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Historia del Chip - Rituales de apareamiento - Kim 004

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6)    HdC — Rituales de apareamiento — Kim 004

Para Kim, el mero hecho de saber que iba a estar sin ropa interior siempre que viese a Roger la mantenía en un estado inexplicable. Y que, -pasase lo que pasase-, se iba a desnudar dos veces ante él en medio de la calle no resultaba baladí, al ser un acto premeditado y consciente, no atribuible a la fogosidad sino más bien a la necesidad de ambos de establecer un vínculo. Una ofrenda por parte de ella y una aceptación por parte de él. Prefería verlo de esa manera.

Y se presentó un nuevo problema logístico. Odiaba la idea de llevar ropa interior vulgar y poco vistosa. El hecho de que sólo fuese ser a vista con la misma unos poco segundos cada vez, no le parecía suficiente razón para no prestar atención. El amor está en los detalles. O por lo menos, en ciertos detalles.

La cuestión era como convencer a su madre de que necesitaba mejorarsu colección de ropa interior. Podía comprársela ella misma, ya que trabajaba y tenía dinero propio, pero lo averiguaría al hacer la colada o al tender la ropa. Lo consideraría un gasto superfluo o un capricho. Estaba educada en la austeridad.

En la época post-chip las operaciones de estética habían sido gravadas con fuertes impuestos. Así como el maquillaje y la ropa interior sexy. Si es que existía alguna manera de atribuir un adjetivo tan arbitrario a un trozo de tela.

La madre de Kim tenía toneladas de ropa interior y Kim envidiaba su fondo de armario. Pero todo estaba comprado antes de las nuevas normas. Kim se debatía entre salir directamente sin nada debajo, con el riesgo de ser pillada, las ganas de desnudarse delante de Roger y la necesidad de comprar cuanto antes algo (in)decente. Fue su hermana Mary, más relajada y bien atenta a la ansiedad de su hermana la que se quejó a su madre.

—Mamá, ¿has visto qué lleva Kim cuando sale con Roger? Yo no saldría así ni loca. ¡Tiene la oportunidad de disfrutar con un hombre y lleva esas insulsas bragas!

Estaban los cuatro comiendo cuando Mary sacó el tema a relucir. Kim casi se sonrojó. Entrevía el interés de su insidiosa hermana. Algo sacaría a cambio. Además de humillarla en público. Ya llegaría el momento de darle un azote. Ahora hizo frente común. Cerró las piernas como si alguien fuera a adivinar que estaba mojada.

—Es verdad, mamá. A veces… — No fue capaz de terminar la frase. Fue su padre el que vino en su ayuda.

—Sí que hemos sido muy estrictos. Cómprate lo que necesites o lo que desees. Ahora ya te ganas la vida. Nosotros pagamos la mitad y así tu hermana deja de darnos la vara.

Estaba sonriendo pero las tres mujeres le conocían muy bien. Interiormente estaba carcajeándose. Mary, triunfadora en la reunión, aprovechó la victoria.

—Esta tarde vamos a comprar ropa interior nueva y sexy. Para las dos.

Kim asintió queriendo que el tema se olvidase cuanto antes. ¿A qué chica le gusta que se hable de su ropa interior delante de su padre? Sobre todo sabiendo que es para que la disfrute el novio.

Cuando llegaron al Victoria’s Secret del centro, Mary se encaminó enseguida a una de las cabinas. Le indicó a Kim que se desnudase por completo y esperase quieta y con los brazos abiertos para que el escáner procesase una imagen 3D completa de su cuerpo. Una ropa tan cara se procesaba al instante y se personalizaba con exactitud.

A Kim le extrañó el conocimiento exhaustivo de Mary sobre tan esotéricos procedimientos pero ésta replicó que venía muchas veces. Varias de sus amigas se compraban aquí el vestuario íntimo. Kim iba a ponerse la ropa de nuevo una vez terminado el escaneado pero Mary le indicó que esperase y cogió toda la vestimenta y la puso en un pequeño armario de cristal. Una especie de taquilla. Para cerrar pasó la yema de un dedo. No se abriría sin su huella.

—Así sabré mejor si algo te va a sentar bien— le dijo Mary. Kim no terminaba de entenderlo. La imagen, que cubría todo la pared de enfrente, la mostraba desnuda, en tamaño gigante y en 3D. ¿De que servía en esas circunstancias mantenerla sin ropa? Su hermana y ella se desnudaban una en presencia de la otra a menudo. Ni siquiera se lo planteaban. Kim aparentó indiferencia pero el cosquilleo que tenía entre sus piernas no auguraba nada bueno. Si hubiera estado con Roger no hubiera estado tan mal, pero se trataba de su hermana pequeña... aunque ya no tan pequeña. Pero hermana... y mujer.

Sin que Kim lo supiese, Mary apretó un par de botones y las cámaras empezaron a grabar apareciendo un REC en la parte inferior derecha. Mary tocó otros botones y dividió la pantalla en dos. En una aparecía Kim en la escena inicial y en la otra sentada desnuda mirando a la pantalla. Mary no quería que Kim se diese cuenta de que estaba siendo grabada así que pulsó para que apareciesen las ofertas. Ahora ya sólo había dos imágenes sincronizadas. A la derecha un conjunto de bragas y sostén, a la izquierda, la modelo con el conjunto puesto. Y, por detrás, sin conocimiento de Kim había una imagen de ella desnuda, sentada en la silla, los pezones erguidos y la vagina expuesta. Mary puso la cámara asociada a ese enfoque en modo INT, -modo inteligente-, lo que suponía que el ordenador detectaría cualquier movimiento de Kim y la seguiría, además de enfocar en diferentes partes del cuerpo según un patrón aleatorio.                           

El primer modelo era tan subyugante que Kim se quedó sin respiración. Quería cerrar las piernas pero pensó que era mejor aparentar indiferencia. Agradeció haberse quedado con los zapatos puestos. Si se hubiera descalzado, la memoria de su cuerpo la hubiera retrotraído a las situaciones eróticas con Roger. Llevaba unos zapatos negros planos y cómodos. Elegantes y femeninos. Presionó con la planta de los pies para asentarse. Le comentó a Mary que el conjunto era demasiado atrevido. Mary le hizo un mohín de desagrado.

—¿Estás loca? No sabes lo que llevan las chicas de hoy en día. Se trata de excitar a un hombre. A que recuerde lo que llevabas puesto un día especial. A que no pueda contenerse y que le urja quitártelo.

Si Mary supiese que se lo quitaba todo... siempre... en el callejón de detrás de casa. No pensaba decírselo. Se masturbaría durante días imaginando una escena así. Así que Kim se encogió de hombros. Mary, ante el silencio, asumió que aceptaba la perorata.

—Busquemos cosas sexys, atrevidas y picantes. Son también para mí en el futuro. Si se ensanchan mis caderas y se expanden mis senos.

Usó un tono de voz que le hiciese apiadarse a Kim.

—Sabes perfectamente que sí, hermanita manipuladora. Escucha, no quiero que mamá piense que soy una…— dijo haciendo una pausa para buscar la palabra adecuada.

... mujer atractiva— completó Mary. —No tengas vergüenza. Le diremos que escogí yo porque perdiste una apuesta.

—¿Que apuesta?

Kim se arrepintió de la pregunta al cabo de formularla. Si dejaba a Mary escoger, cualquiera sabía qué iba a tener que ponerse. Sin contar con que si era excesivo, el mensaje a Roger sería elocuente.

—Pues, por ejemplo, que no durarías tanto tiempo con Roger— respondió Mary.

—No me gusta mentir— objetó Kim sin fuerza.

—Pues diremos que tú tardabas mucho en decidirte... lo que no deja de ser verdad. Por cierto, tu calzado no es el adecuado para probarse ropa interior. Hoy en día, se llevan tacones.

—Sabes que no me gustan los tacones.

—Vale, ¿pero sabes si le gustan a Roger? —preguntó Mary con malicia.

—¿A qué hombre no le gustan? Está bien. Buscaremos algo— concedió Kim, una vez más humedeciéndose al pensar en unos zapatos sexys para Roger.

 —Aquí seguro que hay. Compremos primero los zapatos. No pueden ser muy altos porque no estás acostumbrada desgraciadamente— dijo Mary sonando condescendiente. Sin darle tiempo a replicar salió de la cabina pidiendo que la esperase.

¿Y qué otra cosa podía hacer?

Estaba desnuda salvo el inadecuado calzado. Y viéndose en pelotas en la pantalla mural. Buscó el mando para dedicarse a mirar conjuntos mientras tanto, pero no lo encontró. Mary debía habérselo llevarlo en la mano cuando salió. Se acercó a la taquilla a ver si por suerte no había quedado cerrada. Sin éxito. No iba a abrirse. Veía la ropa reírse de ella a través del cristal transparente.

Ahora que estaba sola pensó que podía quitarse los zapatos por un momento y recrear sus estados habituales. Sólo por un momento, para evitar que su cosquilleo habitual fuese excesivo. La moqueta tenía un tacto agradable, mucho mejor que el habitual asfalto o el terreno compacto que solía pisar. Dio unos pasos. Fue cuando Mary llegó con unos zapatos de tacón alto. Demasiado altos, pensó Kim.

Mary contempló los pies descalzos unido al resto del cuerpo desprovisto. Le dio los tacones a Kim para que se los colocase y mientras cogió los zapatos planos y juntó las suelas. Pasó la yema por el armario que se abrió silenciosamente. Depositó las últimas prendas de Kim dentro y cerró. Kim no se había dado cuenta todavía de lo que Mary había hecho. Sólo cuando le dijo que era para no olvidarse supo a qué se refería. Era imposible que ocurriese pues no iba a salir descalza de la tienda, pero ya era tarde, ya estaban fuera de su alcance. Estaba tratando de ajustarse el tacón izquierdo cuando Mary se agachó a ayudarla.

—Son preciosos, ¿verdad? Seguro que a Roger le encantan— insinuó mientras terminaba de retocar la correa de sujeción.

Kim no podía negarlo. Eran fascinantes. A duras penas se puso en pie para comprobar cómo iba a andar en ellos. Siempre había sido reacia a llevar tacones porque terminaba cansada, pero durante unas horas y por Roger podía llegar a ser una buena idea.

—Son demasiado altos, Mary —se quejó Kim con la boca pequeña.

Mary negó con énfasis.

—Sólo tienen 7 centímetros. Te acostumbrarás en seguida. ¿no te sientes sexy?

Si se los hubiera probado estando vestida, Kim hubiera dicho la verdad. Ahora se limitó a negar. Si esto seguía así, llamaría a Roger en cuanto llegase a casa y le pediría un repaso. Antes del chip se hubiera masturbado durante horas. Eso todavía estaba a su alcance pero la frustración no se iba ir así de fácil.

Mary apretó en algún sitio y la imagen de Kim cambió en la parte izquierda. El programa usaría ahora la nueva Kim con tacones. Casi sin reconocerse en el mural, Kim observó como las nalgas aparecían más elevadas y protuberantes. Los pechos quedaban obligados a sobresalir sin realizar demasiados esfuerzos. Su cuerpo había corregido su postura de manera inconsciente. Su grieta estaba ya demasiada húmeda para que su hermana no lo advirtiese.

—Me canso de estar de pie —le señaló Kim a modo de explicación y se sentó, como única manera de esconder su excitación. Cruzó las piernas tratando por todos los medios de pensar en otra cosa. Pero la pantalla devolvía a la Kim más sexy y excitada que nunca se hubiera podido imaginar. Mary mientras tanto pasaba conjunto del catálogo de la derecha. Cuando encontraba algo que consideraba interesante pulsando un botón se colocaba mágicamente en la imagen de la izquierda.

Kim estaba bastante acostumbrada a algunos de los atavíos que veía en pantalla. Las revistas estaban llenas de esas prendas. Pero el estado en que se encontraba y pudiendo verse desde fuera, -comprobando como le quedaban las tanguitas y los sujetadores de media copa o el corpiño que simplemente ofrecía los pechos-, no hacía más que acrecentar el pulso que sentía entre sus piernas cruzadas.

Como si su cuerpo no tuviese más remedio que dejar traslucir su estado, los pezones se endurecieron sin límite. Mary aparentaba no darse cuenta. Ni siquiera ciega hubiera podido dejar de percatarse. Kim tenía tantas ganas de acariciarse los pechos y pellizcarse con suavidad los pezones que estuvo a punto de levantar las manos y cubrirlos.

—Tengo frío, Mary. Quizás podrías abrirme el armario de la ropa— sugirió Kim a su hermana. Era más una súplica que otra cosa. Mary miró hacia ella y quiso dar a entender que se apiadaba de su hermana.

—Guau, ¡sí que debe ser verdad! Nunca había visto unos pezones tan hinchados. Me parece más bien que te gusta la idea de verte así para Roger. Es algo natural. No quiero que te avergüences de ello. Soy tu hermana. Para serte sincera, creo que elegirás mejor en ese estado pero…

Mary hizo ademán de acercarse al armario aparentando contrariedad.

—No digas tonterías. Si estuviera Roger aquí sería otra cosa. Está bien. Acabemos de escoger—. Kim resopló.

Naturalmente, deseaba acercarse a su ropa prohibida pero sin mostrarse ansiosa. Por eso quitó importancia al hecho.

Eso de estar instantáneamente vestida con lo atrezos en la pantalla facilitaba mucho las cosas. Si las opciones que proponía Mary eran osadas, Kim no se arrugó y termino proponiendo prendas todavía más escandalosas. Apenas hubieron terminado de escoger y con Kim dispuesta a recoger su ropa, Mary se ausentó nuevamente dejando la vestimenta atrapada sin remisión y a Kim igualmente encerrada en el cubículo sin una sola hebra a su alcance. Volvió al cabo de un minuto y le dio el mando a su hermana, haciéndole creer que se lo había llevado por error. Mientras había estado fuera había pasado el video de la imagen tapada a un servidor personal y borrado la reconfiguración de tres ventanas. Cuando Kim recogió el mando sólo podía manejar las dos ventanas existentes en el mural y no podía adivinar que había existido una tercera.

Kim quería decirle que le abriese el armario pero Mary se escapó nuevamente a toda velocidad. Se dedicó a mirar qué había pedido en la pantalla. También descruzó las piernas y se tocó los pezones necesitados. No se atrevió con la vagina pues no tenía nada con lo que limpiarse los dedos. Bien sabía lo pringoso que resulta su líquido vaginal. A veces no entendía por qué le gustaba tanto a los hombres. Mary volvió con varios vestidos más.

—Es una sorpresa de mamá y papá. Querían que te comprases tres vestidos sexys. Como tu talla no es difícil de encontrar vine ayer a la tienda de al lado y escogí varios para ti. Pero quería que te los probases aquí. Con las cámaras se aprecian mucho mejor.

Kim hubiera querido escoger los vestidos por ella misma, pero al ver la cara de ilusión de su hermana pensó que no valía la pena discutir. Sin pensar que todavía llevaba puestos los tacones se colocó el primero. Tenía un escote frontal rozando lo prohibido. Según como se moviese, era probable que un pezón apareciese de improviso. Por lo demás, caía con suavidad y le sentaba divinamente. Siendo corto le cubría hasta mitad de los muslos. De negro satinado. Sería un vestido de fiesta... si la abertura frontal hubiera sido algo menor. Viéndose en el mural comprendió que resaltaba senos y piernas como si no tuviera nada más. Se movió y se observó como lo haría Roger. Los senos eran de manera inevitable el foco de atención. Desde cada lado la mirada convergía al interior curvo de los pechos, sin escudo o protección de ninguna clase.

El segundo era algo más corto pero obligadamente más ajustado por la forma que tenía. Una elipse recortada desnudaba su frontal desde un poco por debajo de los pechos hasta casi el pubis. Si en el anterior la mirada llevaba al escote, en esta ocasión era imposible no fijarse en la esbeltez de la cintura o en la piel expuesta desde la base de los pechos hasta casi el vientre. Los senos asomaban por la parte inferior y una mano podría palparlos con relativa facilidad. Su forma no era necesario adivinarla, quedaba perfilada sin paliativos. Los pezones rígidos parecían poder cortar la fina y elástica tela. El color rojo sumaba al conjunto el grito llévame a la cama.

Kim se contempló detenidamente en su espejo gigante y se quedó -una vez más- sin respiración. Dio un paso hacia delante y otro hacia la derecha. El vestido osciló ligeramente descubriendo un trozo del inferior de los pechos. Por muy ajustado que estuviese, los senos desequilibraban la tela. Kim observó como Mary se quedó extasiada mirándola. Directamente a ella, -al original-, y no a la réplica gigante en la pantalla

—Es fantástico, Mary, pero no sé cuándo voy a poder llevar algo así— dijo Kim, tratando de engañarse y de engañarla.

—Da igual. Al menos, te veré yo. Y, en una fiesta de fin de año, o algo parecido, seguro que tienes ocasión— le replicó Mary ufana. Kim pensó que bailar con este vestido era lo más parecido a bailar desnuda. Los movimientos de las caderas y los pechos no se destacarían excesivamente pero el bamboleo sería muy sexy.

Sin darle tiempo a seguir en cavilaciones, Mary le arrancó literalmente el atuendo por la cabeza y le colocó el último. De inmediato, Kim comprendió que faltaba algo. De color fucsia, traslucía todo su cuerpo. Y era tan ligero que pensó que lo rompería. Dejaba descubierta la espalda pero cubría los pechos y sus laterales. Era peligrosamente corto e invariablemente indecente. Miró sorprendida a su hermana cuando le dio el resto del atuendo. Consistía en unos pañuelos o colgantes. Mary le ajustó el primero al borde de la tela de los hombros. Caía exactamente sobre los pechos en un semicírculo. Era exactamente del mismo color fucsia y con la misma textura y opacidad, o falta de opacidad, del vestido. Sin dejar de mirar la pantalla, Kim sintió como Mary le ajustaba la parte de abajo.

Completó la labor con dos semicírculos más. Si se miraba con atención parecían aparecer los pezones o el pubis o acaso era imaginación del observador. Kim llevó la mano por debajo del vestido y casi hasta el pecho. Los dedos seguían viéndose algo distorsionados. La suma de las dos telas se confabulaban para tratar de engañar la vista. Se giró para verse por detrás. Allá dónde sólo había una tela, el escote era inconfundible. La grieta del culo apreciable a simple vista. Las nalgas en sí quedaban parcialmente ocultas. Kim se movió para comprobar que ocurría, siendo peor. Las nalgas quedaron descubiertas para volver a ser oscurecidas. Todo el vestido era una especie de la danza de los siete velos, salvo porque había únicamente tres en nalgas, pechos y pubis. Se movió por toda la cabina y volvió hasta el mismo punto. Cogió el mando a distancia y rebobinó. Durante su corto trayecto se había desnudado varias veces. Mary no quiso que siguiera ese hilo de pensamientos. Resultaba obvio observando adónde iban sus ojos.

—El primero es cuando vayas a cenar, el segundo para bailar y el tercero para una ocasión especial.

Kim no se imaginaba ningún lugar del planeta dónde poder ponerse el vestido que ahora llevaba. Con cuidado se lo quitó. Era resistente aunque a efectos de su percepción se rompería en mil pedazos en cuanto tirase de él. Ahora ya surgían hilos de líquido de su vagina. No tenía sentido negarlo y era mejor seguir con el juego de la indiferencia.

—Está bien, Mary. Eres una buena hermana. ¿Te importa sacar mis cosas? También necesito un pañuelo para limpiarme.

—Tienes razón, perdóname, Kim. ¡Eres tan guapa! ¡Roger es muy afortunado! — e dijo Mary, tratando de animar a su hermana, que ahora parecía sumida en una tristeza indefinible.

Kim no le dijo lo que le pasaba. Ahora ya sabía lo que Roger veía en ella. La belleza que deseaba. El poder de tenerla desnuda. Apreciaba los efectos en su propia hermana. Nunca se hubiera imaginado tan deseable. Las endorfinas debían estar jugándole una mala pasada.

—Mary, ayúdame a ponerme la ropa y vayámonos. Estoy muy cansada.

Como Kim estaba casi zombi, quedando completamente desnuda cuando Mary le quitó los tacones además del vestido. Sólo entonces abrió el armario y la ayudó a ponerse la ropa que había traído. Kim, -de manera nebulosa-, volvió a entrar en su mundo de fantasías, de chicas desnudas perseguidas por el bosque, desvalidas, excitadas a más no poder y deseando ser encontradas.

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