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Mónica y Susana

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Se conocían hacia unos meses, quizás el suficiente tiempo como para haberse dado cuenta que su relación era diferente al resto de las amistades que hasta aquel entonces habían tenido.

Susana estaba en su habitación como cada tarde, escuchando música, sentada, ojeando el móvil, de pronto algo le llamó la atención y le pareció muy curioso, la mayoría de los mensajes eran de Mónica. No le dio mayor importancia.

Mónica había llegado nueva a la ciudad y todavía estaba algo confusa por el lío de la mudanza y el cambio de amistades, de clima... En el sur siempre estaba soleado, pocos días de lluvia, en cambio en León el frío era tremendo, apenas conocía gente de su edad, pero tampoco lo echaba de menos porque contaba con el apoyo incondicional de Susana.

Ambas estaban libres de problemas amorosos, las relaciones a distancia no le convencían a Mónica y poco antes de saber que se mudaba lo dejó con el chico que salía, al que tampoco le supuso mayor trauma, y Susana hacía mucho que no se le conocía un novio.

Se encontraban las dos amigas tomando una cerveza, compartiendo el último cigarrillo que les quedaba y hablando sobre un libro que acababan de leer, cuando Mónica, sin saber por qué, se quedó mirando fijamente a los ojos a su compañera de tertulia, embobada, a lo que la otra le respondió con una sonrisa y chasqueó los dedos para que despertase. Reaccionó de la forma más natural que pudo y le hizo saber lo bonito que eran sus ojos, tanto que se quedaba prendada mirándola mientras hablaba y comenzaron a reír.

Pasaban los días, cualquier excusa era suficiente para quedar y verse un rato, cuando no estaban juntas era como si les faltase algo, comenzaron a bromear con que parecían novias, pero siempre sin sospechar hasta qué punto se necesitarían.

Una tarde en casa de Susana mientras escuchaban la radio se enteraron de que su grupo favorito venía a tocar a la ciudad, sin pensarlo dos veces fueron a por las entradas y comenzaron a planear el día del concierto.

El piso de Mónica estaba mucho más cerca de la sala del concierto, así que después de la juerga se quedarían en su piso, así, si bebían más de la cuenta, no tendrían problemas.

Todo parecía perfecto.

Una tarde, se había preparado Susana para dormir la siesta, cuando le llegó un mensaje a su móvil. Le entró una especie de alegría extraña al ver que era de su amiga.

“ESTOY NERVIOSA POR EL CONCIERTO Y TU? OYE TAS DAO CUENTA D Q MÑN DORMIREMS JUNTAS X 1ª VEZ?? XDDD”

Aquel mensaje hizo que comenzara a darle vueltas al asunto, en todo el tiempo que se conocían siempre había pensado que dormir juntas no tenía mayor trascendencia, puesto que era algo muy común entre amigas, pero le iba a costar mucho tenerla a su lado plácidamente dormida, con su olor a jazmín, tan dulce, y contenerse el deseo de darle un abrazo sin que pareciera algo más.

No sabía que le ocurría con ella y tampoco si Mónica compartía ese comedero de cabeza. Se sentía confusa.

Voluntaria o involuntariamente, comenzó a visualizar situaciones imaginarias sobre esa noche, su mente fantaseaba con lo que podría suceder o no...

El concierto fue estupendo. Eufóricas por el ambiente, la música y las copas pasaron las horas rápidamente. Mónica fue sorprendida en más de una ocasión hipnotizada por el contoneo del cuerpo de su amiga al compás de la música, sus miradas se clavaban durante unos breves segundos. El concierto llegó a su fin.

Caminaban por la calle para llegar al piso de Mónica, que vivía sola, el lugar no era demasiado ostentoso pero si acogedor y agradable, el frío apretaba y el modelo que lucían no era demasiado apropiado a la temperatura reinante. Apresuraron el paso.

Susana llevaba puesto un vestido negro ajustado, muy cortito, que insinuaba su generoso cuerpo de mujer, y una chaqueta, con sus tacones y la melena de pelo negro y sedoso deslizándose brillante por sus hombros.

Mónica era su contrapuesto y llevaba un vestido igual pero blanco, (les encantaba ir de compras juntas) también con una chaqueta y tacones blancos a juego, preciosa, pelo rubio muy largo, caderas pecaminosas, escote vertiginoso, parecía un ángel...

Iban muy conjuntadas y muy monas, y con aquellos modelitos ajustados a sus curvas, despistaban las miradas de toda la gente. Anduvieron diez minutos y por fin llegaron al piso.

Era acogedor, repleto de pequeños detalles, muy alegre. El pasillo les condujo a la habitación, pusieron la calefacción a tope y se desvistieron.

Era la primera vez que se veían en ropa interior y ambas se ruborizaron un poco. Se lavaron los dientes y se sumergieron bajo el edredón de plumas. Estaban un poco tensas, y a Mónica le pareció una buena manera de romper la tensión comenzar a hacerle cosquillas a Susana. Mónica empezaba a tomar gusto al tacto de aquella piel.

Entre risas y carcajadas, por algún motivo pararon radicalmente y se quedaron mirándose fijamente. Los ojos color café de Susana se perdían en el azul eléctrico de los ojos de Mónica, sus rostros estaban a pocos centímetros y un segundo después sus labios se rozaron por primera vez, fue un beso fugaz, suave y delicado a la par que tímido. Con la respiración cortada, sentían que sus corazones estallarían de un momento a otro por el torrente de emociones que las embargaba.

Lejos de arrepentirse de lo que acababa de suceder, las dos amigas, se sintieron más unidas que nunca y se abrazaron como si lo necesitaran para seguir vivas. El roce de sus pieles les producía miles de sensaciones nuevas, continuaron besándose. Mónica paseaba su lengua tímidamente por los labios de Susana, se fundieron sus bocas en un laberinto de tensión contenida que desembocaba en pasión sin medida repartida por sus besos.

Mónica paseaba sus manos lentamente por la espalda de su amiga, memorizando cada centímetro, acariciándola con extrema delicadeza, saboreando el tacto de su piel de melocotón mientras seguían besándose. La temperatura de la habitación subía y subía aún más, bajo aquel edredón.

Disimuladamente Mónica le desabrochó el sujetador y liberó sus pechos, armoniosamente compuestos, ni demasiado grandes ni demasiado pequeños, Susana tenía un cuerpo divino, morena, labios carnosos, de expresión intensa, y en aquellos momentos se encontraba a total disposición de Mónica que comenzó a dibujar con sus dedos los pezones erectos de su querida amiga, la cual se mostraba receptiva y entregada a la impulsividad de su compañera, que tomando el control, se colocó sobre ella y con sus labios comenzó a sembrar de besos el torso de Susana; la recorrió con sus manos mil veces, hasta que se decidió a rozar levemente la entrepierna y temblorosa continuó, percatándose del grado de excitación al que había llegado gracias a las caricias de Mónica.

Sus miradas se cruzaron una vez más, como si buscara el consentimiento en los ojos de Susana. Decidida fue bajando entre besos y caricias por aquel maravilloso cuerpo.

Susana sentía el calor de las mejillas de Mónica entre sus piernas, sentía su aliento, sus labios aproximándose a su sexo. Lentamente aumentaba la presión que estaba ejerciendo con la punta de su lengua sobre el clítoris de Susana, y con movimientos varios se hundía más y más, percibiendo el goce de aquella escultural mujer que se contorsionaba, sintiendo cómo se agitaba y cómo pedía más, saboreaba cada lametón que le daba, y la sentía bajo su dominio, bajo su voluntad, el ritmo era frenético, la pasión inundaba el ambiente, el silencio de la habitación se veía interrumpido por los jadeos y gemidos de Susana, quien finalmente alcanzó un éxtasis que le hizo vibrar todo su cuerpo, estallando en una felicidad indescriptible. Temblaba de emoción.

Mónica se sintió orgullosa al recibir un abrazo por parte de Susana, lleno de gratitud y complicidad.

Acto seguido, Susana vio interrumpido su picaresco sueño con una llamada al timbre de la puerta, algo confusa se levantó de la cama, se había quedado dormida y no se había dado cuenta, y vaya sueño! Pensó.

Se dirigió hasta la puerta y ojeó por la mirilla.

Era Mónica...

- Ey! Moni, que pasa? No pensé que fueras tú cuando escuché el timbre...

-Bueno, es tarde y no me apetecía cenar sola, pensé que con un poco de suerte, te gustaría cenar conmigo. ( En realidad, había estado toda la tarde acordándose de ella, por eso no aguantó más y se fue a verla.)

Entonces Susana se percató de que Mónica traía un par de bolsas con lo que parecía iba a ser la cena.

Se agachó y la ayudó con una de las bolsas, y bromeando le dijo:

-¿Si has traído la cena, supongo que también habrás preparado el postre, no? Jajajajajajaja

Y Mónica le respondió con mirada pícara:

-¿Tienes nata en la nevera?

Aquí fue cuando Susana, sorprendida por la reacción de su amiga, se tropezó con el sofá, y ambas comenzaron a reírse de la situación.

Mónica se apoderó de la cocina, repartió la comida preparada entre los dos platos, los metió al microondas y en unos minutos ya estaban sentadas a la mesa, mientras que Susana descorchó una botella de un vino que llevaba en el piso algún tiempo esperando a que llegara el momento de abrirlo.

Cuando por fin estaban en la mesa, la una frente a la otra, brindaron con el vino.

-Hay que brindar por algo Susana, que si no, no tiene gracia, mujer.

-En ese caso, brindemos por nuestra amistad, para que siga siendo la mejor.

Alzaron sus copas, se miraron a los ojos y bebieron.

Durante la cena, conversaron con normalidad, pero les costaba mirarse fijamente a los ojos, porque a los pocos segundos alguna de las dos desviaba la mirada, aun así en una ocasión, mantuvieron sus miradas durante largos segundos, y sintieron que el corazón se les aceleraba, incluso se ruborizaron.

Terminaron de cenar, recogieron la mesa y se sentaron en el sofá.

-¿Te apetece ver alguna película de dvd?

-No, pon la tele a ver que dan, no tengo ganas de ver una película.

Respondió Mónica, que se sentó a su lado. Susana optó por dejar un canal donde estaban dando tomas falsas y cosas así, divertido.

Mónica llevaba su melena rubia recogida en una cola, con algunos mechones de pelo sueltos. Llevaba una camiseta azul ajustada y unos pantalones vaqueros que le hacían un trasero muy mono.

Mientras Susana estaba absorta con el programa de televisión, Mónica la observaba, con su pelo negro azabache a media melena, tan brillante, unos labios sensuales, sin maquillaje alguno, tan bella. Pensativa, se levantó y se dirigió por el pasillo que llevaba a la cocina y al baño, Mónica abrió la nevera, cogió el bote de nata, y regresó al salón con las manos en la espalda, para que Susana no la viera.

Susana dirigió su mirada hacia su amiga y la vio allí de pie, y bromeando una vez más, pero esta vez con picardía por su parte, le dijo:

-En la tele no dan nada, vamos a por el postre o que pasa?

Haciendo alusiones al comentario de antes.

Cuál sería su sorpresa al ver que Mónica, en una de sus manos sostenía el bote con la nata...

-Yo pienso lo mismo.

Se volvió a sentar a su lado, dejó el bote en la mesa y acarició la mejilla de Susana suavemente con su mano, mientras miraba a sus ojos y le confesaba que ya no podía seguir obviando el montón de sentimientos que le producía el estar a su lado, que quería comprobar si lo que sospechaba era cierto, y necesitaba besarla más que a nada en el mundo.

Susana no contestó, simplemente acercó sus labios con lentitud hasta rozar los labios de Mónica y se besaron tímidamente.

Acto seguido se separaron y apartaron sus miradas, Mónica miró su reloj de pulsera.

-Es tarde, creo que mejor me voy.

Se puso de pie, hizo un gesto de despedida y se marchó. Al salir a la calle, se quedó parada un minuto delante de su coche, vaciló con la idea de regresar, pero aun así, se montó en el coche y se marchó.

Susana estaba muy confundida, no tenía duda que le había agradado mucho aquel beso, pensaba que quizá a Mónica le sucedió lo contrario y por eso se marchó tan rápido.

Empezó a lamentarse por lo ocurrido, porque ella había sido la que se había acercado a besarla, pero todo lo que precedió al beso, las palabras de Mónica, no tenía sentido que saliera huyendo, y la nata?

Con un incipiente dolor de cabeza decidió acostarse y esperar las explicaciones, si las hubiese...

Mónica en su cama, leía viejos mensajes de Susana en su móvil, aquella chica la enternecía sólo con recordarla un instante, ahora ya sabía que lo que sentía era correspondido, porque Susana se acercó a besarla, pero no impidió que se marchara, con sólo una palabra se habría quedado a pasar la noche pero, se quedó callada, Susana no dijo nada, eso la confundía un poco, y a la vez se alegraba de haberse marchado, porque no quería forzar la situación entre ellas, la idea de la nata era tentadora... pero no quería perderla. El sueño la vencía y se durmió.

Pasaron dos días antes de que se volvieran a ver. El fin de semana ninguna dio señales de vida. El reencuentro tuvo lugar el lunes por los pasillos de la Facultad de Historia.

Se saludaron y ninguna de las dos parecía dar el menor interés a lo sucedido, el resto del día transcurrió con normalidad, sin ningún tipo de comentario respecto a lo acontecido.

Por la tarde, coincidieron de nuevo en la Biblioteca. Mónica estaba sentada en una de las mesas, Susana la vio y ocupó un sitio a su lado.

Conversaron en voz baja para no molestar a nadie.

-¿qué estás estudiando?

-Estoy buscando imágenes de orfebrería medieval...

-Tenemos una conversación pendiente Mónica... a ver cuando hablamos de lo que pasó... me salgo a sentarme en el parque de ahí fuera, ¿vale?

Mónica asintió con la cabeza. Susana se marchó mientras su amiga seguía sus movimientos de cadera con la mirada, recogió sus cosas, y salió a buscar a Susana.

Mientras caminaba hacia el parque intentaba visualizar alguna posible conversación pero no tenía ni idea de cómo terminaría aquel asunto.

Un sol espléndido, la frescura de los árboles, los pájaros revoloteando.

Encontró a Susana sentada en el césped con las piernas cruzadas y se colocó frente a ella.

-Aquí me tienes, ¿qué me querías preguntar?

-Bueno, creo que lo del otro día en mi casa, no sé, tu qué opinas...?

Mientras miraba hacía el suelo y tocaba las hojas de césped con la mano, nerviosa.

- ¿que qué opino? (...) pues... bueno, no me arrepiento de lo que ocurrió... es más, me arrepiento de lo que no ocurrió...

A Mónica se le iba a salir el alma, no sabía de donde había surgido aquel valor para contestar de la forma en que lo hizo.

- Yo tampoco me arrepiento de nada...hace mucho que lo deseaba, pero no creía que tú me correspondieras... y el otro día me dijiste esas cosas, y no pude evitarlo más, tuve que besarte, pero al marcharte, pensé que me había equivocado, no sé... tú dirás

- Bueno Susana, no quería forzarte a nada y preferí esperar a que vinieras a hablar como estamos haciendo ahora. No puedo evitar sentir esto por ti y me encantaría si a ti te pasara lo mismo, es así??

-Si.

Mónica se aproximó a Susana y se besaron.

- Tengo el coche aparcado aquí mismo, vamos a mi casa. Sugirió Susana.

Entraron al piso, al cerrar la puerta, Mónica, acorraló a Susana contra la misma, la miró con sus ojos azules, irresistibles, se acercó a su cuello, y susurró:

-Me muero por hacerte mía...

Y besó su cuello, mordió su oreja y cuando la tuvo en sus manos, la besó: entreabrieron sus labios y sus lenguas se abrazaron, engarzadas en un beso apasionado, dulce, sensual, acariciándose con sus manos en la espalda.

Mónica le cogió las manos a Susana y las sujetó con las suyas hacia arriba por encima de sus cabezas. Los besos se transformaban en salvajes, Susana sentía como la pasión inundaba sus venas y Mónica estaba muy excitada, comenzaron a desnudarse y en pocos segundos estaban revolcándose por la alfombra del salón.

Mónica sobre Susana, su melena rubia cubría sus pechos, y las manos de Susana los acariciaban con sabiduría. Mónica se abalanzó sobre su amiga y continuaron besándose, el roce de sus cuerpos las excitaba, el perfume de sus pieles sudorosas por la temperatura del ambiente, tan caldeado, era embriagador.

Susana le susurró a Mónica - las dos a la vez... - y fue necesario para que ésta se girase y tomaran posición de 69.

Mónica con sus finos y habilidosos dedos empezó a rozar levemente con sus yemas el monte de Venus mientras que Susana recorría con su la punta de su nariz sin apenas rozarle el sexo.

La tensión era muy grande y al instante comenzaron a regalarse placer. La rubia angelical recorrió cada hendidura con sus dedos, para pasar a acariciar con su lengua tan gustoso manjar, mientras la morena sentía que se deshacía en gemidos a la par que relamía y succionaba los labios, iban a estallar de placer.

A pesar de ser el primer encuentro con una mujer para ambas, lo hicieron muy bien, porque se conocían lo suficiente como para complacerse en cualquier sentido.

Con el último suspiro, se abrazaron mientras se miraban a los ojos, era increíble lo que acababan de hacer, era magnífico.

Se acariciaban muy despacio con la punta de sus dedos, Mónica recorría la espalda de Susana, no hablaban, solo se admiraban.

Y no era necesario romper aquel silencio.

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