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La forma en que ella me provocaba

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La forma que tenía para burlarse de mí, para constantemente ridiculizarme, me hacían hervir la sangre, me ponían de mal genio, pero acto seguido todo ese rencor y rabia eran desvanecidos ante sus provocaciones, ante las ganas que tenía de cogerla...

Su aspecto era el de una Lolita en toda regla, pero engañaba, estaba muy por encima de los 18 años, era alta, rubia, mediría unos 1,70 cm., algo más cuando se calzaba las botas de taco que tanto me ponían. Era una rubia, de cuerpo delgado, que tenía una facilidad pasmosa para levantar mi verga con un solo meneo de su culo, cuando se aleja me deleito en el vaivén de lado a lado de sus caderas.

Un día me vino a visitar, en aquel entonces yo vivía sólo en mi departamento, venía disfrazada para provocarme, para llevarme al borde del orgasmo y como siempre dejarme esperando. Blusa blanca ajustada, presionando sus tetas y acomodándose al botón de sus pezones que siempre pedían guerra. Minifalda blanca igualmente y unas botas altas, negra de látex con un tacón de unos 12 centímetros. Me estaba doliendo ya la entrepierna solo de verla.

Se percató de ello y sonrió maliciosamente, adentrándose al departamento sin pedir permiso. Viendo que me había quedado algo parado, se acercó a mí y me tomó de la mano, conduciéndome al comedor. Allí se sentó sobre la mesa y me hizo acomodarme en una de las sillas, quedando embobado entre sus piernas.

Yo no paraba de mirar su entrepierna, intentando adivinar si tal y como me había aparecido, no llevaba pantaletas, y en efecto, no las llevaba, mientras jugaba con la yema de sus dedos en su boca, comenzó a rozarme con la punta de la bota en mi entrepierna, por encima del pantalón.

Ni decir cabe, que ya para entonces mi verga se quería salir.

Ella se detuvo y se sacó la bota, continuando su juego ya con su pie descalzo, acomodando sus deditos sobre la forma que dibujaba mi bulto, excitándome, haciéndome perder el control, con unas ganas de enorme de abalanzarme sobre ella y follarla, pero cada gesto mío de iniciativa provocaba que ella se detuviese y que hiciese ademán por levantarse, así que ni me atreví a nada.

Ella se deslizo y se puso de pie, sin dejar de mover su pie, su rodilla quedaba a la altura de mis labios y desee besarla, pero no pude, enseguida la apartó y de un movimiento brusco, se giró y se sentó sobre mí, aplastándome con sus nalgas mi verga.

Solté un leve gemido de dolor, ella lo correspondió gimiendo y moviéndose en círculos, acomodando sus nalgas sobre el bulto. Supe que estaba excitada, que no fingía, porque noté como mis pantalones se humedecieron y no era yo.

Ella se inclinó hacia atrás y me contó de cómo había follado ayer noche a un camarero, como lo había hecho correrse así, como a mí, sin sacarla del pantalón, me susurraba que haría que me corriese en menos de dos minutos.

Yo no contestaba, no podía, me estaba atormentando la verga, quería estar dentro de ella, pero ella no me dejaba, cogía mis manos y las pasaba por sus tetas, obligándome a estrujarlas, a moverlas, a pellizcar sus pezones... mientras se seguía contoneando y acelerando el ritmo.

Seguí en su vaivén constante sobre mí y apenas ya podía aguantar. Ella se dio cuenta pro mis gemidos, porque cada vez buscaba culearla con más insistencia, y comenzó a moverse más rápido, dando saltos sobre mí, causándome dolor y al mismo tiempo placer, hasta que no aguanté más y me corrí, era la primera vez que lo hacía sin tener contacto directo. Me había hecho un lap dance en toda regla, me había llevado al orgasmo, ella era quien controlaba toda la situación...

Me dejó extasiado, con la polla doliéndome y quería más, pero ella no me lo daría, al menos ese día.

(9,11)