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Inseminada por mi profesor

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Hola, amor. Ha pasado algún tiempo desde que te platiqué de mi experiencia con mi profesor de química en el último año de prepa. Y bueno, sabes que era un tipo degenerado que se aprovechó de mi y me chantajeó con expulsarme de la escuela para tener sexo conmigo. En la primera sesión de un curso sabatino que el profe organizó en su casa, él usó como excusa mi impuntualidad para que me quedara a resolver un supuesto cuestionario como castigo a mi falta. Aquella vez, la hoja en donde él había escrito el cuestionario, no tenía más que dos lascivas preguntas que hacían referencia a mi vagina; yo ofendida, intenté irme, y fue entonces que el profesor me mostró un video en su teléfono en donde yo aparecía dándole sexo oral a mi novio en un jardín dentro de la escuela. Fue con ese video que me hizo permanecer en su casa amenazándome con mostrárselo al director y a mis papás si yo no hacía lo que él decía. Así que finalmente acepté a quedarme y complacerlo dejándolo hacer de mi su juguete sexual. En ese primer encuentro con el profesor Carlos, tuve mi primera experiencia de sexo anal y fue la primera vez que experimenté un verdadero juego de roles en donde él me convirtió en su esclava. Para la segunda sesión, me castigó por no obedecerlo cuando me presenté en su casa llevando ropa interior cuando él me había dicho que no llevara nada debajo de la falda. El castigo entonces, supuso que sostuviera relaciones sexuales con uno de mis compañeros, un tipo gordito y callado por el que nadie sentía mucho afecto. Al final de la clase, el profesor nos retuvo a ambos y entre los dos me cogieron aquella mañana de sábado.

Yo acababa de cumplir 18 años hacía unos meses y por ese entonces acababa de perder mi virginidad y había tenido un despertar sexual avasallador, que me llevó a tener relaciones con mi papá, mi tío Pablo y Érick, mi hermano, además, claro, de coger varias veces con mi novio de entonces, Ricardo.

Para la tercera sesión en casa del profesor, él había despertado algo desconocido en mi, un tremendo deseo, casi una necesidad de sentirme sometida mientras tenía sexo; lo que viví con él ha marcado mis relaciones amorosas o mis noches de sexo espontáneo con algunos de mis amantes o algún amigo; por que descubrí que me gusta mucho ser la víctima, me excito como no tienes idea cada vez que me dominan, me encanta que me tomen con fuerza y que me cojan fuerte, me gusta que me duela.

Así que allá fui, a presentarme en la casa del profesor para la tercera de ocho sesiones que él tenía programadas. Los sábados me levantaba temprano, me aseaba y me depilaba perfectamente y aquél sábado en particular, obedecí la orden de mi profesor de no llevar ropa íntima debajo de mi vestido (a él le encantaba que yo llevara vestido y a mi siempre me ha fascinado usarlos). La casa de mi profesor no estaba lejos de la mía, así que me iba caminando y ese sábado no llegué tarde, quería ver cómo se las arreglaba el profesor para castigarme ahora que no contaba con mi impuntualidad.

No esperaba que el profesor fuera a abrir el portón que da a la calle cuando yo llegué, pero así lo hizo, y de inmediato me extendió un collar de cuero, color negro, parecido al que usaría un perro y apesar de eso, parecía bastante fino; y me dijo muy serio -Haga el favor de ponérselo, señorita Dulce- Yo lo tomé algo sorprendida y me lo puse al rededor del cuello, obedientemente.

Cuando entramos a la casa, vi que en la mesa del comedor, en donde impartía el curso el profe, había dispuesta una serie de tubos de ensaye con diferentes sustancias dentro de ellos, algunos polvos, otros líquidos y varios mecheros de alcohol, todo acomodado de tal forma que adiviné de inmediato que el trabajo se haría en pareja. -Tome asiento aquí- Me indicó el profesor. En la mesa sólo estaban otros tres de mis compañeros, que me saludaron algo extrañados de verme usando el collar que me había puesto en la entrada y  que aunque no era para nada mi estilo, curiosamente combinaba perfecto con mi vestido negro y vivos rosas.

Cuando el resto del grupo llegó (nadie se atrevía ya a llegar tarde) resultó que mi pareja para el trabajo del día, sería el profesor mismo. Entonces él comenzó a darnos instrucciones para ir haciendo las mezclas. Algunas mezclas soltaron leves llamaradas, otras, fumarolas y finalmente hicimos una que iba de algo acerca de los sulfitos y la fabricación de cerveza, con lo que no pienso aburrirte aquí, mi amor. Todo iba bien hasta que llegamos al último experimento, el profesor había preparado intencionalmente el contenido de mis frascos para que en vez de un hilito de humo algo pestilente, como en las preparaciones de mis compañeros, de la mía saliera una especie de gas hilarante; sí, guapo, el profesor era un condenado genio o algo así, por que cuando nos indicó que percibiéramos el ligero olor a huevo podrido de nuestro tubo de ensaye, cuando acerqué la naríz al mío, el humo no olía absolutamente a nada y repentinamente, comencé a tener unas incontenibles ganas de reír. Cualquier sonido o cualquier cosa que veía, me hacía reír; las caras preocupadas de is compañeros que conocían el carácter explosivo del profesor ante una falta de respeto de ese tamaño, me parecían entonces la cosa más cómica del mundo, los regaños severos del profe eran como cosquillas en la planta de mis pies; estuve riendo hasta que mis ojos se llenaron de lágrimas, cosa que me daba aún más risa. Terminé doblada por la mitad y con un dolor abdominal insoportablemente gracioso para mi.

-¡Retírese un momento, señorita!- Dijo el enfurecido profesor cuando mi risa empezó a contagiar a los demás.

-¿A dó... jaja... a dónde... puedo ir... jajajaja... profesor? JAJAJAJAJA

-¿Ve la puerta al fondo del corredor? Es un baño, métase ahí y no regrese hasta que se sienta capaz de comportarse correctamente.

Me encerré en donde el profesor me había indicado y poco a poco el efecto del gas iba pasando; no salí hasta que escuché, ya sin que me pareciera el mejor chiste del mundo, que mis compañeros empezaban a retirarse. Esperé a que no se escuchara nada, sabiendo que aquella escena había sido el ardid que el profesor había elaborado para retenerme en su casa aquella vez. Y yo tenía ganas de que me tomara para castigarme por lo que había pasado, después de todo, los días de esas semanas se me iban masturbándome violentamente con mi dildo, imaginando que era el profesor Carlos quien me obligaba a recibir su verga dentro de mi.

Cuando salí, el profesor terminaba de retirar el instrumental de la mesa. -¿Se siente usted mejor, señorita?- me preguntó con solemnidad -Sí, señor, me encuentro perfectamente-. él avanzó hacia mi y puso su índice frente a mi cara a la altura de mi boca. -¿Qué esperas para chuparlo, puta?- me dijo cuando notó que yo no sabía qué era lo que él quería que hiciera. Así que abrí la boca y me introduje su dedo, mientras lo miraba fijamente a los ojos. Luego se acercó y metió su otra mano debajo de mi falda, sonriendo cuando notó que no llevaba nada debajo, se puso a pellizcar con fuerza los labios exteriores de mi vagina, haciéndome gemir mientras seguía succionando su dedo. Luego sacó su mano de debajo de mi falda, me tomó con firmeza por la cintura y usando el peso de su cuerpo, me inclinó y me levantó el vestido, descubriendo mis desnudas nalgas. Sentí un dolor placentero cuando me introdujo en el ano el dedo que yo le había estado chupando.

-¿Te gusta, zorrra?- me preguntó

-Sí, señor, me gusta.

-Abre tus nalgas- me ordenó, y yo que comenzaba a sentir de nuevo la deliciosa mezcla de miedo y placer a la que él me había acostumbrado, lo obedecí y con una mano en cada nalga, las abrí como él quería. -Tienes un culo delicioso, putita, será mejor que lo vayas preparando, hoy lo haremos sufrir- Luego él hundió su cara entre mis nalgas y comenzó a lamer mi ano y mi vulva, yo abrí más mis nalgas por que sentía muy rico, estaba cachondísima.

El profesor me hizo acompañarlo al cuarto que tenía oculto en su estudio y de ahí sacó un aparato del que yo no tenía idea de para qué funcionaba, pero estaba segura de que me obligaría a usarlo. El artefacto tenía una base que era una cajita metálica cuadrada, dentro de la cual había un pequeño motor, de la base se levantaba una estructura de postes y travesaños, como de un metro y medio de alto, del que a su vez se sujetaban algunas correas de un material parecido al de mi collar. Además, el poste del centro tenía algunas salientes para ensamblar ahí diferentes accesorios con forma fálica y que serían sacudidos por la fuerza del motor de aquella cosa, como supe momentos después.

Luego de poner el desconocido artefacto en el centro de la sala, el profesor fue a la cocina y trajo un plátano, al que le quitó la cáscara y para mi sorpresa, lo metió hábilmente sin romperlo dentro de un condón. -He comprobado que sabes cómo complacer a un hombre apretando tu vagina para sacarle toda la leche a quien te está cogiendo. Lo haces bastante bien, ramera- El profesor ya había disfrutado de mi cavidad y de los apretoncitos que le dí a su verga cuando la tuve dentro de mi, es algo que descubrí que podía hacer con mi vagina al contraer los músculos de mi pélvis desde la primera vez que alguien me penetró y que hago desde entonces, para darme y darle más placer a quien me coge.

-Siéntate y abre las piernas- Me dijo el profesor indicándome el sofá que estaba cerca de mi. -Ahora tócate, mastúrbate para mi- Yo cerré los ojos y comencé a excitarme aún más de lo que ya estaba, acariciando mi vagina y el interior de mis muslos abiertos mientras pensaba en lo que el profesor me haría. De un mueble cercano, el profesor sacó un frasquito de plástico que contenía lubricante, esparció una abundante cantidad en la superficie del condón que cubría el plátano y me extendió el extraño juguete improvisado -Métetelo- Me ordenó. Mis manos temblaban de nervios y excitación, jamás pensé en introducirme algo así en mi cavidad y cuando lo hice, sentí cómo resbalaba deliciosamente lubricando las paredes de mi canal.

-¿así está bien, señor?

-Sí, muy bien, puta golosa- Me respondió el profesor, quien sacó del pantalón su verga ya erecta y me la acercó a la cara -Mámalo, putita. Y mientras lo haces, quiero que aprietes el plátano como si fuera el miembro de tu amo.

Abrí mi boca para recibir el pene del profesor y también comencé a apretar el plátano dentro de mi canal, sintiendo tan rico cada vez que lo hacía que no pude evitar comenzar a gemir. Entonces el profesor me tomó de la nuca y me obligó a meterme completa su verga en la boca. Me costaba trabajo respirar y traté de retirarme, pero él no me dejó y me dijo que no me soltaría hasta que hubiera aplastado todo el plátano que tenía metido en el coño.

Oprimía el inusual invasor en mi cavidad lo más que podía, y luego de unos minutos que me parecieron eternos, el plátano no era más que una masa casi líquida que empezaba a chorrear por mis nalgas. El profesor sacó por fin su verga de mi boca y le ofrecí lo que quedaba del plátano de mi vagina, él miró gustoso, como si fuera un trofeo, mientras tallaba suavemente su glande cubierto por mi saliva. Ni siquiera me dio tiempo de reponerme ni de recuperar por completo la respiración, por que inmediatamente, mi profesor me agarró del cabello y me llevó casi a rastras desde el sofá hasta donde estaba puesto el aparato que había sacado de su cuarto oculto. Cuando yo iba a protestar por que en verdad me había lastimado y asustado por tratarme así, él no me dejó hablar y me calló con una fuerte bofetada, que prácticamente me derribó en el suelo. Una vez ahí, el profesor me ató ambas manos por la muñeca con las correas que tenía el artefacto. -De rodillas, puta inmunda- Me ordenó y me amenazó con golpearme de nuevo, así que me hinqué y él tensó las ataduras que me impedían apartar mis manos de mis costados y finalmente, ató una correa del poste al collar que yo llevaba puesto. Quedé de rodillas en el piso y empinada de espaldas al aparato.

El profesor colocó perpendicular al poste detrás de mi, un pene de hule de un tamaño considerable y accionó el motor de la cosa. Sentí la punta del falo sintético golpeteando en una de mis nalgas. Luego el profesor ajustó lo necesario para que el instrumento que se movía detrás de mi se fuera acercando a la entrada de mi cavidad, y una vez ahí, comenzó a penetrarme. El ritmo constante con que la polla de hule entraba y salía de mi vagina me producía mucho placer y me puse muy mojada. El profesor se inclinó frente a mi y me tomó de las mejillas, obligándome a recibir las lamidas que me daba, pero amarrada como me tenía, no había mucho que pudiera yo hacer para que él no siguiera, además noté que mis tobillos también habían sido atados al aparato que me estaba bombeando cada vez más rápido, haciéndome gemir mientras la lengua del profesor se daba gusto en mi boca. -Chupa mi lengua- me ordenó el excitadísimo viejo lascivo, y yo apreté mis labios al rededor de su lengua y la succioné al interior de mi boca.

Luego de que el profe se retirara un momento de delante de mi, sentí que un objeto comenzaba a hacer presión en mi ano mientras las manos del profesor abrían mis nalgas. Una especie de cono le hizo compañía a la polla de plástico detrás de mi e iba forzando mi orificio, causándome mucho dolor, sentía cómo retrocedía y luego de salir por completo, comenzaba de nuevo a meterse en mi ano, desde la punta hasta la base que era considerablemente más ancha. -Te dije que haría sufrir a tu culito-. El dolor que el cono me porducía al meterse en mi ano se combinó con el mete y saca del dildo mecánico y pronto empecé a sentir mucho placer. El profesor, de pie a mi lado se masturbaba fascinado con la visión que mi cuerpo ultrajado le daba.

Después de un rato de estar recibiendo los accesorios plásticos en mis dos orificios no pude evitar sentir que estaba por venirme, mi vagina estaba mojadísima y el profesor había puesto más lubricante en ambos accesorios, que ahora resabalaban dentro de mi haciendo un ruido excitante, que se mezclaba con el de mis gemidos. -Ya no puedo, amo. Me voy a venir- Le avisé entre quejiditos al profesor, quien se paró delante de mi, esperando el momento en que mi orgasmo invadiera mi cuerpo. Yo pensé que me iba a dar su verga a mamar, pero en lugar de eso, permaneció con su pene delante de mi, como expectante. Y entonces mi cuerpo no pudo más, mis piernas y mi culo comenzaron a temblar, mi placer pronto estallaría y entonces... sucedió... el profesor Carlos esperó el inicio de mi orgasmo para empezar a orinar en mi cara, cuando noté su chorro cristalino, bajé la cara, pero el profesor me tomó del pelo y mientras yo me venía contra mi voluntad, él me obligó a recibir sus meados en la cara mientras él bufaba de gusto. Cuando terminó, me puso la punta del glande en la boca y a mi me dió algo de repulsión y no quise abrir los labios para besarlo, pero el profesor me cruzó la cara con dos fuertes cachetadas y cuando me puso de nuevo su verga en los labios, los abrí y comencé a mamársela hasta que eyaculó e inmediatamente me levantó la cara sujetándome por el pelo y me besó intensamente, esparciendo su semen por nuestras bocas.

Cuando me desató caí al piso exhausta, con mi vestido y la cara mojados con la orina del profesor. Fue la primera vez que un hombre me hacía eso y aunque no quería aceptarlo, dentro de la mezcla de sentimientos que tenía, sabía que me había gustado.

El profesor se quitó el pantalón y se tumbó en le piso detrás de mi y así los dos de costado, él puso lubricante en mi vulva y mi ano y comenzó a frotar ahí su verga flácida recién eyaculada. Cuando pasó uno de sus brazos por debajo de mi cuello, llevó su mano hasta debajo de mi vestido en mis senos y empezó a manosearme. Yo cerré los ojos y con la mano que no estaba pegada al piso, abrí mis nalgas para sentir cómo el pene del profesor se iba endureciendo de nuevo por el roce que le provocaba, hasta que finalmente recuperó su erección y me penetró analmente. El profesor sujetó mi pierna por la rodilla y me abrió, para embestirme furioso mientras pellizcaba con su otra mano uno de mis pezones -Tócate, puta- me ordenó y estimulé mi lubricadísimo botoncito, lo que me puso muy caliente de nuevo y casi inconcientemente empecé a mover la cadera hasta que me di cuenta que me estaba ensartando yo solita en la verga del profesor.

Hasta ese día yo aún no comenzaba a tomar anticonceptivos, así que pensé que sería mejor si hacía que el profesor terminara de una vez dentro de mi ano, pero cuando más duro me estaba cogiendo por atrás, el profesor sacó su miembro y lo encaminó hacia mi vagina -No, no... por favor... no quie...- No terminé de pedirle que no me penetrara por ahí, cuando la rígida asta del profe se abrió paso entre los labios de mi panochita y se metió toda. Yo no dejaba de pensar en la terrible posibilidad que podía traer si él eyaculaba dentro de mi. -No, amo, por favor. Sácamela, te lo suplico-  Pero cometí el error de no hablarle de usted. Así que me tomó por el collar y comenzó a embestirme mientras me regañaba por mi falta. Empezamos a forcejear cuando traté de retirar su miembro de mi vagina, pero él pudo más y terminé pecho tierra con las piernas abiertas recibiendo unas durísimas metidas de verga en mi coño mientras el profesor me sujetaba de las muñecas inmovilizando mis brazos tras mi cintura . Supongo que la adrenalina por la pelea y mi gusto por ser dominada me llevó a sentir riquísimo cuando paré el culo despegando mi pelvis del piso para recibir a mi amante. -¿Ahora te gusta, verdad?- Me preguntó mientras me seguía cogiendo muy duro y yo, que estaba por experimentar otro clímax, sólo asentí con la cabeza; entonces sentí cómo la respiración del profesor se agitó y su verga me penetraba más profundo pero a un menor ritmo.

-Termine dentro de mi, ya no importa, yo también quiero venirme- Le dije moviendo en círculos mi cadera, y apretando mi canal como hice con el plátano antes, disfrutando más la gruesa polla de mi profesor, quien excitado por lo que le dije y por mis apretoncitos, me soltó las manos y me agarró de las nalgas para darme mas duro y después lanzar en el interior de mi cavidad un chorro de tibia lechita que me elevó a un orgasmo que prolongué frotando mi clítoris con el semen que escurría de mi vagina aún penetrada.

Cuando llegué a mi casa, mi vestido aún estaba húmedo por los meados que recibí en mi primer lluvia dorada. Entré corriendo a penas saludando a mi madre que preparaba el almuerzo en la cocina, subí las escaleras hasta mi cuarto y me encerré para quitarme la ropa mojada. Cuando revisé mi coñito recién cogido noté que había esparcidos en el inerior de mis muslos algunos restos de semen que mi profesor había depositado en mi cavidad. Me senté en la cama y me limpié. Luego me fui al baño para ducharme. Desde la regadera escuchaba los ruidos de un sábado común en casa de mis papás; mi madre y su llamado a tomar los alimentos, la televisión del cuarto de mi hermano con el volumen alto de su vídeo-juego de fút bol y el auto de mi papá llegando a casa.

Días antes, me había tenido que inventar una infección vaginal para que mi mamá no me viera raro cuando le pedí que me llevara con su ginecólogo; ella había accedido y ese día tenía mi cita con el médico. Mi papá nos llevó a la clínica a mi madre y a mi en el auto y nos dijo que le llamáramos cuando saliéramos. Entré acompañada de mi madre a ver al médico y me sentía un poco nerviosa. El ginecólogo era un hombre aparentemente común, como de unos 50 años y con un humor bastante relajado, supongo que es parte de su trabajo tomar las cosas con mucha naturalidad para que las pacientes entren en confianza. Luego de unas preguntas básicas, el doctor le pidió a mi mamá que saliera y cuando estuvimos solos, el doc me hizo preguntas más íntimas.

-Dulce, la última vez que te vi eras muy pequeñita, cuando tu madre venía a mi consultorio para sus chequeos y te traía cuando no había con quién dejarte. Y mira ahora, la famosa Candy jaja, tu mamá te llama así desde antes que nacieras.

 

-Y usted también puede llamarme así, si gusta, doc.- Le dije dejando atrás mis nervios

-Pues bien, Candy, antes de empezar quiero que sepas que lo que hablemos aquí es confidencial, absolutamente. Ni tu madre sabrá de lo que me platiques, salvo que tú decidas comunicarle algo ¿entendido?- Me dijo el médico mirándome con mucha seriedad.

-Sí, claro. Entonces, empecemos cuando usted diga.

-Te haré algunas preguntas para abrir tu expediente-. El cuestionario llegó hasta la parte donde el ginecólogo me preguntó si había iniciado mi vida sexual activa.

-Sí, doc. Hace unos meses. De hecho, vine aquí por eso y no por una infección como le dijo mi madre.

-Ah, ya veo. Bueno ¿con qué frecuencia realizas el acto sexual?

-De una a tres veces por semana- Le dije, sincerándome y esperando que no me preguntara cúantas parejas sexuales había tenido.

-¿Cuántas parejas sexuales has tenido y cuántas tienes en este momento?- 'Maldición' Pensé y titubeando un poco, le dije la verdad -He tenido cinco-. Esperaba que se sorprendiera, pero como no lo hizo, continué -Con cuatro de ellos sigo sosteniendo relaciones con alguna frecuencia-. Eso sí que lo sorprendió, pero trató de ocultarlo.

-Bien, Candy. ¿usas algún método anticonceptivo?

-Solo a veces, usan condón.

-¿Sabes si estás embarazada?- Me preguntó sin poder evitar cambiar el tono de su voz, como reacción a mis inesperadas respuestas.

-No lo se ¿me puede hacer una prueba aquí mismo?

-Sí, la haremos en su momento. Antes, pasa al vestidor y quítate toda la ropa, hay una bata clínica para que te la pongas si te sientes incómoda de regresar aquí sin tu ropa.

Decidí que prescindiría de la bata y salí del vestidor llevando solo mis tenis, y noté gratamente que el médico seguía portándose como un profesional y no reaccionó como cualquier hombre ante mi desnudez. -Siéntate en el sillón y coloca las piernas en los soportes que tiene ahí, en seguida estoy contigo-. Al cabo de unos instantes en los que el doctor me hablaba de la revisión que me haría, regresó con un cubrebocas, guantes y el aparato metálico para su quehacer profesional. Se sentó ante mis piernas levantadas y comenzó a inspeccionarme el coño. Yo sentía mucha tensión por que no sabía si el iba a notar que hacía unas cuantas horas que había estado teniendo sexo.

-Candy  ¿Has tenido sexo en las últimas 24 horas?- Me preguntó sin levantar la cabeza de donde la tenía

-Sí, doc, esta misma mañana-. Y reí sintiéndome nerviosa de nuevo.

-Bien, quiero que sepas que te lo pregunto no por metiche, si no por que noto una leve inflamación de tu canal ¿Lo hiciste con alguien mayor que tú? Me refiero a que los chicos de tu edad, en algunos casos no tienen el pene completamente desarrollado, así que no causan lo que estoy viendo aquí.

-Sí, fue con un hombre mayor... Y doc, no me juzgue, pero también me inroduje algo más...

-No te juzgaré, Candy. Puedes contarme si gustas ¿era algo orgánico? digamos un fruto o alguna verdura ¿o era un accesorio sexual de plástico?

Tardé un poco en contestarle, pero finalmente vencí mi vergüenza -Ambas cosas, doc. Era un plátano, pero estaba dentro de un condón-. Noté que el médico se sonrojaba un poco y agregué -¿Me hice algún daño?

-En absoluto. Pero te recomiendo que en el futuro tengas mucho cuidado con lo que usas para satisfacerte sexualmente, puede ser peligroso. Pediremos unos estudios sanguíneos completos y te llamaré cuando tenga los resultados. Pero no te alarmes, a simple vista todo está en perfecto estado y la ligera inflamación que presenta tu vagina está... Digamos, justificada-. Dicho eso sonrió y se cambió los guantes por unos nuevos para comenzar a explorar mis senos. Los tocaba muy ligeramente y su tacto carecía absolutaente de morbo, pero no así lo que noté en su entrepierna, pues había un bulto que acusaba una erección, involuntaria, supuse. -Nada por aquí. Están sanos. Recomendaría una mastografía, pero no creo necesario hacerte pasar por esa fea experiencia, tal vez el próximo semestre.

-Bien, gracias, doc-. Le dije y bajé del sillón cuando él me indicó que había terminado. Fui al vestidor y salí ya con mi ropa puesta, pero intencionalmente dejé desabotonada mi blusa en los dos primeros ojales. Me sentía divertida viendo al pobre hombre contener sus instintos. Cuando regresé a su escritorio, el ginecólogo me dio una prueba de embarazo de esas donde una hace pis y luego te da las buenas o las malas noticias. Fui al baño a hacer lo mío y esperé para ver yo primero el resultado a solas.

Cuando le dí la prueba de embarazo, el doctor la vio y dijo -Negativo. Y si quieres que siga así, te recomiendo que uses condón con tus novios. Y también haré algo por ti, dadas las circunstancias, pequeña-. Me dijo en tono de complicidad para después ponerse a escribir una receta que luego me dio doblada por la mitad. -Esto es solo para ti, por que se que tu mami no está enterada de tus travesuras. Es un tratamiento anticonceptivo, que tendrás que seguir al pie de la letra-. Cuando extendí mi mano para tomar la receta, el médico la retuvo y me miró para decirme luego -Con la condición de que te cuides, Candy, por que ya sabes, caras vemos...- Le recibí la receta y me la guardé en el bolsillo trasero de mi pantalón, sintiendo una mezcla de alivio que duró muy poco, pues el doctor continuó hablando -Candy, quiero decirte que tu prueba de hoy puede no ser de todo certera, ya que sostuviste un encuentro sexual hoy mismo, así que voy a dar ésta otra para que te la hagas en una semana. Si tu novio usó condón, hay un riesgo mínimo, si no es así, toma estas dos pastillas, son píldoras del día siguiente. Te dejo sola un momento, disculpa-. El doc se retiró al baño dentro de su consultorio y cuando volvió al cabo de unos cinco minutos, noté inmediatamente que había ido a liberar la tensión sexual que yo le generaba. En lo que él se daba gusto en el baño, yo me tomé las dos pastillas que me dio.

-Es todo, Candy. Si no tienes dinero suficiente para comprar el tratamiento, no dudes en acudir a mi, te guardaré el secreto ¿estamos?

-¡Estamos, doc! muchas gracias, es usted un caballero- le dije halagándolo.

Luego de que mi mamá entrara de nuevo al consultorio para que el médico le anunciara que todo estaba muy bien conmigo y que solo tenía una leve inflamación por cuestiones hormonales y que se quitaría tomando un anti inflamatorio, mi mamá y yo salimos. Mientras esperábamos a mi papá para que volviera por nosotras, mi mamá tuvo uno de esos accesos de "mamá-amiga-cómplice" y me dijo que le podía platicar cuando tuviera mi primera relación -Sabes que te amo y que no pienso juzgarte. Quiero que me veas como a una amiga ¿te parece bien?- A mi no me parecía del todo bien, así que decidí calar a mi mamá.

-Está bien, mamá. Entonces, debes saber algo... Hoy lo haré con Ricardo por primera vez. No iremos al museo como te dije por que los papás de Ricardo no estarán en casa y quiero entregarle mi virginidad.

Mi mamá sonrió algo afectada por mi aparente sinceridad -Ay, hija... Pues ¿qué te digo? Gracias por contarme. Y si estás segura de lo que quieres, adelante. Solo te pido que te cuides. Ya se que por la emoción de la primera vez ustedes van a tener ganas de hacerlo sin condón -aquí mi mamá se sonrojó y me causó ternura -pero no lo hagan así. Es más, toma-. De su bolso sacó un billete de 200 pesos y me lo dio -para que compres condones. Compra la caja grande. Nunca se sabe jaja-

Mi mamá había pasado mi improvisada prueba, sorprendiéndome con su reacción. Luego de ese día, ella trataba a Ricardo con más afecto y a veces me daba consejos que yo consideraba un poco fuera de lugar. El primero de ellos fue -Usa lubricante, puedes usar aceite para bebé- me lo dijo algo apenada como si quisiera decirme algo más, pero no se animara. -No me veas así, pinche Candy-

-¿Así cómo, mamá? jaja oye ¿aceite para bebé? ¿pues qué piensas que voy a hacer?-Le dije haciéndome la inocente y sintiendo luego una verdadera sorpresa cuando noté que mi mamá desviaba la vista -¡Mamá! No me digas que tú y papá... ¿Mi papá te lo ha hecho por atrás?- Le pregunté llena de curiosidad

-Ay, chamaca loca ¿Qué preguntas son esas?

-¿ya ves? ¿pues no que éramos amigas?

-Pues sí, Candy. Llevamos 23 años de casados y él todavía me tiene ganas casi diario y yo lo complazco, que para eso soy su mujer. La primera vez que me tiró por la cola fue una navidad, me acuerdo que fue en casa de tu tía Goya, tú tenías como 3 años. Tu papá y yo estábamos algo borrachos y ya ves que cuando se junta toda la familia, falta lugar para dormir. Así que tu papá y yo por andar baile y baile no vimos que nos habían ganado la cama, y nos fuimos a dormir al coche. Tu papá se puso necio que quería llevarse una botella de mezcal para que "la siguiéramos en el carro" y yo por darle gusto le dije que sí. Pues la chingada botella esa fue mi perdición. Tu papá me emborrachó y me empezó a meter mano, y yo borracha como estaba, me dejaba y lo iba deseando más, estábamos faje y faje en el asiento de atrás. Ay no se para qué te cuento esto.

-No importa má, estamos entre amigas, olvídate por un momento que soy tu hija. Además me gusta conocer ese lado de ti.

-Chamaca cochina ¿de verdad quieres saber cómo me cogió tu papá?-Yo asentí sonriente y mi mamá continuó hablando -Bueno, pues nos empezamos a besar y... ya sabes, él empezó a tocarme y cuando menos me di cuenta, ya me había quitado la blusa y el sostén. Y entonces le saqué la verga, ay Candy, estaba durísima, bien rica, paradota como esperándome y me puse a chupársela. Luego luego tu papá me metió la mano por debajo del pantalón y me empezó a acariciar, pero empinada como estaba para mamarle la verga, mi culo no dejaba que sus dedos llegaran hasta mi vagina, así que empezó a meterme un dedo por atrás. Al principio no me gustó, me dolía, pero yo andaba muy peda y le estaba chupando muy sabroso la verga, así que no le dije nada. Luego le ayudé a quitarme el pantalón, me lo bajó hasta media pierna y entonces sí que me pudo dedear, pero el muy cabrón no me sacó el pulgar del ano, así que me estaba metiendo los dedos por los dos lados. Me levanté de entre sus piernas y le dije que me lo metiera. Así de pedos como estábamos, nos valió que nos pudieran ver, 'al fin que están todos dormidos' pensé para quitarme la vergüenza. Tu papá abrió la puerta del coche y se bajó; yo me acomodé hincada en el asiento y le ofrecí las nalgas parándolas para que me tomara. Y empezó a cogerme, al principio todo iba como siempre, solo que estábamos más alocados por el mezcal y entonces le dije -Si quieres méteme otra vez el dedo, papi. Por aquí- y me abrí las nalgas para exponerle mi entradita trasera y tu papá empezó a cogerme por los dos lados, consu verga en mi coño y con su dedo en mi ano. Así un rato, hasta que de repente, sentí que me quería meter la verga por atrás. -No, mi amor, me va a doler, sígueme dando por la panocha- le pedí, pero no me hizo caso y escupió en su verga parada y me la dejó ir completita por la cola. Yo me retorcí de dolor al principio, pero luego él me fue masajeando y luego de un rato le encontré el gusto al asunto; tanto que le aventaba las nalgas para que me cogiera bien. -Así, papi, vente ¿te gusta el culo de tu esposa? vente cabrón, rellénamelo con tu lechita- Mira, hija, no tengas pena de decir algunas cosas así, vas a ver cómo se prende Ricardo si le dices cochinadas, bueno ya irás aprendiendo. Al final tu papá eyaculó como un semental adentro de mi culo y me puso tan cachonda que me saqué de ahí su miembro para hacerme venir metiéndomelo en la vagina.

-Santo dios, mamá. Eres una golfa jajaja

-No me faltes al respeto, cabrona. Si soy así es solo con tu papá. Él sabe que en su cama tiene a su puta privada y que soy solo suya.

-Ay, madre, no te ofendas. Lo que quería decir es que nunca me imaginé que te gustaran ese tipo de cosas.

Mi madre rió y me dijo -Nada de contarle esto a nadie, eh, Quedamos que es plática de amigas- -Sí, mamá, te guardo el secreto- -Bueno, así yo voy a guardar los tuyos, hija. Mira, hablando del rey de Roma- Mi papá aparcó frente a nosotras y nos fuimos los tres a la casa. Pocas veces hablamos del tema mi mamá y yo, pero disfruté mucho su historia y después de esa plática, su forma de tratarme se volvió mucho más amistosa.

Más tarde, mi novio pasó por mí a la casa de mis papás y aunque claro que no sería nuestra primera vez, como le mentí a mi mamá; Ricardo me llevó a su casa y pasamos la tarde cogiendo. Pero de eso te platicaré en otro relato, corazón.

Tu putita te manda besos ricos.

Dulce F.

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