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Polvo a primera vista

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En cuanto la vi, no puede apartar mi mirada de ella.

No es que fuese especialmente guapa, pero tenía un algo que me atraía enormemente. Medía alrededor de 1,70 y seguramente le sobraban un par de kilitos, que por fortuna la dotaban de una magnífica delantera que a mí se me antojaba de lo más apetecible, especialmente cuando se movía al compás de la música (libre de las trabas del sujetador como comprobé más tarde).

Era morena, llevaba el pelo a la altura de los hombros, ojos color miel y cara redonda aderezada con algo de maquillaje. Lo más sobresaliente eran sus labios, anchos y apetitosos, pintados de un rojo intenso. Sus mofletes y sus hombros, visibles gracias al escueto top rojo que llevaba, estaban salpicados de pequeñas motas de brillantina. Sus anchas caderas y parte de sus piernas estaban cubiertas por una ajustada minifalda vaquera que acababa por encima de las rodillas, y unos cuantos centímetros por debajo de estas comenzaban unas botas de lo más excitantes, no es que yo fuera fetichista, pero hay cosas que son irresistibles, y en ese momento la mayor parte de mi sangre no iba a mi cerebro sino a mi entrepierna, mi cabeza comenzaba a hacer elucubraciones y pensé que nada se perdía por probar.

Me acerque a ella y esperé que en uno de sus giros quedase mirando hacia mí, cuando lo hizo toda la táctica pensada anteriormente se vino abajo y sólo atine a decir: ¡Hola!! junto a la mejor de mis sonrisas. Aun así, lo supe, sus ojos y su sonrisa me lo confirmaron, llevaba tiempo en dique seco, pero sabía que esa noche triunfaría. Sus amigas enseguida dejaron hueco (cosa rara, pues acostumbran formar un muro impenetrable) y eso incremento mi confianza.

Tras una pequeña e insustancial charla estaba bailando con Paula (ese era su nombre) y al poco mis manos se habían desplazado de su cintura a su culo sin que ella pareciera quejarse, más bien al contrario, puesto que se pegaba más a mí y se rozaba contra mi entrepierna aumentando mi considerable erección, que ya se hacía molesta atrapada en el pantalón. Cada vez bailábamos menos y nos acariciábamos más, nuestros labios se juntaban y coincidían a la perfección, mi lengua disfrutaba del interior de su boca y su lengua de la mía. De vez en cuando besaba su cuello y sus orejas, pero siempre volvía a su boca, lamía sus labios con mi lengua y los mordisqueaba. En ese momento la tenía acorralada contra la pared, ella metió una mano bajo mi camiseta, el contacto de sus dedos con mi espalda fue electrizante, para corresponderla lleve una mano hasta una de sus tetas, con timidez al principio, tan sólo sujetando la parte baja de su pecho en el arco de mi mano, ante sus gemidos de satisfacción, mis manos, como si tuviesen vida propia comenzaron a acariciar sus tetas sin ningún pudor. Iba a proponerle ir a un sitio más tranquilo, cuando ella me soltó de repente, con una voz melosa y excitada:

—¿Quieres tomar una copa en mi casa? (uff, su casa, eso eran palabras mayores, mi día de suerte), debí de quedarme con cara de bobo mirándola, porque me pregunto.

—¿Qué pasa, no quieres...?

—Sí, si claro, perdona, es que estaba perdido mirando lo guapa que eres. (Cursi pero eficaz)

Una sonrisa y de nuevo nuestras bocas entrelazadas en un profundo beso. Nos despedimos de nuestros respectivos amigos y salimos hacia su casa, por suerte vivía cerca.

En cuanto cerró la puerta me abalancé sobre ella, la tenía aprisionada entre la puerta y mi cuerpo, apretaba con fuerza su pecho contra el mío, restregaba mi entrepierna contra su vientre, pero se ve que Paula prefería llevar la iniciativa porque me mordió con fuerza en el labio y me empujo para alejarme de ella. Me cogió de la mano y me hizo sentar en un sofá, puso música suave y comenzó a bailar sensualmente.

Empezó a masajear sus senos por encima de la camiseta, eran grandes y estaban hinchados, sus pezones se marcaban bajo el top, intenté levantarme, pero no me dejo, así que opte por quitarme yo mismo la camiseta y los zapatos, casi al mismo tiempo ella se quitó la parte de arriba.

¡¡Dios!! tenía unas tetas inmensas, que gozada.

Luego se desprendió de la falda, quedándose solamente con las botas (que le pedí que no se quitase) y unas pequeñas bragas de encaje de color azul claro. Se acercó de nuevo a mí y se sentó sobre mis rodillas, dejando sus tetas a la altura de mi boca, no lo dude un instante, me abalance sobre ellas y comencé a besárselas alternativamente, luego tomé un pezón con mis labios y empecé a chuparlo con delicadeza mientras amasaba su otra teta con una mano. La mano que me quedaba libre, por supuesto, no permanecía ociosa, la había introducido bajo sus braguitas y acariciaba su culo, se notaba que estaba disfrutando, gemía suavemente y me pedía que continuase (me encanta que hagan eso), tras estar un rato así e intercambiar un par de nuevos besos se separa de mí y me desabrochó los pantalones. Al ponerme de pie para facilitarle la tarea, Paula logro bajarme los pantalones y el bóxer en un sólo movimiento. Mi polla salto como un resorte ante la falta de obstáculos yendo a golpear su cara, con lo que ambos sonreímos. Termine de quitarme la ropa mientras ella me masturbaba. Luego como si fuera lo más natural del mundo metió mi polla en su boca y comenzó a mamármela; no parecía tener mucha práctica, pero yo tampoco había disfrutado demasiado de los placeres del sexo oral, de modo que me encontraba en la gloria. Estaba disfrutando muchísimo, pero quería corresponderla, la levante deseando chuparle el coño, pero ella no me lo permitió, se quitó las bragas y me pidió que la penetrara, que estaba a cien. Yo lleve una mano a su vagina tocándola dulcemente y comprobando que era cierto lo que decía, mi mano salió empapada de flujo.

Estábamos tan calientes que lo hicimos allí mismo, de pie, yo a su espalda había iniciado un tremendo mete-saca que controlaba con mis manos en su cintura, ella levemente inclinada hacia delante, con las botas puestas, ofreciéndome una magnifica visión de mi pene perdido entre sus labios vaginales, aprovechaba que tenía las manos libres para acariciarse los pechos y el clítoris. Cuando me di cuenta de que no estábamos usando condón ya era tarde, se lo dije entre jadeos, pero ella deseaba sentir mi corrida dentro suya.

El momento se acercaba, yo ya no podía aguantar mucho más cuando sentí que ella se corría, sus murmullos, sus movimientos, las contracciones de su vagina, parecía estar teniendo un orgasmo impresionante, trate de parar mi movimiento para dejarla disfrutar de su momento de placer, pero fue imposible, sentí como yo también me venía y solo atine a decir.

—Me corro.

Mi semen caliente la invadió en un par de lechazos. Tras esto nos derrumbamos en el sofá, sin decir nada, no era necesario. Ambos sabíamos que no significaba nada y lo significa todo. Había sido, un polvo a primera vista.

Fin

(9,18)