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Navidades a gustitas

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Oh, bellas navidades. Con nieve o sin ella. Bellas navidades, a gustitas. Los cortos días de recogida luz... por el manto largo de las noches frías. Oh, bellas noches frías, estrelladas o no. Bellas en la navidad... a gusta. Los días y las noches me arropan. Las horas me tapan. Los minutos me acarician... en las navidades a gustitas.

Una vez pasadas volverá el campo llamo que me habían hecho olvidar. Volverá el campo sin horizonte o con un grano de arena a mis pies como único... Mientras las horas me tapan, los días me arropan, los minutos me acunan y los segundos me acarician. En estas navidades a gustitas.

Pocos días, pocas noches para que se vayan, para que se queden. Para que las dejemos o nos dejen. Ya sale el pirracas con la nota en la mano, igual que el mocoso lleva en la mano el pañuelo. Y va a dar la nota. A avisar a Manuel de que todo funciona. "¿Me das la nota, por favor?", le dije a la camarera después de tomarme el café. Y la camarera me dio el do de pecho. ¡Menudos pechos, por cierto! Y menudos podrían ser... o abundantes. Maravillosos en cualquier caso, por ser de mujer.

Esos pechos que, cuando la penetración varonil es impetuosa, vaginal y desde atrás, quedan sueltos, bailando quizás frenéticos, libres, alborotados, como si hubieran perdido a su dueña. Y su dueña a sí misma, esperando que las manos grandes del hombre que la posee las sujeten, desde detrás, para que no vayan tan despendoladas. Aunque es cierto que cuando sopla el viento nadie sujeta las copas de los árboles. Así, cuando la mujer es poseída por el varón, éste tampoco se las toca, porque le gusta verlas libres, mecerse o alborotándose por el brío de los movimientos locos del acto. Porque ha hecho suya a la mujer con la penetración y ver a sus tetas ir por libre mientras dura aumenta su placer y la libertad de estar penetrando a su amada, que trota como si cabalgase a un caballo. Como las copas de los árboles agitadas por el viento que, cuando sopla, no tienen quien las controle... así los pechos de la amada bailan mientras cabalga a su semental por el monte. Y el varón, mientras toma a su amada, quiere imitarlo: no tocar sus pechos mientras le cabalga su hembra y verlos bailar, con los trotes,  mágicamente, despendolados, ante sus ojos, como pareciendo ir por libre, ajenos a lo que sucede: naturales, desnudos. Le gusta así al varón, que tantas veces soñó con ser caballo para su amada, para sentir  sus nalgas botar con el trote sobre su grupa. Y notar el calor de la gruta que se asienta (porque no pone montura cuando monta a su caballo) bajo su pantalón de felpa. ¡Qué hermoso!. ¡Cuántas veces la vio mirando la verga del animal! Y cómo cuando hacen el amor, el amante sabe que cuando la penetra ella piensa en la verga del animal al que cabalga por las mañanas por el monte.

Navidades a gustitas. Contrastes de frío y calor. Allá va el pirracas con la nota... a darla. Cuando vuelva sabrá que hay que esperar, o hacer algo parecido a observar a alguien tomar una decisión.

Pedí la nota a la camarera y me dio un hermoso do de pecho. O un do de pechos hermosos.

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