Nuevos relatos publicados: 9

Infiel con el enemigo de mi esposo

  • 18
  • 60.220
  • 9,64 (55 Val.)
  • 4

Mi historia ocurrió hace casi tres años. Mi nombre es Lisa y el de mi marido Roberto. Me considero atractiva y siempre me he cuidado físicamente. Me enorgullece decir que los amigos de mi marido siempre le dicen que le envidian por tenerme. La mayoría de los hombres encuentran bonita mi cara, pero les atrae más mis puntiagudos pechos, mi estómago plano y mis redondas nalgas, aunque debo de admitir que mi forma de vestir es a manera de no presumir. No soy anticuada pero siempre he vestido conservadoramente, supongo que por mi formación tradicionalista.

Roberto y yo fuimos novios desde la época de estudiantes y nos casamos tan pronto nos graduamos. Permanecí virgen hasta la noche de bodas, porque fue algo en lo que insistió mi esposo, quizá por su educación también anticuada.

Él es un comerciante exitoso, así que no tenía yo por qué trabajar. De todas maneras continué haciéndolo de tiempo parcial en uno de sus comercios, hasta que decidimos que era tiempo de iniciar una familia. Como somos católicos siempre habíamos utilizado el método del ritmo, así que hasta ese momento no había tomado ninguna píldora anticonceptiva. Después de tratar infructuosamente por dos años, decidimos buscar ayuda profesional.

Me volví experta en determinar mi momento más fértil del mes y cuando lo era muchas veces mi marido tenía que correr a casa para acoplarse a mi tiempo. Desgraciadamente sin resultado. Fuimos entonces a todas las pruebas que se les hacen a las parejas en nuestra condición para encontrarnos con que yo estaba bien, pero mi marido estaba un poco bajo en el conteo de espermatozoides. Decidimos ignorar a quienes nos sugerían que consideráramos adopciones o inseminación artificial, esto último porque mi esposo dijo que no lo podría aceptar considerando sus valores morales y su orgullo masculino y sabiendo del tiempo y dificultades para la adopción nos dejó a ambos bastante deprimidos. Así que seguimos tratando.

Eventualmente encontramos un doctor que había tenido éxito con otras parejas que nosotros conocíamos. Después de examinarnos nos dijo que no había nada verdaderamente malo en nosotros y que nuestras oportunidades eran muy buenas con que tan sólo cambiáramos de método. Nos dijo que estábamos esforzándonos demasiado, un error que cometen muchas parejas en nuestra situación. Lo cual provoca estrés emocional.

Sugirió que nos abstuviéramos de sexo durante unas seis semanas, para permitir que se "espesara" el esperma de mi esposo y además lo combinaría suministrándome una fuerte droga de fertilidad. Entonces en el siguiente momento más fértil de mi ciclo trataríamos nuevamente. Debo admitir que tenía sentido. Revisamos el calendario y precisamente teníamos una boda en seis semanas a la que pensábamos asistir. Resultaba una oportunidad perfecta para una muy necesitada noche juntos. Marcamos el calendario como nuestra "cita".

Mi esposo es un comerciante muy taimado. Uno de sus anteriores amigos y rival de negocios estaría también en la boda. Se llama Esteban. Ellos habían sido buenos amigos, pero eran muy competitivos y estaban siempre tratando de ser cada uno mejor que el otro. Parecía que siempre lo que uno tenía el otro lo quería y ambos tenían mucho éxito en la vida. Finalmente tuvieron una pelea hace algunos años. Roberto esperaba usar la boda como pretexto para suavizar las cosas ya que admitía haber sacado ventaja de su amigo. Aunque yo sólo lo había tratado un par de veces, sabía que su relación con Roberto se había enfriado y hacía poco tiempo que se habían vuelto a hablar. Pero en realidad no tenía nada que ver conmigo, bueno, eso pensé. Roberto había estado trabajando muchas horas todas las noches dejándonos a ambos más bien frustrados y además sin sexo. Fueron seis larguísimas semanas.

Como la noche de la boda coincidiría con mi momento más fértil del mes había planeado sacarle el mayor provecho comprando un vestuario muy diferente al que normalmente uso para sorprender a Roberto. Como a él le gusta presumirme delante de sus amigos, sabía que aprobaría mi nueva imagen. Él siempre está tratando de que me vista más atractiva. Era un vestido muy corto, color esmeralda de una especie de material como nylon expansivo con una especie de brillo metálico que se abrazaba estrechamente a mis curvas. Mostraba bastante escote y también por atrás se cerraba muy abajo con un corchete. Para combinar compré unas bragas del mismo color y material y decidí no usar sostén, algo que jamás había hecho, porque sabía cuánto se mostrarían mis pezones si me daba un poco de frío o me excitara.

Empecé a arreglarme temprano, al caer la noche, ya que la recepción estaría a casi una hora de camino. Me había tomado la temperatura y estaba contenta de ver que estaba en plena ovulación de acuerdo al cronograma. Perfecto. Para celebrar y para relajarme me preparé un trago, algo que nunca hago, pero tampoco me había mostrado así en público. Me empecé a preocupar porque Roberto no llegaba y me serví otro trago. Me puse el vestido y me paré frente al espejo. ¡Guau! No era yo, ni me parecía a mí. El vestido que se suponía un tanto clásico, estaba como pintado sobre mi cuerpo. Me veía sensual y apenas podía esperar para ver la reacción de Roberto. Ya estaba sintiendo un cosquilleo en la entrepierna por la forma como me hacía sentir el usar este atuendo provocativo. Ni siquiera va a querer ir a la boda, pensaba.

En eso sonó el teléfono, era mi marido diciendo que tenían serios problemas con el nuevo sistema informático y que no creía que pudiera escaparse. Por el tono de su voz supe lo disgustado que se sentía. Me dijo entonces que estaba muy cabreado y que quizá fuera bueno que fuera yo sola a la reunión. Podrán imaginar mi decepción, pero le ofrecí que lo esperaría hasta que él pudiera llegar a casa. Me dijo que estaría hasta muy tarde y que podría muy bien ir sin él y pasarla a gusto. Que no había razón para que se arruinara la noche para ambos. Además todavía podríamos tener nuestra "cita" cuando ambos regresáramos a casa.

Normalmente no hubiera aceptado, pero considerando que ya traía un par de tragos encima y sin ganas de pasarme otra larga noche esperando yo sola, accedí a ir sin él. Estaba un poco preocupada porque no conocía a mucha gente, pero Roberto me convenció de que Esteban estaría ahí y podría atenderme y presentarme con los demás invitados. Me pidió que suavizara la situación entre ellos, incluso que lo invitara a cenar con nosotros algún día. No conocía realmente a Esteban, pero recordaba que era un tipo alto de 1.93 m y con una constitución fuerte como el sueño de una mujer.

Era del tipo mujeriego, yo suponía que ya estaría casado a estas alturas y que podría sentarme con él y su esposa. Consideré cambiarme el atuendo, pero ya se estaba haciendo tarde y de todas maneras no conocía a nadie en la fiesta, así que decidí ir como estaba. Al salir de la cochera observé mi regazo y noté que por el borde de mi falda asomaba la punta de mis bragas y pensé que debería tener cuidado en la forma en que me sentara esa noche. Me reí pensando si Roberto me hubiera insistido en que fuera, si hubiera sabido lo bien que me veía.

Al llegar me sentí un poco incómoda ya que no reconocí a nadie y por la forma en que se me quedaban viendo los otros invitados. Entonces lo vi. Esteban estaba mejor de lo que yo recordaba. Me di cuenta de que él también estaba impresionado por mi apariencia. Su expresión me decía que yo era la más atractiva que había en la recepción esa noche. Él sonrió, caminó hacia mí y me saludó con un beso preguntándome por Roberto.

Le expliqué la situación lo cual no pareció desagradarle demasiado y con un curioso brillo en los ojos me preguntó si quería charlar y un trago. Conforme caminábamos hacia la mesa me dijo que también estaba solo, que le encantaba bailar y que sería un honor para él ser mi pareja esa noche. Como no conocía a nadie más y él se comportaba como todo un caballero, le dije que sí. Además Roberto me había solicitado que tratara de suavizar las cosas. Y como mi marido no es muy buen bailarín supuse que sería divertido.

Charlamos un rato acerca de Roberto y de mí, también sobre él y su reciente divorcio y mencionó que afortunados éramos. Le dije que no todo era perfecto y le mencioné nuestros problemas de fertilidad como ejemplo. Reímos acerca de nuestros planes deshechos de la noche y le dije que probablemente tendría que regresar temprano a casa para salvar algo de la "cita" con mi marido, pues la espera de seis semanas había sido una espera demasiado larga. Él me dijo que también pensaba que debía reanudar su amistad con Roberto y que no tenía resentimientos del pasado. Yo sabía que esto le agradaría mucho a mi marido.

Después de eso me pareció que bailamos todas las piezas, deteniéndonos únicamente para que él trajera otra ronda de tragos o tomar aire mientras continuábamos charlando. Las horas volaron y me encontré con que él era muy encantador, aunque tenía que cuidarme un poco en las melodías lentas, para evitar que me apretara demasiado. Más tarde conforme avanzaba la noche me empecé a relajar y me encontré disfrutando de tenerlo tan cerca.

Comencé a esperar las melodías lentas. Me sentía muy bien apretada contra él mientras nos deslizábamos al ritmo de la música. Uno de los problemas fue que su musculoso cuerpo rozaba la delgada tela que cubría mi pecho y me excitaba y causaba un renovado cosquilleo en mi entrepierna, nunca me esperé esta sensación ya que nunca antes había estado sin sostén. Mis pechos siempre han sido muy sensibles y mi esposo sabe que es la manera más rápida de calentarme. Varias veces cuando nos sentábamos estoy segura de que Esteban tuvo accidentalmente una visión clara de mis bragas estrechamente ajustadas a mi monte de Venus. Me sentía cortada de que él pudiera apreciar lo excitada que estaba.

Me estaba calentando al bailar con este hombre. Y no era la única que lo notaba. Volteé hacia Esteban y lo vi atento al delgado material que cubría mis pezones y me di cuenta que estaban erectos y sobresaliendo de la tela, duros como piedras. Pude sentir la sangre correr por mi cara al sonrojarme, varias veces durante la noche tuve que ir al tocador. Estaba sorprendida de mi reacción, pues nunca había pensado siquiera estar con nadie que no fuera mi marido. Deseché el pensamiento considerando que era un efecto colateral de las pastillas de fertilidad sobre mis hormonas y después de todo, habían sido seis largas semanas.

Los tragos me volvieron un poco más desinhibida. Cuando bailamos nuevamente él me rodeaba y su mano llegaba hasta mi culo acariciándolo conforme nos mecíamos juntos. No lo pude resistir. Podía decir cuánto le agradaba sentir la tela sobre las braguitas que cubrían mi trasero, porque podía sentir su creciente erección contra mi vientre. No podía adivinar qué tan grande era, pero sí que era más grande que mi esposo. Empecé a imaginarme mientras nos contoneábamos, como se sentiría un gran cacho y empecé a pegarme contra él hasta que para mi desencanto terminó la melodía. Esto sirvió para que reaccionara y me diera cuenta de que estaba yendo muy lejos. Supe que debería irme a casa antes de que me ofuscara más. Me estaba quedando bastante ebria.

Cuando le dije a Esteban que debería irme, él insistió en que esperara un poco para que me recuperara. Tengo que admitir que tenía problemas hasta para caminar. Le dije que quería llamar a mi esposo para que viniera por mí y le pregunté si quería acompañarme a buscar un teléfono. Él estuvo de acuerdo y comenzamos a caminar hacia la recepción, ya que la fiesta fue en un salón de un moderno hotel. Pero conforme caminábamos y reíamos, nos dimos cuenta de que ninguno traía tarjeta para usar el teléfono. Él me ofreció entonces el teléfono de su cuarto y yo bromeé sobre lo indebido de que una dama vaya con un extraño a su cuarto de hotel. Reímos nuevamente mientras él me hacía una reverencia y aseguraba que era todo un caballero. Yo no quería continuar caminando, así que me convencí a mí misma que no tenía nada de malo ir a su cuarto y nos dirigimos alla

Una vez adentro, me erguí tratando de marcar el número para llamar a Roberto. Aunque ya me estaba sintiendo mejor aún estaba muy inestable. Esteban se paró detrás de mí para sostenerme mientras marcaba. Mientras llamaba él empezó a rozarme suavemente los flancos de mis caderas. Al no haber respuesta de Roberto, me volteé a comentárselo a Esteban y lo siguiente que supe es que su boca estaba tocando la mía. Sus labios no se parecían para nada a los de mi marido y aunque sabía que no debería estar haciendo esto, abrí mi boca y empezamos a besarnos. Él empujó su lengua dentro de mi boca y me cogió hacia él mientras volvía a acariciar mi trasero.

Se sentía ¡taaan bien!, pero sabía que debía detenerlo. Me separé de su beso y le recordé que era una mujer casada además de ser la esposa de su amigo. Le dije entonces que deberíamos regresar a esperar a la recepción. Él me susurró una disculpa al oído y me dijo que le era difícil controlarse por lo bien que me veía contoneándome en ese apretado vestido. Me dijo que Roberto era un hombre muy afortunado por tener una mujer que se veía y vestía así y que lástima que yo no lo deseara a él, pero que por supuesto lo comprendía. Caramba él sí que sabía qué decir y además era todo un caballero. Y yo estaba taaan caliente.

Le dije que no era que no lo deseara, pero que estando casada no debía dejarme llevar. No sé por qué, pero… yo tenía que besarlo nuevamente. Abrí mi boca para sentir su lengua una vez más antes de retirarme. Seis semanas son demasiado tiempo. Estaba a punto de dar por terminada nuevamente la sesión, cuando él empezó a acariciar muy suavemente mi seno izquierdo a través de la ligera tela de mi vestido. ¡Mi talón de Aquiles! Lo sentí tan bien, que las rodillas me temblaron. Lo permitiría unos minutos más y luego me retiraría. No estaba preocupada porque sabía que podía detenerlo en cualquier momento, pues todo el tiempo él se había comportado caballerosamente, nunca forzando la situación. Me convencí a mí misma que sólo era un poco de agasaje sin consecuencias, algo que había hecho con otros tipos mientras éramos estudiantes. Roberto nunca supo. Sólo un poco de emoción insustancial.

Se sentía tan bien que lo dejé que continuara. Él retiró la parte superior de mi vestido un poquito quedando a la vista mis pezones mientras nos besábamos. Empezó entonces a girarlos con la yema de sus dedos mientras yo le acariciaba su musculoso pecho. Este hombre es maravilloso. Cuando él me abrió el corchete y sacando mis pechos empezó a lamerlos y besarlos me sobresalté. Traté de separarme pero él incrementó la succión a un punto que se sentía demasiado bien para detenerlo. No podía creer lo que estaba yo haciendo, mi mente giraba rápidamente. Mis piernas no me sostenían y me senté en la orilla de la cama. Sólo un minuto más me dije, después de todo han sido seis semanas. Por alguna razón era tremendamente emocionante ser tan lasciva con alguien que no era mi marido, especialmente con su mayor rival.

Nos recostamos en la cama y pude sentir sus manos que acariciaban el sedoso interior de mis muslos. Cuando no pudo resistir sus manos empujaron el borde de mi vestido hacia arriba y pude sentirlo masajeando suavemente mi conejito por encima de la suave tela. Contacto directo, es lo que necesitaba. Gemí.

-¡Aaaaaahhh! ¡aaaaaahhh! ¡siiiiiiiií! ¡aaaaaaaaaahhhh! -¡Aaaaah! ¡aaaaah!

 Sus manos separaron mis piernas y con gentileza ahuecó la húmeda suavidad de mi rajita a través de mis bragas. Pensé que las empaparía ahí mismo. Se sentía tan bien. Pensé dejarlo unos minutos más y entonces lo obligaría a detenerse. Esteban hizo a un lado la tela de mis braguitas y ya su mano estaba en mí, colocó su dedo sobre la cerrada abertura de mi coño y empezó a introducirlo suavemente, conforme me humedecía más y más el insertaba más dedos.

Finalmente gemí: Esteban tenemos que detenernos, me estoy excitando demasiado, no debo de estar aquí. Por respuesta él colocó sus labios sobre mi clítoris, por encima de la tela. ¡Va a comerme el conejito! Eso es algo que mi esposo nunca ha hecho. Cuando empezó a quitarme las bragas finalmente lo detuve, le dije que nos estábamos dejando llevar demasiado lejos y que no podía permitir que eso pasara. Él me dijo que entendía y prometió nuevamente que no haría nada que yo no quisiera, que se detendría en cuanto yo se lo pidiera y que nadie lo sabría. Con esas promesas levanté mis caderas para permitirle que me sacara las bragas. Quería realmente sentir su boca sobre mi abertura.

Me recosté de espaldas mientras él empezaba a besar despacio alrededor de mi raja, antes de empezar a lamer mi muy humedecido conejito y mi clítoris.

Mientras hacía esto continuaba apretando mis pezones con una mano y metiendo sus dedos en mi coño con la otra. Yo estaba en éxtasis, esto era tal y como lo había imaginado que sería. Él sabía cómo tratar a una mujer, qué hacerle y cómo hacerlo. No tardé en sentir cómo se forjaba un orgasmo dentro de mí. Decidí que necesitaba ese orgasmo, Roberto raramente logra hacerme venir, así que decidí llegar hasta la culminación del orgasmo y entonces podría detenerme. Lo necesitaba tanto. Estaba tan excitada ahora que gemía fuertemente y tan alto, que no me di cuenta en que momento él se quitó la ropa y se colocó entre mis piernas.

Cuando sentí que sus labios tocaban los míos, abrí los ojos para encontrarme con que estaba arriba de mí y vi hacia abajo para verlo colocando su grueso instrumento entre mis estremecidos labios vaginales. Era enorme de casi el doble de tamaño del de mi esposo. Temblé por el descomunal tamaño conforme él empezaba a introducirlo.

Esteban, no, detente, no podemos, no estoy protegida grité. Su respuesta me sorprendió Te prometo que la saco enseguida, sólo quiero sentirme dentro de ti unos momentos, oh sí se siente delicioso- decía mientras empujaba otros centímetros dentro de mí. Estaba horrorizada, él no se iba a detener. ¡Me iba a follar! ¡No, me estaba follando! Protesté nuevamente No Esteban por favor, por favor no, por favor- supliqué. -No puedo, no hoy, mi esposo me está esperando, estoy en plena ovulación ooohhh, nooo

Traté de cerrar mis piernas pero era demasiado tarde ya estaba yo empezando a venirme conforme él penetraba más, abriendo mi canal vaginal más de lo que nunca lo había estado. Mi cuerpo me traicionó y mis caderas empezaron a levantarse empujando contra él mientras un orgasmo gigante tomaba posesión de mí. No podía evitarlo, no podía ni hablar, sólo gemía muy alto y empujaba contra él mientras me follaba para hacerme correr.

  -¡Ahh, ahh, asiií, ahhh, ahhh, asiií, ahhh, ahhh!

  -¡Ahh, ahh, asiií, ahhh, ahhh, asiií, ahhh, ahhh! –Jadeaba

Él metía y sacaba su pistón hundiéndolo cada vez más profundo con cada empujón hasta que finalmente toda su herramienta estuvo completamente dentro de mí. Su pelvis pegada con la mía. Iba a empezar a protestar nuevamente cuando sentí su grueso palo empujar aún más profundo y tocar mi cérvix a la entrada de mi útero. Eso fue todo. Exploté en mi primer verdadero orgasmo. Pensé que me desmayaría mientras oleada tras oleada de placer recorrían mi cuerpo.

Cuando finalmente recuperé el sentido comprendí que mi coño se había ajustado plenamente a su grueso tamaño y su inmenso tronco estaba entrando y saliendo suavemente de mi húmeda grieta. Todos mis pensamientos sobre mi esposo y mis desprotegidos óvulos habían desaparecido. Estaba enamorada de esta polla. Mi cuerpo finalmente tenía lo que había estado esperando toda la noche. Yo gemía mientras él se adentraba en mí, relamiéndome con el placer puro que su polla me estaba dando.

Era fantástico tener adentro este tronco grande, poderoso y prohibido, ya sentía forjarse en mi estómago un segundo orgasmo rápidamente. ¡Me iba a correr nuevamente! El empuje de Esteban se hizo más frecuente y me di cuenta de que él estaba a punto de correrse también. Estaba un poco decepcionada porque sabía que la sacaría y terminaría antes de que me corriera yo otra vez y ya estaba yo tan cerca.

En eso lo sentí. La sensación que he estado evocando todos los días desde aquel momento. Empujó su cuerpo entero y sentí como la punta de su glande se apretaba contra mi cérvix. Él gruñó con fuerza y lanzó el primer chorro de semen profundamente dentro de mí. No iba a sacarla. Se estaba corriendo en mis entrañas. Me llenó de sentimientos encontrados de éxtasis y terror, traté de empujarlo, pero ya era muy tarde. Sus manos sujetaban las mías y estaba empujándose dentro de mí con toda la fuerza e intensidad de su orgasmo.

Lo que más me sorprendió es que se sentía formidable. Cuando mi esposo se viene su esperma tan sólo escurre fuera de él. Con Esteban en cambio podía sentir su caliente líquido literalmente disparando dentro de mí. Salía con tal fuerza y cantidad suficientes que podía sentir verdaderamente cada chorro prohibido bañar mi cérvix y penetrar mi útero. Dijiste que la sacarías- sollocé – oh… puedo sentirte cuando te corres dentro de mí. Oh no, ahora no…ooohh.. se siente tan bien… Me estooyy corriendo… ooooohh

Mis caderas nuevamente empezaron a empujar duro en contra de él sin que mi voluntad lo hiciera. El más intenso orgasmo que haya tenido me invadió mientras él continuaba bombeando dentro de mí y todo lo que yo hice fue sujetarlo por las nalgas y pegarlo contra mí aún más. Mi conciencia entera estaba enfocada en este placer entre mis piernas y grité de placer con la mayor experiencia sexual de mi vida. Oleada tras oleada de éxtasis recorrían mi cuerpo mientras lo envolvía con mis piernas y lo pegaba hacia mí más profundamente. Era maravilloso. Podía sentir su semen desbordando de mí y escurriendo por el agujero de mi culo, mientras él continuaba eyaculando. No podía creer que tuviera tanto.

Mientras las oleadas se desvanecían poco a poco, podía sentir su tibia descarga expandiéndose en mis entrañas buscando mis ovarios sólo me quedé ahí recostada unos minutos en un estado de semiinconsciencia con la sensación de lo que ocurría dentro de mí.

Cuando la realidad empezó a regresar a mí, lo hizo también el arrepentimiento de lo que había hecho. Miré hacia mis abiertas piernas y vi la brillante película de su semilla que colgaba sobre la pelambre de mi chocho hasta su estaca todavía parcialmente enterrada en mí. Qué había yo hecho. Empecé a llorar. Esteban lo notó y me miró profundamente a los ojos, besándolos suavemente mientras continuaba bombeando su ahora semi erecta polla. Mientras lo hacía podía sentir más de su descarga escurriendo de mi hinchada vulva. Dijiste que la sacarías… lo prometiste que voy a hacer si me preñaste, tú no eres mi esposo. Le reproché. Su respuesta me sorprendió Lisa lo siento pero te veías y te sentías tan rica. Nunca me imaginé que me permitieras que te follara, Lisa la bellísima esposa de Roberto, cuando me dijiste de que estabas fértil esta noche… bueno… tenía que darte lo mío. asegurarme de que me tuvieras mi hijo… y no el del hijo de perra de tu esposo.

Hice una pausa y lo supe. Todo estaba ahora perfectamente claro. Entendí que había sido solo otra competencia. Esteban se llevaba lo mejor de Roberto. Me empecé a sentir realmente furiosa, no sólo con Esteban, sino también con Roberto que me había dejado caer en esta situación.

En este punto ya no importaba. Estaba hecho. Nunca podría explicarle a mi esposo esto. Él nunca me lo perdonaría. Me emborraché y le permití a su principal rival que me follara y descargara su semen dentro de mí, directamente sobre mis desprotegidos ovarios en su momento más fértil. La noche que habíamos planeado como nuestra "cita" Considerándolo todo, las píldoras de fertilidad que estaba tomando, mis óvulos ya estarían fertilizados en este momento. Esteban me había llenado tanto con su potente esperma que yo sabía que ya estaba preñada con su hijo. Me di cuenta que era una lucha desde el principio de los tiempos. Le había permitido a Esteban obtener la mayor victoria de un macho sobre otro rival. Tomar a la mujer de su oponente y preñarla con su descendencia. Roberto jamás podría mejorar esto.

Mientras pensaba que absurdo era todo esto, me di cuenta de que mis piernas aún envolvían a Esteban y éste aún continuaba pistoneando suavemente su estaca dentro de mí, mientras me sujetaba. Era en realidad una sensación muy agradable y aunque ya no estaba totalmente hinchado, aún seguía siendo más grande que la de mi esposo. Miré hacia él y me di cuenta de que mi cuerpo volvía a responder nuevamente. Él me besó muy suavemente e

n los labios y volvió a lamer mis pezones.

Para mi sorpresa pude sentir cómo su miembro se endurecía nuevamente. Mi esposo jamás se recuperaba tan rápido. Sabía que debía detenerlo esta vez, sólo en el remoto caso de que no fuera demasiado tarde. No podía ser tan estúpida de permitirle que me estafara otra vez. Dejé a Esteban que me follara una vez y ahora estaba empezando a hacerlo de nuevo. Pero mientras él continuaba me di cuenta que no podría detenerlo. Todavía estaba muy excitada con lo que había hecho. Se sentía tan agradable. Me estaba dando exactamente lo que necesitaba y no quería detenerlo. Mi cadera empezó nuevamente a salir al encuentro de cada uno de sus empujes.

Él soltó mis manos, lo abracé y empezamos a follar de una forma muy suave, hasta romántica. Continuamos follando largo rato hasta que logré bloquear todo pensamiento que no se refiriera a este maravilloso palote que entraba y salía de mi chorreante coño. Su enorme estaca estaba nuevamente llenándome completamente y abriendo mi vagina hasta sus límites, algo que mi esposo nunca sería capaz de hacer.

No tenía idea de que follar con otro se sintiera tan bien. Mientras follábamos tuve varios pequeños orgasmos que parecían correr al mismo tiempo. Levanté mi cabeza y empecé a succionar uno de sus pezones. Después de un rato me dijo: Voy a correrme de nuevo ¿Quieres que la saque? Mi respuesta me sorprende hasta la fecha. Mientras otro orgasmo se forjaba en mi interior le supliqué: No por favor córrete dentro de mí, quiero sentirlo, córrete nuevamente dentro de mí. Él sonrió, me besó y retomó su ritmo.

No pasó mucho rato y se tensó y nuevamente empecé a sentirlo arrojar una increíble carga de esperma dentro de mí mientras yo empujaba mi vulva contra él para enfrentar cada uno de sus empujones. Podía yo sentir cada chorro golpeando mi cérvix, lo que me desencadenó otro profundo orgasmo mientras su descarga penetraba mi útero. Cuando lo sentí, grité y me aferré a él, sentía que el mundo entero estaba girando, así de maravilloso. Hasta mis pezones ardían.

Se sentía un asombroso placer el pensar que estaba permitiéndole a otro hombre preñarme intencionalmente. Era la mayor traición que podía hacerle a mi marido. Sabía que eso era lo que me había excitado tan tremendamente y logrado un orgasmo tan intenso.

Cuando él por fin se quitó de encima de mí sacando su larga vara de mi hinchada y enrojecida vulva. Despacio me incorporé apoyándome en los codos y miré hacia abajo cuán totalmente follada me veía. Mi precioso vestido estaba amontonado alrededor de mi cintura, mis empapadas bragas colgaban de uno de mis tobillos. Mi coño estaba enrojecido e inflamado y mi vello púbico estaba matizado y empapado de su semen. Mis pechos también estaban enrojecidos y cubiertos de marcas de su intenso succionamiento. Pero lo que más me asombraba era el río de semen que escurría de abierta grieta y formando un charco en la cama debajo de mí.

Tomé una almohada y la coloqué debajo de mis nalgas para elevar mi útero. Quería mantener su calidez dentro de mí un poco más. Estaba tan abierto mi chocho que pensaba si volvería a sentir el pitito de mi marido cuando me lo metiera. Esteban rió y me dijo que este sería nuestro secreto. Después de unos 20 minutos me levanté y me tambaleé al caminar mientras me escurría semen por el interior de los muslos. Nunca había visto algo como esto.

Sabía que no podía llegar a casa en estas fachas así que me metí a la ducha para lavarme tanto como se pudiera. Cuando terminé regresé y vi a Esteban durmiendo en la cama con su maravilloso y pegajoso tronco recargado sobre su estómago. Me deslicé en el vestido y me subí lo que quedaba de mis bragas. Me salí preguntándome si alguna vez podría volverlo a ver, pero no quería arriesgarme a volverlo a incitar tampoco. Podía sentir su descarga aún goteando de mí en el camino a casa y esperaba que mis empapadas braguitas pudieran retenerla.

Mientras conducía me preguntaba cómo había podido permitir que esto pasara. Me sentía tan perversa. Empecé a tocarme la raja con un dedo de lo caliente que estaba. Afortunadamente Roberto estaba dormido cuando llegué a casa. Rápidamente me metí al baño y me puse un camisón que tapara mis enrojecidos pechos, me coloqué unas bragas limpias y me subí a la cama.

Estaba aterrorizada de que de alguna manera él pudiera oler la esencia de su rival en mí. Mientras permanecía acostada podía percibir el tibio semen de Esteban todavía goteando de mi raja. Roberto se despertó finalmente y permanecimos acostados en la oscuridad. Me preguntó si había disfrutado la fiesta. Le dije que había estado bien, pero que por alguna razón no me sentía bien. Le sorprendió y desilusionó, pero pareció entenderlo. Entonces se pegó a mí y acariciando mi estómago dijo que trataríamos de culminar nuestra "cita" luego cuando me sintiera mejor.

Yo no quería que él me tocara nuevamente hasta varias semanas después cuando confirmé que efectivamente llevaba el niño de Esteban en mis entrañas. Roberto me preguntó si lo había visto y me había atendido y le confirmé que sí, que incluso habíamos bailado y que en todo momento se comportó como todo un caballero. Le dije que probablemente deberíamos reunirnos con él en alguna ocasión y Roberto estuvo de acuerdo. En la oscuridad no pude evitarlo y me sonreí, no podía mi esposo saber que el estómago que cariñosamente acariciaba llevaba en el interior el bebé de otro hombre.

De alguna manera yo sabía que probablemente no sería la última vez que sucediera, pero eso ya es otra historia.

(9,64)