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Pajeándonos juntos y más

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Eran las 2 de la madrugada cuando me levanté de la cama para ir al baño. Al pasar por el cuarto de huéspedes, vi a mi amigo Carlos dormido.

Mientras orinaba, me dieron ganas de masturbarme. Volví a mi dormitorio para buscar un toallón y ponerme una de las tanguitas que suelo usar para pajearme. Elegí una de olor negro, calada, cola less, y me hundí el hilito atrás. Salí de mi pieza con el toallón atado en la cintura, cerré la puerta donde dormía Carlos y prendí la computadora.

Empecé mirando fotos y videos de pendejas; luego leí relatos sexuales, y a la hora estaba disfrutando viendo imágenes de transexuales, cross y gays. Las preferidas son las de una amiga, Gaby.

Mientras veía una pendeja morocha y tetona hundiendo su pija a un hombre, sentado en la silla, abrí las nalgas lo más que pude y, sacando mi pedazo por el costado de la bombachita, la puse entre los muslos. Cerré los ojos, mis manos acariciaron mi cara, pecho, vientre, sintiendo muy rico…

Y una mano que no era mía tocó mi poronga…

“Yo también estoy caliente…”

Abrí los párpados y descubrí al costado a Carlos, sonriéndome. Estaba desnudo, con su pija parada.

—Ya que no fui invitado, me invité solo… Yo también estoy caliente… -dijo.

Creo que en menos de un segundo, entre la sorpresa y la vergüenza, cruzaron por mi mente decenas de excusas. Pero me quedé callado.

—Tranquilo amigo, no tenés de que avergonzarte… ¿Puedo sentarme al lado, mirar con vos  y pajearme? –preguntó.

—Este…; si, claro… Esperá que te traigo un toallón. – respondí.

Al incorporarme bruscamente, él no se hizo al lado, logrando chocarlo de frente y rozar nuestras pijas erectas. Me sonrojé, pedí disculpas, y el sonrió…

—Dani, si no es mucha molestia, ¿tenés otra tanga para prestarme? A mi también me gusta gozar así… - solicitó.

Entré a mi cuarto aturdido, confundido. Haber visto y sentido la pija de Carlos, de tamaño similar a la mía (17 x 4 cm), me había excitado.

Me gustan las trans y cross, los hombres no, mi amigo era hetero, ninguno de los dos era gay, pero la situación era deliciosamente  erótica… Me tranquilicé pensando que sólo íbamos a ver juntos videos pornos y masturbarnos.

Regresé con un toallón y una bombachita color rosa, también cola less. El se la puso muy sensualmente. Giró su delgado cuerpo dándome la espalda, se agachó, separó sus nalgas y calzó el hilito en su linda raya. Luego colocó otra silla a mi costado, la cubrió con el toallón, y se sentó. Su pija al palo salía hacia arriba.

Tras cinco minutos mirando videos, Carlos me preguntó:

—Che, ¿te va una paja cruzada?

¡Menos mal que él hizo la propuesta! Yo ardía de ganas de tocarle la pija…

—Somos amigos, dale, le demos…

Como el estaba a mi derecha y soy diestro, le agarré la verga con esta mano. Carlos estiró su mano izquierda y tomó la mía. ¡Me encantó! Fue hermoso sentir ese pedazo, grueso, palpitante, bajo mis dedos, como experimentar otra mano moviendo mi tronco.

Mi amigo escupió en su palma y así logró darme más placer. Por mi parte hice con su pinchila lo que me gusta hacerme a mi: juntar en los dedos los líquidos preseminales y llevarlos a su boca.

Nos estábamos tocando las pijas, el uno al otro, pajeándonos.  Dejamos de mirar la pantalla de la computadora para mirarnos las chotas. Ambos nos sonreímos.

Probándonos

Me encantó agarrar la pija suya. Como la mía, gorda, dura, con el relieve de las venas, pero era de otro al que pajeaba, y otro me pajeaba a mi. Carlos llevó su mano desocupada a la boca, la llenó de saliva y la untó en la verga. Lo imité y ya no reprimimos los gemidos. Si decirme nada, se inclinó y empezó a pasar su lengua en mi glande.  Di un salto de placer.

—¡Qué rica la tenés! –exclamó.

—¡Qué rico lo que hacés! – dije.

Mi comentario lo animaron a tragarla entera. Sin soltarla, salió de la silla y se arrodilló entre mis piernas. Mientras su boca jugó con mi pedazo, sus manos acariciaron el pecho, vientre y bolas, y una de ellas me levantó un poco el culo y tocó el perineo.

—¿Te pajeas por atrás? – consultó.

—A veces…

Entonces Carlos retomó la mamada y, corriéndome el hilito de la tanga metida, me hundió lentamente un dedo en mi agujero. Cerré los ojos y disfruté.  Y sentí que entraron otros dos, enteros.

El debió advertir mi pronta acabada pues detuvo lo que hacía, apretó la base del tronco, y se incorporó.

Al tenerlo a mi costado, con su pija alzada a cinco centímetros de cara, abrí mi boca y la comí.  ¡Era riquísima! Pero Carlos hizo que me levantase y me abrazó, logrando juntar las dos porongas, para luego buscar mis labios y besarme. Nuestras lenguas intercambiaron los jugos de uno y otro, que sentimos sabrosísimos…

El bajó sus manos a mi pija, la juntó a la suya, y empezó a pajearlas. Eso me calentó al máximo, necesitaba largar mi leche dentro de un hoyo, así que, parados como estábamos, le di vuelta, separé sus nalgas y metí mi estaca en su culo.

—¡Si!, ¡Dame pija! ¡Reventame el culo! ¡Llename el orto de leche! – gritó

Así hice, mientras tomé su pinchila y la pajeé. Tres minutos después, él empezó a acabar. Algunos chorros los junté en mi mano derecha. De inmediato acabé yo, dentro de él. Carlos se separó para recoger mi semen saliendo de su culo. Lo llevó a su boca, sonriéndome.

Entendí. Su leche puse en mi boca, juntamos los labios y compartimos…

(Continúa)

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