Nuevos relatos publicados: 6

Poseída

  • 3
  • 6.485
  • 9,30 (20 Val.)
  • 0

Amo estaba profundamente dormida, tan dormida que no oí tu llegada. Sólo me desperté cuando sentí que me besabas en el hombro. Abrí un poco los ojos y vi una imagen borrosa de ti; estabas sentado al borde de la cama, a mi lado y me mirabas. Yo estaba acostada, boca arriba. Intenté decir algo: pero creo que el sonido no salió de mi boca, solo sonreí con los ojos de nuevo cerrados y una sensación de felicidad y seguridad al saber que estabas a mi lado.

Creo que al instante me quedé de nuevo dormida pues lo siguiente que sentí fue tu mano acariciándome las tetas y no había rastro de la sábana que hasta entonces me cubría. Estaba completamente desnuda y de alguna manera sabía que tú también lo estabas, aunque no podía verte. Quería abrir los ojos, abrazarte y besarte, pero no podía. Lo imaginaba y lo hacía en mi mente como en un sueño, pero mi cuerpo no respondía.

Sentí tu mano bajando por mi estómago, por mi cadera, por el muslo... Me acariciabas lentamente como reconociendo un territorio grabado en el recuerdo, disfrutando de esta oportunidad de observarme y acariciarme de una manare casi furtiva. Yo seguía sin moverme, pero sentía como mi cuerpo se estremecía con tus caricias.

Ahora ya no quería despertar, la sensación era maravillosa, en un lugar más cercano a los sueños que a la realidad, sintiendo un placer muy agradable. Tu mano subía ahora... Cuando llegó al final una vibración recorrió todo mi cuerpo haciéndome soltar un leve gemido. Tenías la verga totalmente hinchada y erecta como a mí me gusta y estaba muy mojada. Mis dedos dibujaban suavemente el contorno de ella, haciendo un poco de presión en la puntita, acariciándola levemente, incitándote, como despertando muy despacio mi sexo al igual que habías hecho con el resto de mi cuerpo.

Esas caricias tan suaves y lentas me provocaron una excitación muy rápida y muy intensa. Ya no sabía si estaba despierta o dormida, sólo sabía que te deseaba tanto que dolía. Sentía miles de pulsaciones en mi húmedo sexo, fuertemente como si mi corazón se hubiera instalado allí y ya no quería que las caricias fueran tan suaves sino que respondieras a ese latido con igual intensidad, lo necesitaba, lo pedía a gritos y sentía que si lo hacías me llevarías al cielo inmediatamente, sin remedio y sólo pensarlo me excitó aun más. Lo hiciste, y sentí venirme, no tan intensamente como había anticipado pero sí provocó en mi una oleada de inmenso placer que hizo que te deseara aún más. Deseaba tu cuerpo -tu peso sobre mí, sentirte dentro de mí-. En ese instante te hubiera dicho, saboréame! Pero quería que lo hicieras tú sin pedírtelo, así que seguí solicitándotelo en mi sueño. Pensar que podías escuchar mis pensamientos me parecía una idea terriblemente cachonda.

Cuando te inclinaste sobre mí y sentí el calor de tu cuerpo sobre el mío, fue como una victoria y a la vez me sentí derrotada, vencida, totalmente dominada por tus caricias, suplicando que terminaras conmigo, que me mataras... de placer. Y comenzaste a hacerlo metiéndome tu bella verga, haciéndolo una y otra vez, primero no tan rápido, besando mi cuello...  Luego aumentando el ritmo de tus movimientos y tu respiración. Una de mis manos fue directa a tus testículos, con urgencia, acariciándolos sabiendo que esa combinación te gusta mucho.

Tus gemidos se unieron a los míos, yo ya estaba en lo más alto y te deseaba ahora mucho más... No pares! Te mencioné, me provocaste un intenso escalofrío, me retorcí bajo tu mano. Las sensaciones, los sentimientos fluían de uno a otro por nuestros cuerpos como si fueran uno, como bombardeados por un solo corazón.

Y nos quedamos abrazados, hasta quedarnos dormidos. Y así seguimos hasta que horas más tarde me desperté, y decidí despertarte poco a poco...

(9,30)