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Mis dos familias - 01 de 10

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Carla me miraba apenada y también con enfado, Álex era diferente, como si supiera que esto iba a suceder tarde o temprano. Me sentía incapaz de contener las lágrimas. Me mordí el labio con coraje y miré para otro lado para perderlos de vista.

-¡Le partiría la cara a esa puta!  -Carla estaba realmente furiosa aunque hablara en condicional, todo lo contrario de Álex que se mantenía frío y distante, enjuiciando lo sucedido como siempre, suponiendo que lo ocurrido en la cafetería no fue el final de la historia.

Por sus palabras se podía pensar que estaba dolido después de que lo rechazara, pero estaba seguro de  que no hablaba por despecho, sería impropio de su noble proceder.

-Kilian no está exento de culpa, parece que también participaba muy gustoso. -le miré enojado, una cosa era que Kilian hiciera que me sintiera mal y otra cosa que él lo enjuiciara. En ese momento estaba enfadado con todos, por distintos motivos, hasta conmigo mismo por sentir lo que sentía y no poder aclararme.

El abrazo se rompió cuando Kilian nos vio y avanzó hacia nosotros, pude ver la sonrisa victoriosa de Samay haciéndola aún más hermosa. Comencé a caminar hacia donde me esperaba Don, como siempre sonriendo y cumpliendo su deber.

-Espera que te explico, no es lo que puedes creer.  -Carla sujetaba del brazo a Kilian evitando que avanzara más rápido y me alcanzara.

-¡Ah!, no la callaste cuando hablaba y saliste en su defensa delante de todo el mundo, ¿y no es lo que parece? hipócrita, déjale que marche tranquilo. -Carla estaba dispuesta a defenderme a toda costa.

-¡Telmo, por favor!  -escuchaba su voz hasta que cerré con fuerza la puerta del automóvil y tomé asiendo al lado de Don.

Los primeros kilómetros recorridos no me habló, aunque me sentía observado, hasta que colocó la mano sobre mi rodilla.

-¿No vas a decir algo?  -lo hice, pero hablé de otro tema y no sobre el que me preguntaba.

-¿Por qué me has venido a buscar? ¿Ha vuelto a marchar Lara?

-Tu madre ha tenido que viajar para ver las obras de una nueva tienda que va a abrir,  he pensado que nosotros podíamos ir a pescar y pasar el fin de semana fuera. -pasaba la mano con suavidad por mi pierna y se la sujeté con fuerza.

-¡Soy un tonto Don!, al final todo se vuelve contra mi.  -apretó mi mano y luego me dio unas palmaditas en el muslo.

-Estoy cansado, voy a tener que daros la razón en todo a ti y a Carla.

-También yo estoy harto de que te persiga y se aproveche de ti. En lugar de declararte vencido debías centrarte en lo que te es interesante y precisamente no es él.  -no era ese el motivo de mi desencanto, pero lo dejé estar.

-No lo amo Don, creo que nunca lo hice, solo lo deseaba, yo se lo daba todo y él lo tomaba, además Samay es tan bella que tenía todos los boletos para ganar, ella jugaba con ventaja al ser mujer, y para Kilian es muy difícil aceptar su bisexualidad.  -Don dejó escapar esa risa que sonaba a hueca, tan distinta de la que me gustaba escuchar.

-Es cuestión de tiempo, tu alejamiento en el verano os ira bien a todos, rechazaste a Álex que realmente te ama. -notaba como mi cara se ponía roja, me daba cierta vergüenza reconocer que escogí lo peor y no había vuelta atrás, tampoco era para que me lo recordara a cada momento.

-Don, consigues que me ponga rojo. -volvió a reír, ahora con ganas moviendo todo el cuerpo aferrándose al volante con fuerza, tensando sus grandes y velludas manos y poniéndose también algo rojo.

Llegábamos a su bonita y enorme casa, rodeada de un exuberante y gran jardín, que mi madre y yo compartíamos desde hacía once años con él, cuando este lugar nos lo ofreció como hogar.

(Fernando, don Fernando como lo llamaba mamá, que luego quedaría en un simple Don para mi.  En aquel momento le odie unas horas, pocas porque resulto genial.)

———————————

Lara y Javier, mis progenitores, se casaron muy jóvenes, y fui el único culpable.

Tenían 16 años cuando entre juegos, amor y sexo me concibieron. Por motivos que desconozco decidieron tenerme y permitirme que viniera a este mundo en lugar de deshacerse de mi.

Después de mi nacimiento vivieron cada uno en la casa de sus padres respectivos. Eran unos niños que jugaban a amarse y sacar la fogosidad de sus cuerpos jóvenes y hermosos, descubriendo los placeres del sexo…, y lo que podía conllevar.

Se vieron a escondidas el poco tiempo que podían y no habían escarmentado con lo que les sucedió conmigo, el lugar era la casa de un amigo de Javier, mi padre, pasaban ratos que aprovechaban en la cama, y resultó milagroso que mi madre no volviera a quedar embarazada. Así pasamos dos años, viviendo mi madre y yo, en la casa de mis abuelos maternos, gente humilde pero con lo suficiente.

Se casaron con dieciocho años, casi diecinueve, la edad que yo tengo ahora y me parece espantosa la responsabilidad que asumieron. Hablando de esa virtud tan poco practicada, creo que mi madre es la que logra ejercitarla un poco, y lo ha hecho siempre, salvo aquella primera época de su joven, alocada y enamorada vida. Mi padre es diferente y ha tardado en madurar.

Sus dos familias los ayudaron lo que pudieron y mi madre comenzó a realizar pequeños trabajos continuando estudiando, Javier lo dejó todo para, según él, ocuparse de mi, (alguno tenía que cuidar al mocoso) y de verdad que para mi lo hizo muy bien, por lo que puedo recordar.

Mis recuerdos, más o menos fidedignos, se remontan a cuando tenía seis años, de antes solo recuerdo inconsistencias que no podría afirmar que pasaron realmente.

Solo recuerdo momentos gratos, alguno que otro no tanto, pero no resultaron dañinos y fueron breves que se olvidaban en un momento.

Mi madre marchaba pronto a su trabajo y mi padre se encargaba de todo lo de la casa, sobre todo de mi. Me levantaba cogiéndome en los brazos y acunándome unos segundos hasta que abría los ojos, me daba el desayuno y sobre sus hombros me llevaba a la escuela, saltando y trotando por la calle, saludando a muchas personas que nos cruzábamos. Conocía a todo el mundo y con todos hablaba.

-Javi se te va a caer el chiquillo. ¿Qué tienes pensado hacer luego? Pásate por mi casa quiero que me arregles…, y el contestaba y sujetaba mis piernas con fuerza para que no me cayera.

A veces lo veía durante el recreo, allí estaba tras las rejas que cerraban el patio donde jugábamos, me hacía una señal para que me acercara y me daba un caramelo, también a los niños que iban conmigo. Varios amigos suyos nos gastaban bromas y nos animaban en el juego desde detrás de la reja, me sentía importante, él lograba que tuviera ese sentimiento.

Para comer me recogía y otra vez en sus hombros por la calle corría rápido. Era único e increíble. Las tardes, cuando el tiempo lo permitía, me llevaba al parque, y me sentaba para verle jugar con sus amigos, al fútbol, o a encestar unas canastas mirándome cuando le aplaudía. Tenía muchos amigos, todos lo eran y unos cinco o seis resultaban inseparables cuando tenían tiempo para reunirse. Esos años viví entre chicos jóvenes, todos rondaban la veintena, niños todos aunque para mi fueran mayores, y resulte siendo su juguete que se disputaban para llevarme en los hombros y hacerme rabiar…, y quererme.

En aquella temprana edad, me daba cuenta de que los chicos mayores tendían a protegerme, como si les saliera el sentimiento de hermano mayor o de padre para conmigo.

Resultaban días felices, y llegábamos a casa sudados y sucios, me bañaba y colocaba el pijama para que mamá me viera limpio cuando llegaba, a veces tarde y cansada por motivos de trabajo, decía a menudo que estaba harta metiéndose en la cama.

Llevaban un tiempo que a veces discutían y otros días reinaba la paz, los momentos más felices en familia.

-No puedes continuar así Javier, tienes que trabajar y ayudarme, las facturas no se pagan solas.  -y mamá parecía enfadada, entonces mi padre la abrazaba la cintura por detrás cuando estaba descuidada y la besaba el cuello.

-¡No! ¡No!, está el niño delante, no quiero.  -decía que no quería pero giraba la cabeza para que papá la besara en la boca ante mi sonrisa boba. La cogía en sus brazos como hacía conmigo y me guiñaba un ojo.

-Conecta la tele y mira los dibujos, enseguida volvemos.  -hacía lo que me ordenaba, me gustaban los dibujos animados, y envueltos en la música de Heidi en su montaña escuchaba como mamá gritaba, pero sabía que no era de dolor porque cuando volvían lo hacía muy contenta y abrazada a mi padre. Conseguía lo imposible, poner contenta a mamá y se que resultaba muy difícil.

Mi padre no conseguía un trabajo aunque sus amigos a veces trabajaban, él tenía que cuidarme y hacerme feliz, sin saber que iba a perderme.

Tenía cerca de ocho años, los iba a cumplir en poco tiempo y solo pensaba en los regalos y la fiesta que papá me prepararía en el bar del barrio, lleno de gente cantándome. Ese día no corría por la calle aunque me llevaba sobre los hombros como siempre y comenzaba a impacientarme. Se detuvo cerca del parque y se sentó colocándome sobre las rodillas.

-Voy a salir de viaje y no podré recogerte durante un tiempo, vas a ser muy valiente hasta que vuelva. Le decía a todo que si, no quería verle triste y lo estaba, era fácil darse cuenta.

En casa, era una de las pocas veces que sucedía, mamá estaba allí cuando llegamos, con una bolsa preparada en la entrada. Javier se arrodilló y sentía que me quebraba el cuerpo al apretarme tan fuerte.

-Voy a volver y te llevaré conmigo, te lo juro.  -le sentía la agitación al respirar dándome besos.

-Es mejor que marches ya, no lo pongas peor…

No cumplió su juramento, durante mucho tiempo no supe nada de él. -Lara me explicaría que se habían separado, por mi bien, y que lo vería cuando el juez creyera que podía.

Pasaron dos meses sin tener noticias, yo lloraba cuando mi abuelo era el que me recogía en la escuela y entonces sucedió, Don se hizo presente.

-Mañana vamos a comer fuera de casa, ¿nos han invitado sabes? En un restaurante muy bonito y luego iremos al parque de atracciones, necesito que te portes bien y seas amable con don Fernando.

Don Fernando nos recogía aquella mañana brillante de sol aunque fría, inicio de la primavera, con un coche que no entraba en nuestra calle por lo grande que era. Mamá había estado muy nerviosa desde que nos levantamos, primero me preparó a mi y me senté en una silla de su habitación mirando curioso como se arreglaba.

Salió del baño envuelta en una enorme toalla, cantando una canción muy tonta que apenas se escuchaba para calmarse los nervios, se quitó la toalla y empezó a darse crema por todo el cuerpo, sin darse cuenta de que me tenía a su lado.

No lo he dicho antes, pero en mi casa era normal que cuando resultaba necesario, tanto mamá como papá, se mostraran desnudos, papá más frecuentemente. En esta ocasión era como si yo no existiera o me hubiera vuelto invisible para ella. Se vestía y sentía…, analizar mis sentimientos resultaba imposible. ¿Envidia? Mamá resultaba bellísima.

A sus veinticuatro años era una diosa, en plena juventud y tan hermosa. No sabía el motivo pero yo así la veía con mis ojos de niño y papá siempre se lo decía poniéndola contenta.

Don Fernando era un hombre mayor que mamá, bastante mayor, casi era el doble, luego sabría que solo eran diez años, pero más grande que papá, moreno y me imponía verle al principio tan serio. Me sentía minúsculo y tímido ante él como si pudiera pisarme y aplastarme contra el pavimento.

Sonreía abriéndole la puerta del coche a mamá y luego abrió la de atrás.

-Venga Telmo, entra ya.  -sabía mi nombre y supuse que mamá se lo había dicho, eso me sorprendió, y había algo en el tono grave y a la vez dulce de su voz que logró que lo viera de otra forma, pero seguía algo enfadado por tener que estar con un desconocido.

Durante la comida, como había dicho Lara, la tuvimos en un restaurante muy grande donde nunca había estado, solo conocía los bares del barrio donde Javier me llevaba para estar con sus amigos, entonces don Fernando se dirigió a mi.

-Creo que te gustan las atracciones de feria, luego iremos si tu quieres. -levanté la mirada y él me observaba curioso.

-Mi papá me llevó una vez con sus amigos, lo pasé muy bien aunque no monté las veces que quería. -esa risa, que se haría tan entrañable y conocida, sonó por primera vez.

-Podrás montar las veces que quieras, siempre que no se haga de noche.

-¿De verdad podré hacerlo? A papa no le llegaba el dinero.  -entonces Lara me quitó la alegría en un segundo.

-Nunca tenía dinero…, solamente para gastarlo con sus amigos.  -note el rencor en su respuesta y además eso no era cierto, Javier era bueno y generoso con sus amigos y a mi me compraba todo lo que podía.

-Lara, ¡por Dios! no le hables así al niño de su padre.  -no me lo podía creer, ese hombre desconocido estaba defendiendo a mi héroe, levanté la mirada y le ofrecí una tierna sonrisa que él me devolvió aumentada. Terminaba de conquistarme el corazón para siempre.

En el parque de atracciones quería montar en una atracción donde necesitaba acompañante, a mi mamá la asustaba y se negaba a acompañarme, cogí la mano de don Fernando.

-Por favor don Fernando monta conmigo.  -segunda vez que se reía y sujetó mi cintura con sus dos grandes manos elevándome sobre su cabeza.

-¿Me vas a llamar tan ceremonioso, como hace tu mamá?  -me movía horizontal en el aire y luego me depositó en el suelo.

-Suena muy largo, ¿no te parece? Puedes llamarme Fernando.  -me revolvió el cabello.

-Como quieras Don… -y ahí me quedé suspendido al darme cuenta de que iba a repetir lo mismo. Hasta mamá se reía en ese momento.

-Me acabas de bautizar otra vez, de acuerdo, me gusta ese nombre, para ti seré Don.  -y así lo llamé desde entonces. Me cogió la mano y me llevó a su lado.

-Vamos a por los tickets, te mereces dos viajes.  -me sujetaba muy fuerte para que no me moviera cuando la atracción daba saltos y no saliera volando.

Resultó una tarde muy bonita donde yo no dejaba su mano, y vinieron otras tardes donde ya esperaba impaciente que su coche apareciera por la calle para bajar saltando las escaleras y lanzarme en sus brazos.

Mamá también parecía contenta, aunque se quejaba de los mimos que Don me daba a cada momento que pedía algo.

-Es solo un niño Lara, déjale que sea feliz.

Un tiempo después mamá se casó con Don, en el ayuntamiento donde fui el personaje principal llevando los anillos, marcharon de viaje y quedé a cargo de mis abuelos, y cuando volvieron nos fuimos a vivir con él a su casa.

Seguía sin tener noticias de mi padre y a veces, sin darle ese nombre, Don lo suplía ocupando su lugar. No me pedía que le llamara papá aunque actuaba como si lo fuera.

———————————

En el momento de entrar en casa me sujetó por el brazo impidiéndome avanzar.

-Aun hay tiempo, puedes llamar a alguno de tus amigos para que te acompañe y no te aburras, aunque también tendrás algo que estudiar.

-¿A Kilian para que me pida perdón? ¿A Carla para que me persiga con sus incesantes consejos? ¿O a Álex? Ahora tiene a ese amigo nuevo que se ha echado, prefiero que vayamos solos por esta vez. -no pareció que le gustara la idea.

-¿Le rechazaste y ahora pareces celoso? Vale, prepara algo de ropa para ponerte y que sea de abrigo para salir a la mar…, sigo sin entender que te negaras a intentarlo.

-Ya vale, sí, cometí un error, todos nos equivocamos.  -Don me dio la callada por respuesta, no estaba dispuesto a discutir conmigo.

Para Don y Carla Álex resultaba lo mejor del mundo y me lo colocaban siempre ante los ojos, sin darse cuenta de que ellos hacían que escapara de él, y era cierto que me estaba interesando, pero había tomado una decisión y soy muy cabezota.

En realidad si era mi amigo, pero un amigo diferente a Kilian aunque ahora éste me daba lo mismo. Y no sabía de donde sacaban ellos el que Álex me seguía queriendo, después de que le rechazara.

Teníamos una hora y media para llegar a Rianjo y Don me entregó las llaves del coche para que yo lo llevara. Emprendimos el camino, sin correr demasiado, sabía que a Don no le gustaba que me arriesgara.

-Llamaré para que no olviden encender la calefacción. -sentía un escalofrío recorrerme la espalda, pensando que en aquella enorme casa o pazo, como allí los llamaban, no hubiera calor.

Las grises paredes de piedra nos recibieron con el torreón almenado, en el que jugaba de niño con una espada en el cinto creyéndome un caballero medieval, Bento me acompañaba, el hijo de Amalia y único niño al que encontraba.

Amalia nos esperaba en la puerta y se apresuró a recogernos las bolsas mientras saludaba.

-Boa tarde señor.  -la buena mujer hablaba atropellada en gallego.

-Amelia, en español, sabes que Telmo no te entiende muy bien.

-Con permiso, perdón señor. He pedido a Bento y Candela que se presenten para atenderlos. -Don se quedó pensativo unos segundos.

-Está bien pero solo hemos venido a pasar el fin de semana. Si Telmo no quiere salir de pesca tendrá compañía. Hoy cenaremos en el pueblo no tienes que preparar comida. -agarró su maleta para dirigirse a su habitación y yo hice lo mismo.

-Bento quiere acompañarle mañana si al señor no le molesta. -nos detuvimos un momento para responderla.

-De acuerdo, ayudará en el barco, son otras dos manos.  -empleé cinco minutos en sacar mis escasas pertenencias y depositar los apuntes que tenía que revisar en el escritorio y me dirigí a su habitación para ver si estaba preparado.

Antes había mirado los mensajes pendientes en el móvil que no quería contestar aunque muy escueto lo hice.

De Carla: ¿Nos vemos mañana? Ya he quedado con Álex…, este es mi tercer mensaje.  Respuesta: Estoy con mi padre en el pazo, os veré a la vuelta.

De Kilian: Se aprovechó de un descuido, lo que viste no lo quería, y necesito verte.  -ya estaba su justificación, algo les había salido mal y me necesitaba como sustituto. Respuesta: Fóllatela si se deja o hazte una paja.

De Álex: Parece que Carla quiere sacarnos de casa, la he dado el ok, lo siento Telmo, aunque a ti te moleste le rompería la cara.  -qué afán tenía este chico por resolver mis problemas sin que nadie le llamara. Respuesta: No la hubo.

De Carla al instante: ¡Mamón, no me lo habías dicho!  Respuesta: Apagué el móvil.

Llegamos a la pequeña taberna en el barrio del puerto marinero, todos los hombres conocían a Don y nos pidieron un vino de la tierra mientras hablaban preparando la salida de mañana, hombres rudos pero amables con nosotros, le conocían de toda la vida y él se encontraba entre ellos como si fueran sus íntimos amigos.

En realidad Don tenía invertido bastante dinero en su negocio de pesca, para ellos su forma de vida y para Don un entretenimiento cuando estaba en la costa y una forma de ayudar a sus amigos.

Continuara…

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