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Viaje al pasado (Capitulo 7 - Final)

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CAPITULO 7 - FINAL

PASIÓN DESBORDADA

Llevar una vida plena con la mujer que amo, qué más puedo podría pedir, y tener la oportunidad de ir corrigiendo errores que uno va come tiendo a lo largo de su vida, era el complemento ideal a esa nueva vida que estaba llevando.

Se acercaba el momento de la graduación de mi yo más joven, pronto iría a la universidad. Le influí a que siguiera la misma que yo había escogido, una carrera de Ingeniería.

El tiempo pasaba y a pesar que sentía que Sofía era feliz a mi lado, percibía que en nuestra vida algo no estaba completo.

—Amor, le dije, siento que todo este tiempo a tu lado, ha sido el mejor que cualquier hombre podría desear.

—Yo pienso lo mismo papito mío, como te lo he dicho muchas veces, desde que llegaste a mi vida, cambiaste todo en mí. Te amo mucho, me dijo.

—Lo sé preciosa, pero siento que algo falta para hacer que nuestras vidas sean mucho mejor...

—¿A que te refieres? Me preguntó.

—¿Te casarías conmigo? Le dije, arrodillándome a sus pies, tomándola de la mano y sacando una pequeña cajita del bolsillo de mi chaqueta, que llevaba un anillo de compromiso.

—¡Te amo tanto!!, llorando y con una sonrisa como jamás la había visto en su rostro.

—¿Eso significa que sí?, le insistí

—¡Si!!! Mi amor, ¡si!! Abrazándome me lo dijo.

—Te amo tanto, le dije mientras la abrazaba y besaba

Le pedía matrimonio a la mujer de mi vida, claro que no podríamos casarnos por la iglesia, ya que eso sería el colmo de los pecados a nuestra ya pecaminosa vida. De la cual solo yo estaba conciente.

Por suerte mi madre se había casado por la iglesia con mi padre, y ya no podría volver a casarse por la iglesia otra vez. El matrimonio sería solo por lo civil, yo cuando había hecho mi primer salto había sacado documentación falsa, así que no habría problemas con eso.

Organizamos una fiesta por lo grande, donde prácticamente solo vendrían familiares por parte de Sofía, ya que yo no tenía familiares, supuestamente.

Y llegó el día anhelado, en el registro civil estaba esperando que llegue la mujer de mis sueños, yo estaba nervioso, llegaron sus hijos, mi hermano y mi yo más joven, mis futuros hijos, pronto sería padre de mí mismo, era una cosa de locos.

Llegaron ellos, y me dijeron, “ya viene”. Mi corazón estaba a mil por hora.

La vi entrar, más hermosa que nunca, con un vestido de dos piezas, gris plateado y una especie de hojas o plumas de color negro estampadas por toda la tela, su falda era de corte recto caía por el ancho de sus caderas, hasta un poco más abajo de las rodillas, la parte superior al estilo de una blusa cruzada la parte derecha sobre la izquierda formando un escote no muy revelador, manga corta hasta los codos, una especie de vuelos en la cintura y un cinturón color negro, la falda tenía un partido en la parte posterior que se movía graciosamente a cada uno de sus pasos. Medias nylon color carne y unos zapatos negros de taco que combinaban con una cartera negra que llevaba al hombro. Un corte en melena hasta los hombros y un lazo negro sujetaba su cabello. Maquillada sutilmente, labios color rojo muy suave, y una sonrisa que podía embobar a cualquiera que la viera, esos hoyuelos en sus mejillas mi obsesión. Su mirada llena de alegría y un caminar sensual, como solo ella podría hacerlo. Sin joyas ni collares, a excepción de su anillo de compromiso en su mano izquierda y unos aretes redondos haciéndole juego.

Decir que estaba hermosa, es decir poco, si en anteriores ocasiones ya lo he dicho, no me importa, esa mujer me tenía embobado.

—Hola amor, me dijo mientras me estampaba un beso de película, casi me atraso.

—Tranquila amor, estamos a tiempo, le decía mientras le tomaba de su mano y la hacía girar sobre sí misma para contemplarla toda, estas hermosa mi vida.

Llegó la hora y nos casamos, los aplausos inundaron el sitio, abrazos de todos los familiares, y nos fuimos a la recepción, bailamos hasta cerca de la media noche e hicimos todas las actividades que se hacen en este tipo de reuniones, la liga, lanzar el ramo, etc.

Pero llegó el momento de escaparnos de la fiesta e irnos a pasar nuestra primera noche como marido y mujer, de forma legal.

En el mismo local donde hicimos la recepción, nos dieron una habitación matrimonial muy bien arreglada. La cargué en mis brazos y entré con ella por la puerta, mientras la besaba y decía cuanto la amaba. La habitación tenía champaña y un par de copas, un arreglo de rosas, música romántica, y una cama matrimonial redonda muy grande cubierta por una sábana de satín roja, y unos cuantos almohadones en forma de corazón.

Brindamos por nuestro nuevo estado civil y por la larga vida que esperábamos vivir juntos.

Bailamos un momento al ritmo de la música romántica y así abrazados, sus brazos sobre mi cuello y mis manos en su cintura disfrutábamos el momento, yo era el hombre más feliz del mundo, tenía a la mujer de mis sueños solo para mí.

Bajé mis manos a sus caderas, la apreté y apegué hacia mi cuerpo, para que Sofía pudiera sentir mi miembro que luchaba por escaparse del pantalón de la grande duro que estaba.

Empezamos los besos, sencillos al inicio, apasionados y muy largos después. Nuestras lenguas jugaban entre ellas, nuestros labios se pegaban entre sí, el sabor de su labial que ya lo conocía, ese momento me parecía mucho más sabroso, era como las fresas.

Mis manos subían por su espalda y bajaban hasta su cintura y luego a su trasero, mejor dicho, mi trasero, porque desde hace rato su cuerpo ya era mío.

Sofía me sacaba la camisa y me besaba el pecho desnudo, me mordía las tetillas que estaban duras y puntiagudas. Intentaba zafarme el pantalón, yo no me resistía.

Mis manos encontraron en su espalda el cierre de su vestido, pronto estaba lo más abajo que pude ponerle, y comencé a abrir su vestido a altura de sus hombros y empecé a bajarlo, deslizarlo por su cuerpo, sentía en mis manos ese cuerpo de piel tan aterciopelada, tan mía.

Pude ver que debajo del vestido llevaba una pequeña tentación, una especie de vestido provocativo de seda color carne, con unas tiritas que pasaban por sus hombros y tenía unos encajes sobre la parte que cubría sus senos, se adaptaba a su bella figura, se apretaba en la cintura y se ensanchaba en las caderas, haciéndolas ver más deliciosas,  apenas le cubría sus caderas y tenía unos partidos a los costados, que permitían ver su sexy interior, no llevaba sujetador, al verla así, mi miembro cada vez estaba más y más duro.

Sofía vestida con esa tentación, sus piernas enfundadas en esas medias nylon y con zapatos de taco, era una verdadera delicia, mi instinto animal solo pensaba en agarrarla y botarla a la cama, arrancarle toda esa ropa, para así brutalmente hacerla mía.

Pero debía calmar mis instintos y hacer inolvidable ese momento.

Primero la abracé y le dije lo hermosa que estaba, mientras terminaba de quitarme la ropa y quedarme casi totalmente desnudo ante ella, me quedaría solo con mi interior. Sofía me miraba de pies a cabeza y obviamente se daba cuenta que su sensual forma de vestir había provocado en mí una lujuria desenfrenada, una lucha interna por controlarme, ella sonreía pícaramente.

Me empujó hacia la cama, me sentó en el filo de ella y se puso a mover sensualmente frente a mí, con baile tan sensual, que jamás me habría imaginado ella podría hacerlo.

Se acercó a mí, yo podía acariciarla toda con mis manos, recorrer sus curvas, me excitaba más que ninguna de las otras veces que habíamos estado juntos, ella sabía cómo hacerlo.

Mis manos subían por su cuerpo, mientras ella me bailaba, acariciaba sus caderas, sentía sus piernas, apretaba sus senos, acariciaba su cintura. De vez en cuando, Sofía se agachaba y me daba un beso, al agacharse yo podía ver por el escote de su tentación, eso hermosos senos, su cara demostraba una picardía mezclada con lujuria, que no sabría explicar.

Cuando la besaba chupaba su lengua y me sabía delicioso, se me ponía de espaldas y movía su cuerpo como una bailarina experta, mostraba sus caderas y me las ponía a disposición, yo ponía mis manos en sus caderas y me dejaba llevar a su ritmo. Mi miembro solo cubierto por mi interior, ya no soportaba más, intenté acomodarlo en su sitio, porque ya empezaba a dolerme ahí encerrado.

Sofía se dio cuenta, y sin parar su baile, se acercó a mí, y me dijo “Déjame ayudarte”, mientras se agachaba para sacarme los interiores, mi miembro como un resorte se paró liberado de su prisión. Ella lo miraba con ojos maliciosos, y pasando su lengua por sus labios.

Mi interior voló por algún lado de la habitación, ella agachada, se puso en cunclillas a mis pies, y empezó a acariciar mi miembro, dulcemente, con una mano, luego con las dos.

Yo me sentía explotar, ya no daba más, Sofía besó mi miembro, y me preguntó “¿Te gustó?”, yo no podía contestar, mis palabras no salían de mi boca, solo asentí con la cabeza.

Sofía besó nuevamente mi miembro, primero el glande, luego al costado, sus manos se posaron en mis piernas, y su boca empezó a lamer y besar mi miembro, cada vez más, el sueño de todo hombre se hacía realidad ante mí, y con la mujer que más amaba en esta vida. Jamás hubiese pensado que ella haría esto, y mucho menos que lo haría tan bien.

Mis manos se posaron en su cabeza, como para sentir sus movimientos, como para no dejarla escapar de esa posición, ella había empezado a realizarme una mamada que jamás olvidaría, su boca no era tan grande, y mi miembro entraba muy apretado en ella, Sofía hacia lo necesario para saborearme en cada chupada, sus labios recorrían los laterales de mi miembro como si de un helado se tratara, con sus dientes de vez en cuando era como que me realizara pequeñas mordidas, sutiles, sensuales, deliciosas, pronto sentiría que mi miembro llenaba toda su cavidad bucal. Y se quedó ahí, mientras cerrada los ojos, sentía que su lengua acariciaba mi miembro, yo a punto de estallar, me sentía en la gloria.

Sofía se dio cuenta de esto, y se retiró sutilmente, se saboreó los labios mientras me miraba a los ojos, con esa mirada pícara y me decía “aguanta amor, todavía no explotes…”

Yo seguía sin poder decir absolutamente nada, Sofía se incorporó frente a mí, y me empujó hacia la cama, de espaldas, y me dijo que me hiciera más atrás. Yo obedecía sin preguntar nada.

Se sacó los zapatos de una forma muy sensual. Y se subió gateando sobre mí, desde mis pies, se colocó a la altura de mi cadera y se sentó sobre mí, abrió un poco la falda de su tentación para que nuestros miembros se rozaran, se inclinó sobre mí y agarró mi rostro con sus manos, yo hice lo mismo, empezamos a besarnos dulce y apasionadamente, sin lujuria, aunque la había, los dos controlábamos nuestro sentir y lo hacíamos parecer eterno.

Su vagina, cubierta por su interior y sus medias nylon, rozaban mi miembro desnudo. Y empezó a mover su cadera hacia adelante y hacia atrás, empezó a sobar nuestros miembros en esa posición. Hacía un movimiento circular hacia arriba con su cadera, de tal manera que en momentos podía sentir su vientre pegarse con el mío, y luego arquear su columna al llegar al máximo del roce. No quería que eso termine nunca.

Estuvimos así mucho tiempo, mi miembro lo sentía arder de tanto roce. La cogí de su cintura y la acosté a mi lado, yo me puse a sus pies, y metí mis manos por debajo de su tentación hasta coger el inicio de las medias nylon, y las bajé despacio por sus piernas, saqué primero una pierna y luego la otra, ahora hice lo mismo con su interior, el cual estaba completamente húmedo de sus jugos vaginales.

Acariciaba sus piernas, subía hasta su ingle y topaba su entrepierna, la acariciaba, rozaba con mis dedos sus labios vaginales. Sofía se sentía muy excitada, y arqueaba su cuerpo, mientras cerraba sus ojos y sus manos hacia sus costados, agarraban con fuerza las sábanas.

Abrí sus piernas, las levanté un poco y empecé a besar sus muslos, por la parte interior, primero una, luego la otra. Cada vez me acercaba a su entrepierna. Sofía se retorcía mucho más.

Y llegué a la entrada prohibida, estaba con sus vellos vaginales completamente mojados, no muy argos, ni muy cortos, se los había arreglado. Se enredaban con mi áspera barba. Y yo empezaba a pasar mi quijada y mi nariz por ellos, apercibía su aroma embriagante de hembra en celo, eso me excitaba mucho más. Besaba por fuera sus labios vaginales.

En un momento de esos pasé mi lengua por ellos, la sentí estremecerse, vi su rosada y brillante entrada abrirse sola, y empecé a lamer primero sus costados y luego hasta encontrar su clítoris. El sabor de esos jugos era salado, pero embriagante y delicioso. No lo niego al inicio sentí un poco de asco de hacer esto, pues era mi primera vez, pero luego me encantó y seguía haciéndolo cada vez metiendo más mi lengua y sentir sus paredes vaginales. Sus manos se pusieron sobre mi cabeza y jalaba mi cabello. No sabía si quería apartar mi cabeza de ahí, o impedirme que me quitara. Mis manos la agarraban de sus caderas y como si estuviera devorando una papaya jugosa, me daba un banquete con ella.

La sentí correrse mientras se retorcía y gemía a todo pulmón. Se mordía los labios y blanqueaba sus ojos mientras la veía terminar su orgasmo. Me aparté de su vagina y empecé a subir mis manos por sus caderas y subir su tentación, hasta sacarla por encima de su cabeza.

Ahora la tenía a mi disposición, toda ella desnuda ante mí, sus senos no tan grandes, pero del tamaño suficiente para llenar mis manos. Sus aureolas de un color café oscuro, grandes y muy duras, sus labios se tornaron de un color entre rojo y rosado natural muy brillante. Ahí estaba mi madre, quien hace mucho tiempo ya había dejado de serlo, y solo podía ver a esa mujer, esa deliciosa mujer que amaba tanto, yo quería hacerla tan feliz como ella me hacía feliz a mí.

Besé sus senos, uno después del otro, los amasaba y juntaba uno contra otro para besarlos juntos y por separado.

Me bajé de la cama y desde el filo de ella, la jalé de sus piernas y pegué sus caderas a mis piernas, mientras levantaba sus piernas y las abría en compás, dirigía mi miembro a la entrada de su vagina. Por lo mojada que estaba, no habría problema en ingresar en ella, pero lo haría lentamente, primero jugaba en su entrada, y luego intentaba entrar de a poco, primero el glande, lo saca, y luego intentaba ingresar un poco más que la vez anterior, vi como Sofía se excitaba cada vez más, ¡y un momento me gritó “!  entra de una vez!!!”, pero yo no le haría caso, seguiría con mi juego hasta sentir que mis testículos topaban su entrepierna, mi miembro estaba completamente dentro.

Empezaría una serie de bombeadas, suaves, y largas, como queriendo perforarla, al entrar me apegaba más a ella, la hacía mía una y otra vez. La tenía de sus muslos, mientras sus piernas caían a los costados dobladas por sus rodillas. Las sentía balancearse al ritmo de cada embestida, Sofía gemía y gritaba de placer pidiéndome más.

Yo no aguantaría mucho más, y quería poseerla en todas las posiciones posibles. Así que al sentir que ella nuevamente se corría y me mojaba todo el miembro, lo sacaba de su vagina y hacía que Sofía se hiciera más atrás, la manipulaba como a una muñeca, y le puse de espaldas y levanté su trasero, hasta hacerla arrodillar, le abrí sus piernas y pude ver su chorreante vagina por atrás, me arrodillé a sus espaldas, apunté mi miembro a su vagina y empecé a embestirla nuevamente.

Mi mano derecha en su cadera y mi izquierda le agarraba de su cabellera, pronto la sentiría correrse nuevamente, cuantas veces iban, ya perdí mi cuenta. Eso hacía que me excitara mucho más, sería el momento de culminar este combate.

Saqué mi miembro, colorado de tanta embestida, chorreante de una mezcla de jugos vaginales y líquido seminal.

La recosté en la cama y la veía agotada y satisfecha, una amplia sonrisa en su rostro, colorada y mojada en sudor todo su cuerpo.

Me recosté sobre ella, y en la posición del misionero, abría sus piernas mientras le besaba su cuello y su boca. Dirigí mi miembro a su vagina nuevamente, y dulcemente ingresé por última vez esa noche en ella. Ingresé completamente de una manera suave y dulce, llené nuevamente su vagina con todo mi miembro. Una vez que sentí estar al tope le susurré “ahora si voy a terminar, no aguanto más”.

Sofía me atrapó con sus piernas, me abrazó con todas sus fuerzas y mientras clavaba sus uñas en mi espalda, nos besábamos lo más dulce y apasionadamente que podíamos. Yo la abrazaba, el brazo izquierdo por su cuello y el derecho por su cintura, y con unos suaves movimientos de cadera, terminamos los dos, juntos nos estremecíamos, gemíamos y gritábamos de placer. Topamos el cielo juntos, mientras nuevamente y con más fuerza sentía que ella me mojaba desde su interior, yo lanzaba un chorro de líquido seminal, el más fuerte, el más potente y largo que había expulsado alguna vez mi miembro, sentía como se vaciaban mis testículos, hasta quedar completamente vacíos.

Terminamos completamente agotados, satisfechos y enamorados, tirados uno junto al otro, esos cuerpos sudados y agitados tomados de las manos sobre la cama.

Solo nos abrazaríamos, nos diríamos cuan felices éramos y cuanto nos amábamos, cubriríamos nuestros cuerpos con la sábana, para quedarnos dormidos hasta el siguiente día.

Desde esa noche no faltarían los encuentros sexuales cada vez más fogosos entre estos dos amantes, ahora marido y mujer ante los ojos del mundo, esto sucedería por muchos años más.

Tantos problemas y dificultades que en mi vida había pasado, ahora tenía la oportunidad de irlos eliminando, debido a que mi yo más joven y yo teníamos los mismos gustos, era más fácil hacerme su amigo y acolitarle en algunas cosas, dando siempre las limitaciones necesarias para no producir un cambio en el futuro muy drástico.

Sin embargo, no podía impedir situaciones como muerte de familiares, enfermedades, problemas a nivel del país, o desastres naturales, que yo sabía que pasarían. De todas maneras, yo conocedor de su aparición, siempre estaba preparado ante todo, y eso llamaba mucho la atención a mi nueva – vieja familia, quienes decían que era como si yo fuera un adivino, siempre estaba preparado para todo.

Y es así que, con tiempo, convencí a mi mujer, se hiciera exámenes para evitar “posibles complicaciones” propias de la edad, pero que yo sabía que no eran posibles, sino que seguro pasarían.

Gracias a esto, pudimos evitar que a Sofía le diera ese cáncer fulminante que en mi vida normal que tanto nos había hecho sufrir.

Lo que tampoco podía evitar era que yo fuera envejeciendo un poco más aceleradamente de lo normal, sin embargo, podía sobrellevarlo, gracias a medicamentos, ejercicio contínuo y una buena vida, especialmente creo gracias a una vida sexual plena junto a mi mujer.

Debido a que mis inversiones habían dado fruto, ya no necesitaba tener un trabajo agotador, lo hacía bajo responsabilidad de otras personas, solamente me dedicaba a dirigir los negocios que teníamos, invertí en turismo, al inicio me consideraron loco, pero con el tiempo se dieron cuenta que era una muy buena fuente de ingresos, la hacienda que había comprado estaba viento en popa.

Yo me dediqué a estudiar por mi cuenta y a hacer investigaciones sobre equipos electrónicos, como yo tenía un título de ingeniería de mi vida futura-pasada, era muy bueno para eso. En una universidad cercana conseguí la ayuda de un profesional llamado Peter, que sabía mucho de física, teoría de cuerdas y esas cosas, juntos nos hicimos buenos amigos y en un momento dado sin querer, estábamos por inventar una máquina que permitiera viajar en el tiempo.

Muchas veces Peter se quería dar por vencido debido a los continuos fracasos de nuestros experimentos, pero yo conocedor de que era posible, insistía en proseguir.

La vida pasaba, mi hermana se casó, y tuvo 2 hijos, mi yo más joven todo un profesional también se casó y tuvo 1 hijo y su esposa estaba por esperar el segundo. Yo le aconsejaba para que sea un buen padre y así evitar el que se divorciara, como me pasó a mí, pero hay cosas que por más que te empeñes no podrás evitarlas.

Cuando yo estaba por cumplir los 65 años, había estado con Sofía cerca de 25 años, por fin logramos poner en marcha la máquina del tiempo, yo me había basado en algunos modelos de la máquina que tenía en casa, y lo habíamos logrado.

Con Peter comenzamos a hacer pruebas, pequeños saltos, de minutos al principio, luego horas y finalmente días. Pulíamos la máquina para hacerla funcionar a la perfección.

Llegaba la hora de hacer saltos de tiempo más grandes, y Peter quería regresar a su juventud para corregir algunas cosas, yo conocedor de las posibilidades de crear líneas de tiempo alternas, le aconsejaba que es lo que podía hacer y qué es lo que no podía hacer. Peter siempre me decía que yo sabía muchas cosas, que no entendía como sin estudiar sabía tanto.

Al final yo me quedé con los planos y Peter, podría viajar a su pasado, así lo hicimos, Peter viajó y nunca más supe de él, se llevó la máquina con él.

Yo mientras tanto, me disponía a escribir un diario y dejarlo junto a los planos y la caja de viaje en el tiempo, tal y como lo había descubierto en aquella ocasión. Las cosas se estaban repitiendo, me di cuenta.

Pero era hora de intentar cambiar las cosas, ya vivíamos mejor, mi yo más joven, aunque todavía no se había divorciado, existía la pequeña posibilidad de que no lo hiciera. Por eso, opté por guardar la caja, los planos y mi diario en una bodega de la hacienda, quería evitar caer en un ciclo que nunca terminaría.

No destruí todo, porque en algún momento podría necesitarse un equipo así.

La vida pasaba y los años no pasaban en vano, mis enfermedades propias de la edad y el hecho de envejecer un poco más rápido de lo normal, hacían que presintiera mi fin acercarse.

Por eso decidí escribir este relato, cambiando nombres y lugares, para aplacar un poco la conciencia de no decírselo a nadie. Ya en el lecho del cual cada vez me resulta más difícil levantarme, he contado mi historia a breves rasgos, de la cual no me arrepiento, he sido muy feliz junto a la mujer que amo estos últimos años, además he tenido la oportunidad de mejorar nuestra forma de vida, y prepararnos para un futuro mejor.

Sofía hoy mismo, me recordaba lo feliz que es al estar conmigo, lo mucho que le hice cambiar su rutina y aburrida vida, lo mucho que me amaba.

Yo también te amé, y te sigo amando Sofía, por eso viajé en el tiempo para estar contigo…

(9,60)