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Campamento - Parte 4

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Nunca tomar una ducha me había tomado tanto tiempo, pero supongo que era razonable, ya que quería estar completamente limpio para mi primera cita con Cristian.

Aunque sólo habíamos quedado para ir al cine, uno nunca sabe lo que puede pasar y quería que mis nalguitas estuvieran presentables para él.

Tan sólo había pasado dos días sin verlo y ya lo extrañaba con desesperación. Hubiera dado lo que fuera para que aquel campamento se extendiera mucho más para poder disfrutar de su compañía más tiempo y poder dormir en sus brazos de nuevo, como lo hicimos la última noche.

Luego de todo lo que viví en aquel lugar, no podía evitar darle una mirada a mis nalgas cada vez que salía de la ducha. En cierta forma estaba orgulloso de lo que la madre naturaleza me había dado y más que todo me encanta como Cristian se derretía por ellas.

Fue un gran cambio para mí al regresar a mi casa luego de todo aquello.

Me sentía diferente, extraño, pero muy feliz. Realmente me gustaba mucho Cristian y estaba muy contento de que yo también le gustaba a él.

Me encontraba concentrado, apreciando mi cuerpo desnudo en el espejo, cuando mi teléfono empezó a sonar.

―Hey Jordán, ¿Cómo estás? ―contesté, mientras caminaba de regreso a mi cuarto.

―¡No vas a creer de lo que me acabo de enterar! ―contestó él de frente, sin siquiera saludar.

―¡Cuenta! ―exclamé, imitando su tono de voz.

―Esteban… el chico sexy de cuarto año… a que no sabes…

―¿El chico de los rizos? ¿El de la sonrisa sexy? ―pregunté, recordando los adjetivos que Jordán había usado para describirlo la última vez que hablamos de él. Al parecer el pequeño estaba bastante prendado.

―¡Sí! ¡El mismo! ―contestó emocionado.

―¿Qué pasó con él ahora?

― ¡Creo que lo vi en Grindr! ―exclamó sobreexcitado, como si se hubiera sacado la lotería.

―¿Grindr? ―pregunté, sin tener la más absoluta idea de lo que estaba hablando.

―¡Grindr pues! Oh… es verdad, eres nuevo en esto ―dijo, usando el tono de compasión que siempre usaba cuando estaba a punto de explicarme algo sobre el mundo gay.

―¿Hay algún manual sobre todo esto? Digo, sería más fácil tener algo que leer y no estar preguntado cada cosa.

Jordán soltó una risa en el teléfono.

―Tal vez yo debería escribir uno ―dijo, poniéndose pensativo―, sería de ayuda para los nuevos como tú….

―Al grano, Jordán, estoy alistándome para mi cita.

―Bueno… bueno… Grindr es un app donde puedes conocer chicos gay, usa el GPS para localizar a los que estén usando el app en tu área… Es súper útil para conocer gente nueva.

¿Un App? ¿Chicos gays en mi área? Eso sonaba interesante

―¿En serio? ¿Cuesta mucho? ―pregunté bastante interesado.

―No cuesta nada inscribirse, si quieres puedes pagar para tener más opciones pero sin pagar funciona muy bien.

―¿Se escribe G.R.I.N.D.R? ―pregunté de nuevo, deletreando letra por letra para no equivocarme.

―Sí, esa… ¿Vas a descargarlo? ¿Y qué pasó con Cristian?

―No pasa nada, sólo tengo curiosidad por ver como es, no pienso quedar con nadie.

―Bueno, bueno… pero deja que te siga contando pues…

―Ah sí, es verdad. ¿Viste a Esteban en ese app? ―pregunté fingiendo interés, mientras escribía en un papel el nombre del app para no olvidarme.

―Bueno no estoy seguro de que era él. No tenía foto de su rostro, sólo de sus labios, pero son idénticos a los de él… ¡incluso tiene el mismo lunar!

―¿No crees que estás imaginado cosas? Ya sé que te mueres por ese chico, pero yo dudo que sea gay, mejor no te arriesgues… Anda a tirar con Ángel para que se te baje un poco la calentura.

Jordán se quedó en silencio por un segundo, y por un momento pensé que había ido muy lejos con mi comentario, aunque no era la primera vez que hablábamos así de directos. En los últimos días Jordán y yo nos habíamos vuelto muy amigos. Hablábamos de todo, de cada detalle de nuestras vidas. Era grandioso tener a alguien que pudiera entender tan bien por los cambios que estaba pasando.

―No me hables de ese ―contestó molesto―, desde que le dije que tú ya no querías tirar con él me ha dejado de hablar. El otro día me llamó para preguntarme si quería entrarle a un trio, ¿Te imaginas? Quería que él y su amigo me penetraran a la vez… ¡Esta loco!

La idea de ver a Jordán siendo penetrado por dos hombres me provocó una repentina erección, pero no podía evitarlo ya que en mi mente aún quedaban los recuerdos de aquella noche que lo vi tirando con Ángel. Su culito blanco y paradito aún rondaba mi cabeza de vez en cuando, lo que hacía a veces difícil conversar sobre temas sexuales con él.

―Jajaja… Sí, claro… la idea de un trio te horroriza… ―contesté burlonamente, ya que sabía que la idea no le era nada repulsiva ―Lo que pasa es que estas celoso porque Ángel desea mi culito más que el tuyo.

―No, eso no es verdad… ―contestó rápidamente, pero era obvio que eso le molestaba―. Y tú deja de ser tan zorra, se supone que estas saliendo con Cristian.

Al escuchar su nombre mi estómago se llenó de mariposas.

―Es nuestra primera cita oficial, no somos nada aún ―contesté, pero dentro de mí sabía que quería algo serio con él.

―Sí, claro, ustedes son muy chapados a la antigua, primero tiran rico por dos días y luego tienen su primera cita ―bromeó.

―Ya deja de distraerme… debo alistarme.

―Está bien, mucha suerte en tu cita ―dijo―, lávate bien el poto que seguro terminarán tirando.

Su risa fue lo último que escuché al cortar la llamada, y no pude evitar sonreír al ver lo bien que me conocía mi nuevo mejor amigo.

Luego de unos veinte minutos de cambiarme, peinarme y perfumarme, por fin estuve listo.

Para mi primera cita me puse una camisa nueva a cuadros, abierta, con un polo blanco debajo y un par de jeans que ya me quedaban chicos y que coincidentemente marcaban muy bien la forma de mis nalgas… coincidentemente.

Entonces mi teléfono empezó a sonar nuevamente.

―Hola bebe, ¿ya estás listo? ―dijo Cristian y mi estómago se llenó de mariposas nuevamente al escuchar su voz.

―Hola Cris, sí, acabo de terminar de alistarme ―contesté, tratando de mantener mi emoción a raya.

―Pusha bebé, se me hizo tarde, mi madre me obligó a ir con ella a comprar unas cosas… ¿Te parece si nos vemos de frente en el cine? ¿Porfa?

A pesar de que no parecía un gran problema, no pude evitar sentirme algo decepcionado porque Cristian no pudiera venir a verme en nuestra primera cita, especialmente porque el cine se encontraba literalmente a la vuelta de mi casa… pero supongo que no tenía por qué molestarme tanto.

―Claro, no te preocupes. Nos vemos allá entonces ―contesté tranquilo.

―Ya bebé, te veo allá en veinte minutos, un besito ―dijo y luego cortó.

Sé que no era para tanto, pero me sentí algo chasqueado por aquello, ya que confirmaba lo que Jordán ya me había advertido.

Mi gran temor con Cristian, desde que empezamos aquella extraña relación que teníamos, era su madre. Por todo lo que Jordán me había contado de ella, esa mujer era de temer.

Como ya me encontraba listo, no me quedó de otra que sentarme un rato a jugar con mi celular. Fue allí cuando encontré el papel con el nombre de aquel app que Jordán me había pasado.

Con algo de miedo y emoción, descargué la aplicación y empecé a crearme un perfil.

Por todo lo que me había contado Jordán de sus experiencias, sabía que no era una buena idea comprometer tu identidad cuando se trataba de conocer extraños, así que no coloqué ninguna foto, sólo algunos datos como mi edad y mi altura.

Me puse de nombre Andy, para no poner mi verdadero nombre, aunque realmente no veía el punto en mentir en eso.

Mis ojos se abrieron grandes cuando vi a todos los hombres que había en mi área. Sólo a dos kilómetros a la redonda había más de treinta chicos, aunque seguramente se debía a que vivía cerca de un centro comercial muy conocido de la zona y muy frecuentado por todos.

No habían pasado más de dos minutos desde que me creé el app y empecé a recibir mensajes de todo tipo, preguntándome por mi opción, si tenía sitio o si quería que me la metieran rico y fuerte.

¿Realmente todos eran así? ¿Acaso nadie sabía cómo saludar correctamente?

Entonces un mensaje diferente llegó a mi bandeja, el único que no me hacía ninguna pregunta o proposición.

< Hola, ¿Cómo estás? > decía el mensaje.

De inmediato fui hacia su perfil y vi que se trataba de un hombre de, activo, que tenía la foto de una guitarra como foto de perfil. Su descripción decía: En busca de alguna razón para eliminar esta aplicación…

A pesar de que no tenía ningún interés de conversar con alguien que casi me doblaba la edad, la curiosidad pudo más.

< Hola >, contesté luego de un momento de pensarlo, < Muy bien, gracias. ¿Y tú? >

La respuesta no se hizo esperar.

< Asombroso >, dijo, seguido por una emoticón de sorpresa, < No pensé que existiera alguien con modales en este app. Que grata sorpresa >

Su cumplido me hizo sonreír ya que estaba pensando exactamente lo mismo sobre él.

< Somos una rara especie, tu y yo >, contesté.

Sin darme cuenta me fui metiendo más y más en la conversación.

El tipo era realmente agradable y educado, algo difícil de encontrar últimamente.

En unos cuantos minutos ambos intercambiamos la información habitual, incluyendo algunos detalles un poco menos habituales.

Su nombre era Raúl, y vivía relativamente cerca de mi casa, del otro lado del centro comercial, en una hilera de departamentos que recién habían estrenado. Era abogado y estaba por cumplir los años, en dos semanas.

< Oye Raúl, fue un gusto conversar contigo pero ya se me hizo tarde para mi cita >, interrumpí nuestra amena conversa, observando en mi reloj que sólo me quedaban cinco minutos para llegar hasta el centro comercial.

< ¿Novio? >, preguntó enseguida y no supe que contestar. Aún no estaba seguro de que éramos Cristian y yo realmente. Si éramos amigos que tiraban o si efectivamente aquella cita significaba algo más… Tal vez era muy pronto para etiquetarlo, tal vez debía esperar a ver cómo iban las cosas esa tarde.

< No >, contesté sintiendo un extraño cosquilleo en mi estómago, como si estuviera haciendo algo malo < o bueno está por verse. Es nuestra primera cita >, continué, sintiéndome mejor.

< Ya veo. ¡Pues mucha suerte! Eres un chico lindo, espero que él sepa apreciarte >, dijo y luego puso una carita feliz.

< Gracias >, contesté y sentí un poco de pena de dejarlo < ¿Podemos volver a hablar luego? >

< Cuando tú quieras. Aquí estaré > contestó, haciéndome esbozar una sonrisa.

A paso acelerado recorrí las dos cuadras que separaban mi casa del centro comercial, llegando hasta la puerta del cine justo a tiempo, pero no había rastro de Cristian por ninguna parte.

―Perdón por la tardanza ―se escuchó su voz de pronto detrás de mí.

Algo sobresaltado me di vuelta y me encontré con su rostro sonriente a unos cuantos centímetros del mío.

―Tu favorito ―dijo, extendiéndome un chocolate en su mano y poniendo una carita tierna ―, ¿Me perdonas?

Su mirada dulce y brillante, y su bella sonrisa, me hicieron olvidar por completo toda la decepción que había sentido hace unos momentos y ahora sólo podía sonreír de oreja a oreja, tratando de contener las enormes ganas que tenía de besarlo.

―Perdonado ―susurré, tomando el chocolate de sus manos.

Cristian sonrió y con su mano acarició suavemente mi rostro.

―No aguanto las ganas de besarte ―me susurró.

―Nadie te agarra ―le reté, sonriendo pícaramente.

Cristian lo pensó por un momento, pero sabía que no se atrevería a hacerlo, ni yo tampoco. Todo eso era nuevo para ambos. No podíamos cambiar nuestra forma de comportarnos de la noche a la mañana.

―Estoy bromeando ―dije de inmediato, tratando de romper la tensión ― ¿Qué peli veremos?

―Dr Strange―, anunció con una sonrisa, sacando los boletos que tenía en su bolsillo y mostrándomelos.

―Viniste preparado ―contesté con una sonrisa.

Cristian sonrió y luego pasó su brazo por sobre mis hombros y nos dirigimos juntos a la entrada del cine.

La sala está relativamente vacía para ser un domingo por la tarde, pero aun así Cristian había reservado los sitios más alejados de la pantalla, en la última fila… Nada sospechoso…

―¿Y porque tan lejos? ―pregunté cuando nos sentamos, tratando de acomodar la comida y las bebidas que acabábamos de comprar.

―Para tener un poco de privacidad ―contestó y sin darme opción a reaccionar se acercó hacia mí y me planto un beso en los labios.

Mi corazón dio un vuelco al sentir sus labios sobre los míos y a su mano acariciando mi rostro.

Sin importarnos nada, ambos nos besamos por un largo rato, disfrutando del calor de nuestros labios.

―Wow ―suspiré al separarnos.

―Te extrañé ―me susurró al oído y mi piel se puso de gallina.

―Yo también te extrañé.

Cristian sonrió de oreja a oreja, y luego las luces de la sala se apagaron, anunciando el comienzo de la película.

Entonces Cristian tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos, luego puso nuestras manos sobre una de sus piernas.

Mi corazón palpitaba muy rápido en ese momento. Me sentía en las nubes con Cristian a mi lado, agarrados de la mano. Era increíble lo bien que me había sentir tenerlo cerca, sentir el calor de su mano, las esporádicas caricias que me daba con sus dedos. Creo que nunca me había sentido tan feliz.

Movido por todo lo que sentía, incliné mi cabeza y la posé sobre su hombro y automáticamente el inclinó su cabeza sobre la mía.

Por casi una hora ninguno de los dos se movió, tratando de no arruinar el hermoso momento que estábamos viviendo, pero el dolor en mi cuello pudo más al final y tuve que enderezarlo.

En medio del movimiento, mi mano cayó sobre su entrepierna, recordándome súbitamente lo cerca que me encontraba de aquel hermoso espécimen que guardaba entre sus piernas.

Luego de darle una mirada rápida a Cristian, llevé sin pudor mi mano hacia su entrepierna y le acaricié el pene descaradamente, provocándole un espasmo de sorpresa que casi me hace soltar una carcajada.

―¿Qué haces? ―preguntó sonrojado, mirando a todos lados para asegurarse de que nadie nos veía.

―También lo extrañé… déjame saludarlo ―le dije, dejándome llevar por la calentura que empezaba a invadirme.

Sin ningún reparo, me las ingenié para abrir el botón de su pantalón y bajar un poco su cierre, lo suficiente para poder acariciar la cabeza de su verga con mis manos, piel a  piel.

Su pene estaba duro e hirviendo, tal y como lo recordaba, segregando ya aquel delicioso líquido que tanto me gustaba.

Mi piel empezó a arder con calentura al sentir su pene duro entre mis manos y empecé a masturbarlo sin miedo, subiendo mi mano de arriba abajo con furia, provocándole estremecimientos de placer que él reprimía con todas sus fuerzas.

Entonces sentí su mano recorrer mi espalda sin detenerse hasta llegar a mi pantalón, empezando luego a luchar por adentrarse en mis nalgas, pero me quedaba tan ajustado que no había mucho espacio para que él pudiera entrar.

―Espera ―susurré y con un rápido movimiento me abrí el pantalón y por fin su mano tuvo espacio para entrar.

Mi cuerpo se estremeció al sentir sus dedos recorrer mis nalgas con desesperación, hurgando entre ellas hasta llegar a mi ano.

Todo aquello era muy excitante… El miedo a que alguien nos viera hacia que aquello fuera el doble de placentero.

Entonces Cristian sacó su mano de mis nalgas y las llevó a hasta su boca, y luego de regreso a mis nalgas. Ahora sus dedos estaban húmedos y listos para ingresar.

Con cuidado uno de sus dedos empezó a hurgar en mi agujero, haciéndome estremecer con cada intento que hacía por entrar.

Mi corazón latía fuerte dentro de mi pecho al sentir a su dedo entrar en mi culo, suave, húmedo, pero firme.

Luego de uno momento pude sentir al segundo entrar también, esta vez mi ano puso un poco de resistencia, pero nada que un poco más de saliva no pudiera solucionar.

Cuando me di cuenta ya tenía tres dedos metidos entre mis nalgas y me encontraba moviendo las caderas suavemente para sentirlos lo más posible.

Algo dentro de mí se había encendido, me encontraba ardiendo… y unos cuantos dedos no serían suficientes para calmar el fuego que había dentro.

―Métemela, Cristian ―le susurré en su oído y pude ver a sus ojos brillas con lujuria ―. ¡Métemela ya!

De inmediato Cristian se abotonó el pantalón y me hizo señas para que saliéramos del lugar.

Dejando todo lo que habíamos comprado intacto, Cristian y yo salimos rápidamente del cine, buscando con la mirada un lugar que pueda brindarnos la privacidad que necesitábamos en ese momento.

―Baño ―exclamó Cristian y luego me tomó del brazo y me jaló hacia él.

Para nuestra suerte aquel baño se encontraba vacío. No había gente en los lavamanos y los seis cubículos de los retretes se encontraban vacíos.

―Vamos al último ―le dije y ambos empezamos a correr hasta el último cubículo del baño.

Apenas entramos, Cristian me puso contra la pared y me bajó de un tirón mis pantalones hasta los tobillos, haciendo pedazos el botón que trató de oponer resistencia.

Sin reparos mi amigo hundió su rostro entre mis nalgas y empezó a lamer cada rincón de ano, haciéndome gemir de placer mientras me sacudía contra la fría pared de aquel baño.

Mi cuerpo se estremecía con cada lengüetazo que Cristian le daba a mi ano, con cada mordida que le propinaba a mis nalgas. Me encontraba en un estado de éxtasis y lo único que deseaba era sentirlo dentro de mí.

―¡Métemela! ―le urgí y entonces escuché a sus pantalones caer al suelo.

Movido por las ganas que tenía de ver a mi pene favorito en toda su gloria, me volví por un segundo hacia él y mis ojos brillaron al verlo erguido hacia el cielo, con la cabeza brillante y húmeda, apuntando directamente hacia mi agujero.

Con sumo nerviosismo separé un poco mis piernas y empecé a relajar mi esfínter, sabiendo que lo se venía.

Cristian llenó mi ano de saliva un poco más y luego sentí la cabeza ardiente de su pene en la entrada de mi agujero, dura y húmeda, solicitando permiso para entrar.

Movido por la desesperación, Cristian empujó su pene entre mis nalgas y la cabeza entró a la fuerza en mi culo, haciéndome saltar del dolor.

―Ahhhh… ―gemí incontrolablemente ―Ohhh… despacio ―le rogué, pero sabía que no era momento para pedir piedad cuando yo mismo había despertado a la bestia.

Cristian continuó presionando y luego cinco centímetros más de verga entraron en mi culo, provocándome un nuevo espasmo de dolor que me hizo empezar a jadear, a gemir sonoramente.

Entonces la puerta del baño se abrió y al menos tres hombres ingresaron al lugar.

De inmediato Cristian cubrió con su mano mi boca para que no soltara ningún gemido, pero no me sacó ni un centímetro de su verga de mi culo.

Ambos nos quedamos quietos, sin hacer el menor ruido, esperando que aquellas personas salieran rápido del baño, pero por la conversación que estaban teniendo parecía que no tenían ninguna prisa por salir.

Entonces Cristian presionó su mano sobre mi boca con más fuerza y luego empezó a empujar su pene nuevamente dentro de mi culo.

Mi cuerpo se estremeció al sentir cinco centímetros más entrar dentro de mi cuerpo y un pequeño gemido intentó salir de mi boca pero fue sofocado por la mano de Cristian.

Poco a poco, todo el pene de mi amigo entró en mi culo y me sentí lleno nuevamente, caliente y feliz.

Entonces él empezó a sacarlo y a meterlo con suavidad, tratando de no hacer ruido, presionando fuerte su mano contra mis labios.

Mis nalgas grandes y redondas, apretaban el pene de Cristian provocando más fricción de la necesaria y también más ruido del necesario.

Con sumo cuidado levanté una pierna sobre el retrete y con ambas manos me abrí por completo las nalgas, dejándole el paso libre para que me taladrara el ano sin ningún problema.

Por casi cinco minutos Cristian me penetró con aquellos hombres afuera del cubículo, entrando y saliendo con suavidad, a un ritmo moderado, haciéndome sentir toda su dureza dentro de mí.

Apenas escuchamos a los hombres salir, mi amante me tomó de las caderas y empezó a penetrarme con furia, acelerando sus metidas tanto que mis nalgas sonaban como palmas por todo el baño.

Con la boca libre de su prisión, mis gemidos empezaron a hacerse sonar por toda la habitación, combinados con suspiros y jadeos que ponían a Cristian aún más cachondo.

―Sí… dámela toda… así… ¡Métemela! ¡Más fuerte! ¡Más fuerte! ―le gritaba descontrolado, sin importarme ya para nada si alguien entraba de nuevo al baño.

Mi desenfreno llevó mis manos hacia mi pene y empecé a masturbarme furiosamente, tratando de acoplarme al ritmo en que Cristian me penetraba, sintiendo el poder de sus embestidas también sobre mi pene

 ¡Era una sensación única!

Entonces en medio de jadeos y el sonido embriagante de mis nalgas chocando contra la pelvis de Cristian, mi amante explotó dentro de mí, llenando mis entrañas de su leche caliente. Un segundo después mi leche salió disparada contra la pared del baño.

―Wow ―susurró Cristian en mi oído, abrazándome por detrás.

―Te extrañé de verdad ―susurré y luego lo besé entre jadeos.

Cansado y sudando, ambos nos quedamos un momento más dentro de aquel cubico, mientras nos limpiábamos y tratábamos de secarnos el sudor con lo que teníamos a la mano.

Como si nada hubiera pasado, ambos salimos del baño sonriendo y regresamos al cine para ver los últimos minutos de la película.

 

―La pasé muy bien ―dijo Cristian cuando llegamos a la puerta de mi casa ―. Espero que todas nuestras citas sean como esta.

―Ojala siempre tengamos un baño cerca ―sonreí.

―¿Nos vemos mañana en el cole? ―susurró, acercándose un poco hacia mí, con una mirada picara en sus ojos.

―No puedo esperar.

Ambos nos quedamos viendo a los ojos, muriéndonos de ganas de fundirnos en un beso pasional, pero sabíamos que no era posible, mucho menos en la puerta de mi casa.

―Nos vemos mañana ―sentencié y luego entré a mi casa, caminando como en las nubes hasta llegar a mi cuarto.

Aquella primera cita me había dejado una gran sonrisa en el rostro y un dolorcito en el culo, como para no olvidarla nunca.

Entonces mi celular empezó a sonar.

< ¿Qué tal estuvo la cita? >

Una sonrisa involuntaria se dibujó en mi rostro al ver el mensaje de Raúl.

Me había hablado en el momento preciso.

< ¡Excelente! >, contesté <. La pasamos muy bien >

< Me alegra por ti >, dijo < un chico lindo como tú sólo merece ser feliz >

< ¡Gracias! >, contesté, sonriendo por su piropo.

 

Entonces un mensaje de Cristian llegó a mi celular, haciéndome olvidar por un momento a Raúl.

<Ya te extraño>, decía su mensaje <Desearía tenerte todo el tiempo conmigo. ¡Te deseo tanto! ¡Quisiera tener ese culote tuyo a mi lado ahora!>

Su mensaje me causó gracia, pero me dio una idea.

Rápidamente corrí hacia el baño, bajé el espejó que colgaba en la pared y me quité toda la ropa, decido a darle un regalo a mi Cristian que pudiera ver cuando quisiera.

<Espero esto sea suficiente hasta la próxima vez que nos veamos >, contesté y le mandé las tres mejores fotos que pude tomarme con ayuda de aquel espejo.

<¡WOW!>, escribió luego de un rato <Me has dejado al palo nuevamente>

< Me alegra que te haya gustado>, respondí, sin poder evitar sonrojarme.

Luego de mi último mensaje, me quedé esperando por varios minutos por alguna respuesta suya, pero no escribía.

<¿Te fuiste a masturbar?>, le pregunté, pero tampoco hubo respuesta.

Con la mirada fija en mi celular empecé a arreglarme para dormir, sin entender porque Cristian no contestaba.

Entonces, al acostarme, mi celular volvió a sonar.

<¿Todo bien?>, preguntó Raúl.

<Sí, todo bien >, contesté, realmente sin muchas ganas para hablar.

<Te quedaste callado >

<Sí, lo lamento. Estaba hablando con el chico que te conté >

<Oh… lamento interrumpir >

<No, no interrumpes. Ya dejó de hablarme… y no sé porque >

< No te preocupes, ya te hablara. Seguro se quedó dormido o algo así>

 

Mi preocupación aumentaba con el paso del tiempo. Ya había pasado casi una hora desde el último mensaje que me mandó Cristian y ni señales de él.

< ¿Aún nada? >, preguntó Raúl luego de un momento de silencio.

< No, estoy preocupado >, contesté.

< Tranquilo, no le debe haber pasado nada malo, ya verás que mañana te contesta. Ya debes dormir, debes estar cansadito >

La forma en la que Raúl me hablaba me hacía sentir bien, era como si supiera exactamente que decir para hacerme sentir cómodo y tranquilo.

<Sí, tienes razón >, contesté <, ya iré a dormir. Gracias por escucharme>

<Es un placer, pequeño >, dijo y aquel apodo hizo que me sonrojara un poco.

<¿Hablamos mañana?>

< Por supuesto. Aquí estaré para ti cuando quieras >

< Gracias, buenas noches >

< Buenas noches, pequeño >

Gracias a las palabras de Raúl ya no me sentía tan desesperado como al principio y luego de un buen rato dando vueltas por fin pude dormir.

Un mensaje de Raúl fue lo primero que vi cuando me desperté al día siguiente

< Buenos días, pequeño. Espero tengas un excelente día >

Debido a que ya me encontraba tarde, no tuve tiempo para responderle el mensaje. Apenas si me alcanzó el tiempo para arreglarme y salir corriendo al colegio, con la esperanza de ver a Cristian y saber que había sucedido la noche anterior, pero sobretodo comprobar que se encontraba bien.

―¡Jordán! ¿Has visto a Cristian? ―pregunté apenas vi a mi amigo.

―Hey… sí, lo acabo de ver entrando al baño, ¿Por qué? ¿Qué pasó? ―contestó él, pero apenas supe dónde estaba Cristian, salí corriendo y dejé a mi amigo con la palabra en la boca.

Todo agitado entré al baño y allí estaba, lavándose la cara.

―¡Hey! ¿Qué pasó contigo? ¿Estás bien? ―pregunté preocupado y luego me acerqué para abrazarlo, pero él me detuvo a medio camino.

―Estoy bien ―contestó seco―, me quedé dormido anoche.

―¿Te quedaste dormido? ¿Cómo pudiste quedarte dormido tan rápido?

―Ya te dije, me quedé dormido ―respondió, alzando un poco la voz.

Mi cuerpo se estremeció al escucharlo hablarme de esa forma. Nunca había usado ese tono de voz conmigo, ni siquiera antes, cuando éramos solo amigos.

―¿Qué te sucede? ¿Pasó algo? ―pregunté preocupado, intentando acércame a él nuevamente.

―Adrián ―dijo luego, mirándome serio, como nunca lo había hecho ―. No puedo seguir haciendo esto… La verdad es que no soy gay… yo… sólo quería tirar contigo porque tienes mejor culo que una flaca.

Sus palabras hicieron que mi estómago se retorciera. ¿De qué estaba hablando?

―Sí… Tienes un culo muy rico, por eso te la metí varias veces, es difícil resistirse a un culo como el tuyo ―continuó y su rostro estaba rojo, aunque no sabía porque.

―¿Estás hablando en serio?

―Claro que sí ―contestó con firmeza ―. Lo de ayer fue muy rico, pero ya me cansé de tirarme a un maricón. Ya tuve suficiente de tu culo y gracias a ti ahora tengo fotos para poder masturbarme cuando quiera sin tener ensuciarme acostándome con un cabro.

Me quedé helado cuando escuché sus palabras, sin saber cómo reaccionar.

¿De qué estaba hablando? ¿Por qué decía todo eso? ¿En verdad todo fue mentira? ¿Sólo quería sexo conmigo?

―Esto es una broma, ¿verdad?

―No, claro que no. Y ya tuve suficiente de ti, no quiero que te me vuelvas a acercar. Sí intentas algo les enviaré a todos las fotos de tu culo para que vean lo perra que eres.

Sin esperar respuesta de mi parte, Cristian salió del baño azotando la puerta, dejándome petrificado, sin poder moverme, sin poder hablar.

El dolor en mi estómago se hizo más y más fuerte hasta hacerme sentir enfermo.

Con lágrimas en los ojos me encerré en uno de los cubículos del baño a llorar, destrozado por todo lo que Cristian me había dicho.

¿Cómo había sido capaz? ¿Por qué había jugado así conmigo?

Entonces mi celular volvió a sonar.

< Hola, pequeño. ¿Cómo va la escuela? >, escribió Raúl.

< Me siento fatal >, contesté, sin poder contener las lágrimas < Cristian jugó conmigo, sólo quería tirar >, continué escribiendo, mencionándole el nombre de Cristian por primera vez a Raúl.

< Lo lamento mucho, pequeño >, escribió de inmediato, con un emoticón de carita triste.

< No sé qué hacer…. Me siento muy mal >, volví a escribir, desfogando toda mi frustración con él.

< ¿Quieres que hablemos en persona? ¿Por qué no vienes a verme? Hoy no iré a trabajar. Si desea podemos conversar >

En otro momento hubiera rechazado su invitación de inmediato, ya que apenas si lo conocía y además me doblaba la edad, pero me sentía tan mal en ese momento que no tuve la cabeza para pensarlo bien o las ganas para negarme.

< Está bien, ¿Puedo ir ahora? No quiero estar más aquí. Inventaré una excusa para salirme >, dije, completamente decidido.

< Claro que sí, pequeño. Ya sabes donde vivo. Departamento 1202. Me mensajeas para abrirte la puerta >

< Ya, gracias. Llegaré en menos de media hora >, contesté y luego guardé mi celular, me sequé las lágrimas y salí del baño como alma que lleva el diablo.

Salir del colegio fue más fácil de lo que esperaba, tal vez demasiado fácil.

Con las rodillas temblando de nerviosismo me paré frente a la entrada del edificio donde vivía Raúl y sin pensarlo mucho presioné el botón 1202.

―Soy yo ―dije y de inmediato la puerta automática se abrió.

―Adelante ―se escuchó una voz profunda y suave.

Con paso vacilante entré en el edificio y la puerta se cerró pesadamente detrás de mí.

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