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Mi primera y hermosa vez

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Hola a todos, me llamo Sofía y este es mi primer relato. Estoy muy emocionada de compartir mis experiencias con ustedes, espero las disfruten. Primero quisiera presentarme, tengo 22 años, soy una chica de estatura media (1.71 m) y de complexión delgada aunque mantengo mi cuerpo bien tonificado por el ejercicio. Soy de cabello largo y lacio color castaño y de ojos café claro, con una piel blanca que se colorea muy lindo cuando se broncea; puedo decir que siempre fui de las más bonitas de la escuela. Mantengo una figura muy cuidada, pero siempre sin salir de lo elegante pues no me gusta desproporcionarme; mi mayor orgullo son mis senos, de buen tamaño, muy simétricos y firmes y siempre atraer miraditas de los chicos.

Mi historia se ubica hace unos años, cuando yo tenía 18 de edad y estaba en mi último semestre de la preparatoria. Como se acostumbra, al término de cada nivel escolar se organizó una cena baile de gala como celebración de graduación, a la que todos estábamos muy emocionados, sobre todo las niñas, que iríamos con nuestras mejores galas y veríamos a mucho galán esa noche. Sin embargo yo ya tenía al mío, mi novio Armando, con quien estuve por 3 años. Él era muy guapo, güero, de cabello rizado y ojos azules. Siempre hizo ejercicio por lo que se mantenía en muy buena forma y eso me encantaba. Nuestra relación era muy bella y estable, él era muy cariñoso conmigo, siempre me hacía reír y logró tenerme enamorada todo ese tiempo. Respecto a nuestra vida íntima, no pasaba de besos candentes, pues no nos sentíamos listos para hacer el amor aun; no pasamos de algunas caricias tímidas y de una noche donde yo le mostré mis senos en su coche después de nuestro aniversario. Desafortunadamente, terminando la prepa él tendría que irse a otro ciudad bastante lejos a empezar la universidad por lo que silenciosamente ambos sabíamos que después del verano, nuestra relación no iba a soportar y tendríamos que terminarla. Sin embargo, quisimos disfrutar al máximo nuestro tiempo juntos.

La gran noche al fin llegó, y como era de esperarse, todas las chicas fueron puestas como muñecas. Yo llevé un vestido rojo, sin tirantes ni sujeciones que ofrecía un elegante y generoso escote, tal y como le encantaba a mi novio. Se ajustaba en la cintura hasta la cadera y caía suavemente hasta el suelo, solo con una abertura que permitir a mi pierna asomarse al caminar. Todo acompañado de un collar corto y discreto, color plateado. Llevé el cabello suelto y un poco ondulado y el toque final fueron mis labios, pintados de un intenso color rojo. Armando iba guapísimo, sin duda lucíamos como pareja de revista en esa ocasión.

La fiesta fue en el salón de un gran museo en la ciudad, que aunque generalmente es el vestíbulo de dicho lugar, estaba muy bien decorado para la ocasión y se encontraba lleno de mesas en las que había asientos hasta para tres familias de graduados. La familia de mi novio y la mía se organizaron para compartir una mesa y disfrutar aún más la noche. En el centro había un gran espacio para pista de baile, la cual estaría llena horas más tarde. La cena empezó de lo más tranquilo, disfrutamos de la comida, la compañía y las palabras que algunos profesores nos dedicaron. Era un momento de mucha alegría y también de nostalgia. Pero el momento de bailar llegó y las tristezas se volvieron en mucha diversión. A mi siempre me ha encantado bailar, es una forma de soltarme a mi misma y considero que es una de las mejores formas de seducirme. Armando era muy buen bailarín y disfrutamos mucho ese momento, aunque en un principio bailábamos en bola con los amigos y amigas. Podía notar las miradas de varios compañeros sobre mi, específicamente dirigidas a mi escote; sus ojos me halagaban con sus picaros ojeos y me hacían sentir muy bien conmigo misma. Mi novio tampoco dejaba de verme y era el único que me hacia sonrojar:

—Te gustan?— le pregunté en tono apenado pero juguetón.

—Me encantan...— me dijo con una gran sonrisa de lado a lado.

Después de un rato comenzamos a bailar solos él y yo, viéndonos a los ojos y recordando bellos recuerdos. Inevitablemente, llegó el tan esperado beso; un beso profundo y largo, lleno de amor y pasión. Nuestras miradas no podían separarse después de aquella romántica escena. Solo se acercó a mi oído para decirme:

—Tengo algo que dar—y sin más tomó de mi mano y me llevó entre la multitud. La cantidad de gente en el lugar complicaba que pudieran seguirnos el rastro.

Después de escapar del tumulto, mi captor y yo llegamos a una sala del museo, la cual se encontraba cerrada. Sin embargo, igual que dos chiquillos traviesos, entramos a ella corriendo, o al menos intentándolo con mis tacones. Era una de las salas más bonitas del museo, su mayor atractivo era un barco de madera español. Su olor a madera siempre me había llamado la atención de niña y nuevamente me encontraba ahí frente a él. Me llevó al interior del barco, donde se exhibían algunas de sus características. Encontramos un espacio donde podríamos sentarnos.

—¿Qué tienes para mi, entonces?—le pregunté con mucha curiosidad.

El metió su mano en su saco hasta encontrar un sobre y me lo entregó con una sincera sonrisa. Estaba muy asombrada, no lo esperaba en realidad. Comencé a abrirlo y dentro encontré una carta escrita a mano por él. En resumen, la carta me agradecía por todo el tiempo juntos y confesaba lo mucho que me amaba y que probablemente, siempre lo haría. Sus palabras, sin bien me causaban tristeza por el evidente futuro, también me llenaban de alegría y dispararon aún más el amor que sentía por él. Algunas lágrimas escaparon de mis ojos al terminar de leerla.

Guardamos un momento de silencio provocado por mi sin querer y al reordenar mis ideas, me acerqué a él para besarlo nuevamente. Esta vez fue un beso más intenso, con labios, manos y lengua involucrados al mismo tiempo. No tenía ninguna intensión de separarme de él sin antes dejarle en claro cuánto lo quería... y por qué no... cuánto lo deseaba también.

Me senté sobre sus piernas para disminuir la distancia y disfrutar más de su calor y su tacto. Con mis brazos rodee su rostro sin dejar de besarlo y sin abrir mis ojos. Podía pasar cualquier cosa y no me separaría de él; quería que estuviéramos juntos para siempre, que ese momento fuera eterno. Él acariciaba mi espalda, mi cuello y mi rostro, de forma muy tierna y cariñosa. Su tacto siempre me hizo sentir muy segura y protegida.

Las sensaciones románticas y filiales no eran las únicas. Comenzaba a sentirme como nunca antes. Volvían esas mariposas en mi estomago que me hacían enloquecer. Nuestros movimientos se hacían más acelerados y mi corazón empezaba a desbordarse. Mi temperatura corporal también estaba aumentando y lo noté por sentir como mis mejillas se sonrojaban hasta el fuego. Nuestras miradas se cruzaban por momentos en perdición. Algunos besos se convertían en solo roses de lenguas, lo que intensificaba cada vez más nuestro momento. Mi equilibrio sobre sus piernas se estaba perdiendo, movía mis piernas continuamente con la intensión de acomodarme y dejar que mi muslo quedase completamente descubierto; afortunadamente, mi acompañante noto esta oportunidad y rapidamente colocó su mano sobre mi pierna, acariciandome suavemente y poniéndome aún más deseosa. Mover tanto las piernas también me permitió sentir el bulto que se empezaba a formar en la entrepierna de mi novio, era algo nuevo para mi. Si bien ya había notado lo que le pasaba cuando se excitaba conmigo, nunca había estado tan cerca de sentir el progreso de esa transformación.

Después de un rato, Armando encendió la mecha de la bomba. Comenzó a besar mi mejilla hasta llegar a mi cuello y dar suaves caricias con sus labios y lengua. Su respiración en mi piel era hipnotizante. Solo cerré mis ojos y me entregué a sus besos mientras movía mis piernas cada vez más, ahora intentando que mi zona íntima se rosara con el bulto de mi novio. Él llegó a mi oreja para susurrarme que me amaba y que siempre le gusté desde el momento en que me vió y que se sentía muy afortunado en besar a una chica como yo.

Decidí que ya estaba lista para que pasara lo que tuviera que pasar. Paré sus besos para verlo a los ojos y lanzarle una sonrisa, la cuál me fue correspondida. Me levanté del regazo de mi amante y me alejé unos pasos. Noté que estaba ya muy humeda y tenía un fuerte cosquilleo. Mi piel se ponía de gallina. También percibí su mirada en mi escote que, por tanto ajetreo, había bajado un poco liberando más de mis gemelas, quienes estaban ya ansiosas de escapar de su encierro. Las complací... y también a mi novio.

Pasé mis manos atrás de la espalda para empezar a bajar el cierre que mantenía mi vestido pegado a mi cuerpo. Solo ese cierre ocultaba mi forma de mujer de los ojos de los demás; pero mi novio merecía conocerme como tal. Bajé mi cierre lentamente, comenzando a sentir como se aflojaba el torso de mi vestido, aflojando mis senos, que pronto fueron asomandose hasta dejarse ver completamente. El vestido ahora me quedaba hasta el ombligo. Supongo que a causa de mi temperatura corporal, sentía el aire acariciar mis pechos, erizándome la piel y haciendo reaccionar mis pezones, que ahora señalaban a mi novio, deseosos de conocerlo. Lo miré a los ojos con la cara agachada y le sonreí; el me miraba con la boca abierta sin saber que hacer.

Me parecía divertida la oportunidad de tomar el control un rato, así que me acerqué despacio mientras le decía:

-Se me ocurrió que querrías verlos mejor... -decía mi voz en tono bajo, de niña buena. -No sé si sea muy apropiado...puedo guardarlos si tu quieres...- y en ese último comentario me sente en sus piernas de nuevo, para volver a sentir su bulto, ahora más grande y palpitante.

Sin más, tome su mano temblorosa y la llevé a mi senos, incitándolo a acariciarlos, suave y lento. Mis pezones estaban más duritos que nunca y no pude evitar soltar aire en forma de suspiro, con mis ojos cerrado y volteando mi rostro hacia arriba. El no dejaba de mirar mis senos mientras, ya sin ayuda de mi mano, los acariciaba casi de forma automática pero con deseo y pasión. Los tocaba solo con los dedos, rodeando mis aureolas con la yema dibujando círculos hasta sujetar suavemente mis pezones entre su pulgar y su índice, jalándolos suavemente, incluso torciéndolos de forma juguetona. Mis suspiros pasaron a ser leves gemidos. Ese día aprendí lo mucho que me encantaba que complacieran esa parte de mi cuerpo y me encanta no tener que pedirlo.

Después de un rato de ricas caricias, me acercó más a él y comenzó de nuevo a besar mi cuello, pero con intensiones distintas a las de quedarse. Bajó lentamente, evadiendo mi collar hasta pasarlo por completo. Pronto sus labios se encontraron con lo acolchonado de mi busco y bajaron por la curva hasta mis pezones. Por fin, su lengua y mis senos se conocieron. Su forma de besarlos y chuparlos era embriagante para mi. Con mi mano apretaba su espalda para soportar tanto placer y mi boca ya no podía quedarse callada. Mis gemidos ya eran casi ininterrumpidos y no podría evitar mover mis piernas sobre las suyas. Estaba empapada. No tenía idea de cuánto tiempo habría ya pasado, pero no me importaba, nada me haría detener esa situación, hasta no concluirla. La hábil estimulación de mi novio no tardó en llevarme a un delicioso orgasmo que me hizo estremecer. Sentía mis pechos mojados de su saliva, erectos, excitados.

Nuevamente nos derretimos en otro majestuoso beso, más corto en duración porque tuve que sacrificarlo. Comencé a quitarle el saco y luego la camisa, y así descubrir su cuerpo. El cuerpo de un adolescente ya hecho adulto, fuerte, marcado por el esfuerzo físico aplicado durante tantos años de deporte. Era un placer acariciarlo, su pecho, sus hombros, su espalda. Me producía gran placer que mis senos tocaran su cuerpo caliente, que se apretujaran un poco. Incluso movía mi cuerpo para amplificar la sensación y que se movieran con mis movimientos. Me acerqué a su oído:

—...¿me enseñas?—hablando obviamente de su miembro. Su respuesta se manifestó en un beso en los labios. Mientras yo llevaba mi mano entre sus piernas para sentir, sin penas, su gran bulto.

Me sorprendí de su dureza, su palpitación y sobre todo su tamaño. Tenía mucha curiosidad en conocerlo y sobre todo, deseo de él. Así que para acortar la espera, me quite de encima. Quería asegurarme de que al revelarlo, estuviera al máximo, así que baje completamente mi vestido, quedando solo con mi tanga roja y mis tacones negros. Me sentía tan excitada, que me atreví incluso a bajar mi tanga entre mis piernas, lentamente, no sin antes voltearme para darle una visión de mis pompas suaves y tonificadas. Me levante lentamente y sin voltear mi cuerpo, dirigí mi mirada a él. Quité mi ropa interior de entre mis piernas y me acerqué lentamente a él. Comenzó a desabrocharse su pantalón y a quitarse los zapatos. Mientras lo hacía, sus ojos no se despegaban de mi vagina, suave y recién afeitada, tal y como me gusto tenerla. Tarde o temprano, sería toda suya.

Al bajar su pantalón, quede muy impresionada con sus piernas, gruesas y fuertes. Sin embargo, me distraje de inmediato con su bóxer, un poco humedecido y estirado por el tamaño de su pene.

—Me encantaría que lo tocaras...-me dijo. Yo me tape la boca haciendo una falsa cara de sorpresa y despecho, claramente en broma. Y luego sonreí. Me arrodille a su lado y recargué mi trasero con mis talones y el paso su mano en mi cabello y espalda, dando un rico masaje. Este hombre nunca dejaba de hacerme sentir bien.

Pase mis manos por sus piernas, permitiéndome sentir sus músculos y sintiéndome la más afortunada por tener a un chico así. No aguanté más y no tardé y posar mi mano directamente en su bulto. Pude notar que mis ojos se ponían como platos y quede boquiabierta al sentirlo. Mis pezones nuevamente se erectaron y sentí una nueva dosis de humedad en mi entrepierna. Nunca había tocado un pene antes. Me causaba mucha emoción y curiosidad. Lo envolví en mi mano, sobre la tela del boxer y empecé a apretar y a liberar suavemente. Su reacción fue de exquisito placer, echó su cabeza hacia atrás soltando un suspiro. Me mantuve así un rato, alternando entre apretar y mover mi mano sobre su superficie, acariciando en linea recta y en círculos.

Llegó el momento. Mis ojos lo deseaban y su pene lo exigían. Tome el boxer desde arriba y lo bajé suavemente hasta quitarselo. Me llevé una grata sorpresa al ver el salto del pene de mi novio que por fin conocía la libertad de su confinamiento. Mi boca se abrió aún más; se veía hermoso, firme, era de muy buen tamaño (alrededor de 18 cm, excelentes para su edad). Debo confesar que ya había visto un pene antes, en internet en uno que otro videillo y siempre me llamaron la atención...pero este era diferente, era perfecto, suave, rígido. No tardé y acariciarlo de arriba a abajo.

—Me encanta...—alcancé a decir, casi en un susurro sin quitar la vista de él.

Mi nuevo gran amigo ameritaba más esfuerzo de mi parte. Decidió acariciar con mis dos manos para explorarlo completamente. Hacía caricias suaves por toda su piel, dediqué un tiempo especialmente a la punta, acariciándola con el pulgar para descubrir el placer que producía en mi amante. Con otra mano acariciaba sus testículos, suavemente. Podría haber hecho toda la noche sin cansarme. Estaba nuevamente enamorada, no de una persona, sino de un bello instrumento.

Por mi mente pasaba el deseo de poseerlo para mi por siempre y hasta sentí envidia de las chicas afortunadas que, como yo, tendrían la suerte de compartir su piel con su miembro viril. Sentía su calor y su palpitar. Sabía que mis caricias eran agradecidas por las reacciones de mi novio. Mi experiencia era poca en aquel entonces y estaba temerosa de intentar darle placer oral. Me acerqué de rodillas hacia él para tenerlo justo frente a mi cara. Lo observé detenidamente por un momento para luego reaccionar:

—¿¿Lo intento??-le pregunté a mi novio con voz de niña buena otra vez.

—Por favor...-me dijo apenas pudiendo hablar por lo que estaba sintiendo.

Entonces quite la mirada de los ojos de mi novio y la dirigí a mi nuevo amante. Acerqué mis labios para darle un beso en la punta. Trataba de recordar lo que había visto en internet cuando mi morbo me vencía. Repasaba algunos pasos como si fuesen de baile como si de una receta de cocina se tratara. Recorrí todo su miembro con suaves besos. Su aroma me enloquecía. Notaba que la punta se humedeció un poco. Aproveché eso para acercarme a ella y probar un poco de ese jugo con la punta de mi lengua. Armando se estremeció en ese momento y fue una señal para comenzar a dar timidos lengüetazos por todo su duro miembro. Instintivamente usaba mi otra mano para acariciar uno de mis senos de forma aleatoria o para supervisar mi vagina, que se encontraba muy mojada ya.

Pronto mis lengüeteos cesaron para permitirle al pene de mi novio entre poco a poco a mi boca. Noté que mis movimientos fueron algo torpes, debido a la falta de práctica. Pero de alguna forma debe empezarse. Movía mi cabello para no estorbar y permitirle a mi novio ver a su niña dándole placer. Le mandaba miradas pícaras de vez en cuando mientras saboreaba su miembro en el interior de mi boca, bañándolo con mi lengua. Estaba disfrutando muchísimo ese momento, no podía creer que había llegado el día en que estaría desnuda complaciendo a un hombre y me alegraba que fuera a uno que yo quería tanto.

En un instante, mi novio me detuvo después de dar un fuerte gemido, y me ayudo a ponerme de pie. Me sentó en sus piernas para besarme en la boca y acariciar todo mi cuerpo con sus manos deseosas. Me encantaba estar desnuda, sentirme vista y que tocara mis senos, mis pomas y mi abdomen. Se abrió paso entre mis piernas para comprobar que mi vagina estaba empapada y lista. Me estremecí solo de sentir su mano encima de mis labios vaginales.

—Quiero hacerte el amor...—me susurró al oido con una sonrisa. Lo volté a ver a los ojos inmediatamente y asentí. Volví a besarlo intensamente en los labios.

Me levanté de sus piernas y el también se levanto. Apreto mis pompas con una mano mientras me daba otro delicioso beso. No pude evitar notar que su pene seguía levantado con toda intensidad, y no resistí en darle caricias mientras estabamos de pie. Ahora, dejé que el me guiara, estaba dispuesta a todo con él. Me tomó de la mano y me llevó a una parte del antiguo barco que simulaba una banca, ancha donde cabíamos ambos. Puso su saco encima y me recostó con sumo cuidado, acomodando mi cabello y siento tan caballero y tierno como solo él lo era. Se acostó sobre mi, apoyándose en sus fuertes brazos y nuestras caras quedaron de frente. Su pene estaba justo enfrente a mi entrada, ya lista para recibirlo. Estaba nervioso pero me sentía muy entregada a él y con mucho deseo. Mis brazos estaban justo a cada lado de mi, evidenciando un poco mi nerviosismo.

—¿Estas segura de esto?—me preguntó después de darme un beso en la frente. Sonreía de inmediato y le dije que estaba lista.

—Hazme el amor...—alcancé a decirle levantando mi cabeza para darle el mismo beso en la frente.

Sin más, bajé mi mano para darle una caricia a su pene, en señal de bienvenida. Él lo tomó y lo dirigió lentamente a mi vagina. Cerré los ojos para dejarme ir ante lo que venía. Antes de entrar en mi, pude notar como masajeó por unos segundos mis labios con la punta de su pene. Uno que otro gemido alcanzó a escaparse de mi boca. En eso, se detuvo, dejé de respirar un momento...y entró, suavemente, una parte de él. Fruncí el ceño y aprete mis manos. Mi abdomen se levanto por el arqueo de mi espalda. Sentía algo de dolor acompañado de un cosquilleo muy interesante.

—¿Estas bien hermosa?—me preguntó Armando al notar mi reacción. Yo lo quería todo con él, así que no deseaba echarme para atrás.

—Sigue...—y le di un beso en los labios.

Muy obediente, volvió a empujar, esta vez dejando salir un gemido de mi boca...un gemido de dolor y de placer. Fue empujando poco a poco hasta entrar completamente. Ahí se detuvo y volvió a besarme tiernamente en los labios, susurrándome al oido lo hermosa que era y lo mucho que deseaba estar conmigo. Esas palabras alcanzaron a tranquilizarme lo suficiente, para soltarme y quitar la resistencia en mi interior. Entonces retiró su pene lentamente y volvió a introducirlo con la misma delicadeza. Yo me abracé de su espalda y eché mi cabeza hacia atrás. Estoy segura de que lo rasguñaba un poco pero no podía evitarlo. Ahora entraba y salía de forma más fluida pero manteniéndolo el mismo ritmo suave y lento. No podía evitar emitir gemidos cada que notaba el movimiento en mi interior, mi temperatura corporal volvía a elevarse.

Pronto comencé a notar la misma sensación deliciosa de hace unos minutos; se me erizaba la piel, mis pezones se endurecieron de nuevo y el cosquilleo en el estómago regresaba. El dolor comenzó a parar y solo quedaba el placer. Dejé de apretar a mi novio y comencé a mover su cuerpo a un ritmo un poco más veloz.

—Así...así...—le decía yo con los ojos cerrados. Estaba seguro de tener puesta una cara de gran placer...mis ojos cerrados, una sonrisa de boca abierta. Mis manos se agarraban de sus brazos, podía sentir sus músculos en mi piel.

Su entrar y salir me encantaba. Me sentía como nunca. Sus gemidos me excitaban todavía más. Me encantaba tenerlo dentro.

—Hazme el amor...hazme tuya...te amo...te amo...—alcanzaba a decirle. Abrí los ojos para ver la escena. Mis senos se balanceaban de arriba a abajo con cada embestida.

—Me encantas hermosa...adoro tus senos...me encanta hacerte esto...—-me decía mientras me acariciaba de vez en vez uno de mis senos y mi abdomen.

Después de un rato tomamos un respiro. Yo estaba agitada y el también, nuestra piel sudaba. Estaba temblorosa y muy complacida. Pero aun no terminaba. Me tomó de la mano para ayudarme a levantarme. Él se sentó de nuevo y yo abrí las piernas para sentarme sobre él. Pero antes de bajar, dirigió de nuevo su pene hacia mi vagina para que entrase con suavidad. Comencé a subir y bajar a mi propio ritmo. Definitivamente el placer era increíble, nada que hubiera sentido antes. Mi amante acariciaba mi espalada y besaba y chupaba mis senos. No paraba de gemir y suspirar.

—Eso...así...se siente muy bien... tócame...—le suplicaba a mi novio, perdida en el éxtasis del momento. Nada podía hacerme detenerme. Estaba tan excitada que por mi mente pasaban escenas muy excitantes en las que no pensaría jamás. Una de ellas era que mis padres o mis amigos nos encontraban en ese momento, y me veía a mi diciéndoles que se fueran y nos dejaran en paz, entre gemidos y gritos.

Empujé a mi novio para que se recostará y yo seguí arriba, marcando el ritmo. Tomé sus manos para que tocaran mis pechos, pero ya no suavemente, los apretaba y jalaba los pezones a su gusto y me llevaba al cielo cada vez que lo hacía. Ahora, en lugar de subir y bajar, decidí mover mis caderas de atrás para adelante, dándole a mi novio una vista muy sexy.

—Eso… así muévete muñeca...ojalá tenerte desnuda siempre...—esa palabras de mi novio me calentaron muchísimo.

Con mis manos acariciaba su pecho y abdomen, sintiendo su sudor mientras con sus manos me tomaba de la cintura, moviéndome a un ritmo delicioso. El placer iba en aumento vertiginoso. Ya no podía concentrarme en otra cosa que no fuera sentir su pene dentro. Creo que el sintió lo mismo y se enderezó para besarme mientras seguía dentro, moviéndose. Pasados unos segundos, empecé a sentir espasmos y veía venir un orgasmo exquisito.

—Voy a terminar...voy a terminar mi amor...—le dije entre besos y caricias.

Entonces Armando aumentó el ritmo mientras me abrazaba con mucha pasión, recorriendo cada centímetro de piel hasta que noté que se detuvo al momento y una ola d calor se hizo paso en el interior de mi vagina. Sentir su semen me hizo terminar en un largo suspiro, echando mi cuerpo hacia atrás arqueando mi espalda como nunca. Nos quedamos juntos un rato, ebrios del placer que habíamos sentido, hasta que caí acostada junto a él, rendida y extasiada.

—Me encantó...fue increíble...—le dije con mi respiración agitada.

El me abrazó muy tiernamente y nos quedamos juntos por un rato. Pudimos estar asi más tiempo de no ser por la fiesta. Nos acordamos que la graduación seguía y nos levantamos para vestirnos, no sin antes darnos un dulce beso, momento en el que Armando aprovechó para dar una ultima caricia a mis senos y pompas. Me ayudó a limpiarme mi vagina de su semen y yo limpié su pene, humedo y caliente, que volvía poco a poco a la normalidad. Nos vestimos y arreglamos rapidamente, quedando casi como nuevos. Cualquier cabello despeinado o muestra de sudo podría explicarse con el baile.

Al regresar al salón me encontré con mi mejor amiga. Me sonrió de forma picarona y me dijo:

—¿Qué tal estuvo, eh? —me preguntó y yo me puse roja como tomate.

—¿Qu… qué cosa?— le dije consternada.

—No te preocupes, tus papás me preguntaron por ti, les dije que habían salido con varios amigos a tomar aire a la entrada —me guiño el ojo en señal de complicidad— ...con la condición de que después me cuentes como estuvo.

—Muchas gracias—le dije dándole un beso en la mejilla—te contaré luego… —le prometí viéndola con cara picara también, pues era obvia que ya sabría que había pasado.

Y así fue como mi novio me hizo mujer por primera vez. Fue una experiencia hermosa y la repetiría sin dudarlo. Después de eso, tuvimos una linda despedida a nuestro nuevo estilo y después se fue, terminando nuestra relación así. Sufrí mucho por su partida, pero me dejó un gran regalo: mi deseo por hacer el amor.

El regresa en vacaciones de Navidad y tuvimos uno que otro encuentro... del cual les contaré muy pronto.

Besos,

Sofi.

(9,70)