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Mi tía… jamás lo habría imaginado

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Sin más preludios empiezo a contar mi historia que espero os resulte espectacular como lo fue para mí cuando me sucedió.

Soy un chico normal de 25 años y esto que ahora les cuento me sucedió cuanto acababa de cumplir los 22.

Mido 1,80, de piel y pelos castaños y mi aparato reproductor está bien considerado por aquellas (no muchas) que ya lo han probado (en torno a los 19 o 20 cm.)

Casi todo los veranos, yo me desplazaba al norte del país a pasar unos días en casa de unos tíos que tenemos allí.

Mi tío se llama Roberto, tiene 60 años y es un hombre majete. Mi tía, carnal, tiene 55 años, se llama Julia y es la hermana de mi padre. Ellos tienen tres hijos, pero en aquellos momentos no vivían ya ninguno en casa. No voy decir que tenga un cuerpo 10 pero sus medidas son apropiadas para una mujer de esa edad que ya ha sufrido muchos avatares, Ella mide sobre 1,65 m. Y pesará 55 Kg. Sus pechos son pequeñitos, vamos, frecuentemente normales en una mujer de peso y estatura media, tiene unas caderitas pronunciadas en las que no había yo reparado hasta que sucedió lo que ahora les cuento:

Resulta que fuimos mi familia y yo a pasar unos días como acostumbrábamos en el mes de agosto. Llegamos y como de costumbre nos repartimos besos entre todos ya que hacía algún tiempo que no nos veíamos. En ese momento yo no te a mi tía algo triste, no sabía que le ocurría.

Los primeros días transcurrían con normalidad, yo salía a conversar con amigos que tenía allí en el pueblo y daba paseos por el mismo.

Mi tía siempre nos ha tratado excelentemente, siempre acostumbra a agasajarnos y nos tenía siempre las camas echas, la ropa limpia, en fin todo lo que una mujer de su tiempo hace para con sus familiares.

Mi relación con mi tía siempre ha sido de lo más cordial, nuestros temas de conversación eran demasiado limitados, supongo, por un lado al respeto que le debía y por otro a nuestra diferencia de edad.

Una noche, no sería muy tarde, al acostarme, mi tía andaba cerca de mi habitación terminando de arreglar unas cosillas para que estuvieran listas el día siguiente, ya me encontraba en la cama y ella entró despacio, sin encender la luz y me preguntó:

—Oye, ¿estás dormido? Venía a darte las buenas noches. (Esto era algo que mi tía hacía frecuentemente).

—No, le dije, acabo de acostarme y aún estoy dando vueltas intentando hacerlo.

—Bien, no te molesto más, que pases buena noche.

Se acercó para darme el beso y posó unas de sus manos sobre mi pene, que como imaginaréis a esas horas estaba totalmente flácido.

Supongo que fue un acto totalmente involuntario y además creo afirmarlo con rotundidad puesto que la luz seguía apagada y era escasa la luz que entraba desde el cuarto de baño.

—Espera tía no te vayas. El otro día, cuando llegamos noté que estabas algo triste y estos días te estoy notando un tanto ausente.

—Bueno… son problemillas entre tu tío y yo, ya sabes cosas de mayores, ya no nos entendemos tan bien, pero bueno, no es nada.

Tras esto salió de la habitación, me dejó un poco apenado porque no era frecuente ver a mi tía tan triste.

Pasaron varios días. He de decir que en ningún momento había visto a mi tía como mujer, tan solo había hecho alguna reflexión de lo bien que se cuidaba y el aspecto tan bueno que tenía con su edad.

Un día, al ir a entrar en el baño, entré sin llamar y me encontré a mi tío Roberto duchándose, mi tía acababa de salir de la ducha y con la toalla apenas tapaba su sexo y un poco de sus pechos, esto fue en fracciones de segundo, puesto que me disculpé y cerré la puerta con urgencia. Me había percatado de las maravillosas piernas que conserva y un precioso pecho que no llegó a ocultar.

Por la noche cuando mi tía entró a mi habitación a darme el tradicional beso de buenas noches le comenté que sentía mucho lo que había sucedido.

—No te preocupes, ¿aún le das vueltas a eso?

—Sí, es que debí llamar antes de entrar.

—Bueno, no tiene importancia, tú actúa como si estuvieras en tu casa

—Debo decirte que tienes unas piernas lindísimas (no hice alusión a su pecho, puesto que era un comentario sin picaresca).

—Vaya, vaya, así que te fijaste, ¿eh???

—Bueno, fue lo único que vi, lo prometo.

—No importa, me habrás visto infinidad de veces en la playa y allí también se enseñan las piernas, ¿no?, además tú habrás visto piernas y otras cosas más bonitas.

No sé porque me atribuyen en casa esa faceta de don Juan, en mi familia piensan que soy un ligón o algo así.

—Bueno, pues hasta mañana. —Me dijo— pasa buena noche.

—Igualmente tía.

Me dio el beso y volvió a salir de la habitación como hacía cada día.

Lo cierto es que yo empezaba a mira a mi tía con ojos maliciosos e incluso procuraba que mi aparato estuviera listo para cuando entraba a darme el beso de buenas noches.

Llegó la noche y allí estaba yo, en mi cama, esperando el momento en que mi tía se acercara para con mi pene empalmado darle el beso. No lo hacía por intentar nada más, sólo que me daba morbo la situación.

Esa noche entró como de costumbre (aunque no era diario, si muy a menudo me daba el beso de buenas noches) poso su mano sobre mi pecho como es costumbre para darme el beso, pero en ese momento no encontró en pecho, rozo mi pene, que se encontraba totalmente, duro.

—¿Pero qué es esto? Lo dijo, medio extrañada y medio en broma.

—Nada, tía… ya sabes… cosas de la edad (me dio mucha vergüenza) yo buscaba esa situación morbosa pero me dio mucho palo).

—Pues ya no eres tan niño, ¿eso no suele pasar cuando se es más adolescente?

—No sé, supongo que pasa cuando estas excitado pero no hay edad para eso.

—Bueno, bueno… Pues me marcho a dormir, pasa buena noche. Y relájate.

Esto último me lo dijo con ironía pero no creo que me estuviera animando a cascármela puesto que mi familia es muy conservadora y esos temas son tabú.

Ahora era yo el que se paseaba hasta la ducha en bóxer, como queriendo provocar una reacción en mi tía que no se haría esperar. Una tarde, me dirigía hacia la ducha con tan sólo un bóxer puesto y la toalla sobre mi hombro, anuncié que mi intención era meterme en la ducha y así fue. Tras apagar el agua me salí y tomé la toalla presto a secarme, me había hecho una pajilla en la ducha, por tanto salía con el pene morcillón, y en esto que noto que la puerta se abre. Era mi tía, necesitaba coger unos atuendos para su higiene personal y no me dio tiempo a alcanzar la toalla cuando ella entró:

—Perdón, perdón y se salió urgentemente.

Estaba claro que me había visto (e incluso pienso que lo había hecho a posta porque sabía que yo había entrado en la ducha y ya se había pagado en calentador). Me tapé con la toalla y dije:

—Ya puedes pasar, es que me has cogido in-fraganti.

Lo sé, créeme que lo siento, picó la puerta y entró:

—Perdón ¡eh! Pensé que ya habrías terminado.

—No pasa nada, estás en tu casa y es normal, además a mí me pasó el otro día.

Ella cogía del armario los utensilios que le hacía falta mientras me daba la espalda, yo mientras me secaba.

—He alcanzado a ver un poco de tus partes, espero que no te importe, además ya te las veía de pequeño cuando tu madre te cambiaba, incluso, alguna vez que yo te bañé.

Estaba un poco acalorado, jamás había hablado con mi tía de esas cosas y ahora no sabía que decir.

—Lo cierto, es que ahora he crecido, pero no importa, eres mi tía y no me he de avergonzar.

—Pues tienes razón, sí que has cambiado. Y mucho.

—¿Por qué lo dices? (me hacía el sueco porque me estaba dando mucho morbo la situación).

—Estás muy crecidito, y tu pene tampoco es el mismo.

—Bueno, eso es lógico, han pasado los años (mi pene comenzaba a recobrar vida tras la paja, me estaba excitando con la conversación).

—Sí, pero ese tamaño no es normal.

—¿Tú crees?

—No es que yo haya visto muchas pollas (me sorprendió su léxico, nunca la había oído hablar en ese tono), pero creo que la tuya tiene un considerable tamaño.

Me quité la toalla de la cintura y casi ni me importaba que estuviera mi tía delante. Ella se volvió y me dijo:

—Ves a lo que me refiero, eso no es normal.

—Es que ahora… —casi no atinaba a hablar pues, me he excitado un poco con la conversación.

—Si quieres desahogarte, me salgo (jamás hubiera imaginada que mi tía me invitara a pajearme, ella es muy recatada).

—No, no es para tanto, podré aguantar.

—¡Vaya tamaño! (no dejaba de mirar, estaba como entusiasmada).

Me armé de valor y le dije:

—Aún podría tomar más cuerpo.

—No fastidies, eso sería una polla grandiosa (otra vez polla, esto se estaba saliendo del tiesto).

—Bueno (ya me desinhibí), la polla que tiene un joven de 22 años excitado.

—¡¡¡Madre mía!!! (Mi polla ya estaba a punto de reventar).

Ella se volvió hacia la puerta, pensé que ahí acabaría todo, pero me equivoqué, cerro el pestillo de la puerta y dejó las cosas que tenía en la mano, se sentó en la taza del váter y continuó diciendo:

—Mira, tu primo, tiene un par de años más que tú y no tiene esa picha tan grande, creo que eres un chico muy dotado.

—No sé qué decirte, me desconciertas. Eres mi tía y me hablas como una amiga íntima.

—No creo que haya dicho nada del otro mundo.

Mi tía, iba a ducharse y comenzó a quitarse la ropa, entonces dijo:

—Me voy a duchar, ve vistiéndote que cuando salgas del baño, entro en la ducha.

—Bueno, dame un par de minutos para que se me baje esto (señalando mi polla).

—No creo que eso baje en tan sólo dos minutos, mejor me voy quitando la ropa.

Lógicamente cuando ella comenzó a quitarse un traje de esos de andar por casa en verano, yo no podía bajar mi excitación, se quitó el traje al completo y comenzó a desprenderse del sujetador y sus bragas. Eran de lo más anti-morbo, pero que se le va a pedir a una mujer de 55 años.

Se quedó totalmente desnuda y pasó junto a mí para introducirse en la ducha, entonces le rocé mi pene (involuntariamente) en sus nalgas y ella miró diciendo:

—Parece que aún no ha bajado eso.

—No, encima te has desnudado y no he podido dejar de contemplar tu cuerpo.

—Pues vaya desilusión, ¿no?

—No, que va, estas genial, ves que mi polla siguen en su estado.

—Eso será porque eres un semental, no porque yo te ponga así.

Introdujo una de sus piernas en la ducha y con su mano derecha tocó mi pene.

—¡Dios mío, es increíble! Pasa y dúchate otra vez, te haré un hueco, no voy a dejar de contemplar esa maravilla.

—Tía, me ha encantado que me la tocaras, no imaginaba algo así de ti.

—Toma, ni yo. Pero hijo mío a esta edad…

Tenía una mata considerable de pelos en su pubis (supongo que lo típico en mujeres de esa edad y madres de familia normales), sus pezones rosaditos y las tetas levemente caídas pero aún bastante erectas debido a su escaso tamaño.

—Dame jabón en la espalda.

—Sí, claro.

Al darme mi tía la espalda mi polla volvió rozar su cuerpo y ella la tomó con sus manos.

—Mejor primero enjabono yo esta cosita.

Me tomó del pene y empezó un suave meneo arriba y abajo.

—¿Te gusta?

—Siiii, (mi voz estaba entrecortada).

—Mejor no la enjabonamos (y se la metió en la boca) jamás había yo comido una polla, eso en mis tiempos no se hacía, y ahora… ya no tengo que llevarme.

Por sus mamadas denotaba no ser muy experta, pero le ponía mucho tesón.

—Tía deja que te coma el coño, seguro que tampoco te lo han hecho nunca.

—Pues tienes razón, creo que me he perdido muchas cosas.

Nos tumbamos en la ducha como buenamente pudimos e hicimos un 69, era genial, aunque no fuera experta me estaba dando gran placer.

—¡Ahhhh, tía eres una profesional!

—Calla, y sigue, me vas a matar, sigue, sigue.

Nos incorporamos y se la metí en el coño, no dejó de sorprenderme con sus comentarios.

—¡¡¡Vamos, córrete, vamos!!!

—Ahhhh…

Terminé dentro de ella, no me preocupaba porque ya sería menopáusica, ella quedó extasiada por aquel polvazo en la bañera, me confesó que había sentido dos orgasmos en la penetración, algo que i recordaba, según ella, el último casi al unísono conmigo. (Había aguantado como un jabato).

Terminamos y me dio un beso.

—Hasta mañana, que pases buena noche.

Creo que estaba confundida, no era esa la situación.

Salí de la ducha y la dejé que terminara ella de bañarse. Mientras me secaba, me dijo:

—Oye, no creas que tu tía es así, esto ha sido un accidente, placentero pero accidente, nuestra relación ha de seguir como hasta ahora, cordial y respetable.

—No habrá problemas.

—Los problemillas de los que te hablé con tu tío eran precisamente de esto, ya no hay noche en el año en que me satisfaga, estoy muy aburrida aunque no es tema me preocupe en demasía.

—Bueno, tía, un beso.

Me marché y cerré la puerta.

No hemos vuelto a encontrarnos. En esa situación y mi relación con ella sigue siendo de lo más normal, no hemos vuelto a hacer alusión al tema y ella sigue dándome el beso de buenas noches.

En el fondo mi tía necesitaba un desahogo y yo se lo proporcioné.

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