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Mi suegra

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Me casé demasiado joven, apenas tendría 22 años, y fué contra el consejo de todo el mundo. Supongo que me casé por amor, supongo que tambien estaba enamorado, y digo supongo porque recuerdo aquella época de forma preciosa, hermosa, llena de paseos, risas, abrazos y esperanzas; discusiones también y lágrimas de sal entre los platos rotos, en fin, ya sabrán los casados a lo que me refiero...'Ni contigo ni sin tí tienen mis males remedios, contigo porque me matas y sin tí porque me muero'.

Mi suegra era una mujer hermosa y una perfecta madura de cuarenta años que el único defecto que poseía era no verme con demasiados buenos ojos,creo que decidí casarme con mi esposa porque esperaba que ella algun dia llegara a tener el mismo busto que su madre, cosa que nunca ocurrió para mi desgracia. Las caderas y las tetas de mi suegra eran excepcionales, tambien su cara de mala leche. Mi suegro era un pobre hombre víctima de aquella vampira, con tal de que le permitiera vivir en paz y leer su periódico había renunciado a todas las parcelas de 'poder' que en una casa cabe imaginar, y creo que si mi suegra le era fiel era solo por el simple hecho de que la jodida era tremendamente exigente y no solo era yo el único macho que miraba con cara de asesina a sueldo.

No era el único que gozaba de las 'simpatias' de mi suegra, a mi pobre esposa tambien le obsequiaba con amplios martirios y 'delicadezas' análogas a diario, nunca hacia nada bien y el piropo favorito para su propia hija era 'histérica'. Mi esposa siempre quería caerle bien, necesitaba su aprobación, pero esta nunca llegaba, más tarde supe que nunca perdonaría a su única hija haberle dotado de por vida de dos pequeñas estrías en su perfecto vientre y la sombra como sospecha de una mini variz en su pierna....toda una tragedia teniendo en cuenta su físico.

Fué a los dos años de casados que ocupamos un apartamento en una pequeña zona de playa para las vacaciones, y fué tambien que en veinte metros cuadrados me ví soportando a mi suegra porque aquel sitio era muy 'chik' y su esposo estaba trabajando. En ocasiones íbamos juntos a comprar al supermercado, la invitaba a café para intentar el loable esfuerzo de caerle en gracia pero solo obtenia el gesto forzado de quien soporta un pequeño perrito. Que mi suegra era hermosa no ofrece duda alguna, todas las miradas de todos los sitios donde íbamos me lo confirmaban, hecho que ella daba por supuesto.

Mi suegra dormía en el sofá de la sala, y ya en la primera noche me había levantado a tomar agua de la cocina cuando de verdad que sin mala intención alguna, y al volver de la cocina pude verla boca abajo y con la sabana caida dormir a pierna suelta. Realmente era hermosa, una pequeña bata que transparentaba su ropa interior negra y todo su cuerpo bañado por la luz azul de la luna. Su culo era firme y poderoso y esa imagen me quedó fijada, tanto que me saco una erección...quede un buen rato observándola y como mi esposa dormía a pierna suelta me sorprendí masturbándome en aquella oscura y escondida esquina,

si había algo que deseaba en aquellos dias con tremendo deseo

era el culo vigoroso de mi suegra.

Si tengo algun mérito en la vida es el de ser obstinado y lograr lo que me propongo, asi que los dias siguientes todos mis esfuerzos se centraron en conseguir un somnífero lo suficientemente poderoso para dejarla completamente dormida y asi poder gozar de aquella maravilla de espalda.

Recurrí al mercado negro, en una esquina de un barrio infecto donde vendian hashish un gitano me vendió a precio de oro un bote de pastillas, somníferos y relajantes de los que usan los yonquis habituados a la heroina para calmarse el mono. Asi que ni corto ni perezoso esa misma noche puse mi plan en marcha, todo amabilidad y antes de irnos a la cama le ofrecí un vaso de leche caliente, ella aceptó y disolví en el vaso dos pastillas, cantidad necesaria para dormir a un elefante. A la media hora la observé y roncaba como una bendita, me aseguré de que mi esposa durmiera y me acerqué en esta ocasión sin ningun tipo de sigilo, me senté junto a ella y comencé acariciando esa maravilla de culo, tomandolo con las manos, levantando ligeramente su bata y hundiendo mi mano bajo sus bragas. Pude estar así un buen rato, mirando, venerando aquella maravilla de culo, de espalda, hasta que por fín baje hasta las rodillas sus bragas y poniendo mi pene entre sus nalgas me vacié. Después limpié todo el rastro de mi incesto con sumo cuidado, y asi continué toda la semana, tenía un cuerpo de sueño y debía de reprimirme seriamente mis ganas de voltearla y penetrarla indefensa y dormida como estaba.

No tenía mucha idea de fisiología, de medicina, pero me

parecía extraño que aun casi anestesiada pudiera gemir entre

sueños y lubricar de aquella exajerada manera.

Justo a la semana la hecatombe, la tragedia, lo inevitable e inexplicable ocurrió, mi esposa por la tarde tuvo un repentino y fastidioso dolor de muelas, me confesó que habia tomado dos de aquellas pastillitas rojas pero que no le habian hecho efecto alguno. 'Imposible!' pensé, y yo mismo me decidí a probarlas, primero una, y media hora después otra, solo una leve..levísima relajación pero seguía super despierto, entonces mi esposa de manera cándida miró la parte posterior de la caja explicando 'Estan caducadas' con aire suficiente y lánguido para mi pánico, aquellas pastillas no hacían absolutamente nada, dias después como estaba previsto mi suegra nos dejó, aun recuerdo que me sonrojé cuando en la despedida me dió un largo y tiernísimo beso en la mejilla a la par que tomaba a su hija de las manos en la estación de trenes diciendo 'Tengo el mejor yerno y la mejor hija'.

Aun andaba yo cabizbajo y reflexionando sobre toda aquella extraña situación, la repentina conversión de mi suegra para mi causa, y la posibilidad de que solo aquellas pastillas estuvieran defectuosas cuando mi esposa abrazándome me dijo 'Cielo, me has hecho muy muy feliz, nunca te habría creido tan valiente....por cierto, tendremos que poner cortinas en el salon, la otra noche me levanté a tomar agua y oía unos sonidos muy extraños'.

Me abrazó dándome un guiño y caminamos en silencio avenida abajo mientras yo era la viva imagen en toda mi cara de un semáforo rojo, cada vez iba tomando más cuerpo la idea de aquello que se pudieron decir madre e hija al oido en la despedida, especialmente cuando tirándonos un beso desde la ventanilla del tren nos invitó 'Estais invitado a tomar un rico vaso de leche en casa cuando volvais de las vacaciones'.

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