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Mi semental sonorense

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Me encontraba de viaje de negocios en una ciudad de Sonora, viajaba con un compañero de trabajo. Por comodidad, tomamos un par de habitaciones individuales en un hotel, una al lado de la otra. Soy “gay de closet”, por lo que nadie que me conozca, sabe sobre mis gustos de alcoba.

La segunda noche de aquel viaje, me encontraba solo en mi habitación, después de haber cenado y despedido a mi compañero, acordamos vernos temprano al día siguiente para continuar con nuestras juntas de trabajo. Encendí el ordenador, y comencé a trabajar en los pendientes del día. En el explorador web ingresé a mi sitio de encuentros gay preferido y cambié mi ubicación a la ciudad donde me encontraba. Como soy pasivo, seleccioné a los activos que se encontraban en línea. Eran menos de los que estoy acostumbrado a observar en los resultados de búsqueda de mi ciudad. Como siempre, comencé a excitarme al ver las fotos de mis adoradas vergas, sobre todo, sentí una deliciosa punzada en mi culito al ver una erecta y enorme... que ganas de comerla. Comencé a enviar mensajes eróticos a tres o cuatro usuarios de la página. A ese pedazo de carne, grande y duro, le incluí mi celular, para que pudiera contactar... wow, como deseaba que contactara.

Sonó el timbre del Chat en mi celular, al ver que no se trataba de un contacto conocido pensé ¡¡Eureka, es él!! Tomé el celular y abrí el chat, leí:

Él: Hola.

Yo: Hola ¿Buscando pasar una noche deliciosa?

Él: Si ¿Tienes foto?

De inmediato se la envié, soy de buen ver, por lo que me tiró un piropo, el cual agradecí. Él me envió su foto, era un buen mozo, lo que me excito más.

Él: ¿Dónde estás?

En ese momento dude y comencé a preguntarme ¿Será una buena persona? ¿Un ladrón? ¿Alguna persona violenta? ¿Será el de la foto? ¿Y si a mi compañero se le ocurre tocar la puerta o llamar mientras estoy cogiendo con aquel macho sonorense? Amigos, la calentura es la calentura y, no hay nada más atractivo que estar en un hotel, donde por las noches puedes gozar sin que nadie se entere... le di el nombre de mi hotel y el número de habitación...

Él: Voy para allá.

Comencé a temblar de los nervios. Ya me encontraba bañado y vestido con un bóxer y una camisetita. Seguí trabajando en el ordenador. No sabía si aquel macho vendría o no, a veces, los encuentros pactados en portales web no se dan. Me mantuve a la expectativa. De pronto, sonó de nuevo el timbre del chat, lo leí:

Él: Abre la puerta.

Me dio un respingo el corazón, camine hacia la puerta y la abrí. Él estaba afuera, vestido en pants, tenis y camiseta. De inmediato lo invité a pasar a la habitación y nos saludamos. 

No hablamos casi nada, con un movimiento de mano, le indiqué que se sentara sobre la cama, lo hizo de inmediato. Yo caminé alrededor de la cama y me acosté a su lado, lo tomé por el hombro y le hice recostarse, él, muy dócil, se acomodó. Le quité los tenis, después de colocarlos en el piso, acomodé mi cabeza sobre su fuerte hombro y comencé a besar y lamer su cuello, sus gemidos de placer me invitaron a avanzar. Subí su camiseta para acariciar su estómago, dirigiendo mi mano hacia la zona prometida. Metí mi mano por debajo del pantalón y sobre el calzón acaricie su deliciosa verga, aún estaba algo flácida pero se sentía como una muy grata promesa. Mientras acariciaba su pene, comencé a lamer y besar su estómago, le provocó pequeños espasmos de placer. Me hinqué para quitarle el pantalón y dejarlo en ropa interior. La silueta de su pene debajo del calzón se veía cada vez más grande y deliciosa. Di unas delicadas mordiditas a ese gran filete sobre el calzón. Sus gemidos de placer me indicaban que estaba gozando y quería más, como buen putito obediente, baje su calzón hasta ver que se asomaba el glande, estaba empapado de néctar, mi alimento favorito, el que más disfruto saborear con la punta de la lengua. Me aplique a lamerlo, como a un rico helado, mientras acercaba y alejaba mi rostro para observar cómo aquel hilo de líquido pre eyaculatorio se estiraba desde su verga hacia mi boca. Luego, lo agasajé con largas lamidas en sus testículos y en su tronco, le da un rico beso negro, comenzó a mover su cadera en forma de círculos, a mi machín le gustaban las lamiditas en el culo. Llegó el momento de comérmela toda. Mamé su verga durante un largo rato. Sentí como se le ponía gigante y dura como piedra, por más que quise, no me la pude comer completa, pero lo hice gozar tanto con mi boquita y mi lengüita que disfruté por largo rato la tonada de sus gemidos de placer.

Estaba tan dura, tan grande que, dejé de mamar para echar mi cabeza hacia atrás y darle un vistazo a ese miembro al que pronto permitiría penetrar en mi culo. Que rico es tener tanta hombría a tu disposición. Me levanté y camine hacia el baño, tomé un lubricante que apliqué generosamente en mi culito además de agarrar un condón. Regresé con el pomo de lubricante y el condón en la mano a la cama, verlo acostado con el pito enorme me excitó sobremanera, me hinqué sobre él con mis rodillas a sus costados. Deseaba tan intensamente cabalgarlo. Dirigí su polla a mi culito, para sentir la enorme punta rosando mi ano mientras la metía un poquito para dilatarme... que rico es estar a punto de recibir tan enorme placer. No soporté más, abrí la envoltura del condón y lo coloqué perfectamente en su verga (le quedaba un poco chico pero de forma adecuada), apliqué una generosa cantidad de lubricante mientras lo masturbé, sentado sobre sus rodillas, para que estuviera a punto y viscoso. Entonces me hinqué de nuevo y poco a poco, sentí como aquél macho de Sonora me partía en dos.

No me gusta presumir, pero soy un As cabalgando machos, mis movimientos son absolutamente sensuales e impredecibles (de manera inconsciente, lo que sucede es que lo disfruto tanto que me dejo llevar por el intenso placer), lo que ha hecho correrse demasiado pronto a alguno que otro machín. Para hacerlo gozar más, giré, dándole la espalda y la vista de mis nalgas, para déjale ver lo rico que su enorme verga entraba y salía completa de mi ano. Al no verle la cara, pude concentrarme en mis sensaciones. Nunca había sido penetrado por una polla tan grande, la sensación era de extremo placer, ni siquiera acaricié mi pene para sentir mayor excitación, con la verga de él bastaba y sobraba para que estuviera, varias veces, a punto de desvanecerme de placer.

Después de un rato de cabalgar a este hermoso semental, me tomo por los hombros y me recostó de espaldas sobre su pecho, nuestras cabezas quedaron juntas y nos dimos un largo y húmedo beso mientras el seguí envistiendo y los dos, gozando de este maravilloso encuentro. Procedió a empujarme sutilmente y sin sacarla de mi culo, me puso en cuatro y comenzó a envestir violentamente, yo era su perra y él, un pura sangre. Grité (un poco ahogado) de placer y por algo de dolor al sentirlo tan adentro, me cogió como a una perra durante largo rato, vaya que era aguantador mi macho sonorense. Luego me volteo y puso mis piernas sobre sus hombros, me volvió a penetrar profundamente. Yo estaba privado por el placer que sentía y admirado porque no había sentido la necesidad de estimularme para aumentar el placer, él envestía y yo movía mi culo en todas direcciones, esa verga tan grande, en manos de un experto, era demasiado. Después de no sé cuánto tiempo, perdí la noción totalmente, nos recostamos de ladito y siguió cogiéndome de cucharita. Aunque sus movimientos se hicieron más lentos, mi placer aumentó desmedidamente y crecía con cada mete-saca, tenía mi pito más duro que nunca. De pronto estallé, no puede más, fue la primera vez que me vine sin tocar siquiera mi verga. Con cada espasmo de mi orgasmo, temblaba todo mi cuerpo, entendí el parecido entre un orgasmo y la muerte, porque yo no sabía si me moría o estaba en la gloria. Ahogué lo mejor que pude mis gritos para que no llegaran al pasillo del hotel o al cuarto de mi compañero. Como todo un caballero, complacido al sentir mi orgasmo y haber terminado de darme placer, me acostó de perrito echado y comenzó a embestir de manera brutal, pensé que después tendría que ir al hospital por tantas puñaladas propinadas por semejante herramienta dentro de mi culo.

Mordió mi oído y me dijo - Me voy a venir-. Le contesté -quítate el condón y déjame mamarla, quiero que me llenes de semen, embarrarlo por todo mi cuerpo, verlo salir a borbotones de tu verga-. Salió de inmediato y se quitó el condón, mamé su verga con la misma velocidad con la que me estaba envistiendo, no tardó nada, sentí como se hinchaba y calentaba en mi boca de manera totalmente desproporcionada y al escuchar un ahogado grito de placer, sentí una enorme primera oleada de semen que casi me ahoga. De inmediato deje de chuparla y comencé a acariciarla rápidamente con mi mano, mientras sentía y veía los chorros de líquido caliente y blanco cayendo sobre mi cara y mi pecho. Se la mamé de nuevo hasta que volvió a estar flácida y limpiecita. Él se recostó bocarriba, yo sobre su estómago, así pasamos un rato mientras recuperábamos el aliento. Luego se levantó, entró al baño para lavarse. Salió, se volvió a vestir, mientras que yo lo veía recostado y sin una gota de energía para hacer algo más. Eso sí, sentía como una gota de semen corría sobre mi mejilla, tibio. Se inclinó, besó mi oído y me dijo -gracias, que rico coges, voy a dormir como príncipe-. -Mi príncipe- alcancé a contestar balbuceando. Caminó hacia la puerta y salió, así como había llegado. Me levante después de un rato, créanme, me costó recuperarme lo suficiente para hacerlo. Tome una deliciosa y larga ducha caliente, apagué el bendito ordenador y caí como piedra en los brazos de Morfeo (imaginando que eran los de él). Con que ansias y deseo volver, en viaje de negocios, para disfrutar nuevamente de él, en la linda Sonora.

P.D. Había escuchado sobre lo buena que es la carne en Sonora. Nunca imaginé que fuera tan, pero tan buena.

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