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El despertar de mis escondidas intenciones (parte 1)

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Se dice que lo prohibido es lo que nos permite acciones que en condiciones normales no se hacen… no lo pensaba vamos, ni lo sabía… hasta ese momento.

Fue el inicio del fin (de semana, claro está) cuándo se dio lo que ahora puedo pensar en un toque de buena fortuna.

Las buenas costumbres indicaban que las visitas fueran recibidas con la casa limpia (bombo y platillo como lo mencionaba la abuela) sin importar nada más, la apariencia pesa más que la voluntad; al menos en este caso.

¡Y claro que pesaba!, ya que un festejo de aniversario (diez primaveras según sabía) no se presenta cualquier día.

El itinerario era recibirlos en el aeropuerto para de allí encaminarlos hasta nuestra casa para dar inicio al festejo y, como el ser nuevo radicando en esta ciudad no permite el contar con personas que puedan ser ya no amigos, sino conocidos al menos; indicaba que estaríamos solamente ambas parejas.

Por motivos de tiempo en el término de los deberes tuve a bien quedarme en casa a terminarlos, por lo que mi esposa tomo la holgada tarea de recibirlos.

El tiempo pasaba y no hacían su aparición, el móvil enviaba a buzón mis mensajes y, conociendo la inseguridad que reina en esta ciudad, mi preocupación crecía en igual proporción que lo hacia el tiempo.

Al cabo de un rato que a mí me pareció eterno llegaron pero, ¡sorpresa!; solo mi esposa acompañaba a mi cuñada, quien era un mar de lágrimas y no dejaba de apoyarse en el hombro de su hermana; por mi cabeza desfilaron un sinfín de posibilidades para tal escena, pero la prudencia indicaba que lo mejor era esperar a que me contaran lo que sucedía. Mi esposa, a su vez, me hizo un gesto indicándome que no dijera algo y que era mejor ayudar cargando el equipaje que, desordenado, venía en la parte trasera del auto.

Entré a casa solo para comprobar que ambas se habían retirado a nuestra habitación y que, por lo visto, el festejo esperaría para una ocasión más propicia.

Estaba por terminar que recoger todo y retirarme  a la recamara de huéspedes cuando el par por fin salió de su encierro, no dije algo esperando que fueran ellas quienes rompieran el silencio que, a saber, hacían muy incómodo el ambiente.

Con un dejo de detalles me pusieron al tanto de la situación:

Mi cuñada, tratando de darle una sorpresa a su esposo por su aniversario de bodas, encontró a este festejando… ¡con su secretaria!, ¡menudo lío que me imagino le armó!; por lo que ella decidió llegar sola para estar con su hermana.

Le hice hincapié que nuestra casa era suya por el tiempo que considerara permanecer en ella y que no se preocupara por otra cosa que no fuera el arreglar su situación.

Efusivamente me abrazó y me dio las gracias por la comprensión prestada, dejando presente que no tenía con que pagar por la ayuda recibida tanto por su hermana así como la mía.

Le dije que la recamara estaba lista por si quería asearse y descansar y que su equipaje se encontraba dentro, agradeció el detalle y se encaminó hacia ella.

Terminamos por recoger lo que aún no había hecho cuando escuchamos que llamaban a la puerta, el servicio que habíamos contratado hizo acto de presencia y, tratando que mi cuñada no se enterara, les indique el lugar donde podían colocarlo sin ser visto.

Al cabo de un rato y, mientras discutíamos acerca del tema, salió mi cuñada de la habitación enfundada en una pijama, nos dijo que después de tomar una ducha se sentía un poco mejor y que agradecía lo que hacíamos por ella (haciendo referencia al servicio del que pensamos no había reparado).

Después de esto y con el ánimo reestablecido nos dispusimos a tomar la cena aprovechando lo que estaba servido; corrieron bocadillos a la par de las bebidas y el ambiente paso de ser agradable a prácticamente festivo, amenice con un poco de música y, lo iniciado como ánimo para mi cuñada, se convirtió en una no-celebración muy amena a la par de divertida.

Como es muy normal al calor de las copas, se inició la confidencia entre hermanas para lo cual estaba visto que ya no encajaba; así que me excuse alegando cansancio y tome rumbo hacia mi recamara donde, sin mucho ánimo, comencé con la rutina de cambiar canales sin verlos hasta que el sueño llego a mi ayuda.

Después de un tiempo que no pude precisar me despertó un fuerte golpe proveniente de la sala donde se encontraban las féminas, me levante rápidamente dirigiéndome hacia ellas, evitando los muebles por la falta de equilibrio debida a la acción refleja, y llegué hasta allí solo para ver a mi esposa tratando de levantarse después de haber caído.

Me pidió ayuda para llegar al sanitario donde devolvió parte de lo ingerido, con lo poco que quedaba de conciencia me pidió auxiliará a su hermana que se encontraba en condiciones similares a la suya, claro está, después de llevarla a ella primero a nuestra recámara.

Una vez de vuelta en la sala trate de todas las formas de hacer reaccionar a mi cuñada, pero al parecer se encontraba en peores condiciones de lo que creyó mi esposa y opté por traer una frazada con la cual taparla y dejarla descansar en el sofá; recordé lo solicitado por mi esposa y, evitando una discusión posterior, cargué con mi cuñada hasta la recamara de huéspedes.

Como pretexto puedo alegar muchos, siempre son socorridos para justificar una falta; el caso es que en el trayecto pude sentir las formas de una mujer que no era la mía y, dadas las circunstancias del momento, no tenía reparo en seguir constatando por sobre su pijama; lo único que separaba su piel de mi tacto.

La deposite suavemente sobre la cama y trate nuevamente de hacerla reaccionar, pero como la vez anterior e infringiendo una ley física, a mi acción no había ninguna reacción de su parte.

Mentalmente realice el ejercicio de buscar una mejor oportunidad que se presentara a mis hasta ahora escondidas intenciones, no la había; y no la habría después, así que tome la decisión.

Sin remordimientos, sin memoria; solo el momento…

Tomé a mi cuñada levantando su cintura para deshacerme de su pijama, primero con su pantalón para después, con la calma que antecede a una tormenta, terminar con la parte superior y dejarla únicamente en interiores.

Allí estaba, bella, esbelta; con una piel tersa que invitaba más a la contemplación que al tacto, formas perfectas que no rayaban en lo exagerado pero que evidenciaban las horas de gimnasio; esa cara, sus labios…

Probé esos labios casi con veneración, lentamente, disfrutando el tacto; su sabor, ese sabor que no lograba descifrar, entre rosas y lo sublime; seguí deleitándome mientras el sujetador desapareció dejando sentir un par de senos perfectos, ideales en tamaño para mis manos, que no paraban de estrujar más que tocar, deteniéndose en ese par de pezones que coronaban gloriosos esas moles de carne que mantenían mi lívido al cien.

Dejando mi hasta ahora única tarea con su boca, tome una de aquellas glándulas mamarias y bese, casi engullí, uno de aquellos pezones; chupaba, mordía, no sé si por reflejo a recuerdos de lactancia pero con seguridad más por esa calentura que hacia hervir mi sangre, mi cuerpo, mi todo…

Eché a un lado mi ropa para continuar con sus senos, que son una fijación no solo en ella sino en cualquier mujer que presuma de un muy buen par de ellas y así, en esa posición, coloque mi miembro, que en ese momento desconocí por su tamaño, entre esas montañas de carne…

Sentir como me aprisionaban era un placer casi orgásmico, el paroxismo cuando comencé a moverme entre ellas, observando su cambio de color por la presión pero sin remordimiento alguno, solo placer como sentimiento.

Después de un rato disfrutando de mí cuñada supe que no podía aguantar más y, sin contemplación, coloque mi miembro en su boca para correrme en ella.

Era enorme la cantidad que vacié en ella, ya que no paraba de eyacular mientras sujetaba su barbilla con una mano y su cabello con la otra, tosió y terminó por devolver su estómago en acción refleja a lo brusco de mis movimientos.

En ese momento y con mi conciencia en su lugar esperé por la respuesta a mi acción, intrigado más que temeroso por las consecuencias a mis actos…

(9,07)