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Beatriz II

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A lo largo de los años el contacto con Beatriz era irregular, aunque tuvimos una época con encuentros bastante frecuentes, esa asiduidad nos llevó a planear diversas citas, y la planificación de las mismas se convirtió en una de las partes más divertidas de nuestra relación amistosa.

Convencí a Beatriz que debía ser más osada, más desinhibida y dejarse llevar. Le propuse algo que se salía de la normalidad: cena, cine y sexo. Le pedí que se vistiera especialmente para la ocasión, mejor dicho, desvistiera y tuviéramos una cita de una forma diferente, más arriesgada. En concreto, debía ir ataviada únicamente con una combinación y medias, y obviamente, para poder salir a la calle debería llevar un abrigo a gabardina lo suficientemente largo para poder movernos por la ciudad sin generar un escándalo.

Ante mi sorpresa, la propuesta fue aceptada y quedamos una tarde a las 18:00, la recogí y cuando Beatriz se subió al vehículo, mientras la besaba aproveché para comprobar que efectivamente llevaba únicamente la combinación, así era. Eso sí, llevaba un bolso extremadamente grande y sospechosamente repleto el cual me confesó ella, contenía un vestido, su red de seguridad lo llamó ella. Por mi parte, no quise que se relajara, el plan era mantenerla en un estado de permanente excitación. Mientras nos desplazábamos no perdí el tiempo y empecé a acariciarle sus pechos y en un breve lapso de tiempo, bajé hasta su sexo e inicié un ritual de caricias que no dejaron a Beatriz indiferente, por lo menos sus gemidos lo hacían sospechar.

Nos dirigíamos a picar algo a uno de esos bares típicos donde te quedas en la barra. Cuando llegamos al destino, estacioné y antes de salir del coche, le facilité un paquete a Beatriz, se trataba de un huevo vibrador con mando a distancia remoto, y le pedí a Beatriz que se lo insertara en su vagina. Me miró ojiplática durante unos segundos y pensó que, de perdidos al río y que un día era un día, y únicamente entornó los ojos y me dijo, pónmelo tú y más vale que valga la pena, aunque he de reconocerte que estoy muy mojada.

Nos dirigimos al local y durante el trayecto aproveché para probar el juguetito, y sí, realmente funcionaba. Beatriz gemía e incluso se trastabillaba al andar cuando le daba al mando, y eso que sólo había probado la velocidad lenta. A pesar del placer que estaba obteniendo, Beatriz era una amante generosa y no dejó pasar la oportunidad de irme acariciando, en un arrebato me empujó dentro de un portal, se agachó y me desabrochó el pantalón iniciando una felación, yo estaba a punto, pero quería seguir haciendo que disfrutara.

Llegamos al local y por fin encontramos un hueco en la barra, pedimos unas tapas y una copa de cava, al final fueron más y la desinhibición que aporta el alcohol desató aún más  Beatriz que abrió parcialmente su gabardina, ante la sorpresa y consiguiente alegría de vecinos de barra, que ya nos tenían observados por los gemidos que se le escapaban a mi atrevida amante, cuando yo de forma traviesa activaba el huevo remoto.

La verdad, las cosas se nos iban de las manos, o mejor dicho, se nos iban las manos, y cuando estábamos en los chupitos, yo había avanzado a acariciarla, abriendo la gabardina por abajo y me acariciaba mí ya evidente erección por encima del pantalón.

Decidimos marcharnos antes de que nos acompañaran a la salida, y volvíamos al vehículo, previa parada en el portal ya conocido con los mismos menesteres cuando le pedí a Beatriz que diera un paso adelante, que se quitara el sujetador y la braguita, para quedarse únicamente con las medias debajo de la gabardina, y lo hizo, mientras me chupaba en el portal y yo sentía las estrellas, se desabrochó la gabardina, y se quitó la ropa interior. Yo la contemplaba extasiado, me maravillaba la visión de sus extraordinarios pechos y de su sexo, allá en cuclillas y realizando una enérgica felación.

La convencí, con la ayuda inestimable del mando del huevo vibrador eso sí, para llegar al coche y poder pasar a mayores, además aún tenía algún juguete pendiente de estrenar y quería que la noche fuera completa. Entramos en el coche y la excitación de Beatriz era brutal, se sacó la gabardina y empezó a masturbarse y masturbarme, yo apenas podía retenerla, y aproveché para gozar de sus pechos, me los puse alternativamente en la boca todo lo que pude y chupé, mordí, comí.

Las luces de un coche de la policía municipal nos hicieron recomponernos e iniciar el trayecto hacia su casa. Llegamos y subimos, aproveché que el ascensor era lento para abrirle la gabardina y seguir acariciándola en su escalera, protestó inicialmente aunque las caricias en los pechos y el huevo vibrador la hicieron cambiar de idea. Fue un ascenso interesante, una vez abierta la puerta de su casa nos enzarzamos en una refriega sexual, yo necesitaba ya poseerla y ella ser penetrada. Así fue, tras la puerta, ella abierta y yo con los pantalones medio bajados la ensarté una vez retirado el buen amigo del huevo vibrador. Estaba absolutamente encharcada y acabamos en el suelo, ella a cuatro patas y yo embistiéndola por detrás, ninguno de los dos podía aguantar más.

Acabé en pocos minutos, entre gritos de “dame cabrón, fóllame”, le inundé la vagina de semen, de la excitación acumulada durante la noche. Recogimos la ropa, una bolsa que había acertado a traer con algún juguetito que aún me quedaba por utilizar y nos dirigimos a la cama. Beatriz puso música suave, preparo unos combinados y nos tendimos en la cama, inicialmente para descansar, pero poco a poco nos fuimos empezando a acariciar, y como se suele decir, una cosa llevó a la otra.

Aproveché que Beatriz consideraba que se trataba de una noche especial, de una ruptura con sus costumbres, una revolución de su vida sexual y empecé a jugar con el nuevo consolador que había adquirido para la ocasión, relativamente grande, de un bonito color azul brillante y de una textura ligeramente rugosa que, como no podía ser de otra manera, provocaron unos rápidos y muy contundentes gemidos. Volvía a estar desatada. Estuve profundizando de forma machacona con el consolador en su sexo, mientras le succionaba sus pezones alternando con algún mordisco cariñoso. Beatriz ya gritaba, y consideré que era el momento, detuve en seco mis acometidas y vendándole los ojos le pedí que se levantara, con mi mano en su recorrimos la distancia hasta la puerta de la calle y le dije, que saliera desnuda tal como estaba, no se lo pensó y recorrió el descansillo de su planta, volvió para besarme y cogerme el miembro y empezar a masturbarme, sin cerrar aun la puerta se agachó e inició otra felación, el morbo era insuperable para mí, y ya le confesé que había superado mis expectativas, y de largo. La llevé de nuevo a la cama habiendo introducido mis dedos en su sexo, recuperé el consolador y procuré premiar su entrega y compromiso con más orgasmos, y se sucedieron varios hasta que le pedí que me montara, y lo hizo con prontitud, empezamos una cabalgada juntos, arriesgué introduciendo el dedo en su ano, gimió más y avancé en la acometida, un par de dedos más y cuando ya estaba dilatando y su cabalgada me estaba volviendo loco se lo pedí, y aceptó.

Se colocó a 4 patas en la cama, me unté con lubricante los dedos y su ojete, empecé a moverlos y ella se ayudó para su placer acariciándose el sexo, yo con la otra mano le manoseaba los pechos alternativamente, al cabo de unos minutos, cuando ya estaba bien dilatada, eché lubricante en mi pene y lo volví a hacer en el agujero de su ano. Sin solución de continuidad, avancé, separé sus gajos y se la introduje lentamente al principio, costó un poco, lo noté por su quejido y porque aumentó el ritmo de sus caricias en su sexo. Me paré por unos segundos y gocé de la visión, cogí el consolador y se lo introduje a máxima velocidad, automáticamente ella volvió a gemir sin control y yo aproveché para ensártasela de golpe, aulló y me insultó, conté hasta 5 y empecé a bombear, lentamente al principio, ya más rápido después y cuando Beatriz empezó a gritar en medio de un orgasmo descomunal de forma descontrolada, no pude más y le llené el intestino de mi esencia.

Apenas me separé, caímos redondos en la cama y sin resuello. No podía más, había sido una noche inolvidable, un hito que iba a ser complicado igualar, por no decir superar. Beatriz se me acercó, me besó dulcemente en la mejilla y me dijo suavemente, ¡qué suerte tener amigos como tú!

Sonreí y atiné a contestar, igualmente.

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