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La profesora de ciencias naturales

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Iba mal en la disciplina y materia de ciencias naturales y la Srta. Soraya que era mi profesora se decidió a darme clases de apoyo en su casa.

Para los 50 años que tenía, la Srta. Soraya estaba muy bien y aunque había cogido algunos kilitos se la veía muy atractiva, pues veía como otros profesores y educadores la miraban con vicio y lubricidad.

Una tarde, al finalizar las clases, se acercó a hablar conmigo del tema en cuestión.

— mira Mateo, he visto que vas mal en mis clases y me gustaría que vinieras a mi casa y darte clases de apoyo, pues las necesitas para sacar adelante la materia que doy y vas retrasado — afirmó categórica la Srta. Soraya

— bien, de acuerdo. Pero me gustaría que fuera más despacio, pues en clase casi no me entero y ahora Ud. va muy deprisa —

— Vale, de acuerdo. Lo tendré en cuenta. Empezaremos más despacio y en cuanto tengas una mínima duda, levantas el brazo — apostilló Soraya.

 Salí del instituto y fui a casa, comí un sándwich de jamón y queso, una bebida con cafeína para no dormirme en casa de la Srta. Soraya y coger los libros de Ciencias Naturales y tomar el camino a casa de mi Srta.

En el camino fui cavilando sobre cómo serían ahora las clases en casa de la Srta. y como sería su trato conmigo y si empeoraría o mejoraría.

— Hola Mateo, ¿estás preparado para un par de horas conmigo? — inquirió la Srta. Soraya muy atenta

— Hola, señorita, vengo preparado y atento para su clase aquí — testimonié todo correcto y amable.

— ¡adelante, adelante!, he preparado esta habitación como un pequeño aula — manifestó la Srta.

— Por mi perfecto, empecemos ya, que a eso he venido — descubrí yo.

La señorita Soraya había estado adecuando esta pequeña habitación para darme clase como en el instituto y parecía vestir más sexy, pues se había vestido de negro, con la americana y la falda más ceñida y parecía que se le iban a saltar las tetas por arriba

Mientras me explicaba, yo disimuladamente me abrí de piernas, y abrí la cremallera del pantalón y comencé a pajearme para relajar, porque las clases de mi profesora me parecían realmente anodinas y apagadas.

Durante la clase, ella se empezó a relajar y abrió más su americana y empecé a ponerme más cachondo y salido y ella comenzó a sonreír, porque se dio cuenta de que algo sucedía.

Se acercó más a mí y me enseñó un poco sus pechazos y a pesar de que intentaba tapar mi erección, ella se puso nerviosa y yo empecé a tartamudear y ya no sabía que decir.

Vio mi fantástica erección y pareció gustarle y empezó a ponerse cachondona y rijosa y se situó por detrás de mí y empezó a tirar de mi rabo y eso me excitó más si cabe y calentó.

— ¿te he puesto cachondo, Mateo? — preguntó la Srta. toda sonriente

—... la verdad es que si...  — tartamudeé nervioso

— ¿tanto te gusto? — examinó la Srta.

— un poco si — agregué nervioso

La señorita Soraya, decidió a quitarse la negra americana que vestía y procedió enseñarme sus gordos melones y me encandiló, pues no sabía que mi profesora a la que yo veía tan recatada pudiera ser tan sexy y caliente. Yo me quedé electrizado ante lo que me venía.

— ¿te gustaría disfrutarme, Mateo? — indagó sexualmente la Srta.

— cla, cla, claro que sí,  señorita — tartamudeé muy excitado

La Srta. Soraya, se despojó de su sostén y comencé a chuparla con energía sus carnales melones que me atraían y volvían loco de lujuria, la muy puta gemía y sonreía, pues se notaba que hacía tiempo que ningún hombre la tocaba

— ¡hum, que bien cariño!, ¡qué bien me las comes! — advirtió entre gemidos la Srta.

— ¡chup!,  ¡ sluurrp!,  ¡ slap!,  ¡slurp!, ¡chup!,  ¡ sluurrp!,  ¡ slap!,  ¡slurp! — lamía yo las tetas de la putona de mi Srta.

— ¡que guusstazo me estás dando, cabroncete! — largaba calentorra la Srta.

La guarrona de mi profesora se puso más salaz y libidinosa y me arrebató lenta y libidinosamente el jersey mientras me sonreía picaronamente

— que bien se te ve, Mateo. ¿Nunca has follado con alguna mujer madura? — preguntó morbosa la Srta. Soraya

— No, jamás. Pero tal y como estamos ahora, Ud. será la primera — observé salazmente

La señorita Soraya a estas alturas estaba con un libidinoso calentón de aúpa y bajó su torso e inicio a lamer mí ya dura verga

Abrió su boca y salió su lengua ansiosa y comenzó a lamer mi rabo con lentitud para que tuviéramos placer ambos

— ¡que polla tan bonita tienes, Mateo!, ¡me gusta! — confesó mi profesora lascivamente

— ¡agh!, ¡ugh!, uhm!, ¡ah!, ¡uff!, ¡ugh!, uhm!, ¡ah!, ¡uff!, ¡ah! — gemía yo

La señorita Soraya abrió más y más su lasciva boca y comenzó a tragar y engullir mi rabo de joven macho en celo y yo estaba absorto y atónito ante la mamada tan dulce que la guarra de mi profesora a la que yo creía tan recatada,  me estaba dando

— ¡que guuuussstaaazo me está dando, Srta.! — comuniqué todo embelesado

— ¡me encanta chupar pollas, es algo que me vuelve loca! — afirmó lascivamente la putona de la profesora

Esa afirmación tan rotunda y tajante me dejó realmente patidifuso y contrariado, pues no era la primera vez que se había comido un rabo esta profesora a la que yo secretamente deseaba

Dejó de deglutir mi enhiesta pero dura verga y se lanzó como poseída a lamer mi joven pecho y otra vez volvió a abrir su ansiosa bocaza y tragó mi duro rabo haciéndome que volviera a resollar, resoplar, rezongar y berrear sexualmente al tiempo que admiraba pasmado y embobado como esta profesora se había convertido delante de mis putas narices en una fulana depravada con una boca succionadora que me daba placer bucal

— ¡ah!, ¡oh!, uff!, ¡maaass!, ¡agh!, ¡oh!, ¡así, así! — jadeaba yo

— ¡slap!, ¡slap!, ¡slap!, ¡slap!, ¡slap!, ¡slap!, ¡slap!, ¡slap! — lamía la Srta. mi pecho

Frenó en seco de lamer mi pecho, se levantó ante mí para que le comiera otra vez a placer sus tetazas que tan loco me tenían y la muy puerca sollozaba, resollaba, se desgañitaba y bufaba del placer que yo la daba con mi sabia lengua.

Se abrió un poco de patas para que yo tocara con mis dedos que previamente había mojado yo en saliva para que se pusiera más cachonda.

— ¿me quieres comer el coño, Mateo? — preguntó lascivamente mi profesora

— sí, señorita, claro que lo deseo — afirmé absolutamente

La guarrona y obscena de mi profesora se sentó sobre la mesa bien abierta de patas para que iniciara el sabroso cunnilingus que la iba a hacer

Le metí primeramente el dedo medio de la mano derecha para comprobar la calentura que la fulana de mi profe tenía en todo su coño de zorra madura en celo y lo dispuesta que estaba para comenzar después la jodienda

— ¡uhm!, ¡shuj!, ¡shuj!, ¡shuj!, ¡shuj!, ¡shuj!, ¡shuj!, ¡shuj!, ¡shuj!, ¡shuj!  — lamía yo el coño de la fulana de mi profe

— ¡ah!, ¡oh!, ¡uff!, ¡qué bien me lo comes, Mateo!, ¡te pondré un 10! — bufaba caliente la Srta.

Mientras la taladraba con mi lengua,  punzaba con mi dedo dentro de su acalorado coñargón de sucia fulana en celo y la muy guarra se abría de patas como una vulgar guarra de burdel barato

— ¡Mateo, cabrón, me estás volviendo loca!, ¡eres un hijo de puta maravilloso! — bramaba de placer la zorra de mi profesora

— ¡me encanta devorar su coño, señorita!, ¡lo tiene muy bien perfumado! — aseveré todo lujurioso

Después de esta mareante y vehemente comida de coño, me postré con mi amenazador rabo delante de la fulana de mi profe Soraya y la alcé una pierna posándola en mi hombro derecho para comenzar una gozosa y placentera jodienda hundiendo mi enhiesta pero dura verga en el hambriento coñargón de la zorra de mi profe

— ¡Mateo, macho mío, jode a la fulana de tu profe, corazón! — ordenó dulcemente mi profe

— ¡si señorita, eso está hecho, "profeputa"! — afirmé con rotundidad

Empecé a dar embates y embestidas con mi duro cipote de joven semental en el acalorado y empapado coñargón de la zorra de mi profesora a la que yo sin buscarlo ni querer, había convertido en una depravada fulana de casa de citas

— ¡si, cabron!, ¡así!, ¡sí!, ¡más!, ¡más!, ¡jode a esta fulana tan guarra! — bramaba mi profe salazmente

— ¡ah!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡ah!, ¡ay así!, ¡uff!, ¡queee gussstaaaazoo, puta! — bufaba yo todo salidorro

— ¡así, cabrón, así!, ¡me pones muy caliente, cariño! — berreaba la guarra de mi profe

— ¡guau, yeah!, ¡queee gussstaaaazooo mee daaaass, zorra! — berreaba yo todo jadeante

— ¡me estás matando del gustazo con tu polla, hijo puta! — aullaba la golfa de mi profe

Mientras le clavaba progresivamente mi rabo, le iba mamando las tetas y la muy zorra de Soraya soltaba tacos e improperios sexuales y me encendían y excitaban y me impelían a darle más y más rabo sin parar y en non-stop mientras la ramera de mi profe daba boqueadas y suspiraba y gemía cual guarra de congal de carretera 

La abrí todavía más de patas para que la jodienda fuera más brutal y depravada y tuviera más morbo

— ¡si, cariño, si, jode a esta puta perra! ¡Lo necesito! — vociferaba mi profe

— ¡toma rabo, puta!, ¡toma rabo, cerda! — jadeaba todo libidinoso

— ¡jódeme bien, cariño!, ¡jode a esta fulana! — bramaba mi profe toda sicalíptica

— ¡puta!, ¡guarra!, ¡me vas a quemar el rabo!, ¡zorra! —

— ¡dame tu rabo, cabrón!, ¡amo tu rabo! — sollozaba mi Srta. salazmente

Saqué mi polla del febril coño de mi señorita porque no deseaba volverme loco y cambiamos de postura para que la fulanona de mi profesora se clavara mi rabo de macho en todo su acalorado y agitado coño de guarra pervertidora en celo.

— ¡Monta, puta!, ¡me estás matando de gusta, sucia golfa! — vociferaba yo jadeando

— ¡soy tu puta esta noche!, ¡haz conmigo lo que quieras, canalla! — berreaba de gozo carnal la fulana de mi profesora

— ¡meee maataas de guuussstoooo, zorra!, ¡toma polla! — aullaba yo muy lascivo

— ¡que jodida me estas pegando, maricón!, ¡me estás poniendo muy perra!— gritaba de lascivia mi profesora

Después de botar y botar e intercambiar insultos sexuales y chabacanas groserías propias del libidinoso momento, la ramera de mi profesora me pidió cambiar de postura, pues ambos teníamos un brutal calentón que podría hacernos correr y todavía no era el momento

— ¡toma rabo, puta!, ¡toma polla, golfa! — aullaba yo con vicio

— ¡ah!, ¡sí!, ¡métemela toda, canalla!, ¡haz de mí una sucia puta! — jadeaba mi profesora

— ¡oh sí!, ¡sí!, ¡sí! ¡Sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡sí!, ¡que gustazo me da follarte, zorra! — vociferaba yo con desmedido vicio

— ¡folla a esta sucia guarra!, ¡soy una fulana de burdel barato! — jadeaba depravadamente mi profesora

— ¡eres una guarra, señorita!, ¡la más puta y más viciosa del instituto!— gritaba yo de puto vicio

— ¡eso es lo que quiero ser, la más zorra del instituto! — gritaba a pleno pulmón la zorra desorejada de mi profesora

— ¡eres la más calentorra y la ramera del instituto! — bramaba depravadamente la profesora

— ¡me matas de gusto, puta!, ¡que vicio tiene señorita!— grité con lujuria

— ¡gózame!, ¡dame más rabo, canalla!, ¡fóllame más, bribón! — aullaba mi profesora con procaz lujuria

Después de recibir mil embates en su acalorado y agitado coño y de que ambos estuviéramos con un brutal y extraordinario calentón de cojones, yo me sentí eyacular y que estaba a punto de correrme

— ¡señorita, estoy a punto de corrermeeee!  — vociferé

— ¡y yo también, cariño!, ¡yo también!  — afirmó ella con lujuria

— ¡queeee meeee coooorrrrrooooo! — lancé un brutal alarido

—¡y yo, cabróóóóóóóóóóóónnnn! —

— ¡señorita Soraya, es Ud. la perfecta profesora de ciencias naturales! — afirmé yo con rotundidad

— ¡y tu Mateo, mi mejor alumno! — aseveró la Srta.

— Espero volver mañana — dije yo

— No lo dudes, amor — respondió categórica la profe

— Este será nuestro secreto, señorita — largué yo

— Por supuesto, amor mío — finalizó la señorita Soraya

Nos limpiamos y la señorita Soraya me abrió la puerta de la habitación donde habíamos jodido, me encaminé a la salida y antes de abrir el portón de su casa y me propinó un lascivo beso con lengua para que no olvidase la libidinosa jodienda que nos esperaba al día siguiente y otra vez, si, en su casa.

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