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De pajero a favorecido por mi vecina escort

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—¡Ay…! ¡Qué rico lo que me hacés, vecino…! – exclamó entre gemidos Melina.

Tras casi tres años de sólo dedicarme a espiarla, pude darme el gusto con mi amor distante, la mujer más deseada. La hermosa Melina es mi vecina y tiene su casa frente a la mía.

Ambos vivimos solos. La diferencia conmigo es que ella, al menos cuatro veces por semana, tiene compañía. A las dos semanas de mi mudanza, los chismes me informaron que la vecina era “escort”, acompañante, puta de elite.

Tiene todo para ser modelo, actriz o “pornstar”: delgada, sin tacos, su altura superaba el metro setenta. Luego (mi descripción es modesta) pechos grandes, caderas y cola firme, piernas largas. Y si su erótico cuerpo ya atraía, poseía un bonito rostro blanco, fino. Ojos grandes color avellana y mirada intensa, largo pelo negro, labios carnosos, aspecto jovial y simpático.

Al poco tiempo, comencé a espiarla cuando salía de su casa, vestida elegante pero provocativamente –generalmente con vestidos cortos pegados al cuerpo o pantalones que resaltaban su culo y piernas- y a su regreso, acompañada de hombres, mujeres o parejas. Tras sólo verla, me pajeaba.

Poco después busqué su nombre y apodos por Internet. La encontré en Facebook y dos sitios de escort. Más pajas.

Alzo a la inalcanzable

Allí me enteré cuanto cobraba: mínimo, 150 dólares. Esto era un polvo rápido en un telo. Su tarifa normal costaba 350 dólares, por los cuales se ofrecía toda la noche en su “lugar privado” Indudablemente, tremenda hembra hermosa era cara. Pero no podía pagar ese dinero.

Con mis ocasionales parejas, imagina coger con Melina. Y cuando estaba solo, me entretenía mirando porno en la PC, desnudo, hasta escuchar el auto de ella. Al ver bajo su vestido piernas, culo, tetas, y entrar en su casa seguida por algún hombre, mujer o pareja, la recreaba culeando. La mayoría de las veces gozaba más que cogiendo con alguna chica.

En varias oportunidades la vi llegando sola, borracha. Pero aquella noche estaba muy mal.

Apenas abrió la portezuela de su auto, aún sentada, se agachó y vomitó en la calle. Por el movimiento, cayó un bretel de su vestido negro y asomó una prominente y hermosa teta, mientras que la subida parte de abajo, además de mostrar todos sus muslos llenos, permitió alcanzar a divisar su entrepierna.

Intento incorporarse, trastabillo, vomitó nuevamente, esta vez sobre su ropa, y cayó sobre la calzada. Quedó inmóvil. Temí algo grave, por lo que manoteé una bermuda y fui a ayudarla.

Me tranquilicé al comprobar que respiraba. Tomé su cartera, cerré el auto, busqué las llaves de su casa y levanté en mis brazos a Melina.

El momento fue sabrosísimo. Sostener a la mujer de mis sueños, sentir su piel, mirar sus piernas, tanga, tetas, cara deliciosa, logró una erección total.

Del modo más inesperado, la inalcanzable estaba conmigo…

Desnudándola para limpiarla

Tras abrir la puerta de su casa y encender luces, la vecina alcanzó a balbucear:

—¡Gracias…! Llevame a la cama y dame agua…

Con Melina en brazos encontré su dormitorio y la acosté sobre un lecho de dos plazas. Me dirigí a la cocina, llené un vaso con agua, regresé al cuarto y, levantando su cabeza inerte, le di a beber.

Apenas logró dar dos sorbos y vomitó, derramándose sobre sus senos. Entonces la levanté y llevé al baño. Logré colocarla de rodillas, agachada sobre el inodoro, para que expulsase todo.

Poco después, la recosté en el piso. Hedía. Busqué tres toallones y la trasladé a la bañera. Continuaba inconsciente. Debía limpiarla. Lentamente le saqué el vestido, bombacha, medias y zapatos. Mojé con agua tibia uno de los toallones y fui limpiándola suavemente. Tuve que usar otro toallón. Luego la sequé. Al hacerlo, ya más tranquilo, demoré pasar sobre sus chichis, piernas, concha…

Excitado como estaba, y ella sin reacción, me di cuenta que nunca lograría otra oportunidad como la que me tocó en suerte. Entonces me saqué la bermuda y permití que saltase mi pija dura.

A punto de empezar a moverme la pija, sin abrir sus ojos, Melina pronunció:

—¡Gracias…! Acostame…

Lamiéndola…

Sin ponerme la bermuda, levanté a la hermosa, haciendo que su culo roce mi verga, y la llevé hasta su cama. Allí la extendí. Ahora con su piel limpia, admiré cada rincón de su cuerpazo. Saqué mi celular y comencé a sacarle fotos. Haría un álbum exclusivo para mis pajas.

Dejé lo que hacía y busqué perfume. En uno de los cajones del placard encontré lencería. Toda fina. Elegí una tanguita y hallé una fragancia francesa. Le rocié cuello, senos, vientre, muslos, pies, y por supuesto, vulva. Luego, con meticulosa delicadeza, le puse la diminuta bombachita.

¡Melina era el mejor espectáculo de mujer que mis ojos habían visto! Seguí sacando fotos, hasta que la memoria del celular dijo basta. Entonces, sin importarme nada, salí de su casa, crucé hasta la mía, busqué una cámara mejor y regresé.

Pero mi deseo pudo más y descendí mis labios hasta sus impresionantes tetas. Besé los pezones rugosos, rodeé con mi lengua, y continué por los contornos hasta empaparlos con mi baba. Subí por el cuello, mentón, hasta llegar a su boca. Bebí sus labios como si fueran sopa, y avancé a nariz, párpados y orejas. De allí bajé hasta los dedos de los pies y lamí uno a uno, para posteriormente ascender por tobillos, piernas, rodillas, muslos…

Y llegué a la bombacha que apenas cubría su depilada y suave concha.

Me sorprendí de sentir en mi lengua humedad. Corrí la seda y comprobé que la hermosa puta, pese a estar dormida, se estaba mojando, excitada.

¡Me encantó! ¡Melina gozaba con mis lamidas!

Ella tenía con qué: los mojados labios vaginales se abrían como alas de mariposa, y arriba aparecía algo parecido a un pulgar, que latía. ¡La puta tenía un clítoris maravilloso! Al ser tan grande y estar tan expuesto, seguramente cualquier roce provocaba excitación. Esta hembra estaba constantemente caliente y le era sencillo y rápido gozar.

Regresé la telita sobre la vulva y lamí vigorosamente, respirando encima, con mis manos acariciando las tetas, pellizcando apenas los endurecidos pezones. Aunque la potra Melina estuviese dormida, ella sentía placer y yo la disfrutaba totalmente…

Comida sabrosa

Casi dos horas y media llevaba junto a mi vecina. Entonces, corrí la tanguita mojada y me dediqué a lo que más me gusta: comer concha hasta sentir los orgasmos en mi boca. Y la de Melina era la más linda que tenía para saborear.

Picoteé con la lengua los labios vaginales internos, abiertos, los acarícié con mentón, nariz y labios, y fui dándole lamidas largas en toda la vagina, de arriba abajo, de lado a lado, llegando al perineo. También la besé, mantuve la boca abierta y moví la lengua en círculo, pausada pero rítmicamente.

Luego chupé los labios superiores y continué con los inferiores. Estaban totalmente mojados, los sentí latir, escuché gemidos, y advertí que su cadera se movía lentamente.

Pensé en levantar mi cabeza y comprobar si continuaba dormida, pero sabía que estando cerca de sus orgasmos no podía detenerme. Entonces busqué con la lengua su clítoris. Estaba duro, erecto.

Lo rodeé con lamidas y besos, hundí mi cara allí, y sin dejar de comer su capullo metí mis dedos en el agujero. Comenzaron sus contracciones orgásmicas.

—¡Ay qué rico papi! ¡No parés!– gritó Melina y sus manos tomaron mi cabeza para apretarla contra su concha.

¡Mi vecina había despertado!

Se hizo un flash en mi cabeza.

Por una parte me sentí un intruso, un vecino dentro de casa ajena; Era un sujeto abusando sexualmente de una mujer borracha; por otra parte esta chica estaba disfrutando un cunnilingus; también ambos estábamos desnudos; y la mujer me pedía más… Pese al pedido, me detuve, levanté mi rostro y miré la cara de Melina.

Vi una cara hermosa arrebatada por el placer, cuyos ojos parecieron rayos candentes al mirarme enojada ante mi pausa.

—Disculpame… Soy tu vecino… Dejame que te explique… -balbuceé.

—¡Ya se quien sos, estúpido! ¡Si dejás de chuparme, te juro que llamo a la policía y te hago meter preso…!

Mi cabeza se hundió en el manjar. Ahora, autorizado y con ella chorreante, moviéndose frenéticamente, logré sentir sus orgasmos en mi boca y cara…

Recompensa

Supongo que quince minutos después, adormecido sobre su concha, Melina me despabiló:

—Vecino… ¿Alberto, no? Disculpame, hace un rato fui una guaranga. Tengo mucho para agradecerte… Gracias… Me ayudaste; estoy en deuda con vos…

—Melina, no tenés nada que agradecer. ¡Para nada me debés algo! De casualidad, vi que te caíste del auto, y por supuesto que tenía que ayudarte… - sostuve con cierta formalidad.

Mi comentario provocó encantadoras risas suyas.

—¡Sos retierno! ¿Así qué de casualidad?...

—Si… ¿por…?

—Porqué se cómo me mirás todas las veces que salgo y vuelvo; y me gusta imaginarme las cosas que por mi hacés solito…

Quedé mudo.

—Vecino, ¡no te pongás mal!; ¡me encanta que te pajeés por mi! Y ya te dije que estoy agradecida por todo lo que hiciste por mí, y te voy a pagar… - aseguró.

—No sé por qué pensás que te espío y me masturbo… - balbuceé sin convicción – Además, ya te dije, no tenés nada que pagarme. ¡Me hacés sentir un héroe y nada que ver!

Melina, sonriente, se levantó, acomodándose la tanguita; hizo cuatro pasos, lentamente, dejándome admirar su hermosa espalda, culo, piernas. Luego giró su cuerpazo, me sonrió y bajó la bombacha hasta quedar desnuda.

—Me levantaste cuando estaba caída en la calle, demente de la borrachera; me trajiste a mi casa, me sacaste la ropa vomitada y limpiaste; después me pusiste en la cama… ¡Y me diste la mejor chupada de los últimos tiempos! ¡Qué ricos orgasmos me sacaste! Yo no soy ingrata… Decime, ¿vos acabaste? – preguntó.

—Este… no… todavía no…

—Bueno, te voy a hacer gozar rico y largar tu lechita… Y después te voy a dar un disco con mis fotos y videos, desnudita, cogiendo con tipos, chicas y en orgías. Vas a gozar mejores pajas… Además, te vas a llevar la tanguita mojada que me saqué. Y ahora, decime, ¿querés que te haga acabar chupando tu pijota?

—¿Y no puedo cogerte? – dije, casi rogando.

—Otro día culeamos… Te prometo que vas a dármela por adelante y atrás… Pero ahora estoy cansadita… Hagamos esto: te doy pete, y cuando estés por largar tu leche, te abro las piernas… ¿Te parece?

(Continúa)

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