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Mi nombre es Marlene y tengo un pequeño secreto…

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Mi nombre es Marlene, tengo 27 años. Me describo como una persona inteligente, social, deportiva y con un secreto: me gusta sentir cuando me observan. Esta es la segunda ocasión en que vengo a relatar lo sucedido.

Como conté antes, vivo en un departamento en las afueras de la ciudad, cerca del mar. Originalmente era una casa de dos pisos con un Estudio aparte hasta que el dueño convirtió el lugar en tres espacios para rentarse. Yo vivo en uno de esos apartamentos. Para acceder a él tengo que bajar por unas pequeñas escaleras de metal en forma de caracol; me gusta así porque me da un cierto grado de privacidad, no escucho los ruidos y tampoco los vecinos se han quejado de mí.

Como antes, debo confesar que no me había percatado jamás de mi afición por ser vista con morbo por los hombres hasta hace poco. Todo empezó como un evento esporádico, de una sola vez. La verdad es que nosotras las mujeres tenemos algunas fantasías en mente que precisamente se quedan ahí, en la mente y nada más.

Trabajo como asistente recepcionista en un corporativo que se dedica al ramo inmobiliario, pero este lunes con motivo de las festividades del día de muertos no laboramos, lo que para mí significó un alivio ya que realmente necesitaba un fin de semana largo para descansar.

El plan original para mi fin de semana era despertar tarde, quedarme en casa, estar todo el día en pijamas y ver Netflix y así fue casi todo. Sin embargo, mi día lunes comenzó diferente de lo que planeé, primero porque para mi sorpresa el gas se había terminado y segundo porque no tenía señal de Internet. Así que, sin más me dispuse a iniciar el día, me hice una coleta con el cabello, de una playera de tirantes, de la sudadera deportiva grande que nunca me falla, pero a la que el cierre no le funciona y que tiene mucho tiempo conmigo, mis Jeans negros, mis botas viejas color chocolate tipo constructor y casi nada de maquillaje.

Primero salí a por la mina de gas que se encuentra junto a los tanques más grandes de mis vecinos, revisé y efectivamente no había nada de gas en ella porque estaba liviana de peso. La desconecté y la cargué hasta el auto. Regresé al departamento por mis cosas y a cerrar bien, en el camino me encontré al vecino de enfrente, que es quien renta el estudio. La verdad es que muy poca comunicación tengo con mis vecinos y prefiero que eso continúe de ese modo, ni yo interfiero en sus vidas ni ellos en la mía. Sé que mi vecino vive solo y que en el departamento arriba del mío vivé una familia por el ruido, pero muy pocas veces he cruzado palabra con ellos.

- ¡Buen día vecina!

- Que tal vecino, ¿Cómo le va? –respondí con cortesía, aunque ya quería irme.

- Muy bien, acá nada más, voy a darle una buena barrida al patio que ahora con los aires del otro día toda la tierra se ha metido. ¿Ahora no fue a la escuela?

Cuando me pregunto eso, confirme que tampoco mis vecinos saben mucho de mí, porque yo no voy a la escuela, pero supuse que pensó que aún acudía a la universidad y que me lo decía porque aparento menos edad.

- No vecino, hoy fue día de asueto, tanto en la mayoría de las escuelas como en algunos trabajos.

Mi vecino ha de tener unos 30 y algo de años, es de esas personas que lleva casi siempre el mismo estilo de playeras, con personajes de anime o de videojuegos, pantalones tipo jeans, gorra y tenis tipo converse o Vans, en otras ocasiones lo he visto con shorts del estilo para acampar, calcetas negras, playera y tenis; un estilo que no veo muy seguido en los hombres y, dicho sea de paso, no estoy muy segura a que se dedica ahora que lo pienso. Es alto, algo llenito y muy blanco.

-Ah, cierto. Con razón.

No quise averiguar lo que quiso decir.

-Bueno vecino, quizá no tengo escuela, pero si muchas cosas que hacer. ¡Me retiro!

Me acerqué y me despedí de beso en la mejilla. Noté que se sonrojó, pero lo hice sin pensar, es natural para mí saludar y despedirme de beso en la mejilla.

- ¡Hasta luego vecina! ¡Gusto en saludarle!

Entré al auto, encendí y me fui.

Cuando regresé a casa, bajé el tanque pequeño de gas y las compras que según yo servirían como mis provisiones para sobrevivir el resto del día y no salir de casa de nuevo. Abrí la puerta, entré, me tumbé en el sillón y dejé el gas en la puerta… lo miraba y pensaba que era necesario comprar el tanque grande como la mayoría y olvidarme por tener que llenarlo nuevamente en un tiempo, pero siempre me decía lo mismo: “¡para que! Mejor así, gasto menos agua y gas”.

Suspiré y me levanté de un jalón. Me quité la sudadera gris y acomodé las cosas en la alacena. Salí, tomé el tanque de gas y me dispuse a conectarlo de nuevo. Lo cargaba con las dos manos y cada cinco pasos lo dejaba en el suelo, aunque solo eran como 15 pasos y no estaba tan pesado, pues sí que me tomaba mis tiempos. ¡Ja!

Cuando iba a medio camino escuché, y pegué un pequeño salto al mismo tiempo que me di la vuelta.

- ¡Hola de nuevo vecina! ¡Ahh! Con que se ha quedado sin gas, yo le ayudo hombre, pues para que somos los vecinos, deme eso.

- Que tal vecino, no le había visto, me pego un susto, muchas gracias.

Pensé que ya era mucho estar de chismoso y que prefería hacerlo sola, pero como ya estaba ahí, pues…

Le quitó la etiqueta al tanque, lo conectó en un santiamén y dijo:

- Abriré el gas, si quiere encender la estufa y yo reviso que no tenga alguna fuga con un poco de espuma de jabón para trastes.

-Sí, está bien. La enciendo y usted me echa un grito.

Entré e hice eso, encendí la estufa y le grité: ¡Listo vecino!

Esperé un poco y recibí un grito de regreso: ¡Ya quedó!

Cuando dijo eso, volteé hacia el sillón y vi mi sudadera. No me había dado cuenta y solo andaba con la blusa de tirantes debajo. Mi primer instinto fue correr y ponérmela de nuevo, el segundo fue dejar las cosas así. Después de todo que mal podría hacer mi vecino “ñoño”.

Un súbito cosquilleo recorrió mi cuerpo… salí y camine hacía el tanque de gas, bajando apropósito un tirante de mi blusa y dejando ver un poco mi sostén. Quería saber si mi vecino aprovecharía para bajar la mirada.

Me acerqué de frente al vecino y le extendí un brazo con la mano abierta.

- ¡Muchísimas gracias vecino! Se lo agradezco en verdad, fue muy rápido y yo la verdad me hubiera tardado un poco más. Ahora sí que voy a disfrutar de un baño con agua calientita.

Él tomó mi mano y yo extendí la otra para tomar su mano con las dos mías. Noté que una sola de sus manos era casi el doble de la mía y también cómo además de sonrojarse bajo la mirada y con una voz nerviosa dijo:

- Nada que agradecer vecina. Cuando ocupé algo con confianza, ahí estoy arriba casi todo el tiempo.

- Bueno, pues lo tendré en cuenta. Muchas gracias de nuevo y ¡que tenga buen día!

Me despedí, de nuevo con beso en la mejilla sin soltarle las manos y me marché a mi departamento. Entré rápidamente, cerré, encendí la televisión y me asomé por la ventana discretamente para ver la reacción de mi vecino.

Se quedó un momento como pensando mientras se pasaba una mano por la nuca e hizo un gesto con la mano con que me saludo como mirándola y en la cara tenía una ligera sonrisa. Tomó la escoba y según él seguía barriendo, pero volteaba a mi puerta como esperando a que yo saliera. Yo seguía observando y todavía sentía ese cosquilleo en el estómago que ya sé reconocer y es tan solo el inicio de mi excitación.

Mi cabeza empezó a imaginar cosas y una parte de mí advertía que era arriesgado puesto que al ser mi vecino y dar un paso hacia adelante en mis jugueteos podría desencadenar que después no me lo pudiera quitar de encima. Lo pensé un momento... Me dije, lo haré solo una vez y al mismo tiempo me dije, no estoy haciendo nada malo…

Entré rápidamente a mi habitación, me desnudé y elegí cuidadosamente el atuendo que me vestiría para volver a salir cuando escuchará de nuevo a mi vecino andar por el patio, aunque la tentación me ganaba para salir pronto, me tranquilicé un poco y esperé para tomar un baño y pensar mejor las cosas.

Me envolví en una toalla y del closet tomé dos atuendos, porque, aunque una parte de mí seguía pensando en no hacer nada, también había una que me decía ¡hazlo!

Amo la ropa interior de encaje, así que elegí un conjunto blanco de la cajonera. Tomé una blusa larga de tela delgada color gris de mangas negras con un estampado enfrente con la frase “ACDC” y que suelo utilizar con una blusa de dormir abajo y medias gruesas porque se transparenta y porque me llega cinco dedos debajo de mi entrepierna pero que estaba decidida usar sin blusa de dormir y sin medias o mallas. El otro atuendo que elegí fue una blusa blanca con botones café de mangas cortas y una falda circular de tablones negra que, si bien es más larga, me encanta porque me hace sentir sexy cuando camino pues parece tener ritmo con cada paso.

- Cálmate, toma el baño, te pones el pijama, preparas un poco de café y sigue viendo Netflix. - Me dije.

Entre al baño y tomé la ducha casi a fuerzas. Empecé a calmarme y a querer no pensar en nada. No quería pensar en mi vecino, ese hombre tímido de manos grandes y al que le sonrojaba. No quería pensar en su mirada cuando me viera atravesar el patio vestida con poca ropa. No quería pensar en que sus grandes manos me tomaban por la espalda de la cintura… ¿Que estaba haciendo, porque no puedo contener pensamientos así? Será porque esas fantasías estaban cerca de ser realidad y eso es lo que realmente me excitaba.

Salí de la ducha, me tumbé en la cama y cerré los ojos…

Me despertó escuchar pasos en la escalera de metal que da a mi departamento, vi el reloj y había dormido mucho, estaba algo obscuro. Me asomé, todavía con la toalla enrollada y el cabello húmedo, recorriendo un poco la cortina y vi que mi vecino a pasos lentos y como sin hacer ruido pegaba su cara a la puerta como para escuchar si estaba en casa.

El cosquilleo en mi vientre se convirtió en una excitación total. Imagine dos cosas, abrir la puerta y hacerme la sorprendida o vestirme para él.

Fui a la habitación y elegí el primer atuendo, recorrí un poco las cortinas de la ventana hacia la entrada de mi departamento, dejando la cortina transparente entre ellas corrida, y un pequeño espacio para ver, encendí la luz y la radio. En la entrada al departamento, solté las toallas mientras imaginaba que él pudiera estarme viendo justo ahora. Omití el sostén, me vestí con la blusa larga gris, el cabello húmedo aun y solo pinté mis labios de rojo. Me puse los tacones y tomé mi bolsa. Apagué la luz y la radio, justo en ese momento vi la sombra de su cabeza y hombros. Estaba intentando espiarme y me estremecí. Escuche como de tres pasos subió por las escaleras al patio.

Admito que estaba más que excitada.

Me vi en el espejo antes de salir y lucía tierna y radiante.

Abrí la puerta de un golpe. Caminé por las escaleras y solté las llaves a propósito, me agache por ellas y vi que mi vecino caminaba hacia los tanques de gas rápidamente, como para que no lo viera.

Las luces del patio estaban apagadas, caminé despacio hacia los tanques de gas y mientras lo hacía, no dejaba de pensar en él y si vería que algún bulto delataría su excitación o mejor aún: ¿lo sorprendería masturbándose? Llegué a los tanques y lo vi moviendo su tanque de gas, me vio y se puso nervioso, pero vi como sus ojos apuntaron directamente a mis piernas, para después comerme con la mirada. Estaba algo obscuro también ahí.

- ¡Vecino! Buenas noches, ¿como esta?

Me acerqué a él para besar su mejilla, esta vez lo besé despacio y, con mi rodilla como pretexto de ponerme de puntas para alcanzarlo, me percaté que tenía una erección entre piernas. Me retire de un paso hacia atrás rápidamente.

- ¡Ahora Usted se quedó sin gas eh! ¿Hay algo en que pueda ayudarle?

Él no me decía nada.

- Bueno, he venido a cerrar mi tanque. Tengo que cuidar el consumo de gas. – Suspiré.

Le pasé de costado y me agaché, poniéndome en cuclillas según para cerrar el gas y quedé justo a la altura de su cintura, pero de espalda.

- Es para el otro lado ve…cina. – Seguía nervioso.

Me di la vuelta así, en cuclillas y dejé al descubierto mis piernas largas. Aunque sé que se me transparentaba al menos mi licra blanca. Levanté la cara para verlo.

- ¿Cómo dice?

Esperé un poco y me levanté, el pasó de costado mío y me señaló como cerrar el gas.

- ¡ah que tontita! Ya ve, hoy sí que me ha ayudado mucho. Todos los días se aprende algo nuevo. Usted es muy paciente, además. Yo ya me hubiera rendido.

- Como le dije antes vecina, cuando necesite algo, no dude en decirme.

- Marlene, dígame Marlene. Y, con confianza también cuando necesite que le ayude con algo pues me echa un grito o toca la puerta. Casi siempre estoy al pendiente. Bueno, ya me voy vecino, que tenga una linda noche.

Le estiré la mano y le agradecí de nuevo. Me acerqué sin soltarle la mano y le besé la mejilla estirándome y rosando su entrepierna con mi rodilla, esta vez despacio pero brevemente. Me excité porque sentí un poco mojado su pantalón.

- ¡ay vecino! Tenga cuidado, ya se mojó… con eso del jabón para ver si hay fugas… hace rato también me mojé yo.

Se puso rojo, colorado como tomate.

- Usted no se preocupe mi vecino lindo y amable. Me gusta sentir que le gusta verme… y correrse usted a ayudar. Caballeros así, ya no hay.

Le guiñé el ojo, me di media vuelta y me fui despacio.

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