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Verónica, una lectora que se convierte en uno de mis relatos - Parte 4

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Nos hemos bañado y nos ponemos listos los dos desnudos en la cama para proseguir con la acción. Obviamente la acción es más pausada y se limita a acariciarnos tocándonos ambos en lo que fue un ligero y prolongado masaje por sobre nuestras espaldas y glúteos. Aquello nos da la pauta para hablar de lo que hemos vivido y lo que queremos experimentar. Soy yo quien lleva la iniciativa, pues por mi experiencia en la vida intuyo que ha de tener alguna fantasía que le gustaría realizar. Le pregunto:

—¿Alguna fantasía, algo que te gustaría hacer?

—Si… ¡ver cómo te coges a mi amiga!

—Ah… ¿eres tú la que te gusta ver? Pero cuando ella venga, si es que viene, tú ya te habrás ido.

—Intentaré venir con ella.

—¿Crees que tu amiga se sienta confortable a ser espiada?

—Pues ya le he visto que se la coge su novio un par de veces.

—¿El mismo novio que no le da placer?

—Bueno, en algo le da. Creo que solo se viene cuando le da placer oral… creo que es lo que la retiene con él.

—¿A ti te gustaría que tu amiga te vea como te cojo?

—Si… pues hemos acordado que si la veo, ella me tiene que ver a mi también.

—¿No te sentirías confortable haciendo un trío?

—¡No creo! Solamente me incomoda la idea de que tú me penetres a mí y luego a ella o viceversa. ¿A ti te gustaría?

—Bueno, la idea de estar con dos chicas a la vez, nunca la he contemplado y entiendo lo que dices. Me gustaría intentarlo por lo menos una vez en la vida.

—No creo que para Lizbeth sea incomodo, ella fue la que me hablo de esa posibilidad, pero también ella, aunque somos grandes amigas y tenemos confianza la una con la otra, la idea de ser cogidas por la misma verga llenas de los jugos de la otra, como que no va. Lo único, es que a una le des placer oral, mientras la otra se coge tu verga.

—Es una posibilidad.

—¿Quieres?

—Veremos si se da el momento.

Hemos platicado por algunos minutos y se me ocurre algo para cambiar el ambiente y le propongo a Verónica a ir a la tienda de juguetes sexuales y experimentar con ellos. A ella le parece una buena idea, pero me habla de la pena de entrar a un lugar así, pues nunca lo ha hecho. Ella dice que vayamos pero que me esperara en el coche. De alguna manera la convenzo a que entremos, y nos hemos puesto en minutos en el lugar, pues la tienda estaba cercana al hotel y la había divisado la tarde anterior mientras corría y regresaba al hotel.

Obviamente, ella se mostraba cohibida y yo tenía en algo cierta pena también, pues viendo bien las cosas, ella es una niña y yo un viejo de casi 50 años que podría ser su padre y el clima de la pena llego a la altura más alta, cuando le pidieron una identificación a Verónica. Superado aquello, nos vimos a la tarea de comprar un consolador, pues en aquel proceso hablábamos de penetrarla con mi verga por su rico culo, mientras con el consolador le penetraba su rica panochita. La otra cosa que me excitaba en el momento, era el hecho que Verónica no llevaba calzones, pues su bikini color naranja estaba totalmente mojado por sus jugos vaginales y que después del baño a ella le parecía incomodo usarlos. Aquello me dio la excusa de ir a otra tienda a comprarle algunos bikinis y tangas. Debo decir que a Verónica no le gustan las tangas, le parecen incomodas y me dice que no sabe el porque la gente las usa. Después de hablar y convencerla de ir de compras con ella a esta tienda especializada en lencería, le dije a Verónica que comprara lo que ella quisiera, que aquella lencería seria un regalo de mi parte. Escoge algunos reducidos bikinis y un calzón tipo hipster, yo le enfatizo que compre también sostenes, pero ella me hace saber que no puede introducir mucha lencería a su repertorio, pues su hermana mayor y su madre se darían cuenta fácilmente y no podría explicar cómo las habría conseguido, si ella depende de sus padres en estos menesteres y conocen muy bien la ropa que le compran.

En aquella faena nos encontramos cuando Verónica recibe una llamada de su madre y le pregunta donde se encuentra, pues su madre ha regresado temprano de su trabajo y no la ha encontrado en casa. Por suerte, no estamos lejos de su casa y le ha dicho que ha salido a caminar por la vecindad y que estará en su casa en 7 minutos. Pagamos por la lencería y Verónica se ha metido al baño publico del local y se pone uno de los bikinis que hemos comprado y apresurados la he acercado a una cuadra de su casa.

Regreso con el resto de la lencería y el consolador que hemos comprado al hotel. Veo que son la una de la tarde y me quedan 4 horas para la posibilidad que Lizbeth se presente. En minutos recibo textos de Verónica y todo parece ir bien con su madre y me dice que está desarrollando la excusa para salir con Lizbeth por la tarde y que parece vendrá junto a su amiga. En el baño veo el calzón color naranja de Verónica, el cual se ha secado y puedo ver esa mancha blanca evidencia de sus jugos vaginales. Los he extendido y olido y con aquel olor me voy para la cama y caigo en una siesta para despertar a las 4 de la tarde.

Me preparo y esta vez me visto con pantalones y zapatos de vestir y una camisa deportiva pues el plan con Lizbeth es ir a cenar primero y la espero en la sala de espera del hotel. Me habla por teléfono cuando esta cerca y me hace saber que Verónica no venia. Salgo del hotel y veo a una Lizbeth que me da la mano con más confianza y me habla de ir a este restaurante que le gusta tanto. Viste un pantalón de mezclilla ceñido a su cuerpo, una blusa blanca bastante transparente y veo un sostén colorido de playa, pues en fin estamos en la playa y el restaurante esta a la orilla del mar. Nuevamente, la plática es trivial y veo que Lizbeth es más abierta conmigo ahora que Verónica no está con nosotros y me habla que Verónica no ha venido, porque ella así se lo ha pedido, pues quiere familiarizarse conmigo y quizá de esa manera pueda haber esa posibilidad de hacer un trío. Me habla de sus nervios, que es algo que jamás pensó hacer en su vida, pero Verónica esta tan fascinada con aquella experiencia que simplemente tenía que experimentarla ella también. Ahora pienso que Verónica es el alfa y no Lizbeth.

Hemos comido una ligera cena. Yo me he comido un coctel de camarones, no porque sea un afrodisiaco, pues creo que el mejor afrodisiaco es mental, Lizbeth apenas ha comido la mitad de un sándwich y un coctel de frutas. Camino al hotel aprovecho a poner nuestras expectativas y nuestras reglas al encuentro, como también confirmar lo que Verónica me ha hecho saber de su amiga. Lizbeth al igual que Verónica está abierta a todas las posibilidades, con ella no hay problema en controles de natalidad, pues está en control desde que cumplió 18 años y ahora tiene 19. Me habla de sus temores del sexo anal y su desconfianza en no usar un condón. Le hablo de mi estricto régimen de salud y que estoy en chequeo todo el tiempo. Ella parece estar en muy buena salud y que solamente ha tenido sexo con una sola persona y siempre con condón a pesar que está en control con la píldora.

En aquella platica por primera vez Lizbeth me da un cumplido y me dice que me miro más joven que la edad que digo tener. Me habla de mi cuerpo atlético y que parece que levanto pesas, yo le regreso el cumplido enfatizando su belleza y de su cuerpo escultural. Debo decir que Lizbeth tiene una bonita figura y un rostro muy bello, quizá lo único que le dé una calificación baja a referencia de sus senos y espero Verónica nunca le hable de mi crítica en este relato, son sus pechos algo pequeños y puntiagudos. Quizá sea cuestión de gustos, pero me gustan que alcancen por lo menos una copa C, que me llenen la boca.

Llegamos a la habitación del hotel y sé que el nerviosismo de Lizbeth llega al borde del clímax. Le propongo que si es tanto el miedo o la desconfianza que se puede retirar sin ningún problema. Ella asiste que se quiere quedar, pero que el miedo, los nervios son muy fuertes, pues es algo que no experimenta todos los días: tener sexo con un extraño, aunque creo evita decir con un mayor en edad también. Me pongo junto a ella y la he abrazado para luego poner mis manos por su cintura. Esto sucede estando detrás de ella, pues creo que su pena es verme a mis ojos e intuyendo esto, mis primeras caricias son desde ese ángulo. Beso su cuello mientras mis manos van buscando como llegar a sus pequeños senos. Lizbeth levemente gime y ahora sabe que no puede dar vuelta atrás, ya sintió las manos extrañas y ella está con el morbo que pasará a continuación.

Sé que ha sentido mi bulto como de repente ha formado una masa más obvia a través de mis pantalones. Yo se la restriego por sobre sus lindas nalgas y estoy segura le excita. Le beso el cuello y prolongo mis caricias con mi lengua por aquella zona atrás de su oreja. Lizbeth solo gime y me advierte que no quiere marcas en su cuerpo. Le digo que no se preocupe, que no le quiero causar problemas con nadie. Le he desabrochado su pantalón azul y puedo ver que lleva puesto un pequeño bikini color turquesa y también diviso un tatuaje de un pequeño Delfín en su glúteo derecho. El pantalón cae y veo sus lindas piernas alargadas y que hacen simetría con todo su esbelto cuerpo. Su cintura no es tan pronunciada como la de Verónica, pero no pasa desapercibida, y sus ricas nalgas como me las imagine el día anterior, es un espectáculo verlas con ese bikini de un turquesa oscuro. Su bikini me da la señal que está totalmente afeitadita, pero luego también descubro que su proceso para eliminar sus vellos es también de cera, así que su piel esta tersa como la de una bebe.

Ligeramente me quito el pantalón y me siento en el sofá y dirijo a Lizbeth a que se siente por sobre mis piernas. Ella continúa con su bikini y yo con mis bóxers. Le quito su blusa blanca y su sostén de múltiples colores y comienzo a mamárselos suavemente y ella solo gime y por primera vez veo ese dibujo de sus labios excitados, le gusta lo que está viviendo y ella solo masajea alrededor de mis hombros. En aquella posición masajeo sus glúteos mientras sigo mamando sus puntiagudos pechos. En minutos mis dedos han llegado a esa zona de la entrada de su panochita y puedo sentir la liga de sus jugos vaginales y sé que está muy excitada. Esta vez la levanto para su sorpresa y en vez de llevarla a la habitación de la suite, la llevo en dirección al jacuzzi. La dejo en la orilla y hago que se acueste en la plataforma y donde he dejado una almohada del sofá para que esté más cómoda y vea cómo le como su rica panocha. Sé que esta es una de las únicas formas que Lizbeth ha encontrado la erupción del orgasmo, así que aquel masaje con mi lengua en su clítoris es breve, quizá solamente se lo succioné por dos minutos, pues parecía que ya se venía. He hecho una pausa y me quito mi bóxer y le quito totalmente su bikini y queda desnuda. Ella viene hacia mí y se dirige a mi verga, pues creo que ella me la quiere mamar y aunque no era mi intención, en ese momento llegó y dejo que me la mame.

Lizbeth es una experta en el sexo oral y tiene una tolerancia pues tiene una habilidad de llevarla lo más profundo que puede y por varios segundos que parece que se ahoga en el proceso. Quizá, si no tuviera ese control que tengo, fácil me hubiese hecho acabar, e imagino que a cualquier novato lo hace correr en cinco minutos. Eso fue mi cálculo, cinco minutos cuando la invite a sumergirnos en la pileta. La pileta de la jacuzzi tiene una grada que es como asiento, incluso uno se puede recostar en un ángulo perfecto para estos menesteres del sexo. Invito a Lizbeth que se venga sobre mi y es de aquella manera, ella sentada sobre mis piernas que le penetro su rica panochita. Estamos sumergidos hasta la cintura y Lizbeth tiene un ritmo lento pero delicioso. Puedo sentir el calor de su panocha y como la contraía apretándome la verga con una sensación tan deliciosa, la cual parecía era coordinada con el calor del agua que me hacia un cosquilleo en mi espalda. Los movimientos siguieron siendo lentos y cada vez que ella lo hacía, yo también contraía mi verga para que ella lo sintiera. De esa manera nuestros sexos se comunicaban, Lizbeth sentada sobre mí y yo solo viéndola como ella me miraba y movía solamente su pelvis sin necesidad de mover todo su cuerpo, en algo así como esas bailarinas que hacen el baile del vientre. No fueron más de seis minutos en aquel movimiento y de repente Lizbeth acelera su baile y solamente me dice: Tony, me vengo, me vengo, me vengo…

Comienzo a taladrarla efusivamente y ella solamente gime, veo como frunce sus labios del placer que siente, cierra los ojos y vuelve a decir: Tony, me vengo otra vez, me vengo… que rico, que rico. No habían pasado ni un minuto del primer orgasmo, cuando se estaba corriendo otra vez. Al pasarle aquella sensación, veo que Lizbeth se ríe y me dice que ahora siente cosquilla y que no aguanta que le siga dando. Hago pausa e intento mamarle los pechos, pero igual, ella dice que ahora es una cosquilla intolerable lo que siente. Nos sentamos por sobre la orilla de la pileta y ella me mira que tengo bien erecta mi verga. Por primera vez se refiere a mi verga como grande y gruesa y justifica sus dos corridas a la masa que le hacía sentir llena aquel hueco de su vientre. En realidad no creo que sea la masa o lo grande de un pene, para mí y para los expertos en la materia, es como uno maneja el potencial de su pene. Ella me lo mira y comienza a mamarlo y hace aquellas mamadas profundas que casi me hace acabar, pero antes de hacerlo le quiero mostrar a Lizbeth, que le puedo sacar otro orgasmo antes de correrme yo. Medio nos secamos y la he levantado nuevamente y la llevo a la habitación de la suite, la pongo en posición de perrito y encuentro que no estaba lejos de mi imaginación al ver aquel hermoso culo con el dibujo de un Delfín expuesto para mí completamente. Quizá Lizbeth pensó que la iba a penetrar, pero me ido con mi lengua directo a su ano y se lo succiono por los siguientes cinco minutos y ella se vuelve loca del placer, pues esporádicamente veo su rostro a través del cristal del espaldar de la cama. Veo su panocha que esta mojada otra vez, de hecho le he metido dos dedos y puedo constatar que esta súper mojada y de esta manera le dejo ir toda mi verga y con mis dedos llenos de sus jugos y con su culo ya bien ensalivado, le sobo su ano hasta que mi pulgar desaparece en su rico orificio. Ella solo gime y veo como cierra sus ojos y frunce sus labios.

A Lizbeth le gusta fuerte el sexo en esta posición, así me lo ha pedido y le dejo ir ráfagas de un taladrar incesante mientras mi dedo sigue insertado en su culo. Esta vez le toma más tiempo acabar, pero como yo ya también he tenido una buena corrida por la mañana y tres el día anterior, no tengo la misma urgencia y sensibilidad a eyacular prematuramente, a estas instancias, puedo acabar cuando se me dé la gana. Lizbeth ha comenzado a gemir más fuerte, quizá ya se siente más libre en manifestar su excitación. Pensé por un momento que lo hacía para excitarme a mí y que yo me fuera, pero después de pasar uno diez minutos dándole de perrito, es ella la que me pide que le dé en esa posición del misionero. Cambiamos y esta vez el taladrar en incesante y le mamo los pezones a mi antojo, al punto que se los halo fuertemente y creo que el dolor le despierta y le agudiza la excitación, y es ella quien me pide que se los muerda así. Yo la complazco y le halo los pezones fuertemente con mis labios y a cada vez se los vuelvo a morder y cambio de pezón. De esta manera hago quince, veinte ciclos y sus ojos se han cerrado, intenta subir su pelvis, mientras yo la taladro llevándola abajo y explota con un orgasmo que pocas veces veo en mi vida. Un temblor en los muslos de sus piernas que era incontrolable, su vagina se contraía con una potencia y velocidad que supe que no era controlados por Lizbeth, sus músculos se habían distorsionado en un espasmo tan suculento que Lizbeth de alguna manera intentó explicar después. Mientras tanto, yo le he seguido dando hasta que ella me pide que pare, que ya no podía tolerar esa sensación y nos relajamos por unos minutos, pues el cosquilleo en su vagina se hizo presente otra vez.

Minutos después y con mi verga flácida y llena de sus jugos, Lizbeth me la ha levantado y puesto erecta con otro colosal mamón. Ya me venía, pero ella me pregunta como la quiero. Ya con la pausa le pido que me monte, pero en esa posición inversa en donde ella me expondrá sus ricas nalgas y ver ese pequeño agujero que también intentaré coger. Se pone a cabalgarme en esa posición y yo también ya dispuesto a dejarle ir mi descarga. En eso Lizbeth comienza a jadear y a decirme que le pegue fuerte. Ella da sentones una y otra vez y veo como su panocha absorbe mi verga dejándola totalmente mojada de sus jugos y nuevamente comienza con su jadeo y otra vez pienso que lo hace para excitarme y que yo me corra, y en realidad ya me venía cuando ella comienza a decir: Tony, me estoy viviendo otra vez. Y nos hemos corrido juntos, aunque en esta ocasión el orgasmo de Lizbeth no tuviera la potencia del anterior.

—Ahora entiendo a Verónica… nunca me había corrido tantas veces como el día de hoy.

—¿Cuántos orgasmos has alcanzado antes?

—Dos, pero no tan seguidos como estos. Usted me hizo acabar, que no sé cuantos orgasmos eran. Ya no sentía la diferencia de uno del otro y solamente puedo decir que es una sensación tan rica que no había sentido anteriormente.

—¿Y este ultimo?

—Fue delicioso, aunque no fueron muchos, más que uno, tuvo una duración bien rica.

—¿Quieres descubrir si alcanzas el orgasmo anal?

—No sé, me da miedo. Nunca he experimentado. Me da curiosidad y quiero, pero me da miedo, especialmente con el tamaño y grosor de su pene.

Le doy la misma terapia de asociar el dolor con el placer, y de alguna manera ella está convencida que lo tiene que experimentar. Nos vamos al baño a ducharnos y de esta manera intentar recobrarnos para la otra etapa del descubrimiento de esta joven. Veo en los ojos de Lizbeth ese mirada de incredulidad, pues creo que no sabía que era una mujer multi orgasmica, y muchas mujeres lo son, yo diría que un buen promedio, pues por mis experiencias con diferentes mujeres y de diferentes edades, son pocas las que les cuesta llegar a un orgasmo.

Lizbeth ha visto la lencería que he comprado para Verónica y también descubre el consolador similar al tamaño de mi verga. Me insinúa que si lo podemos usar y yo positivamente le digo que no veo ningún problema, pues si Verónica quiere uno nuevo, le compramos uno nuevo. Y con el consolador en mente de Lizbeth, de esa manera comenzamos el proceso de desvirgarle su rico culo.

Continúa.

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