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En los jardines de la universidad

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Estaba locamente enamorado de ella desde el día en que la vi. Cabello rubio, exquisitos ojos verdes, cara de inocencia, cuerpo hermoso con unos deliciosos senos de mediano tamaño en forma de chupón y piernas blancas y fuertes, linda hasta la locura y simpática como nadie. Un bombón con quien cualquiera soñaría, hombre o mujer.

Estábamos acostados en los jardines de la facultad, Rosa, ella y yo, mas haciéndome el dormido feliz de tener el cuerpo de ella a centímetros de mí, intentando olerla, verla de reojo, sentir su santo coño a distancia inalcanzable de mí.

Como dije, me hacia el dormido. De repente puse atención en la plática que ambas sostenían. Rosa le estaba diciendo a ella que fuera a un lugar, que era interesante, lo único malo es que tienes que decir a que edad perdiste la virginidad y con cuantos te has acostado, le dijo Rosa.

En ese momento sentí clavárseme una espina en mi estómago y mi verga dio un respingo que llevo mi pene de dormido a demente en una fracción de segundo. Y a qué edad la perdiste? Le preguntó Rosa, no recuerdo, contestó mi enamorada. La respuesta me clavó una estaca, si bien nunca pensé que fuera virgen, su personalidad fiestera y sus pláticas de noches de baile y tequila nulificaban esa opción, su cara de inocencia, su ternura y dulzura de amiga siempre me hicieron pensar que tendría una vida sexual limitada, pero aquel día, mientras fingía dormir a su lado, pude escuchar esta platica de mejores amigas que abrieron ante mí el conocimiento de la vida sexual de mi enamorada. Con cuantos has estado?, le preguntó Rosa. No sé, varios. Pero cuántos, insistió Rosa. No sé, unos 20, algo así, contestó ella. Su respuesta me causó entre una cachonderia sobrehumana donde de solo imaginar que a su edad ya había sido manjar de 20, a una tristeza y sorpresa enormes de saber que el delicioso cuerpecito de la muchacha que tenía al lado de mi era un cuerpo aventurero que no desperdiciaba ninguna oportunidad de goce sexual. No inventes, le dijo Rosa, tantos? Son un buen. Vuelto a sorprender de saber que mi tierna y dulce enamorada sobrepasaba con creces la alocada reputación de puta que Rosa tenía en la facultad. Y con quienes, le preguntó Rosa. Y juntas empezaron a repasar mentalmente la extensa cartera sexual de mi enamorada, desde novios y amigos escolares hasta desconocidos que encontraba por allí en fiestas o reuniones de amigos. También te cogiste a Bernardo? Le preguntó Rosa. Pero a qué hora si estábamos todos juntos oyendo cuando ensayaban. No te acuerdas cuando lo acompañe por las cervezas? Allí, en la bodega se la sacó y se la empezó a jalar delante de mí y no me pude detener. Risas de Rosa. No mames, qué cabrona. Y qué tal? Pues bien, rico, contestó mi amada.

Minutos después llegó otra amiga a saludar y Rosa y mi amada cambiaron de plática. Yo me hice el que iba despertando y sólo atine a decir adiós y encaminarme a paso rápido por entre los jardines de la fac. Absorto por la revelación de esa desconocida y misteriosa faceta de la personalidad de mi amada. Caliente hasta los guevos con los calzones ya húmedos de esperma.  Parecía un poseso caminando por la fac a paso rápido mirando al suelo. Solo sabía que tenía, me urgía, jalármela con toda violencia y descargar tanto sexual como sentimental la pesada carga de lo que mis oídos me habían revelado. No encontraba ningún lugar solitario, era media tarde y la fac estaba a su máxima capacidad. Me encamine rumbo al estacionamiento y allí, justo antes de llegar, encontré un vado solitario en el jardín. Me metí en el, me desnude por completo y comencé a jalármela con movimientos violentos mientras lágrimas de tristeza y deseo me escurrían por las mejillas. En cuestión de un par de minutos solté una primera descarga que me hizo ver nublado, espesa, potente, escurridiza, la segunda me ocasiono un chistido agudo en los oídos y la tercera cuarta quinta y sextos disparos hicieron que cayera al suelo exhausto y con un ataque de presión baja.

Semanas después estaba con ella y un compañero en el estacionamiento de la universidad escuchando música. En determinado momento mi compañero adujo que tenía un piquete de mosco en su dedo. Así nada más, mi amada le pidió el dedo y comenzó a chupárselo. Dice mi abuela que con saliva se quita la comezón dijo con cara entre inocente y traviesa. Pero no le estaba poniendo saliva, le estaba prácticamente haciendo una felación a su dedo. Me sentí incómodo y salí del coche. Les dije iría a comprar un refresco. Caminé por varios minutos hasta que por fin decidí regresar al coche. Al entrar en él, ella ya no le estaba chupando el dedo, ahora le estaba mamando su enorme verga, tan entretenidos que ni me oyeron llegar.

Ella siguió siendo mi amiga por toda la universidad, su amistad, ternura y dulzura para conmigo nunca cesaron.

Ella ahora es mi esposa y somos muy felices. Lo único que siento es nunca haberla podido taladrar cuando tenía ese cuerpo a sus dieciocho.

Quien quiera ver fotos de ella en ese entonces, puede solicitarlas.

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