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Mi infidelidad con Daniel

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Me llamo Montse, tengo 37 años, y estoy casada desde hace ya nueve años. Mi marido José, tiene 40 años, pero se conserva muy bien, al igual que yo, que a fuerza de machacarme en el gimnasio, he minimizado el paso del tiempo por mi cuerpo. Nuestras relaciones sexuales, siempre habían sido muy satisfactorias, debido a que según mi marido seguía siendo aquella mujer espectacular con la que se había casado.

No le faltaba razón, mis pechos no han acusado el efecto de la gravedad y mis pezones todavía apuntan desafiantes hacia el frente, tengo un trasero redondito y duro, seguido de unas largas y torneadas piernas. Sin pecar de inmodestia, llamo bastante la atención de los hombres.

Cómo todos los años, cuando comienza el verano, nos trasladamos a nuestra casita de la playa, aunque mi marido tenga que ir a trabajar, lo hacemos porque yo disfruto mucho del verano y la playa y él siempre me complace.

La casita la tenemos en un pequeño complejo dispuesto alrededor de una piscina común. Todos los propietarios son jubilados, por lo que paso la mayor parte del tiempo en la playa.

A la semana de estar allí, llegó un chico bastante joven, que me llamó la atención, era alto, una sonrisa encantadora y un cuerpo envidiable, seguramente conseguido a base de practicar mucho deporte. Era imposible no admirar su escultural cuerpo mientras se paseaba por la piscina o tomaba el sol.

Yo seguía con mi rutina de siempre, me levantaba tarde e iba a pasar el día a la playa. Un día mientras tomaba el sol en top-less, noté como alguien se acercaba a mí, abrí los ojos y allí estaba el, mirándome fijamente. Yo me ruboricé, me sentía incómoda, enseñándole los pechos.

El chico después de una abierta sonrisa, capaz de derretir el mayor de los icebergs, me pidió si podía acompañarme, estaba harto de estar todo el día en la piscina rodeado de viejos cuyo tema de conversación preferido eran sus visitas al médico.

Yo accedí, hice ademán de colocarme le parte de arriba del bikini, pero el insistió en que no lo hiciera, que no iba a permitir que por su culpa, dejara de hacer top-less, añadiendo pícaramente, que sería una pena condenar tan hermosos pechos a no disfrutar del sol.

No pude evitar ruborizarme de nuevo, al tiempo que me sentía halagada por sus palabras. El día lo pasamos charlando entre chapuzón y chapuzón. Me contó que se llamaba Daniel, que podía llamarlo Dani, y que había venido a pasar el verano con sus abuelos, tenía 24 años y estaba en último año de Universidad.

A partir de ese día, íbamos juntos a la playa, lo pasábamos muy bien. La verdad es que Dani era un chico muy simpático y también muy lanzado, no paraba de piropearme, lanzar miradas a mis pechos, y mientras nos bañábamos, aprovechaba cualquier oportunidad para sobarme un poco. Yo me daba cuenta, y me dejaba, me divertía la situación de poner cachondo a un hombre mucho más joven que yo. Me sentía muy atractiva y deseable.

Así fueron pasando los días, la situación cada vez se tornaba más caliente, yo me divertía, pero al mismo tiempo advertía en Dani la intención de llegar mucho más lejos. Empecé a plantearme la necesidad de enfriar el juego, pero...

Durante la tarde había recibido una llamada de mi esposo, diciéndome que tenía unas ganas locas de follar, que me prepara. A él le gusta que me vista de forma provocativa, y lo hice. Me puse un conjunto de lencería de encaje blanco que resaltaba sobre mi bronceada piel, una minifalda que apenas tapaba mi culito y una blusa blanca entallada y abotonada justo hasta el escote, y para rematar unos zapatos negros de tacón de aguja.

Cuando José llegó y entró por la puerta, me acerqué a él ofreciéndole una copa de vino blanco. La apuró de un solo trago, luego de abalanzó sobre mí, me atrajo por la cintura y me plantó un profundo morreo al tiempo que estrujaba mis nalgas con fuerza. Luego me levantó en peso, me colocó sobre sus hombros y me llevó hasta la cama.

Una vez allí me dejó caer sobre ella, tiró de ambos lados de mi blusa, saltando los botones y quedando a la vista mis pechos bajo el elegante sujetador de encaje. Luego el empezó a desnudarse con desespero, hasta quedarse totalmente desnudo, con su miembro tieso y desafiante. Se tumbó sobre mí, y empezó a besarme con delicadeza, primero en los labios, después nuestras lenguas se unieron en un sensual beso, poco a poco fue bajando hasta llegar a mis pechos.

Y aquí fue, donde todo empezó a complicarse. Mientras me quitaba el sujetador y acariciaba mis pechos, yo empezaba a imaginar que era Dani quién lo hacía. Intentaba desterrar esa imagen de mi cabeza, pero una y otra vez, a medida que las atenciones de mi esposo aumentaban mi excitación, mas deseaba yo que fuera Dani quien estuviera conmigo.

Decidí dejar de luchar contra esa fantasía y me dejé llevar por ella. Cuando José me follaba yo me imaginaba que era Dani quien lo hacía, mi calentura había llegado a cotas desconocidas para mí, hasta que estallé en el más intenso orgasmo de mi vida. Hasta mi esposo se sorprendió y sintió halagado, no podía imaginar que todo había sido porque mientras él me follaba mi cuerpo y mi mente estaban con Dani.

Esa noche no pude dormir, estaba hecha un lío. Cómo había llegado a esa situación, nunca me había pasado antes. Al siguiente día en la playa, estuve muy distante con Dani, él se dio cuenta y se interesó por mi estado de ánimo, no le gustaba verme así, echaba de menos a la mujer vivaracha y optimista de estos días atrás.

Rehuí la conversación, y me excusé aduciendo que me encontraba mal, que había pasado mala noche y que prefería volver a casa a descansar. Quiso acompañarme, pero rehusé su compañía, se quedó muy apenado, pero yo no tenía más remedio que actuar así.

Al poco tiempo, llamaron a la puerta, era Dani, sin darme tiempo a reaccionar, entró diciendo que no se iría hasta que le contara lo que me pasaba. Respondí con evasivas, que si me dolía la cabeza, etc. En su cara se reflejaba que no le estaban convenciendo mis explicaciones.

Se acercó a mí y me cogió de las manos, mi cuerpo se estremeció al sentir su contacto, sonrió, y muy lentamente acercó sus labios a los míos como pidiendo permiso. Simplemente cerré los ojos y enseguida noté el roce de sus labios besándome suavemente, fue como si una corriente eléctrica recorriera todo mi ser.

Luego me abrazó sin dejar de besarme, a cada segundo me sentía más suya. Tímidamente su lengua se fue abriendo paso, mi pulso se aceleraba por momentos. No había marcha atrás, acabamos besándonos apasionadamente.

Sin decir palabra, solo con una sonrisa, me cogió en brazos y me llevó hasta la habitación, me tumbó en la cama y poco a poco fue despojándome del bikini, hasta quedar mi cuerpo totalmente desnudo. En su mirada se advertía el deseo, volvió a besarme y luego con sus labios recorrió cada centímetro de mi cuerpo, desde la cabeza hasta los pies.

Estaba excitadísima, lo deseaba con locura al igual que me sentía tremendamente deseada. Me di la vuelta obligándole a quedarse tumbado sobre la cama, lo besé en la boca, luego en el cuello y fui bajando por su musculado torso hasta llegar al bañador. Se lo quité con desespero, apareciendo ante mí un hermoso y joven miembro totalmente erecto.

No pude resistirlo, lo lamí desde todos los ángulos, luego lo introduje en la boca y comencé a mamarlo con deleite, me encantaba su sabor y sus gemidos me excitaban aún más. Empecé a follarlo con la boca, con tanto ímpetu, que no me di cuenta que se iba a correr, hasta que derramó todo su caliente semen, que no dudé en saborear y tragar.

Dani todavía mantenía la erección, me coloqué a horcajadas sobre él y me la introduje poco a poco, hasta que su pelvis chocó con la mía. Empecé a cabalgarlo despacio, el gemía y estrujaba mis pechos, fui aumentando el ritmo, él se incorporó y empezó a devorar mis pechos, lo que junto a su miembro en mi interior, me producía indescriptibles oleadas de placer, hasta que no pude más y entre gritos tuve un gran orgasmo.

Dani me dio la vuelta quedando sobre mí, y siguió penetrándome con fuerza, mi cuerpo respondía preparándose de nuevo para el orgasmo, era increíble el placer que me daba y envidiable su aguante y potencia. Otro orgasmo se apoderó de mí, Dani seguía dándome, esta vez desde atrás.

Estaba como poseído, me penetraba con una pasión endiablada y yo se lo agradecía, mi tercer orgasmo se acercaba, le supliqué que no parara, por fin mi cuerpo volvió a estremecerse de placer, tensé mis músculos vaginales, lo que hizo que él se corriera entre gruñidos. Sentir su caliente semen derramarse en mi interior, fue suficiente para tener otro orgasmo y caer totalmente rendida en la cama.

Cuando Dani terminó de tener espasmos, me besó y se desplomó a mi lado, entrando los dos en un profundo sueño. Nos despertamos poco antes de que mi marido llegara. Dani quiso penetrarme de nuevo, pero yo ya no podía más, así que le dedique una fenomenal mamada para calmar su calentura, hasta que volvió a obsequiarme con una abundante corrida.

Después de aquel día, no hubo momento en que no aprovecháramos para tener sexo, llegando a hacerlo incluso en la playa, dentro del agua y a la vista de todos sin que se enteraran. Ni que decir tiene, que fue el verano más apasionante de mi vida.

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