estilo bikini con colores neutrales y dos sostenes que me recomendó la vendedora. En fin, he pagado más de $300.00 por todo aquello, pero me gusto la aprobación de Silvia con lo que le había conseguido.  Aquella tarde me fui a caminar al mar y he dejado a Silvia dormitando toda la tarde, pues parecía que no había dormido por días.

He regresado a la habitación oscureciendo y eran las 7 de la noche y Silvia ahora se mira con su nueva vestimenta y maquillaje más fresca, animada y realmente con mis tragos que me había tomado, la miraba exquisitamente sensual, pero aun sin mis tragos lo era… era una chica muy linda. Hemos bajado al restaurante a comer y hemos platicado un poco más y descubro que tenía un novio que ha dejado en su país, ha sido tan sincera y quizá por ese sentido que da el sentirse enamorada, me confiesa que ha perdido su virginidad en esa despedida al venirse tomando este riesgo en esta travesía.  Ella y yo somos menores de edad para tomar alcohol en este tipo de lugares, pero estando en México, aquello pasa inadvertido y Silvia por primera vez dice que se tomara un whiskey, al final fueron 4.  Y creo que aquello le dio esa sensación de confianza y ser más abierta en su plática:

—¿Tenes novia?

—¡No! -le he contestado.

—Mentiroso… quizá novia no, tendrás novias.

—No, no tengo novia.

—Sabes Tony, eres un hombre muy guapo y muy caballeroso.  Me gusta esa tu melena que tienes.  ¡Como quisiera tener una melena como la tuya!  Pareces que fueras un rocanrolero, un jipié… te va.  ¡Eres guapo!

—¡Tú eres muy bonita Silvia!  Simplemente porque ya tienes novio, no te invito a bailar.  -Realmente ahora hablaba el alcohol, pues regularmente soy tímido.

—Eh… y eso nada tiene nada que ver, podemos ir a bailar si tú quieres.  – Hizo una pausa y luego me preguntó.  - ¿Tony, aquí ya es Los Estados Unidos?

Me preguntaba, pues en aquel restaurante la mayoría parecían ser blancos, norteamericanos.  Le explico que estamos en un lugar turístico para que descanse y se relaje, y que luego la llevaré con la gente que la va a pasar al otro lado.  Bailamos un rato en la pista de baile del hotel y a las 12 de la media noche hemos subido a la habitación.  Le explico que para ahorrar dinero debo quedarme ahí en la misma habitación.  Que no se preocupe, que dormiré en el piso de alfombra y que ella dormirá en la cama.  Pasamos hablando hasta horas de la madrugada y nos hemos quedados dormidos por los efectos del alcohol.  Desperté temprano y veo a Silvia tendida en la cama durmiendo completamente vestida.  Veo que tiene buena figura he imagino deslizarme por aquellas curvas.

Pasamos todo el día sábado como quienes estamos de vacaciones, le he comprado unas rosas por el día de su cumpleaños y para la cena nos hemos dado una señora cena de mariscos acompañados con música de mariachi.  Obviamente ya con más confianza y con algunos tragos, ahora llevo a Silvia del brazo, ella se reclina contra mí y he sentido su busto chocar mi brazo mientras caminamos.  Sé que le gusto y ella también me gusta, pero esta la barrera del novio y realmente nunca he sido atrevido en estas áreas de la vida.  Llegamos a la habitación y me dice:

—Ahora yo duermo en el piso y tú en la cama.

—No, eso no es posible… tu dormirás en la cama.

—Bueno, entonces los dos durmamos en la cama. Digo, la cama es grande.  Tu duermes de aquel lado, yo de este lado, y nos damos masajes en los pies mutuamente.

—Silvia, yo siento que apesto, no me cambio desde el día de ayer.  Pensaba lavar mis ropas en la tina y dejarlas secar hasta mañana.

—Envuélvete en esa sabana y listo y yo miro para el otro lado y listo.

—Bueno, si tienes confianza, pues lo hacemos así.

Me fui a la tina, lavo mis ropas con el mismo jabón de baño, y completamente desnudo me envuelvo en la sabana y me acuesto a la par de Silvia.  Hablamos y contamos muchas cosas mientras ella y yo nos masajeamos los pies mutuamente.  Ella intenta de todas maneras llegar al tema de mis novias y me hace la pregunta donde me di cuenta estaba entrando más en confianza y perdía su timidez:

—¿Qué es lo que más te gusta de tu novia?

—Ya te dije, no tengo novia.

—¿De la última pues?

—Todo.

—No, ¿qué es lo que más te gustaba de ella?  ¿Besaba rico? ¿Hacia el amor rico?

—Me gustaba toda.  ¿Y tu novio besaba rico?  ¿Te hizo el amor rico?

—¡No sé!  Ha sido el único novio que he tenido, así que no se si besaba rico…

—¡Bueno!  ¿Pero a ti te gustaba?

—Si, quizá sí.

—¿Cómo que “quizá”?  ¿Te gustaba o no?

—Te soy honesta… No.

—¿Y por qué estabas con él?

—Por el tiempo, tres años de novio y siempre me respeto hasta que me vine.  Pues le prometí que, si me venía, me le iba a entregar y esperarlo aquí ya como su mujer.

—¿Pero te gusto hacerlo con él?

—¡Pues no se! Nunca lo habíamos hecho antes y como que no fue de la manera que yo esperaba.

—Pues nunca lo vas a saber si no lo haces con nadie más.  Dudo que te haya gustado, pues no te sientes segura de decirlo.

—¿Y tú con cuantas mujeres has hecho el amor?

—¿De veras quieres saberlo?

—Si.  Muchas me imagino.

—Realmente no diría que eso es hacer el amor, yo diría tener sexo con alguien.  He estado con tres. – le mentía, ya me había acostado por lo menos con 8.

—¿Y cuál fue la diferencia?  ¿Cuál te gusto más?

—Todas, todas me gustaron.  Y creo que ellas también la disfrutaron.  ¿Tuviste un orgasmo?

—¿Qué es eso?

—¿No sabes que es orgasmo?  ¿Ahora sí sé que tuviste sexo sin realmente disfrutarlo?

—¿Y qué es eso?

—Bueno, ojalá que la próxima vez que te hagan el amor, tengas un orgasmo.  Es lo más delicioso de este mundo. -le dije.

—Dime, ¿qué es? Ahora me has dejado intrigada.

—Has escuchado a tus amigas decir o hablar eróticamente o vulgarmente diciendo: que corrida han tenido o que se han venido.

—Si.

—Bueno, pues lo dicen porque han experimentado un orgasmo al tener sexo.

—¿Pero qué es?

—Silvia, yo no te lo puedo explicar… tú lo vas a descubrir tarde o temprano.

—¿Me puedes ayudar a descubrirlo? ¿Puedes?

—Silvia, ¿sabes los que estás hablando?

—¡Realmente no!

—Me estás diciendo que tengamos sexo y realmente ya me estas excitando.

—¡Que te excito!  -y se ha puesto a reír.

—Y mira que estoy desnudo, cobijado con esta simple y delgada sabana.

Ella se ha volteado y ha quedado con los ojos bien abiertos cuando divisa mi pene completamente erecto por debajo de la sabana, la cual parece carpa de circo.  Ella ríe, con una risa nerviosa, pero sé también que la he excitado; lo puedo ver en su mirada.

—¡Ves lo que pasa, por estar hablando estas cosas!

—Ahora eres tú la que me has puesto nerviosa al ver esa cosa.

—¿Nerviosa o excitada?

—¡Quizá las dos!

—¿Todavía quieres que te ayude a descubrir lo que es un orgasmo?

—Quiero, pero no puedo… sería serle infiel a Arturo.

—Bueno, en ese caso yo me duermo.  Hay platicamos mañana.

Le doy la espalda y en realidad estoy dispuesto a dormir.  Ella hace lo mismo y solamente escucho que se ha bajado el cierre de su pantalón y duerme vestida. No han pasado ni 30 minutos cuando escucho su cuestionamiento de nuevo.

—Tony, ¿estas dormido?

—No, dime.

—¿Le has sido infiel a tu novia?

—Silvia, no quiero hablar de estas cosas, que lo único que hacen es excitarme.  Dejémoslo para mañana… va.

—¿Ayúdame a descubrir lo que es un orgasmo?

—Silvia, ¿bromeas verdad?

—¡No Tony! Hablo en serio.

Veo, y ella está sentada en la cama a la par mía.  Ella al yo voltearme se ha ido sobre mí y nos comenzamos a comer a besos.  Yo ya estoy desnudo y ella puede sentir el calor de mi cuerpo, mientras yo me tomo a la faena de desvestirla.  Puedo ver su excitación en sus ojos redondos y su respirar es tembloroso. Le remuevo su prenda más íntima, la que yo fui a comprarle y puedo ver esa mancha de sus jugos vaginales que al removerlos dejan ese hilo grueso de su excitación. Me entrego a sus pechos y me dedico a morder y mamar sus pezones, pues veo y oigo su excitación al yo poner mi lengua sobre ellos.  Veo que se ha afeitado, y su conchita es pequeña con un clítoris escondido, pero se dónde lo puedo encontrar.  He pasado mi lengua por su cuello, pechos y abdomen, y sabe que amenazo con llegar a esa parte, que no se si ya habrá experimentado sentir una lengua penetrando ese canal divino que tiene.  Me toma de la cabeza como para disimular que no quiere, pero yo le muestro mi poder, y le hago saber que soy yo quien tiene el poder, yo estoy sobre de ella.  Ha gemido profundamente cuando sintió mi lengua en la entrada de su vagina.  Comienzo con movimientos de arriba abajo en forma de círculos hasta llegar a la zona del perineum y solamente oigo a Silvia gemir intensamente.  Silvia esta sobre excitada, quizá por la plática y lo que imaginaba podría ocurrir con un hombre compartiendo la misma habitación.  Yo comienzo a succionar su clítoris y lo hago en procesos largos y continuos, que en minutos ella llega a descubrir lo que es un orgasmo.  Gime y solamente dice mi nombre: Tony, que rico, que rico, que rico…

Le pregunto si ya ha hecho sexo oral, si ha dado sexo oral y la invito a experimentar.  Silvia me queda observando mi verga y por primera vez hace una comparación con su novio Arturo:  La cosa de Arturo, no era ni la mitad de la que tú tienes… esto no me cabera en la boca, ni creo que en mi parte.  Esto da miedo. -decía.

Aun con sus ojos asombrados, se ha llevado mi glande a su boca.  No tenía mucha practica en aquellos menesteres, pero poco a poco la fue adquiriendo, al punto que en minutos me estaba haciendo producir una enorme corrida, que le he llenado su boca de todo mi esperma acumulado por un par de semanas.  Y no sé, pero ya esperaba escuchar las mismas palabras en la misma expresión cuando me dijo: Tiene sabor dulce. – me dijo.

No hemos bañado y en ese momento he ido a mi carro a sacar unos condones, pues no me los había llevado conmigo pues no vislumbraba que algo así pasaría con Silvia, especialmente que me hablaba que estaba enamorada de su novio Arturo.  He llegado, me he puesto el condón y Silvia me esperaba en la posición de misionero, en la cual me he tomado el tiempo para poderle sumir toda la verga al fondo de su vagina.  Apenas le metía la cabeza y se retractaba diciendo: Me duele, es muy grande.  Realmente no es muy grande, quizá sea un poco más grande que el promedio, pero quizá la que conoció primero, realmente era muy pequeña, pues eventualmente un día conocí a su novio, y eran un chico de estatura pequeña, al punto que Silvia debió haber crecido algunas pulgadas por aquellos meses.

Cuando el dolor fue mitigado por las ganas de coger, hicimos el misionero en un ritmo semi-lento, tenía hasta el fondo mi verga y aunque no se la sacaba, los movimientos eran como queriéndosela chocar fuerte en contra de su sexo, y en aquel movimiento yo seguía prendido de su pechos pero por mera curiosidad comencé a besarle sus axilas y luego pase a mamarle y mordérselas y parecía que aquello le había excitado que comenzó con un movimiento de su pelvis, hasta que volvió a reencontrarse con el cielo y a decir nuevamente: Tony que rico, que rico Tony… me voy.

Aquella noche Silvia tuvo 3 orgasmos fantásticos y la siguiente otros tres.  Estaba tan fascinada con lo que había descubierto, que por esos días olvido que iba para Los Estados Unidos de América y yo olvide completamente comunicarme con su madre, pues por aquellos días no contábamos con teléfonos celulares.

Para el día lunes, tomé la decisión más alocada de mi vida: Metí a Silvia en la cajuela del pequeño coche deportivo y he pasado la frontera sin ningún problema.  Ya estando en la ciudad de San Diego, le he llamado a su madre que todo está bien, que llegaremos el siguiente día a Los Ángeles.  Todavía nos hemos quedado una noche más en un hotel de la zona donde la Sra. Blanca vivía, pues quería por lo menos echarle otros tres polvos a su hija, antes de llevársela a su casa.

Con Silvia, tuve una corta relación de novios y por aquellos días antes de entrar a mi primer semestre en la universidad, nos dábamos tremendas cogidas todos los días, hasta el extremo que la señora Blanca nos encontró cogiendo.

Ella se iba a trabajar a las 6 de la mañana todos los días de semana y regresaba a eso de las cinco de la tarde.  Yo llegaba a su apartamento a las diez de la mañana a cogerle a su hija, pues realmente me había enculado literalmente de ella.  Aquel día ya nos habíamos echado el primer polvo sin ningún problema, ya para la semana nos habíamos acostumbrado que en el edificio de apartamentos donde vivian, la gente abría las puertas y se escuchaba el golpe cuando se cerraban en los pasillos del edificio.  Silvia dormía en la sala en un sofá-cama que extendíamos, y literalmente me estaba dando el culo y le había sumido toda la verga por el orificio más pequeño de ella.  Yo me había subido por sobre la cama y le estaba dando toda la verga en esa posición donde tengo sus nalgas entre mis piernas y su ojete queda apuntando al cielo; es algo incomoda, pero toda la verga se va hasta el fondo.  En aquel menester estábamos y Silvia gemía como una loca, cuando la señora Blanca abre la puerta.  Solamente se le escucho decir: ¡Señor!  Mientras Silvia y yo nos metíamos debajo de las sabanas desnudos.

Yo le caía bien a la señora, creo que me quería como yerno, y después que nos vestimos y con nuestros rostros apenados nos comenzó a aconsejar.  Mencionó hasta boda y cosas por el estilo, que realmente a mí me gustaron, pues Silvia me gustaba.  El problema que Silvia meses después salió embarazada, y ella siempre me dijo que no creía que era mi hijo, pues conmigo siempre uso protección a excepción cuando me daba el culo o me daba mamadas, y con Arturo, lo había hecho sin ninguna protección.

Perdí contacto, pero eventualmente me encontré con ellos y pude ver que su hijo se parecía al padre, quien por esa época formaba un hogar junto a Silvia.  No sé si Silvia le habrá contado algo de mí, pero sentí que yo no era bienvenido a su casa.  Siempre tuve esa duda del hijo de Silvia, que hasta hace poco le pedí que le hiciera un examen de ADN y yo correría con los gastos, pues ahora ya están separados con Arturo.  Me consiguió algo para hacer una prueba y el resultado fue negativo, no podría ser el padre de su hijo.  Pero debo decir, que después de 30 años de aquella aventura, hemos vuelto a coger con Silvia y me ha vuelto a dar su culito a los 48 años.

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