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El diario de Claudia: Aventuras en el cine para adultos

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Llevaba tiempo con mi doble vida de chico normal durante el día y zorra de noche; esperaba siempre con ansias los viernes en la tarde para poder prepararme para un fin de semana solo como Claudia. Depilaba todo mi cuerpo y luego me bañaba con aceite de bebé para tenerlo completamente liso y suave al tacto. El sábado seleccionaba todo mi atuendo para la noche, desde el maquillaje hasta el color de mi braguita. Me encantaba lucir no solo sexy sino, y sobre todo, lo más putera posible. Luego de alistarme (y un par de tragos), salía por las noches hacia algún bar o night-club donde, tarde o temprano, terminaba con algo de semen en alguna parte de mi cuerpo.

Por entonces no vivía en mi ciudad, Cartagena, sino por otros lados en el extranjero. No importa dónde. Recuerdo que en las afueras de la ciudad funcionaba un cine para adultos, esos que son una mezcla de tienda de juguetes sexuales y cine porno de 24 horas, ya saben a lo que me refiero. Había asistido ahí más de una vez como Carlos, buscando algún juguete o para ver una película. Pero ahora tenía el gusanito de la curiosidad de como sería si fuese vestida como Claudia, la zorra. Sabía que era exponerse un montón. Había visto a otros travestis en el lugar y la mayoría terminaba de rodillas con “algo” en la boca. Lucía extremadamente tentador.

Aquel sábado estaba un poco entre molesta y frustrada por otros asuntos así que para desquitarme empecé a ver porno desde la tarde, al mismo tiempo que me metía al ano toda mi colección de dildos. Tenía algunos traguitos encima y claro, eso siempre me arrecha. Entonces me acordé del cine. ¿Lo hago o no lo hago? ¿Me mando así como estoy? (claro, vestía como una completa puta). “Oh mierda, es ahora o nunca”, me dije, así que revisé mi atuendo, me puse más lápiz labial, agarré mi bolso y llaves y salí disparada. Serían como las 10 de la noche.

Llegué al local y me estacioné en la parte trasera. Tenía dudas pero saqué de mi bolso una botellita de wisky, me la tomé de un tiro y salí del auto. Llegué a la boletería, hice mi pago respectivo y minutos después, atravesaba el umbral hacia la oscura sala. Estaba adentro, no había marcha atrás. Pude distinguir una veintena de asistentes, algunos masturbándose. Como el piso era de madera, mis zapatos de stripper hicieron un ruido infernal haciendo que llamara la atención de inmediato (quizá subconscientemente esperaba eso). Pronto me di cuenta además, que para mala suerte (¡o tal vez, para suerte mía!) yo era la única chica trans en la sala ¡Justo hoy! Pensé. Al demonio, ya estoy adentro, así con paso seguro y derrochando sensualidad me senté en una fila casi delantera. Aquella noche llevaba puesto una minifalda negra con pliegues, tipo colegiala, medias de malla con liguero, una braga roja de spandex y un top blanco cortito que dejaba visible mi abdomen. Mi cabellera larga y ondulada cubría mis hombros desnudos.

Claro, desde el momento en que me senté y crucé las piernas sabía que media audiencia dirigía su mirada hacía mi…me sentía como una presa potencial en medio de un montón de depredadores. ¡Pero me encantaba! En realidad me sentía deseada y casi deseaba ser la mujer que era cogida por varios en la película del momento.

Ten cuidado con lo que deseas, dice el dicho.

No habían pasado ni 10 minutos y un tipo de sienta a mi derecha. “Hola amor” me dice sonriente, “¿te gusta la película?” “Claro, me pone súper caliente” respondí. Y así como así, sin mayor aviso, sacó su verga del pantalón. Era enorme, dura y negra. El tipo cogió mi mano e hizo que la tomara del centro; asumí que era usual que pasara esto así que solo sonreí y empecé a masturbarlo. “Qué rica se siente” le dije con una mirada pícara. “Es toda tuya amor”; en verdad se sentía deliciosa en mi mano; él lo pudo notar y entonces preguntó “¿quieres una más?” –“ok, ¿qué quieres decir? Entonces hizo una señal con el brazo y de pronto alguien se sentó a mi izquierda; “hola cariño” fue todo lo que dijo y de inmediato sacó su pene…”creo que hoy te toca ser la puta del cine” advirtió con una sonrisa maliciosa. Wow! No estaba segura que quería serlo pero ya estaba a medio camino. Tenía dos vergas en mis manos, masturbándolas en público. Sea como fuese, esto me estaba volviendo loca de placer así que en un arranque de locura me incliné hacia la derecha y empecé a mamar esa carne negra que tenía al lado; me había rendido por completo al sexo. Ahora lo quería todo. Me la tragué hasta donde pude, cubriéndola de saliva; el tipo este tomó mi cabeza empujándola hacia abajo para que me la meta más aún.

Cuando levanté la cabeza noté que ahora estaba rodeada por más hombres, cinco, todos masturbándose y, supongo, esperando su “turno”. “Mierda, ¿así funciona esto?” Pensé. Finalmente pregunté,

“¿Qué puedo hacer por ustedes chicos?”

“¿Eres puta trans, verdad?” Preguntó uno

“Supongo que hoy podría serlo” Dije con una sonrisa.

“Vente a la primera fila”, dijo alguien, “hay más espacio”

Joder, esto va a ser entretenido y bien pendejo pensé. Así que me paré, y mientras todos seguían con la mirada mi trasero redondo, me pasé a la primera fila de la sala.

Apenas me posé en un asiento central la fila de cinco había subido a diez. ¿Me irán a pagar por esto supongo? Pensé casi preocupada. ¡Al demonio! Con tal de pasarla bien.

Todos se habían bajado los pantalones (“¿nadie en la administración se molesta por esto?”), masturbándose, preparando sus penes duros; entonces empezaron a tomar turnos: uno metía su pedazo de carne dura en mi boca y otros dos se ponían a cada lado para que los masturbe con ambas manos. Yo como si fuese lo más normal del mundo – no había conversación, ni presentaciones, ni hola qué tal…simplemente sexo oral en su forma más cruda. Los penes seguían entrando y saliendo de mi boca; cada uno de ellos me tomaba de la cabeza, la empujaba contra su abdomen y me hacía tragar la verga dura hasta el fondo de mi garganta. “Después de esto no voy a poder hablar por una semana” pensé. La gente parecía haber perdido interés en la película de la noche, pues ahora YO era la actriz porno, la chica cogida por todos.

Perdí la cuenta de cuantas vergas entraron en mi boca pero calculo que unas veinte. Nunca antes había mamado tanto; alguien llegó con una lata de cerveza y me hizo tomarla para humedecer mi garganta, sí que la necesitaba. Para entonces yo ya me sentía completamente hipnotizada, drogada, sonámbula: solo cerré los ojos, abrí la boca y dejé que las vergas entren y salgan unas después de otra. Nuevamente estaba en el paraíso.

Al cabo de un rato varios ya estaban bastante arrechos para empezar a lanzar su carga lechosa. Yo la verdad que los quería todo. Para entonces ya había perdido la minifalda y la braga (quién sabe dónde estarían), mi polo de tiritas estaba un desastre. Entonces me pusieron de rodillas sobre el suelo de madera, con mis muslos apoyados en mis pantorrillas; sabía lo que seguiría. Entonces, varios de ellos se pusieron en un círculo alrededor mío, yo mirando al techo como esperando el maná del cielo. Solo cerré los ojos. Y empecé a sentirlo: chorros violentos de esperma caliente chisgueteando contra mi rostro, uno tras otro, tras otro, tras otro. Mi cara se convirtió en una especie de plato colector de semen, que empezaba a cubrir mis párpados, nariz, labios, y finalmente cada centímetro de mi cara; podía sentir su olor medio rancio característico; algunos se vaciaban a borbotones, como si tuviesen una fábrica de semen en las bolas, ¡era increíble! Un tipo me lanzó casi una taza entera de un solo tiro; finalmente, yo, que estaba drogada por el puro éxtasis del momento, abrí la boca para que depositen su leche dentro de ella. El semen no dejaba de caer…en mi cara o hasta el fondo de mi garganta…”¡dios mío!, ¿cuántos son ahora?” pensé. Limpié el esperma de mis párpados para ver cómo iba la fila… ¡mierda! ¡Había una multitud de casi 30 machos en celo! Parece que mientras más tarde más gente llega aquí. ¿Podré con todos? Yo seguía siendo la única puta trans en el cine, no había competencia. Lo primero que pensé luego de darme cuenta de lo que me enfrentaba fue: “estoy en el puto paraíso”.

Para entonces mi rostro estaba cubierto completamente de una capa densa de semen, prácticamente una mascarilla de esperma acumulado en toda mi piel; era un genuino bukkake japonés. Era mi primera experiencia con esto y claro, siempre había sido una de mis fantasías. Estaba ahora en la isla de la fantasía.

Por casi una hora me habían bañado en leche caliente (literalmente, el semen chorreaba por todo mi pecho) y ahora me pedían mi vagina anal. Era momento de sacar provecho del momento.

- “OK, pero mi ano tiene precio” “60000 (pesos) por cabeza”

Algunos sonrieron, otros dijeron “lo que sea con tal de metértela o algo así”, pero la mayoría aceptó.

Entonces, me subí a uno de los anchos asientos del cine, de espaldas hacía la pantalla, expandiendo las piernas, con mi trasero completamente levantado y expuesto. En el asiento del lado, mi bolso, bien abierto, para recibir mi paga.

A estas alturas a nadie le importaba la película (donde una zorra era, justamente, cogida por un centenar de tipos); serían como las 2 AM. Nadie se iba…es más parecía haber más gente ahora. Estaba algo tensa y emocionada al mismo tiempo. Alguien me trajo un par de botellitas de wisky para relajarme. “¿Realmente te vas a dejar coger por todos estos machos?” me preguntaba…”Sí, sí puedo, quiero hacerlo, quiero experimentarlo, quiero tener mi propio record” inmediatamente me justificaba a mi misma. “¡Hagámoslo ya!”

Alguien se dio la molesta de lubricar mi huequito con saliva. El semen que tenía en la cara no dejaba de chorrear hacía el resto de mi cuerpo o directo a mi boca. Me encanta ese sabor saladito que tiene.

Llegó el momento. Había cruzado el punto de no retorno.

Vi caer los primeros 60 mil en mi bolso, luego un par de manos fuertes en mis caderas y de inmediato la punta de una verga en mi pussy. ¡A coger! Mentalmente llevé la cuenta…“aquí va el primero”; no veía caras, estaba de espaldas a mi cachero, solo sentía rollos de carne dura que empezaban a entrar a mi cuerpo.

El primer mazo me hizo gemir como loba, era verdaderamente gigante…como dejándome completamente abierta para el resto de la audiencia. Me lo metió sin piedad hasta el fondo, sentí sus bolas golpear mis nalgas; me taladró varias veces, una y otra vez, hasta el fondo, como la puta que era ahora. El tipo también gemía de placer, luego aceleraba cada vez más rápido y terminaba con un chorro de esperma dentro de mi cuerpo.

Siguiente…

Siguiente.

Siguiente

Mi bolso seguía llenándose de dinero, mi pussy estaba cada vez más y más abierto, mi interior más lleno de semen anónimo, tanto así que empezó a chorrear hacia el exterior. Yo estaba en un delirio indescriptible. NUNCA antes me había sentido así… tan USADA, tan abusada, tan violada, tan verdaderamente PUTA. Y ¿saben qué? ¡ADORABA todo esto! No me arrepentía ni un instante.

Yo seguía llevando la cuenta: “…15, 16…22, 23…”

Quién sabe qué hora eran ya, ¿las 3 am? ¿Las 4? Nadie parecía irse a casa. Me trajeron mas trago. Supongo que querían embriagarme, pero no soy tan fácil para ello; llevaba bien la cuenta del dinero que caía en mi bolsa.

Disfrutaba cada pene duro que entraba en mi cuerpo: los habían de tamaño promedio, con cabeza ancha, en punta, gordos al medio, afeitados o no, negros, blancos, marrones, gigantes (uno de ellos casi llegaba a los 30 cm…casi se me salen los ojos). Algunos depositaban su carga salada, otros ya no. Algunos eran gentiles, otros algo violentos al momento de metérmelo.

“31…32”

Mi ropa (y mi maquillaje) eran un desastre: me habían quitado el portaligas, mi top estaba por la cintura, empapado en semen, mis tacones en el suelo. Casi me habían desnudado. Mis caderas estaban rojizas por todas las manos que me habían apretado por más de dos horas.

“¿Cuántos más faltaban por dios?”

Algunos me cogieron y se retiraron del cine, otros, curiosos, se quedaban para ver cuánto más aguantaba, incluso un par me tomaron por una segunda ronda. Yo empezaba a sentirme exhausta.

“44…45…46…mierda se acabó”

¡Era el último!

Cuarenta y seis cogidas. 46 vergas dentro de mi cuerpo. Y un dineral en mi bolso (casi mil dólares). Ahora sí podía orgullosamente decir que era una verdadera PUTA. ¿Si o no?

Al final de la sesión sentía mi cuerpo completamente bañado en semen, en serio, desde la frente hasta los talones. Tenía chorros de esperma corriendo por todos lados. Apenas podía sentarme.

Uno de mis últimos clientes me ayudó a colectar mi ropa: braga, minifalda, zapatos. Me vestí lo mejor que pude, aun poniendo la ropa encima de todo ese semen. Ya no importaba. Arreglé mi cabello un poco; no había mucho que hacer con mi maquillaje: el semen en mi cara casi se había secado encima de toda mi piel.

-“¿Te llevo a tu casa?” Preguntó un tipo

-“No, gracias amor, no te preocupes, tengo mi auto” Le respondí.

-“Honestamente, eres la mejor puta trans que se ha presentado en este cine…ninguna antes llegó tan lejos. Ojalá te volvamos a ver por aquí amor” agregó.

-“Créeme, luego de toda esta experiencia, me van a ver más seguido” Finalicé

Salí del cine casi a tropiezos; sentía chorros de semen saliendo de mi huequito (ahora huecote) corriendo hacía mis muslos. Era la típica imagen de la puta al final de una larga noche de trabajo.

Cuando abrí la puerta, se veían las primeras luces de la mañana…había pasado casi 6 horas en ese lugar. Subí a mi auto, prendí un cigarrillo y me quedé pensativa por un momento.

“¡TENGO que volver a hacer esto!” dije en voz alta.

Claudia

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