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El que no sabe lo que es tener una puta sucia personal, no sabe lo que se pierde

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Unos 8 años atrás conocí a un estudiante muy guapo, recién graduado de la secundaria que venía de Las Tablas, un chico pálido, delgado, si acaso pesaba 60 kilos, cabello largo y sedoso, sin un solo vellito en la cara llena de espinillas. En la ocasión que lo conocí pasó un viernes santo sentado en la parte de arriba de mi sofá, con las piernas abiertas, mientras yo le mamaba el culo con muchas ganas y le metia la verga varias veces con cuidado mientras se quejaba que lo estaba rompiendo. Un chico inexperto, con muchas ganas de aprender. Culeamos como 5 ó 6 veces en todas partes, en un hotelito, en mi casa de campo, en un pushbottom y un par de veces me saco la leche con mamadas inexpertas sentado en mi carro en la parte inferior del estacionamiento de su edificio. Pasaron los años y le perdí el rastro. Luego, hace un año y un par de meses atrás me lo vuelvo a encontrar en la calle. Ahora es un tipo musculoso, agarrado, con espaldas anchas, la cara de un tipo más formado, unas nalgas que le apretaban en el pantalón para salir y ya todo un profesional con un buen trabajo, un bonito auto y su apartamento propio. Apenas nos vimos nos saludamos e intercambiamos teléfonos.

Luego, para mi sorpresa, recibo un mensaje que me calentó de una vez. - Hola, que tal, estoy esperando que me digas cuando vas a volverme a poner a gozar. - Oh, cuando quieres que nos veamos? - Puedes ya? es que tengo unas ganas de que me cojas como tu sabes, puedes? - Que quieres hacer? _Que quieres TU hacerme? _ Sorpréndeme pues, voy a vestirme y quiero que me prepares ese huequito para darle bastante pinga. En una hora estaba tocando el timbre de su edificio. Yo estaba con ganas de ver a este paicito encuero y todo para mí. Entré a su apartamento y me recibió con un short blanco, de satín y una franela gris. Se le notaban sus brazos de gimnasio, con un tatuaje muy sexi. Cuando le agarré las nalgas sentí debajo del pantaloncito un par de masas de carne dura, suave, con una pequeña tanga que se perdía en toda su raja. Lo besé salvajemente, mordiéndole los labios y el comenzó a quejarse. Le bajé la cabeza para ponerlo a mamarme mi pinga. Tengo una verga de siete pulgadas y media, gruesa, venosa y cabezona, con los vellos recortados y unos huevones que me cuelgan bien abajo.

El metió su cara entre mis bolas y aspiró su aroma para quejarse de lo rico que se sentía. - Bajate los pantalones, zorra inmunda, quiero verte esa tanga. Una tanguita blanca era todo lo que le veía entre sus nalgotas. Le agarré el cabello y lo obligué a mirarme mientras me exprimía la verga y sobaba los huevos. Le escupí en la boca y le di una sola cachetada. - Eres bien sucia, puta, me gusta verte como te tragas mi pingota con ganas _ si, papi, esa pinga me pone caliente - Menea el culo, quiero verte sacudiéndolo, esas nalgas se ven super ricas. Cuando ya sentí que me iba a venir lo mandé a ponerse de pie y a caminar, meneando las nalgas y flexionando sus piernotas. Cada vez que daba un paso podía ver cada centímetro de sus nalgas meneándose y moviéndose al compás de sus pasos. La tanga lo hacía ver mucho más sensual. Me senté en el sofá y lo agarré nuevamente por el cabello, hasta que pude ponerlo sobre mis rodillas. -Vas a ver lo que es bueno, mierdita, ven acá Comencé a darle nalgadas, suave al principio y luego un poco más duro. Cada nalgadas le iba enrojeciendo los cachetes de las nalgas, dejando una huella en esos globos de carne tan deliciosos. Metí uno y luego dos y luego tres dedos en su boca, hice que los mojara con mi lengua y llenos de su baba los pasé por todo su agujerito. Rosado oscuro, sin vellos, se notaba que ya le habían dado bastante huevo a ese huecote. Lo mojé y le fui metiendo varios dedos a la vez, bien rudo, bien canalla. Sentí mis dedos enterrándose en ese huequito tan caliente y húmedo.

Llevé a mi zorrita gateando hasta la cama y me acosté bocarriba. Me volvió a lamer las pelotas con ganas y luego bajó hasta concentrarse en mi culo, limpiándolo con su lengua áspera, como si fuera un gatito. Volví a halarlo del cabello y lo subí a la cama. Lo puse bocabajo y le apreté las nalgas bien duro, como gemía este muñeco. Me monté sobre él y lo agarré por el cabello, levantándole la cabeza y comencé a morderle el cuello y la espalda. A medida que le hincaba los dientes en su músculos, se quejaba y lloriqueaba pero se dejaba llevar por mi juego. - Te gusta como te trato? querías que te hiciera sentir lo que es un macho? - Si, papi, si, sigue, trátame como quieras... Seguí bajando, marcándolo con mis dientes y mis uñas, su cuello, espalda, nalgas y muslos estaban llenos de arañazos y chupetones. Uff, ese cuerpo se veía tan deliciosamente maltratado. Miré en la mesa de noche al lado de la cama y envuelto había un consolador de color negro, creo que por lo menos mediría 22 centímetros. Lo lubriqué con KY, moví el hilo de su tanguita a un lado de su culito y con el le comencé a pegar en todo el huequito, que se veía como una boquita ansiosa, abierta, húmeda. Cuando se relajó un poco le fui metiendo el consolador lentamente, veía como cada pliegue de su ano iba estirándose para acomodarse. Cuando trataba de resistirse yo le daba una nalgada dura, salvaje, con ganas, tanto que veía esos globos remecerse con cada golpe, las quejas de este machito me calentaban mas.

Después de darle con la verga de hule por unos minutos le pasé una toallita húmeda y admiré su huequito, tan abierto y tan rico. Le volví a pasar la lengua por un rato y luego lo escupí para zamparle la pinga de un solo golpe, con ganas, duro. Un chillido y le puse mi calzoncillo en la cara, tapándole la boca y obligándolo a empujar ese culón hacia atrás. Con cada golpe de mi verga sentía como el culo se le ensanchaba más y más. Con tanta calentura se me ocurrió volver a agarrar el consolador y puntearlo con él mientras lo penetraba con mi pinga. Al principio trató de resistirse pero luego de un par de cachetadas y un fuerte halón de pelo le fue entrando el dildo a la par de mi pinga. Con esa sensación tan intensa fue imposible no venirme. El chorro de leche salió disparado hacia adentro de su culo, pulsando mientras se apretaba contra el hule que también lo tenía abierto. Mi corrida fue tan intensa que me mareé, los dos estábamos sudados y completamente bañados de sudor, con olor a sexo Me recosté de nuevo en la cama y él miró mi verga mojada de leche y con una cara de perra sucia y golosa comenzó a lamerme la cabeza hasta dejármela limpiecita. Esa experiencia fue el nuevo comienzo de una relación intensa de sexo sádico que me deja totalmente seco cada vez que me culeo a este chico.

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