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La dominación de Karina

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¡Qué lento va este taxi, joder !

Karina no veía el momento de llegar a su destino. Tras dos semanas en Buenos Aires, deseaba que llegase de nuevo “su” momento.

—¿señorita, está Ud. segura que esta es la dirección?, le preguntó el taxista.

—sí, es aquí. Respondió ella

Para el taxista era extraño que la cliente que llevaba en su coche, tal como iba vestida, fuese a parar a ese barrio. Solo el valor de lo que ella llevaba puesto debía valer más que toda la ropa que él poseía. Pero bueno, quién era él para decir a dónde llevar o no a un cliente. Que le pagase sin problemas y a por otra carrera.

Amablemente le bajó la maleta del taxi y se la dejó en la puerta del edificio que le indicó su cliente.

—Por fin! Ya estoy aquí.- comentó para sí

Sería solo una visita de una tarde, pero soñaba con llegar.

El edificio se encontraba en un edificio de catorce plantas del conflictivo barrio de La Palmilla en Málaga. Nada más bajarse del taxi ya llamó la atención. No podía ser de otra manera. Karina lucía una estatura cercana al metro ochenta y cinco. Esbelta, vestía una falda negra que ni se acercaba a las rodillas. Su blusa roja estaba abierta en dos botones, y se le podía averiguar sin equivocarse que tendría unos pechos cuya talla estaría fácilmente por encima de la 95.  La blusa estaba cubierta por una chaqueta corta negra de Channel. A su figura le acompañaba una melena rubia, muy cuidada y unos ojos verdes esmeralda que la hacían objeto de deseo de cualquier mortal. Si su estatura no era suficiente, Karina llevaba unos zapatos con doce centímetros de tacón, tan finos que ya se adivinaban que esos zapatos no debían tener un precio inferior a los quinientos euros. No llevaba medias ni pantys. A quien iba a ver no le gustaban. Ni se lo permitía.

Sin hacer caso a los comentarios que le llegaban de la calle, se introdujo en el edificio y esperó el ascensor. En la espera, tomó su iphone y releyó el sms: “te espero, pero aparece sin tanga ni bragas”, solo eso. Se dijo que ya podía haber insertado un -mi amor, cariño, o cualquier otro apelativo cariñoso, pero como siempre, el mensaje era corto y secante.

Una vez en el ascensor y con la maleta acoplada, pulsó el número 14. Última planta. Con el ascensor en marcha, se subió la falda y comenzó a quitarse el tanga negro que llevaba puesto. Le hubiese gustado que se lo hubieran quitado, pero quizás otro día. Guardó el tanga en el bolso y esperó a que llegase a la planta de destino.

Una vez allí, salió al rellano y se acomodó el pelo. Estaba nerviosa. Pero ¿por qué una mujer de éxito como ella estaba nerviosa en una situación como aquella? Giró  a la derecha y se colocó delante de una puerta vieja, bastante ajada y que había sufrido varios intentos de apertura forzada. Tocó al timbre, pero no funcionaba.

Qué desastre! Pensó ella. Le había dado dinero para arreglar el timbre y aún seguía roto. Dió con la mano en la puerta varias veces, pero nadie abría.

Joder! Exclamó.

Justo cuando iba a realizar una llamada desde el móvil, se abrió la puerta.

—Por fin!  ¿dónde estabas?

—Calla y pasa.- ¿traes el dinero?

—Sí, claro que lo traigo, cariño. Llevo dos semanas sin verte y ni un beso ni una palabra amable, nada. Gracias, eres un encanto.

—Siéntate donde puedas mientras cuento el dinero. Te dije trescientos, espero que esté todo.

Karina se sentó en un tresillo sucio mientras esperaba ser objeto de atención. Los respaldos estaban rotos, y había manchas de chocolate en uno de los cojines.

—Ya estoy para tí, mi amor. -Le dijo con cierta sorna

—Ah, sí? Ya? Teniendo tu dinero, ya soy persona?

—No te enfades amor, ya sabes que necesito el dinero para vivir, y ahora con un bebé, pues imagínate.

Se puso encima de ella. Sobre sus piernas kilométricas no tenía problemas para acomodarse.

—¿y el niño cómo está?

—Bien, ahora está dormido. Acabo de darle el pecho, por eso he tardado en abrir.

—Ajá. ¿y el borracho de tu marido, no vendrá, verdad?

—No se, le di dinero para que aguante esta tarde en el bar.

Luna era una mujer muy pequeña, no llegaba al metro y medio, y de facciones y cuerpo redondito. De haberse cuidado podía haber tenido una cara simpática, pero una vida llena de dificultades desde pequeña y el maltrato que le infligió su primer marido le dejaron una expresión en la cara de desgana ante la vida y además era muy poco agraciada físicamente. Sus tetas no eran grandes, lo parecían por su cuerpo regordete, pero una vez desnuda, sus pechos sobresalían poco. Sus uñas estaban totalmente descuidadas y desconchadas por un esmalte de uñas que posiblemente aterrizó sobre ellas hacía semanas; por otro lado, la depilación parecía no estar hecha para ella. Eso incluía su sexo, que de no llevar amplias bragas por su amplio culo, el vello sobresaldría por encima de cualquier tanga o bragas de un tamaño más pequeño.

Karina no sabía qué le impulsaba hacia aquella mujer, lo desconocía totalmente. Tampoco quería indagar en los por qué. La conoció en un bar del centro de Málaga en plena feria. La ayudó porque la vió borracha  tirada en la calle, y en vez de dejarla en un taxi, la llevó personalmente a su casa. Ahí empezó todo.

Luna estaba a horcajadas sobre Karina. Los pechos de ambas casi se tocaban, y los ojos de ambas no atendían a otros mundos que a los ojos que tenían enfrente.

—Qué guapa vienes, guarra. Le dijo Luna

—No te permito que me hables así. -Le recriminó Karina, pero en un tono nada convincente.-No me has mandado ni un sms, no me cogías el móvil, ¡joder! no me deseas nada, y sin embargo yo deseándote todas las noches. Estoy enfadada. (En ese momento hizo una mueca con los labios como el de una niña enfadada)

Luna iba desabrochándole la camisa mientras Karina hablaba. Se asombró del sujetador que llevaba y lo bien que le sentaba.

—Pareces una puta cara, perra. Me encanta este sujetador, debe valer más que todo lo que hay en esta casa.

Sus manos menudas se posaron sobre sus pechos mientras se mordía el labio inferior, sobándolos sin mucha delicadeza. Apretándolos. Sus dedos eran cortos, y sus manos gruesas, aunque al tocar la piel estaban dotadas de una especial sensibilidad.

Karina se dejaba hacer.

Luna llevaba puesto un pijama de verano de dos piezas muy ajado, incluso sucio, nada erótico. Los colores abandonaron la prenda hacía años.

Karina la tomó por las caderas para tocarla de nuevo tras dos semanas desde el último encuentro, pero cuando sus manos buscaban los pechos de Luna, ésta le apartó bruscamente las manos de su cuerpo.

—Estáte quieta, puta. Me tocarás cuando te yo te lo permita.

Karina no dijo nada. Luna sí le tocaba sus pechos y eso ya le suponía un gran placer. Una mano de Luna se adentró en uno de los senos, buscando uno de los pezones. Una vez localizado el derecho, comenzó a apretárselo con dos de sus dedos, poco a poco, pero cada vez más fuerte, y cuando notó que Karina gritaría de dolor, sin dejar de pellizcárselo, se abalanzó sobre su boca, hundiendo su lengua en ella y buscando la de Karina.

Los sentidos de Karina se olvidaron del dolor del pezón y su lengua competía en fuerza con la de Luna. Empezaba a sentir como su sexo comenzaba a excitarse más de lo normal. Pensó que si seguía así el flujo de su coño mancharía su falda, pero realmente nada de eso le importaba en esos momentos.

Luna se separó levemente de Karina, dejando su cabeza a escasos centímetros de ella. Ella siempre marcaba el tiempo de cuándo se empezaba y cuándo se acababa todo. Sonriendo. Le había soltado el pezón, pero esa sonrisa significaba que Luna estaba tramando algo, y ese algo seguro que sería placentero para ella.

—Qué puta eres !

—Luna, por favor, no seas tan mal hablada, no es necesario.

Pero las quejas de Karina eran tan solo un hilillo de voz que hacían de reir a Luna y la dejaban aún más a su merced.

De pronto, Luna quedó seria, y su perrita, como le gustaba llamarla en ocasiones, no sabía qué hacer. De pronto, y sin haberlo podido evitar, sintió como Luna le escupió fuertemente en la cara. Karina no hizo nada, solo esperar. Luna se mantuvo un rato mirándola, con unos ojos desafiantes, sabiendo que no sería reprendida por ella.

 Las manos de Luna restregaron la saliva por cara, cuello y pechos de Karina, para finalmente secárselas en la hasta ahora perfecta melena rubia.

—Desabróchame la blusa, ¡vamos! - le instó Luna

Se había cruzado una línea. Una vez más. Y ambas lo sabían. Desde ese momento, Luna confirmaba  que su juguete preferido había vuelto.

—Sí, - le contestó Karina. - Ahora mismo.

Con tan solo dos botones que le quedaban a la blusa del pijama, en pocos segundos quedó Luna libre de ellos.

—¿Te gustaría chuparme los pechos, perrita?

—Sí, lo deseo, sabes que sí, cariño. Pero estás amamantando al niño aún, ¿no te dolerá?

—Prueba a ver. Quiero que pruebes mi leche. Tienes una boca grande. Me darás placer.

A continuación, Luna acercó un pecho a la boca de Karina con sus manos, y cuando estaba casi en su labios, presionó sobre su pecho, lanzándole a su boca un chorrito de leche.

Karina se sorprendió, ya que no se lo esperaba, pero Luna le cogió del pelo para que no moviese la cabeza mientras le seguía echando leche sobre sus ojos y boca.

Por haberla escupido antes y ahora con la leche en su cara, a Karina se le había corrido la pintura de los ojos y en ese momento parecía más una yonki que una alta ejecutiva de una multinacional cervecera.

Luna rió ampliamente.

—Mírate puta, un ratito conmigo y ya tienes peor aspecto que yo.

Luna se levantó de las piernas de Karina y quedó de pie frente a ella sin la parte superior del pijama. Como hacía calor, poco le importó.

Karina aún mantenía la falda, sus zapatos y el sujetador, aunque éste, mal colocado. Luna se le acercó nuevamente, colocó sus manos sobre sus rodillas, y suavemente, sin dejar de mirarla, fue subiendo  las manos por sus muslos, bajo la falda, yendo despacio, pero hasta llegar al sexo de Karina  y confirmando que no llevaba nada debajo. Una amplia sonrisa de satisfacción iluminó su rostro.

—Buena chica, muy obediente. (Sus dedos buscaron la vagina, y notaron rápidamente la humedad que expedía). Qué coño tan majo tienes, perra mía. ¿me dejas que meta un dedito en tu coño de puta cara?

Karina no dejaba de mirarle, pero era como una súplica, deseaba que la tocase sin más preguntas. Por eso abrió aún más las piernas y acercó la cintura al borde del tresillo.

—Mmmmm, sí, claro que quieres que te viole con mis deditos. ¿verdad?¿y tu culo, también está tan mojado?- le susurraba Luna

Luna había colocado dos dedos en la entrada de su coño, uno incluso había entrado un poco, presionándole ligeramente por dentro, en su parte superior,  haciéndole con ellos círculos pequeños, muy despacio. Observando como su perra cerraba los ojos y agitaba sus hombros para acomodarse aún mejor. Pero para sorpresa y disgusto de Karina, Luna paró sin más y se separó de ella.

—Sigue por favor, cariño, sigue. Rogaba Karina.

-¿Con esa cara de yonki? No, perra, no. Levántate, vamos!! le apremió Luna- Quiero que te laves la cara que tienes ahora, no pondrías caliente ni a un condenado a perpetua.

Karina obedeció y se levantó, yéndose al cuarto de aseo. Una vez en él, buscó jabón y una toalla. Jabón no había ni parecía que hubiese existido nunca en esa casa. La única toalla que había estaba junto al bidé y parecía que había sido usada para limpiar animales de lo sucia que estaba. Finalmente optó por lavarse en abundancia la cara y secarse con papel higiénico de lo cual sí había. Menos mal. Pensó que el concepto de higiene en esa casa no había desaparecido del todo.

Estaba terminando cuando apareció Luna de nuevo.

—Ahora sigues pareciendo una puta, pero no tan cara. Arreglémoslo. Ponte este pintalabios. Es rojo intenso comprado en el Mercadona, no es de los tuyos, pero para follarte servirá.

Karina lo tomó entre sus dedos y se acercó al espejo para obedecerla. Una vez pintada salió al saloncito para que Luna le diese su ok.

—Bien, zorra, vente conmigo. Estás deseando que empecemos nuestra fiesta particular.

Al oir esas palabras, Karina volvió a excitarse de forma tan rápida que le pareció que esa mujer parecía tener un botón on/off para calentarla.

—Déjame que te quite la falda. No me excitas, pero en pocas ocasiones tendré la oportunidad de tener entre mis manos una falda tan cara.

Karina se dejó hacer.

Una vez desnuda, y aún con los zapatos de altos tacones puestos, Luna se la quedó mirando absorta.

—Sí que estás buena, puta. Mira que estás empezando a excitarme so guarra. Acércate y quítame el pantalón de mi pijama.

Karina se acercó. Verlas juntas de pie parecía que Luna fuese una niña pequeña dada la diferencia de altura.

—Espera, putita. Un momento. Ponte de rodillas.

Luna salió de la habitación y fue a la terraza. Aún conservaba un collar y la correa de un perro que tuvo hace años. De camino, cogió una botella de Dyc que había sobre un mueble del pequeño salón y tras quitarle el tapón, bebió directamente de la botella un buen trago.

Entró de nuevo en el dormitorio, oliendo a alcohol, sabiendo que ello desagradaba a su perra, y con una risa estúpida y haciéndolo girar sobre su muñeca, mostró el collar de perro para seguidamente colocárselo a Karina alrededor de su cuello. La sumisión de ésta a los caprichos de Luna era total. Parecía drogada, pero no lo estaba. Sencillamente estaba como hipnotizada o embriagada por alguien, y cuando lo pensaba en frío fuera de aquella casa, no llegaba a entenderlo. Por eso, al día siguiente de estar allí siempre se juraba no volver. Pero siempre volvía. Y esa locura duraba ya dos años.

—Bien, ahora sí, quítame el pantalón de mi pijama.

La manos de Karina se fueron a las caderas de Luna para bajarle el pantalón, pero se encontró con una bofetada en la cara.

—No, con las manos de hacer pajas a los hombre, no. Con tu boca de comer coños. Y las bragas también me las quitas con la boca. Puta asquerosa. Ya me estás calentando zorra, así que date prisa. Uff, como siga insultándote tanto lo vas a pasar mal.

Sumisamente Karina, arrodillada, iba bajándole con sus dientes el pantalón, con cuidado de no arañarla. Luna le ayudaba girando sobre sí misma para que pudiese tirar de la trasera del pantalón. Su culo gordo impedía a Karina que lo bajase con facilidad.

Finalmente el pantalón cayó al suelo, y Karina lo tomó con los dientes para arrastrarlo por la habitación hasta que estuviese fuera de las piernas de Luna.

Se disponía a bajarle unas bragas enormes que tenía puestas, pero Luna la paró de un tirón del collar de perro que tenía puesto.

—No, puta, si para el pantalón has tardado, para las bragas podemos estar aquí una semana. Eres una zorra inútil. Ya me las quito yo. ¡Puerca!

Luna se echó sobre la cama y se quitó las bragas. Karina, de rodillas, y junto a la cama, vió manchas amarillas sobre las sábanas y un fuerte hedor a orín, pero no quiso pensar en ello.

Luna se había recostado sobre la cama totalmente desnuda y apremió a Karina a que acercase la cabeza a su sexo. Obediente, Karina quedó totalmente pegada al sexo de Luna, y ésta, de un tirón de la correa, comenzó a animarla.

—Vamos zorra, ahora cómete mi coño. Si lo haces bien tendrás lo que deseas.

Karina acercó su boca al sexo de Luna. No olía nada bien. A pesar de haber estado con ella otras veces, no se acostumbraba a un sexo femenino con tantísimo pelo. Su novia Raquel olía a perfume, era bellísima y se cuidaba de forma casi enfermiza, pero estaba claro que no la excitaba tanto como Luna, y desconocía totalmente los motivos. Tampoco le importaba demasiado, la hacía gozar como nadie la había hecho y le ayudaba a evadirse, eso sí, el maltrato de lenguaje y el corporal era la primera persona a quien se lo permitía.

Con cuidado, separó los labios vaginales de Luna con sus finos dedos, hundiendo lentamente su lengua, ensalivando la entrada de la vagina y haciendo que la punta lamiese de abajo a arriba. Tuvo que esforzarse para separar tanto pelo y que el interior de la vagina y el clítoris quedasen descubiertos ante sus ojos. Tan gordita era que a Karina le costaba trabajo mantener la visión de ellos, pues los gordos muslos de Luna tendían a unirse. Igualmente, sus labios vaginales eran gruesos. Tras lamer durante un buen rato su vagina y confirmar que estaba muy humedecido tanto por su saliva como por el flujo que empezaba a aflorar de Luna, comenzó a jugar con su clítoris con la punta de su lengua, dándole pequeños golpecitos también de arriba a abajo. Primero suavemente, e incrementando poco a poco la fuerza de esos toquecitos con la lengua. Luna movía de izquierda a derecha su tronco, sintiendo como le chupaban y le tocaban su clítoris y su vagina,  pero con las manos fijas en la cabeza de Karina. No quería que se separase de su coño ni un segundo.

Karina, viendo su excitación le introdujo un dedo en su vagina. Le resultó sorprendente lo fácil que entró, por ello introdujo uno más. Seguía dándose cuenta que le era muy fácil entrar, y recordó que en la habitación de al lado había un bebé de cuatro meses, y que el parto le debería tener dilatado la vagina durante un buen tiempo.

Seguía ocupada con el clítoris, jugando con él, aspirando fuertemente sobre él para posteriormente morderlo, dejando que ella sintiera sus dientes lo suficiente como para escuchar un jadeo y a continuación seguir chupándolo. Tras un buen rato marcándole sus dientes en el clítoris, recayó que hacía tiempo que no le prestaba atención a los labios vaginales, por lo que fue tomándolos uno a uno, primero con sus labios, apretando y tirando hacia arriba para que momentos después, hacer lo mismo que hizo con su botoncito, tomarlo con los dientes y apretar.

Luna jadeaba. Colocó sus cortas piernas y talones sobre la espalda de Karina. La apretaba con fuerza y ello originó que Karina, en ciertos momentos, tuviese problemas para respirar. Su cabeza estaba aprisionada entre los muslos de su ama. Pero no quería quejarse, solo darle placer.

Hundió su lengua en la vagina, pero el flujo que salía del coño de Luna le hacía dudar que ella sintiera su lengua. Así, directamente y con suavidad, le introdujo tres dedos con los que empezó a follársela. Probó con uno más, hasta ahora no lo había intentado nunca con una mujer, aunque sí lo había visto en películas porno. Unió las yemas de sus cuatro dedos e hizo de polla para seguir follándola. Sus dedos eran largos, pero parecían haber tocado una fuente, el chop chop era cada vez más intenso y Luna ya no gemía, gritaba de placer.

—hasta el fondo zorra, hasta el fondoooooo!!!!

Karina quería darle placer, pero sus dedos ya no llegaban más allá de cuán largos eran. Para darle más placer llegaba a sacar los dedos completamente y los volvía a introducir con firmeza y en ocasiones, con cierta violencia. Ella también estaba muy excitada. Mientras su mano derecha follaba a Luna, ella misma se masturbaba con la izquierda, y como tardase esa situación un poco más, tenía el peligro que se corriese antes que su ama.

Viendo que le pedía más y más, solo tuvo que intentarlo. Saco los dedos del coño enteramente, ganándose un buen tirón de pelo por parte de Luna como protesta, y hurgó en su coño con el anular hasta confirmar que estaba totalmente mojado, seguidamente...... solo tenía que probar.

Volvió a unir los cuatro dedos sin el anular y los volvió a meter en el coño de Luna, el tirón de pelo desapareció, y fue nuevamente follada por aquellos. A los pocos segundos, el anular hizo acto de presencia en la parte inferior del coño, presentándose al resto de dedos, y aceptados por éstos, comenzó a entrar con mucho cuidado.

Luna se dio cuenta de lo que Karina pretendía y la cogió fuertemente del pelo con ambas manos, sorprendiendo a su perra con una grito sencillo: ¡síííííííí!

De la fuerza con la que la tenía cogida del pelo, la boca de Karina se encontraba encima del vello púbico de Luna, pero siguió con lo que creía estar dando un placer enorme a su señora, hundiendo esta vez todos los dedos en el coño. Quiso bajar un poco la cabeza para ver cómo estaba su mano de hundida, pero la fuerza de Luna se lo impedía. Siguió empujando, y esta vez, por la humedad, pensó que los nudillos estaban si no dentro, en la puerta de los cielos. Pensaba que podía hacerle daño, pero los movimientos de Luna y sus gritos, le decían otra cosa. Sus dedos más largos, liberados dentro del coño, buscaban las paredes de éste para mayor placer de Luna.

Karina iba girando su muñeca para que la penetración fuese más cómoda, y en un momento que no supo calcular, se dio cuenta de una extraña sensación. Su mano, hasta la muñeca, estaba totalmente introducida en el coño de una mujer. Era su primer vez. En ese momento, a pesar de su inexperiencia, comenzó un movimiento de mete saca falso, ya que la mano no llegaba a salir del coño, pero la presión en las paredes interiores del coño, le otorgaban a Luna un gusto enorme. Probó a girar su muñeca y notó cómo el placer de Luna era aún mayor.

Karina notó enseguida otro fuerte tirón de pelo y a continuación cómo por fin la soltaba; no sabía si era por placer o era porque le había hecho daño, pero no había quejas. Levantó levemente la mirada y la vió con los ojos cerrados tocándose con fuerza sus pechos, dándose fuertes tirones de sus pezones. De tetas blandas, cada vez que se las estiraba parecía que terminaría haciéndose daño. Pero no, a Luna le gustaba sentir la fuerza, y lo mismo aplicaba con Karina.

Con el pelo liberado, Karina volvió a hundir su boca en el clítoris de Luna  sintiendo ésta como la boca de Karina se lo exprimía y cómo su mano se la estaban follando. Y sabía hacerlo.

Karina espero a ese momento, estaban en éxtasis, al igual que su ama, estaba muy excitada y no dejaba de masturbarse. Decidió sacar su mano del coño, con el consiguiente grito de Luna, notando como su mano estaba impregnada totalmente de un flujo semiespeso que deseaba lamer, pero poco tardó en ingresar de nuevo cuatro de sus dedos en la vagina, excepto su dedo meñique, el cual entró ligeramente en su coño, tan solo para humedecerlo un poco más, y poco después extraerlo. Este dedo pequeñín quiso dejarlo cerca de su ano. Luna quedó inmóvil. Esperaba. Y ocurrió. Karina le introdujo su dedo más pequeño en el ano, sin mucha fuerza, pero firme. Los dedos giraron y pudieron tocar al dedo meñique teniendo a  la membrana que separaba la vagina del ano como límite físico entre ellos.

Karina comenzó a frotarlos por dentro. Su lengua le dolía de lamerle los labios y el clítoris, pero esperaba que se corriese pronto.

En ese momento, un grito de Luna le dió un placer inmenso. Se estaba corriendo. Karina puso su lengua abierta bajo el sexo de ella para recoger el flujo que emanaría de su sexo, a la vez que quitaba los dedos de coño y ano.

Luna pareció volverse loca. Su cuerpo giraba de izquierda a derecha de la cama de forma violenta, lanzando gemidos ahogados y llevándose las manos a su sexo. Se había olvidado en esos momentos de su perra.

Karina estaba expectante, estaba muy excitada, pero había dejado de masturbarse. Si se corría sin su ama, el castigo podría ser ejemplar. Permanecía de rodillas, junto a la cama, con el pelo totalmente alborotado y los labios ya sin el color rojo que fue obligada a ponerse.

Sus grandes pechos, redondos, perfectos, esperaban, al igual que sus pezones, duros y erectos de la excitación.

Luna paró y se quedó un rato tumbada sin decir nada, mirando el techo sin color de la habitación.

De pronto, y a pesar de su redondez, dió un pequeño salto de la cama, quedando de pie fuera de ella. Se quedó mirando a Karina sin decirle nada. Colocándose tras ella, le puso un pie sobre su espalda y la empujó sobre la cama. Karina quedó con la cara encima del colchón y las manos a ambos lados de la cara. Esperaba.

—Puta de mierda! Cómo me haces de gozar, asquerosa! Debería atarte y ganar dinero con tu boca de zorra y coño de puta. ¿Crees que follándome así me tendrás toda tu vida, puta? Estás muy equivocada. Solo eres una puta perra que desea ser humillada.

Karina comenzaba a sentir como sus ojos se humedecían. No se merecía ese trato, ella la quería y solo deseaba darle placer, y también recibirlo.

Luna quitó el pie de la espalda y volvió a tomar la botella de Dyc para de nuevo, beber directamente de ella.

—Luna, no deberías beber mientras estés amamantando al niño.

Tras estas palabras, Luna la miró con cara de asco y desprecio.

—Así que esta putita me va a decir a mí como cuidar de mi bebe. Muy bien. Te lo has merecido. Y creo que andabas buscándolo.

Luna se dirigió a la habitación donde se encontraba el bebe, y vió que seguía dormido, para a continuación, tomar una silla un poco más grande de lo normal, que como el resto del mobiliario de la casa, no tenía mueble compañero alguno. Todo parecía estar cogido de un vertedero.

Luna, una vez en el salón y con la amplia silla, la llamó.

—Tú, perra. Ven aquí. - le ordenó a Karina

Sumisamente, Karina hizo el breve camino del dormitorio al salón a cuatro patas y con la cabeza mirando al suelo, como cada vez que su ama se enfadaba.

—Bien, zorra, quédate de rodilla y pon la cabeza en el suelo.

Karina obedeció.

Fue entonces cuando Luna colocó la silla encima de ella. Las patas delanteras de la silla quedaban entre las costillas y los muslos de Karina, y las patas delanteras por delante de los hombros. Estaba literalmente atrapada.

—No, por favor.- le repetía suavemente Karina

—¿no? Cariño, lo estás deseando. Creo que solo vuelves por esto.

—No, no, yo te quiero.

—Calla !

Luna fue a la cocina y cogió una amplia pala de madera de cocinar. Una vez en el salón, se sentó en la silla, viendo desde donde estaba el perfecto culo de su perra. La excitaba mucho, y ella también la deseaba, pero hace mucho tiempo ya que se juró que no volvería a decirle a nadie que la quería. Le hicieron mucho daño cuando de jovencita se enamoró, y de jovencita le rompieron la vida cuando el mismo día de la boda, el novio, su marido ya, se folló borracho a una de sus primas en la misma cama de matrimonio, obligándola a ella a permanecer mirando y diciéndole que su prima sí sabía follar y ella era tan solo una mala puta. Después de eso, solo pálizas y tres abortos fruto de aquellas. De no ser por el accidente de tráfico en el que murió, posiblemente aún estaría pegada a ese hombre por miedo, pero no por amor. Posteriormente se unió a otro hombre, también borracho, pero éste al menos tenía un sueldo con el que llenar el frigorífico, pagar los recibos, no sufrir demasiadas estrecheces y algo no muy importante, no le daba pálizas día sí día también. Tampoco la quería.

Karina le daba un placer que nunca había experimentado, y había descubierto sensaciones que desconocía, como por ejemplo volcar su rabia contra ella, pero también su placer. Podía funcionar, pero ella pensaba que la pija solo buscaba sensaciones fuertes de una tarde. Mundos diferentes, quizás.

La pala le fue acariciando la redondez perfecta de su culo, uniforme en el color. Se iba excitando, pero debía ejecutar un castigo.

—¿te parecen bien cien? Amoooor-- le decía en voz alta y con falso cariño

No recibía contestación.

—¿me oyes puta de mierda?

—Sí, Luna, te oigo, pero no quiero.

—Ya, siempre me dices eso, pero después bien que estás caliente

Karina pensaba que eso era cierto, tras unos azotes, su libido se acrecentaba, había querido ir a una psicoanalista amiga suya para preguntarle si realmente ella era masoquista, pero la respuesta le aterraba.

Como quería hacerlo bien y sin que le oyesen los vecinos, puso música con el volúmen bien subido. Acercó el equipo a una pared que daba entre la puerta de entrada a la vivienda y la terraza.

Se quedó de pie mirando a Karina, sin gesto, sin emoción. Tomó la botella de Dyc y volvió a darle un trago largo. Se sentó sobre la silla y abrió las piernas. Estaba desnuda, como Karina. La excitación anterior, el calor del día y el alcohol le hacían sudar. Se inclinó hacia adelante y miró de nuevo el culo de Karina y a continuación le dejó caer un buen gargajo de saliva sobre la raja que dividía ambos cachetes.

Luna comenzó su castigo. Comenzó flojo, sin notar una sola queja. Tan solo deseaba calentar físicamente el cuerpo de su perra. Golpeaba sobre cada nalga dos veces y lo mismo sobre cada pierna en su parte posterior.

Karina, al igual que en anteriores ocasiones y con la lección aprendida, iba contando los azotes, y cada cinco le daba las gracias por ello a su ama.

Cuando ya llevaba treinta azotes y la piel estaba enrojecida, Luna comenzó a ser más dura. Al azote número cincuenta los sollozos comenzaban a hacerse notar.

Luna notaba también como sus pezones se endurecían y su sexo empezaba de nuevo a excitarse, y ello le llevaba a golpear cada vez más fuerte.

Karina comenzaba a llorar, pero seguía contando

-sesenta y cuatro

-sesenta y cinco, gracias ama

Las primeros moratones aparecían y en alguna zona de su nalga y pierna derecha comenzaba a verse algo de sangre.

Luna no decía nada, ni la insultaba ni le obligaba a callarse. Le gustaba oirla de contar sin que le dijese que parase.

Faltando quince azotes se puso en pie y le chilló de que no se moviese. Con una mano no dejaba de tocarse de forma nerviosa y muy agitada sus pezones y sus pechos para de vez en cuando tocarse el sexo húmedo.

Una vez de pie sus azotes fueron de rabia y con mucha rapidez, obligando a Karina a gritar de dolor   y moverse levemente de un lado para otro.

—¡como tires la silla empiezo de nuevo, perra!

Finalmente el castigo terminó.

Luna quitó la silla de encima de su juguete. Le gritó de que no se moviera. Quería ver cómo habían quedado sus nalgas y sus piernas. Seguía tocándose su sexo, frotándose el clítoris con fuerza, compaginándolo con momentos en que sus dedos entraban en su vagina.

Nunca lo habían hablado entre ellas, quizás nunca lo hablasen, pero desde que se conocieron ambas descubrieron el placer por lo sádico o por el masoquismo. En esta relación, era Luna quien azotaba.

-ponte de rodilla !! vamos!!

Karina aún no había recuperado sus fuerzas, apoyaba sus codos sobre el suelo frío, pero apenas podía levantarse. Le dolía todo y su cara estaba regada por sus lágrimas.

Luna se fue hacia ella con violencia, cogiéndola de su largo pelo rubio y tirando de ella hacia arriba. A pesar de su baja estatura era muy fuerte, consiguiendo levantarla del suelo para una vez con las rodillas separadas del suelo, dejarla caer.

Karina se puso de rodillas, sus tetas perfectas eran vistas por Luna con un gran deseo por tomarlas. Los pezones, erectos y apuntando al suelo, eran como botones de dos senos perfectos, duros y redondos.

Luna le tomo de la correa que estaba sobre el cuello de su perra y la llevó a tirones hacia el dormitorio. Karina intentaba correr a cuatro patas, pero aún no tenía fuerzas suficientes para coordinar sus movimientos y sintió como Luna la insultaba y le pegaba hasta que llegaron al dormitorio.

Una vez allí, le ordenó que subiese a la cama y se pusiese boca arriba. El contacto del colchón con su culo y piernas le hizo sentir de nuevo dolor.

Luna apareció con una bolsa de tela del casco de una moto.

—Qué qué qué vas a hacer ? -le preguntó a su ama

No recibió contestación. Luna se incorporó a la cama y se puso de rodilla junto a ella. Comenzó a tocarle los pechos, apretándole con fuerza sus pezones hasta hacerle chillar. Le impresionaba que una mujer pudiese tener unos pechos tan perfectos. Dejó la bolsa de tela a un lado y siguió tocándoselos con una mano, mientras con la otra se masturbaba. Karina se dejaba hacer.

Luna introdujo dos dedos en su coño, hasta llegar a sus nudillos y estuvo unos segundos así. Cerró los ojos y gimió. Decidió parar. No quería correrse de nuevo tan fácilmente. Hoy era la dueña de una perra y no quería desperdiciar la ocasión. Sacó sus dedos suavemente, y una vez fuera de su vagina, los llevó a la boca de Karina; ésta abrió levemente los labios y saboreó el flujo de su señora, hasta que sintió como Luna le introducía los dedos dentro de su boca. Karina tomo los dedos y comenzó a chuparlos como si de una polla se tratase.

Cuando Luna consideró que ese juego se había acabado, sacó los dedos de la boca de Karina. Silencio. Una mirada entre ambas. De pronto, sin esperarlo, Karina recibió una fortísima bofetada en la cara que la tumbó de lado en la cama. De su nariz salía un hilo de sangre.

—quieta! Le chilló Luna, y Karina ni se movió para limpiarse la sangre que ya la sentía en los labios.

Luna salión de la cama y apareció con una bolsa más grande aún que la del casco. Karina no entendía nada ese día. Luna nunca había sido tan dura y no sabía qué se traía entre manos.

Una vez en la cama de nuevo, Luna le indicó a su perra como la quería colocada en la cama. Realmente era como si estuviese acostada normal. Sacó de la bolsa unas cuerdas y las fue atando a las muñecas de Karina, para pasarlas por debajo de la cama y de esa forma impedir que ella pudiese utilizar sus brazos. Su perra se dejaba hacer muy sumisamente.

La misma operación hizo con sus tobillos, quedando con brazos y piernas en cruz. Luna la había atado fuertemente, por lo que apenas podía moverse Karina sin que el movimiento le hiciese daño.

Una vez atada fuertemente, le colocó un gran cojín bajo su cabeza para tenerla ligeramente incorporada. Se acercó a ella y le vió esos maravillosos ojos que la miraban con una mezcla de deseo, miedo y súplica de placer. Luna le introdujo la lengua en su boca de forma violenta, besándola con tal fuerza que le impedía respirar. Antes de retirar su boca, le mordió fuertemente su labio superior hasta hacerlo sangrar. Rió con ganas por su ocurrencia y volvió a hacerlo. Karina intentó quitar su cara, pero apenas tenía defensa. Volvió a morderla y volvió a hacerla de sangrar. La sangre de su nariz se mezclaba con la de sus labios.

Luna paseó dos dedos de su mano derecha por los labios ensangrentados de Karina para, sin dejar de reir, metérselos en su vagina.

Mira cómo me masturbo con tu sangre, puta. Le apuntaba Luna.

Luna se colocó finalmente encima de ella, de rodillas, sentándose sobre su duro vientre, y posando sus manos sobre los pechos de Karina. Tomó la bolsa de tela negra. Seguía sonriendo. Finalmente se la colocó en la cabeza, tapándola.

Karina, asustada, comenzó a chillar diciendo que le quitase la bolsa. Empezó a moverse violentamente a pesar del dolor que ello le causaba en tobillos y muñecas.

Luna se puso de pie en la cama, viendo cómo se movía su perrita. Sin más, le asestó una fuerte patada en el sexo de Karina, consiguiendo de ella un sonido agudo de fuerte dolor.

Karina lloraba de dolor. Luna se le acercó y cerró la bolsa de tela con la cuerda que ésta llevaba, haciéndole un nudo que dejaba la bolsa ajustada a la cabeza. Una vez firme, y sin hacer caso de las súplicas de Karina, cogió la otra bolsa.

De ella sacó inicialmente unas tijeras. Se acercó a la cabeza de su juguete y le gritó para que se callara y se estuviese quieta. Cogió un trozo de tela a la altura de la boca, lo dobló, y cortó un trozo con cuidado de no tocar la piel. Karina respiraba con ansiedad, tomando el aire que le faltaba. Luego, hizo que el corte fuese alargado para que no tuviese problemas para respirar y también para que pudiese verle perfectamente los labios.

Cogió de la mesita de noche el pintalabios rojo de Mercadona y le pintó nuevamente los labios. Al principio con cuidado, pero viendo que no le quedaba bien, le pintó de cualquier manera.

—No se si pareces una payasa, una yonki o una puta de cinco euros el polvo.

Dejó la bolsa a un lado de la cama, junto a la cadera izquierda de Karina. Con los músculos en tensión, totalmente desnuda, en cruz, el físico de Karina era realmente espectacular. Parecía una diosa esclavizada.

Luna bajó hasta el sexo de su perra. Se acomodó entre los muslos de ella, haciendo que su cabeza reposase sobre el sexo. La punta de los pies de tocaban el suelo. Bajó aún más, hasta llegar al principio de esas larguísimas piernas.

Luna comenzó a acariciar los pies de Karina, a besarlos y a chuparlos. Fue subiendo lentamente, saboreando el sudor que había emanado del cuerpo de esa puta. Notaba cómo ambas comenzaban a relajarse. Ya no sentía necesidad ni placer en pegarle, solo de amarla.

Las manos de Luna la volvían loca. Sus dedos pequeños sabían ejercer la presión justa sobre cualquier parte de su cuerpo. Su llegada a su sexo era firme, no se pararían. Finalmente, las manos de Luna tocaron su sexo, abriendo su sexo para que la lengua ejerciera su breve paseo de abajo arriba hasta tocar el clítoris. El sexo de Karina enseguida pasó a ser una fuente de placer, y Luna tomaba entre sus labios y su lengua aquella miel que tanto había esperado. Viendo que Karina comenzaba a agitarse y a iniciar un camino hacia el orgasmo, decidió parar.

—no, por favor, no, no pares, ahora no.

Parecía que nadie la escuchaba. Luna se impulsó con suavidad y posó su boca sobre el plano y duro vientre de su esclava por un día. Notó como la respiración era profunda. Mordía levemente su piel conforme subía hacia sus pechos, siendo un recorrido que sus manos antecedían a sus labios. Cuando su boca besó la base de sus pechos, la excitación corría por el sexo de Luna. Su cadera presionaba hacia el sexo de Karina, buscando su calor. Le hubiese gustado tener una boca gigante para poder tener al menos un pecho dentro de ella. Los pezones parecían explotar, y las tetas eran asidas por las manos de Luna, haciendo que se uniesen para besar y chuparlas con un deseo casi incontrolado.

—desátame y deja que te toque. Quiero amarte, por favor. -suplicaba Karina.

Subió un poco más y sin dejar de tocarle los pechos, lamió su cuello, besándolo con tal fuerza, que a buen seguro que Karina tardaría varios días en quitarse esas marcas. Subió un poco la bolsa de tela para dejar al descubierto las orejas para que posteriormente su lengua jugase con ellas, chupándolas y dejándolas totalmente ensalivadas. Normalmente con otra persona era algo que a Karina le daba asco, pero a su ama le consentía todo, y eso no iba a ser una excepción.

Como todo lo que hacía Luna, de forma inesperada, paró. Saliéndose de la cama. Karina la invitaba a volver, pero Luna volvió a tomar su voz desafiante y la amenazó con que si volvía a hablar sin su permiso, le quemaría un cigarrillo por sus piernas y sexo.

Karina calló. Escuchaba cómo su ama utilizaba la bolsa de plástico. Luna sacó dos cosas de ella, un bote de lubricante y un larguísimo pene con dos cabezas.

—ahora verás puta. Te voy a follar como nadie te ha follado. Abre la boca para que sientas un grosor.

Karina abrió la boca y su señora le colocó la punta de lo que podía ser un pene y enseguida notó que debía ser un consolador, pero su sorpresa fue que al abrir la boca tuvo que hacer un gran esfuerzo dado que una vez metida dentro la punta, el grosor del dildo era mayor de lo que esperaba.

—No te entra en la boca, zorra? - Luna volvía a insultarla y a ser agresiva.- pues verás como te entra en el coño, yo haré que esta polla te parta en dos, puta.

Luna tomó unas viejas medias que tenía en el cajón y la hizo un ovillo, indicándole a Karina que abriese la boca, ya que le iba a dar un poco de agua. Obedeció, y cuando esperaba el agua, lo que sintió fue como le metían rápida y violentamente algo de tela en la boca. Ya no podría chillar.

Luna se sentó en el borde de la cama y puso una pierna encima de ella. Mientras miraba el espectacular cuerpo de Karina, comenzó de nuevo a masturbarse. Tras lo vivido esa tarde y el parto de pocos meses antes, no le costó trabajo introducirse tres dedos y seguir tocándose con la otra mano su clítoris. Cuando se sintió excitada realmente, tomó el consolador gigante y se lo fue metiendo poco a poco. Le costó un poco, pero consiguió introducirlo varios centímetros. Volvió a parar.

Se acercó a Karina y al oído le susurró

—cariño, yo ya estoy preparada ¿lo estás  tú? ¿no? Uy! No te preocupes, en un ratito y con unas lágrimas, también lo estarás tú.

Karina intentaba gritar o desahacerse de las medias que estaban en su boca, pero no era posible.

Luna tomó el bote de lubricante y se echó bastante sobre su mano derecha y a continuación lo untó sobre el sexo de su puta. Cuando notó que toda la parte exterior y la entrada del coño de Karina estaba lleno de lubricante, volvió a coger el bote para echar nuevamente sobre su mano, solo que estaba vez comenzó a esparcirlo sobre una de los glandes del consolador. Cuando vio que estaba totalmente lubrificado lo  dejó en la puerta del sexo totalmente depilado de Karina.

—qué estrecha eres, guarra, para lo grande que eres.

Ciertamente apenas podía entrar el consolador en el sexo, pero también influía que Karina estaba muy nerviosa y contraía sus músculos.

Luna fue empujando, poco a poco, con paciencia. Cuando Karina se estiraba de dolor paraba y en el momento que se relajaba, volvía a meterle un poco más, solo que de golpe. De vez en cuando echaba un poco más de lubricante sobre la parte del dildo que estaba próximo a entrar.

Tardó casi veinte minutos, pero consiguió que unos quince centímetros estuviesen dentro de la vagina de Karina, quien sudaba y tensaba sus músculos. Debía sentir más dolor que placer, pero Luna aún no había terminado.

El consolador podía medir unos cuarenta centímetros. Luna se sentó sobre las piernas de Karina, colocando su sexo muy cerca del de ella. Buscando la otra cabeza del consolador, la puso sobre su coño y lo empezó a meter dentro de ella. Ahora sí estaban unidas, pero por una gran polla de goma. Al sentarse un poco más, ejerció presión sobre la otra base, lo que hizo que entrase aún más en el coño de Karina, quien volvió a quejarse de dolor.

Poco a poco fue ganándole terreno al consolador, hasta conseguir que entre ambos coños apenas hubiesen unos diez centímetros de distancia. En ese momento, Luna alargó la mano y aflojó la cuerda de la bolsa de tela que cubría la cabeza de su perra y con ello quitársela también.

Karina estaba roja, encendida de sudor. Sus labios, mal pintados, apenas guardaban la belleza que pocas horas antes tenían. Hinchados por los mordiscos de Luna, junto con una cara corrida por el rimel, le daban un aspecto patético. La sangre se había secado en su nariz y labios, y las lágrimas aún le bañaban las mejillas.

—mira puerca! Mira como nos follamos

Karina, aún ligeramente incorporada, vió como efectivamente estaban follándose una a otra. Su vagina le dolía. El consolador era demasiado grueso y parecía que le rompía por dentro. Abría los ojos suplicando que parase, pero Luna estaba muy caliente para parar. Quería correrse así y lo haría.

Recolocándose de rodillas,se movía de arriba abajo para sentirse follada por ese gran consolador. Pero esos movimientos solo producían dolor a Karina, por lo que decidió masturbarla. Mientras ella se movía, y sabiendo que sus manos podían excitar a su perra, comenzó a tocarle el clítoris, friccionándole en círculos. En un momento, notó como la cabeza de Karina se dejaba de caer en la almohada.

(la puta se está corriendo ya) pensaba Luna

efectivamente, Karina comenzó a olvidar el dolor y sentir placer. Los dedos de Luna no paraban y parecían una máquina de masturbar hecha solo para Karina.

Cuando Luna confió que estaba lista, le quitó de una vez las medias de la boca. Eso hizo que Karina tuviese arcadas y terminase babeando primero y vomitando un poco, después.

Nada de eso importó a las dos. Se estaban follando y estaban gozando plenamente. Karina ya había tenido un primer orgasmo, pero aunque se rompiese por dentro, quería más, y Luna iba a dárselo.

De pronto se abrió la puerta de la casa y un portazo.

—¡Golfita! Ya está aquí tu hombre !

Nada escucharon entre sus jadeos y el volúmen de la música. Luna se encontró a su marido en la puerta del dormitorio. Medio borracho, con unos pantalones viejos, una camiseta de interior blanca sucia que hacía aún más grande su enorme barriga y una camisa a cuadros totalmente desabotonada.

—joder, qué fiesta!! qué putas sois! Jajajaja

Luna miró a su marido y le horrorizó que parase ese momento.

—vete a la mierda cabrón y cierra la puerta !!

Obedeció y se dió la vuelta mientras se reía abiertamente.

Karina y Luna entraron en éxtasis. Las dos se miraron con los ojos muy muy abiertos para posteriormente en un estallido de placer, correrse juntas. Gritaron de placer durante un buen rato. Karina, multiorgásmica, consiguió tener un orgasmo más al ver el placer que tenía su ama y como ella siguió tocándole el clítoris.

Definitivamente Luna paró. Estaba empapada en sudor. Sin fuerzas. Miraba a Karina. En esos momentos lo único que sentía era agotamiento, gratitud por conocerla y quizás amor.

Fue levantándose lentamente, para sacarse el consolador con lentitud para no hacerse daño ni a ella ni a Karina. Una vez fuera, agachó su cabeza hasta el sexo de su perrita. Con dulzura le abrió un poco sus labios vaginales, que hinchados, aún tenían preso al consolador.

—Con cuidado, por favor. Le suplicaba Karina

Luna lo fue sacando despacio, abriendo con su manos la entrada de la vagina, hasta que lo extrajo totalmente.

—si te vieras el coño ahora, joder, parece una boca de metro.

Karina sudaba. Necesitaba beber algo. Apenas sentía las manos y los pies por las ataduras.

—tengo sed

—bien, yo también, iré a por agua

—desátame

—¿por qué? Cuando yo lo diga

—sí, lo que tu decidas

Luna se fue a la cocina. En ella estaba su marido tomando una cerveza.

—estás borracho?

—No, pero si quieres, puedo estarlo.

El la miraba con los ojos muy abiertos y una sonrisa poco tranquilizadora.

—vaya fiesta que has montado con esa zorra!

Luna sacó agua del frigorífico. Estaba desnuda. Cogió un vaso y bebió.

—nena, quiero cepillarme a esa puta

—no, es mía. Es tan solo un trabajo

—¿ha traído el dinero?

—Sí

—¿te ha pagado ya ?

—Sí

—entonces no hay problema en que me la cepille.

Luna iba a abandonar la cocina cuando notó que le cogió del brazo.

—dale la vuelta y atala de nuevo.

—No, Adolfo, no

Adolfo se fue hacia ella y la agarró por las tetas, fuertemente, haciéndole daño. Luego cogió su coño con una mano, con su dedos gruesos y encallecidos.

—Cariño, he visto cómo te has follado a esa tía ¿no querrás que haga lo mismo contigo, pero con una botella u otra cosa, verdad? Quizás cualquier objeto sirva para una zorra como tú.

Adolfo nunca la había pegado ni maltratado, pero siempre podía haber una primera vez. Ya lo hizo con ella su padre, su hermano y luego su primer marido. Esos recuerdos la aterrorizaban.

—bien, haré lo que me dices

—buena chica – le dijo Adolfo, mientras con la mano aún en el coño, intentaba torpemente introducirle un dedo, como si eso fuese a darle placer.

Luna apareció en el dormitorio con un vaso de agua y un embudo. Se lo puso en la boca a Karina y le obligó a beber.

A pesar de todo lo que le había hecho durante la tarde, le daba miedo y pena dársela a su marido. Todo lo que allí ocurría era consentida entre las dos, y un acto solo de ellas y para ellas. El mundo no existía en esas horas.

—Te voy a desatar, le dijo muy seria.

Karina no hablaba.

—Aún no he acabado contigo. -la engañaba- ahora deseo que te pongas tumbada de espaldas.

Karina miró al consolador enorme, indecisa y asustada.

—no, este juego ya se terminó. - y cogiéndolo de la cama, lo tiró a una esquina de la habitación.

Comenzó a desatarla. Vió como las muñecas y tobillos estaban hinchados y marcados por las cuerdas. Le dolió verla así, pensó que si había una próxima vez, la protegería de estas marcas.

—date la vuelta, puerca !!

Karina obedecía servicialmente. Una vez boca abajo, Luna le colocó varias almohadas bajo el vientre, por lo que su culo parecía estar mirando al techo con mayor interés.

Volvió a atarla, poniéndole sobre las muñecas y tobillos unos viejos pañuelos que la protegiesen de las cuerdas. Así, de nuevo con piernas y brazos abiertos, apareció Adolfo. Karina no podía verlo.

Apoyado en el marco de la puerta, se había sacado su polla del pantalón y se la tocaba frenéticamente. Luna lo miró y él le contestó con un gesto. Ella le entendió perfectamente. Adolfo quería que le tapase la boca, por lo que Luna volvió a coger las medias que ya habían estado en la boca de Karina y se las volvió a colocar.

A Luna le sorprendió la nula resistencia que opuso para tener su boca otra vez ocupada. Pensó que quizás su putita confiaba en ella para otra sesión de sexo.

Adolfo llamó a la mujer con su mano.

—¿está bien sujeta?

—Sí

—seguro?

—Que sí, joder

la cogió fuertemente de las mejillas hundiéndole los dedos en su cara.

—mira zorra, a mí no me hables así

—lo siento, no quería..

—bien, calla! Ahora siéntate sobre su cabeza, pero primero, lubrícame la polla

Luna se agachó y bajándole los pantalones y los calzoncillos, comenzó a chuparle.

—bien bien, así ¿ya no te gustan los hombres de verdad? Aaahhhh

cogiéndola de la nuca, la apretó fuertemente contra su polla, haciendo que no pudiese respirar. Ella intentaba tirar de sus piernas hacia atrás, pero Adolfo tenía demasiada fuerza. Finalmente cedió, y él la soltó, haciendo que Luna vomitase sobre el suelo del pequeño salón.

—jajajajaja, eso te pasa por comer solo pollas de plástico. Vamos a ver a esa zorra.

Cuando entró en el dormitorio quedó más que sorprendido del espectacular cuerpo de Karina y cómo el culo le llamaba para que fuese follado por él.

Luna, apenas recuperada, seguía a Adolfo como si fuese una muñeca de trapo. Lejos estaba la que minutos antes dominaba a Karina.

Adolfo era feo, muy gordo y sin ningún atractivo, pero poseía una polla gorda y de buen tamaño con la que siempre había tenido éxito.

Karina notó a Luna cerca y le sonrió, aunque le extraño que se pusiese tan cerca del cabecero de la cama y más aún cuando se sentó sobre su cabeza. Enseguida notó que algo más pasaba. Sintió unos dedos hurgando en su coño de forma torpe y hostil.

—vaya! Esta puta lo tiene bien abierto, claro, con tanto juguetito !

Quiso gritar, pero no podía. Eso no podía ocurrir. Iba a ser violada por un hombre. Noooooooo

A pesar de su grosor, Adolfo no tuvo problemas en entrar en el coño de Karina, aunque previamente escupió abundantemente sobre su mano, para repartir una gran saliva oscura por la punta de su polla y la vagina de Karina.

Comenzó a follarla con rabia, la excitación que sentía con ese cuerpo era inmensa. Se la estuvo follando un buen rato, azotándole el culo ya enrojecido por los golpes que antes le dió Luna.

—No te corras dentro, cabrón- le instó Luna

—calla zorra, esta puta tendrá pasta de sobra para abortar o quedarse con cien niños.

Karina no paraba de moverse, levemente porque no tenía apenas posibilidad de más, pero esas situación excitaba aún más a Adolfo.

De pronto, la cogió por las caderas con sus manazas y empezó a darle fuertes golpes de cadera, parecía que más que follarla quería romperle el coño a pollazos. Soltando un grito animal y quedando paralizado, terminó corriéndose dentro de ella.

Sacó su polla muy despacio. Disfrutando del culo de Karina. El sudor le corría por todo el cuerpo, llegando sus gotas incluso a la espalda, culo y piernas de Karina como si de una pequeña lluvia se tratase.

Una vez fuera, vió la la botella de Dyc.

—Hombre! El mejor amigo del hombre.

Le dió un largo trago

—¡ Uff, cómo reanima esto! Vamos a ver, vamos a ver !

Se acercó al culo de Karina y le puso la oreja encima de él. Luna le miraba.

—¿Lo has oído?

—¿el qué?

—El culo de esta puta dice que me lo folle

—no, por favor, déjala

Karina, al oirlo, cerraba los puños e intentaba levantarse.

Adolfo vió el bote de lubricante y sonrió. Se echó bastante en la mano y se acercó al ano de Karina, ésta contrajo el culo y apenas cabía un dedo en él.

—bien zorra, tú lo has querido. Niña! Ábrele aún más las piernas. Vamos!

Luna dió un salto y obedeció. Comenzaba a excitarse de nuevo. Fue una sorpresa para ella, pero le excitaba la sensación de dominio que ejercía su marido sobre Karina.

Ajustó aún más las cuerdas y consiguió que se abriesen aún más las piernas de Karina.

—deja que te la lubrique-le dijo Luna, para a continuación, empezar a chuparle la polla a su marido.

Adolfo quedó callado y sorprendido por la actitud de Luna.

Finalmente, Luna se metió en la cama, cogió con ambas manos las nalgas de Karina y se las abrió.

—Ahora cariño, fóllate a esta zorra por el culo.

Adolfo acercó su polla, muy excitado de nuevo. Puso la punta del pene sobre el ano, y comenzó a empujar sin ningún tipo de delicadeza. Luna dirigía la punta del pene para que estuviese en el sitio justo.

—Ya! Ahí es, ahora!

De un solo golpe entro media polla de la bestia de Adolfo. Al instante, comenzó a sangrar el culo de Karina, pero Adolfo ya no tenía parada ninguna.

Luna se puso detrás de su marido, y mientras le besaba el culo, con las manos le cogía los huevos, masajeándolos.

La polla de Adolfo hacía rato que entraba y salía entera. Karina no paraba de llorar.

Al igual que la primera vez, Adolfo la cogió fuertemente por las caderas y lanzó un grito animal. Se había corrido de nuevo. Solo que esta vez, se dejó caer sobre el cuerpo de Karina. Exhausto.

Estuvieron un buen rato sentados sobre el suelo de la habitación, en silencio y bebiendo. La mano de Luna jugaba tímidamente con la polla de su marido.

Más relajados, y cuando recuperaron la respiración normal, desataron a Karina. Ataron sus manos a sus tobillos con unas esposas, de forma que podía rodar, pero no podía ponerse de pie. Manos y tobillos estaba juntos.

La sentaron en la azotea de la vivienda, bajo un falso techo de madera que evitaba las miradas de los vecinos.

Realmente Karina parecía un zombi. Tenía la mirada perdida y estaba sucia, la cara desfigurada por los labios, las piernas y el culo ensangrantados por los azotes, y sobre todo, le dolía mucho la vagina y el ano.

Adolfo y Luna estaban muy cansados. Tumbados sobre un sucio colchón cerca de Karina, disfrutaban del frescor que daba ese día de julio a las diez de la noche.

Adolfo incluso había dormido un poco, como siempre, con su mano en el sexo de su mujer.

Luna y Karina apenas habían abandonado sus miradas, pero no se hablaron.

Al despertar Adolfo, se quedó mirando a Karina con una sonrisa burlona.

—puta, más que puta. Cómo te gusta que te den palos.- le decía eso mientras le tiraba pequeños trozos de tierra de una maceta cercana.

Karina no le contestaba. Podía hablar si quería, pero no hablaba. Quizás ese cabrón tuviese razón, y así fuese.

—Cariño, le dijo Adolfo a Luna, he pensado que nuestra amiga estará incómoda. ¿y si la atamos a esas argollas del suelo y la pared que sujetaban los toldos antiguos.

—Como quieras

Poco después, y sin que Karina se negase, ésta se encontraba atada por los tobillos a unas argollas del suelo, y sus manos a otras que sobresalían de la pared.

Adolfo se levantó del colchón y se acercó a Karina.

—Bien, guarra, ya sabemos cómo folla tu coño y a qué sabe tu culo, pero ¿y tu boca? Abrela, zorra

Karina se quedó mirándolo, y luego miró a Luna, ésta la miraba con desagrado.

—No me gusta esa mirada. Ahora verás.-le dijo Luna

Apareció con algo en la mano. Karina no adivinaba a saber lo que era. Pero pronto lo descubrió. Eran unas pinzas de oficina, con el cierre muy fuerte. Karina abrió los ojos de terror. Luna sonreía.

Primero le colocó una piza sobre el pezón izquierdo. Luego otra sobre el derecho. Hizo una mueca de dolor exagerada, pero no chilló. Lloraba de nuevo.

Luna también había traido las medias, y se las volvió a colocar en la boca. De nuevo estaba callada a la fuerza. Lo que a continuación ocurrió no lo olvidaría Karina durante semanas.

Luna cogió otras dos pinzas y colocó cada una de ellas  en cada labio de su vagina. El dolor era insoportable.

- Ahora, fóllate la boca de esta puta. - le dijo a su marido

Sumisamente Karina abrió la boca y Adolfo comenzó a follársela con fuerzas renovadas. Al igual que a su mujer, en un momento, la sujetó de la nuca y la obligó a tener buena parte de su polla dentro de su boca. No podía respirar, pero tanto tiempo la aguantó Adolfo, que al sacarla Karina también vomitó las arcadas que le llegaron.

Adolfo reía y le decía lo puerca que era, pero se la seguía follando por la boca y tres veces más la obligó a vomitar, hasta que finalmente terminó corriéndose en su cara, dejándole la frente, ojos, nariz y boca, llenos de semen,

—Uff! Cómo me excita esta puta

Luna permanecía quieta  y observaba cómo Karina parecía ya un juguete roto.

—¿has visto cómo la he puesto de leche, mami? Jajajajajajaja

—sí, ya lo vi

—no te preocupes, esto lo arreglo yo

Adolfo volvió a colocarse delante de Karina, y sacudiéndose un poco la verga, comenzó a echar una gran meada sobre la cara, pelo y tetas de Karina.

Karina, salió de su letargo y empezó a moverse para que no le llegase nada de orina, pero para Adolfo era fácil apuntar a un blanco que estaba atado.

—jajajaja, ya está limpita para todo el día, putita!!!

Luna se levantó del colchón y fue a ponerse su pijama. Cuando volvió, traía la ropa de Karina.

—es hora de irse. Desátala, Adolfo.

Totalmente desatada, Karina cogió su ropa carísima.

—¿puedo ducharme? - solicitó

—Ni hablar, zorra, te vas de esta casa cagando leches

—bien. ¿podeis llamarme un taxi?

—Te crees que así te cogerá alguien? Estás lista. No, Adolfo te llevará a tu casa.

Adolfo comenzó a vestirse, al igual que Karina.

Hueles a mierda, puta. Jajajajaja-le recriminaba Adolfo.

Ya en el coche, Adolfo lo arrancó. Realmente olían mal, y el aspecto de Karina era horrible.

Bueno señora, lo pasado arriba, pasado está. Ahora la respetaré como señora que es y la dejaré en su casa. Los insultos y vejaciones solo han ocurrido en mi casa y no fuera. Ok?

Karina no contestó

Al abrir su móvil, recibió un sms de Luna, sencillo y corto. “¿volverás?”

Karina se quedó absorta, pensativa, recordando todo lo ocurrido. Le dolía todo el cuerpo, especialmente su sexo, posiblemente por la patada de Luna y las pinzas. El ano parecía estar operado sin anestesia.        

Pensó la respuesta. Volvió a leer el sms, como si fuese un mensaje muy largo. Finalmente le respondió… “por supuesto”

Estaba en la ducha cuando Luna escuchó la recepción de un sms en su móvil. Salió rápidamente de la ducha totalmente mojada.

Al leer la contestación, una sonrisa se iluminó en la cara de Luna. También sonreía porque todas las cámaras de video distribuidas por la casa habían funcionado a la perfección.

Si alguna vez esa puta decidía no volver, el precio que tendría que pagar sería carísimo.

FIN

(8,97)