Nuevos relatos publicados: 13

La última vez

  • 7
  • 11.973
  • 9,18 (34 Val.)
  • 0

Dices que es la última vez, estás parada frente a la ventana cerrada, es una lluviosa tarde de noviembre. Me dices que esta vez sí vas en serio, que estás enamorada y que te mereces ser feliz. Asiento con la cabeza. Prendes un cigarrillo y te tiembla la mano. Me dices que es lo que siempre has soñado, que eres una chica común, que puede que ahora me des asco. Te sujeto de la cara, apretando tu mentón, te atraigo y te beso la boca jugueteando con mi lengua y me alejo mordiéndote los labios. Meditas, el silencio es aterrador, un crac suena dentro del corazón, pareciera que se escuchan hasta las manecillas del reloj.

¿Cuándo te he obligado a hacer algo que no quieras?, Muchas veces, Bien ¿cuándo te he obligado a hacer algo que no disfrutaras? Nunca. Puede terminar cuando quieras, esto es sólo un juego.

Fumas desesperadamente, juegas con el paño de la ventana. Te sirves un trago de vodka. Yo me siento a la orilla de la cama y me forjo un cigarro de marihuana con cocaína. Observo tu atuendo, usas esas zapatillas que ya sólo usas cuando vienes a verme, o en mis sueños, unas medias de red con liguero y una falda sastre corta; en la parte superior una blusa negra, delgada y un saco sastre, también negro. No puedes jugar con la mente y con los sentimientos de las personas, no eres Dios. ¿Y eso a qué viene? Te juro que es la última vez. Lo entiendo. Creo que no lo entiendes. ¿Quieres que me ponga a llorar, es eso? ¿Quieres que te detenga y te haga promesas que no pueda cumplir?, Para serte franca sí esperaba algo de tristeza, tal vez un gesto romántico. Se me parte el corazón, pero no puedo hacer nada.

Me acerco por tu espalda y recargo mi cabeza en tu hombro, en lo que mi mano, indiscreta, acaricia tu pubis por encima de los calzones. Huelo tu cabello, me sumerjo en ese delicioso aroma, te tatúo en mis pulmones para siempre. Meto mi mano por debajo de tus calzones y comienzo a magrearte, paso mis dedos como los de un experto pianista de jazz, mis dedos gruesos atacan, se mueven con lujuria y gracia. Gimes, comienzas a humedecer. Susurras: Eres un pendejo. Te pongo boca abajo en la mesita de noche. Levanto tu falda y bajo tus calzones. Aprecio tus hermosas nalgas, un delicioso culo del tamaño justo de mis castigos. Con la mano abierta comienzo a nalguearte, salvajemente, poniéndote las nalgas bien rojas. Espérate, espérate tantito, dices. Me espero pura chingada. Me quito el cinturón y comienzo una serie de azotes brutales, dejando marcas y cicatrices imborrables.

Es la primera vez, me preguntas llorando que qué me pasa, que qué chingados me pasa. Comienzo a llorar, me abrazas, la cercanía del olor de tu cuello me excita mucho. Te sujeto de las nalgas y te pongo sobre la mesa, me agacho para besarte la boca y morderte los labios. Una mordida sumamente violenta. Entre lloriqueos, de los dos, te penetro en sacudidas enloquecidas. Sientes mi verga dentro de ti y me atraes abrazándome con tus pies. Te estoy cogiendo riquísimo, siento que me voy a desmayar de tanto placer. Una y otra vez sientes mi verga abriendo tus canales de placer, gimes, aprietas, me jalas de los cabellos y me das besos salados que saben a lágrimas y sudor. No te vayas a venir adentro, no, detente…

No me detengo, arremeto cada vez más fuerte, aprieto tus piernas y me vierto dentro de ti. También es la primera vez que lo hago, se siente bien… Cuando saco mi sexo de ti, puedo ver tu sexo completamente inundado de mi simiente. No mames, ¿por qué hiciste eso? Te abofeteo, me volteas a mirar con odio, puro y poderoso odio. Porque quiero. No mames, no puedes tratar así a las personas. Me arañas la cara y me lanzas patadas, te abrazo, te cargo y te azoto en la cama. Ahí me pongo sobre ti, muerdo tus labios y abro tu saco, arranco los botones de tu blusa y no traes sostén, así que contemplo tus vigorosos pechos, tus afrodisiacos pezones.

Luchas, me pongo de rodillas sobre la cama y con mi mano izquierda aprieto tu cuello mientras con la derecha te masturbo esquizofrénicamente. Dejas te luchar, te beso y respondes el beso, en tenues lamidas voy bajando por tu barbilla, tu cuello y tus pechos, meto tus areolas en mi boca, juego con ellas moviendo mi lengua en embrollos imposibles. Desabrocho tus ligueros mientras continúo jugando con tus pezones. Desde la base del pecho subo en círculos, simulando La Divina Comedia, una vez que llego a la punta muerdo con rabia, luego repito de nuevo el juego, beso y mamo con mucha ternura para después arremeter como lobo feroz, mientras acaricio tus piernas, tus muslos y tu monte de venus. Sigo bajando, besando y lamiendo tu vientre, tu ombligo, luego me zambullo en tu sexo.

Estás enojada y me sujetas del cabello mientras me gritas, Mama perro. Le hago cosquillas a tu clítoris con mi nariz, meto mi lengua de réptil. Me gusta beber tus jugos, sentirte caliente, arrojando tu pelvis con violencia y caos hacia mí, sentirte arqueando tu espalda y escurriendo estrellas ácidas en mi boca. Sólo me detengo para gritarte Córrete, puta, quiero que te corras. Luego arremeto a mamarte con más entusiasmo y éxtasis, me aferro a tus piernas y meto mi lengua lo más hondo que puedo. Quiero sentirte explotar, puta, explota puta. Cada vez te excitas más, humedeces más y más, se acelera mi ritmo cardiaco. Entonces siento tu orgasmo, intenso y arrasador.

Inmediatamente me pongo de pie, ¿Quién es mi zorra? Te pregunto. No contestas nada, estás sudorosa y exhausta, aprietas la boca y tensas los huesos. Te atraigo, te pongo de rodillas sobre la cama mientras yo me paro en la orilla. Te vuelto a abofetear, ¿Quién es mi zorra? Yo soy tu zorra, me contestas. Te sujeto del cabello para meterte mi verga en la boca, duras arremetidas, tú la mamas como sabes que me encanta, metes mis testículos en tu boca y juegas con tu saliva sobre mi glande. De vez en vez pones mi pene en medio de tus tetas y lo acaricias así, esa visión me encanta. Pero antes de correrme, te pongo de pie y te llevo de nuevo a la mesita de noche. Te pongo otra vez boca abajo y un espejo grande delante de ti. Te atraigo hacia mí y asalto sin piedad. Suplicas: No, por favor, sabes que no me gusta por el culo, por favor no. Me dueleeee…

Arremeto sin misericordia, sientes mi verga gruesa abriendo canales de dolor, retorciendo tus entrañas. Cállate perra. Te la mamo, vente en mi boca, pero por ahí noooo… Cállate, puta, eres mi puta y a las putas sólo se les permite gemir, no hablar. Te veo a través del espejo que coloque para el caso, tu cara es más hermosa que nunca, tus pechos portentosos en vaivenes se ven más jugosos que nunca. Te sodomizo sin piedad, por momentos siento que te empalo, que le hago el amor a tu cadáver, a esa mujer que serás en la próxima vida y a todas las mujeres que has sido. Eres la mujer que más dura me ha puesto la verga todos estos años, quiero que lo sepas… Nadie me calienta tanto como tú. Te sujeto de las caderas para no desmayarme… Ya completamente fuera de mí, paso mi cinturón por tu cuello y lo jalo mientras con mi pelvis arrojo mi verga durísimo dentro de tu culo. El choque y contrachoque hace una música demoníaca que me embelesa. Te cojo una vez, otra vez, otra vez. Estoy caliente y excitado, tus lágrimas y gritos me prenden más que ningún vídeo porno. Verte en el espejo, ese columpio de tus pechos provocado por el empuje de mi bestialidad me excita demasiado. Aprieto el cinturón y endurezco la verga… hasta que me corro dentro de ti, dejando lleno de lechita tu culo y parte en tu espalda, justo ahí, sobre el hueco de tu espalda baja que tanto me gusta.

(9,18)