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Encuentros con Sofía (Cap. 2)

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Fantaseando con Sofía

Cada vez que leo un relato nuevo, me doy cuenta de cuantos encuentros con Sofía fueron desperdiciados a través del tiempo. Ahora comprendo que muchas situaciones no fueron aprovechadas por mí, tal vez por inocencia o por qué simplemente fui un tonto.

Ahora solo puedo imaginarme, las innumerables ocasiones en las que Sofía debió haber estado en un choque interno de emociones, ya que, en más de una ocasión, ahora con la experiencia que tengo lo comprendo, las insinuaciones que me hacía. Y yo muchas veces por ese respeto de hijo a madre, no las vi. Si pudiera regresar en el tiempo y aprovechar todas y cada una de ellas, estoy seguro que nuestra vida hubiera sido diferente, en todo ámbito.

Entiendo aquellas frases que en alguna conversa que tuvimos ya mucho tiempo después, en las que me pedía disculpas por lo mala madre que había sido y que tal vez por sus “pecados” ya sean solo en pensamiento o tal vez en acción con ella mismo, eran la causa de una enfermedad que años más tarde le afectaría. Yo nunca podría decir que fue mala madre ni tampoco mala mujer, al contrario, siempre fue un ejemplo en todo sentido, en esa época no entendía a que se refería.

Por ejemplo, las innumerables ocasiones en las que pude verla en ropa interior, a propósito, o por casualidad, o tal vez gracias a que en la casa en que vivíamos no tenía muchos acabados, ya que nos pasamos a vivir a ella así, para dejar de pagar arriendo se invertir ese dinero en algo propio.

Recuerdo que Sofía siempre vestía elegante, ya sea entre semana para ir a su trabajo en esa institución del estado, donde ella vestía por lo general un traje de dos piezas, una falda hasta por encima de la rodilla y una chaqueta que le hacía juego, su blusa de manga larga y sus inolvidables zapatos de taco que avisaban su presencia al caminar por el sonido de sus pasos, y qué decir de esas medias de nylon que siempre me han gustado, porque me recuerdan sus piernas.

Los fines de semana seguían vistiéndose de manera informal pero elegante, se ponía vestidos, o se vestía con un pantalón de mezclilla y blusas de variados colores. Rara vez se ponía ropa deportiva. No era muy apegada a hacer deporte, pero a pesar de eso, se mantenía muy pero muy bien, y en las fiestas era el centro de mirada o en la calle robaba una que otra mirada lasciva, ya que era muy sensual.

No importaba cómo se vistiera, siempre resaltaba su figura, se darán cuenta que me encanta hablar mucho de ella en cada relato, su metro sesenta de estatura, caracterizada por su pequeña cintura, sus pechos bien formados, sus anchas caderas, ese trasero en forma de durazno y esas piernas tan deliciosamente hermosas. Por lo general su cabellera suelta, lacia de nacimiento, pero le encantaba hacérsela ondular, personalmente me encantaba verla así.

Y el hecho de que la casa no estuviera terminada, hacía que tuviéramos algunas situaciones especiales, por ejemplo, el cuarto donde Sofía dormía, no tenía cerramiento, ya que la pared divisoria no estaba hecha y habíamos puesto unos armarios a manera de pared, y tampoco tenía puerta. Es decir, no tenía una privacidad al 100%, de hecho mi habitación no tenía puerta por ejemplo.

Eso me daba la oportunidad de que al pasar cerca de su “habitación”, en muchas ocasiones la vi vestirse. No creo que ella no se haya dado cuenta, más bien ahora que pienso, estoy seguro que lo hacía a propósito.

Verla sentada en el filo de su cama, solo puesta su sujetador y unas bragas, que para muchos no parecerían sensuales, pues para mí siempre lo fueron, sentada ahí poniéndose esas medias de nylon tipo pantalón, luego ponerse el resto de sus prendas. Nada más de recordar esta imagen, me entra de nuevo la excitación de verla.

El hecho que no hiciera ejercicio, hacía que tenga su pancita, pero eso no impedía que fuera una mujer que me volvía loco y ser origen de la mayoría de mis sesiones masturbatorias.

En varias ocasiones, me pedía que le ayudará a subir el cierre de su falda o vestido, y yo supuestamente de mala gana le ayudaba, mientras en mi interior le comía con la mirada ese trasero perfecto, y recorría cada parte de su cuerpo con la vista, para guardarlo en mi mente y luego desahogarme solo en el baño, o en alguna sesión masturbatoria con sus prendas de vestir.

Me encantaba verla caminar, mover sus caderas, moverse de izquierda a derecha con ese ritmo embriagante que solo ella tenía. Verla subir las gradas era la visión más perfecta que tenía para contemplar ese hermoso trasero, esa cintura, y esas piernas que eran mi delirio.

Muchas veces discutíamos, porque tanto ella como yo teníamos el carácter muy fuerte, y al ser del mismo signo, sin embargo, a la vez nos complementábamos bien. Ella siempre trato de ser muy dura, ya que su papel fue el de padre y madre para mí, lo cual agradeceré por siempre, ya que me hizo como soy.

Y como deseaba a esa mujer, tanto así, que una vez mientras ella cocinaba yo busqué algún tema de conversa para estar también en la cocina, lo cual no era muy común en mí, no le ayudaba, pero si me ponía tras el muro que había en la cocina, y allí medio reclinado podía apreciarla o morbosearla, mientras ella me daba la espalda, contemplaba sus movimientos, su cintura, sus piernas y ese trasero que tenía loco, el cual se movía al ritmo de refregar los trastes o de batir algún platillo. No recuerdo el tiempo que estuve contemplándolo e imaginándome sobarla, acercarme a ella y tomarla de la cintura, besarla en el cuello. Pero tanta era mi excitación, que terminé frotándome contra el muro, acabé ahí mismo dentro de mi pantalón, como no pudo ella darse cuenta de eso, me pregunto ahora. Más cuando yo salí a mi habitación a cambiarme, casi corriendo.

Además, yo no era muy cuidadoso, según recuerdo, con mis prendas sucias, las cuales por lo general las echaba a la ropa sucia, todas manchadas de líquido seminal, el cual luego endurecía en mis interiores, y ahora pensando bien, si me comentó algo de que yo mismo debería lavar mis interiores ya que los “ensuciaba mucho”. Y por eso era cuidadoso de cuando ensuciaba algún interior robado suyo en alguna masturbación, pues lo lavaba y lo dejaba de donde lo cogía. Esto me da más certeza de que ella sabía lo que yo hacía en su nombre.

Pero, volviendo a la escena de la cocina, ¿Qué hubiera pasado si ahí, me hubiese atrevido a acercarme a ella y tomarla de la cintura, en lugar de salir corriendo?

Ahora dejaré volar mi imaginación, un poco de realidad, un poco de exageración....

Un día cualquiera, luego de clases, cerca de la hora del almuerzo, entré en la casa y me dirigí a la cocina a saludar a mi madre Sofía, pero al verla de espalda haciendo sus labores y como estaba vestida, me excitó mucho. Llevaba su falda negra de corte recto, le llegaba un poco más arriba de la rodilla, y eso me permitía contemplar sus piernas enfundadas en esas medias nylon color carne. Su blusa blanca por fuera de la falda y arremangadas las mangas, su tela un tanto transparente y me dejaba apreciar el sujetador negro que llevaba, uno que ya conocía de mis múltiples exploraciones en su cajón de ropa íntima. Se había sacado sus zapatos y llevaba unas zapatillas más cómodas. Su cabello estaba recogido a media cola y llevaba puesta un delantal de cocina para evitar mancharse su ropa.

No tenía la costumbre de saludarla de beso en la mejilla, solo llegaba y le pedía la bendición y listo. Pero ese día no sé qué me pasó y me acerqué a ella a saludarla.

-La bendición le dije, mientras por la espalda me acerqué y le di un beso en la mejilla. Pude apreciar el aroma de su delicado perfume, el cual también ya conocía muy bien.

-Dios te bendiga, me dijo, en un tono un tanto sorprendido, mientras giraba un poco a verme y terminar preguntándome, ¿y que fue eso?

-Discúlpame si te molestó, no lo vuelvo a hacer, en tono aparentemente ofendido, le dije.

-No es eso, solo que me sorprendiste, quiso remediar la situación. Como nunca lo has hecho… dijo

-No sé, le dije, entré, te vi y me dio ganas de hacerlo

-Yaaa, me contestó, mientras se daba la vuelta para verme de frente

Al verla de frente, pude ver ese rostro angelicalmente hermoso suyo, esos ojos color café, que con el reflejo de la luz del sol que entraba por la ventana de la cocina se veían más claros que de costumbre, esos labios carnosos y perfectamente delineados con el labial de un color entre rojo y rosado, seductores como ningunos. Sus cejas perfectamente delineadas y sus párpados sutilmente sombreados, definitivamente sabía cómo arreglarse.

Pero algo me llamó la atención más todavía, por estar cocinando, seguramente probó algo de comida y tenía en la comisura de su boca, en el lado izquierdo específicamente, un poco de salsa, de la que estaba preparando.

Yo sin dudarlo, estiré mi mano y mientras colocaba mi mano derecha en su rostro, a manera de caricia, con mi pulgar limpiaba los restos de esa salsa, lo hice lentamente, delineando su labio inferior y limpiando esa salsa. Pude ver cómo se ruborizaba, mientas me miraba a los ojos, yo la miraba con ojos de deseo, seguramente se dio cuenta de ello.

La limpié y dirigí mi pulgar a mi boca, mientras saboreaba lo que le había limpiado le dije:

-¡Que deliciosa!! Exclamé, mientras recorría con mi mirada todo su rostro, y me grababa en la mente la forma de sus cejas, su nariz, sus ojos, su boca, todo su rostro, como para nunca olvidarlo. Nunca la había visto así de frente, me daba cuenta de lo hermosa que era.

-¿Qué te pasa?, me preguntó, poniéndose roja como un tomate.

-Nada, insistí, habló de la comida, tenías un poco cerca de tu boca.

-Yo creía que... más roja todavía, me dijo

-¿Creíste qué?, le interrumpí

-Nada, olvídalo, me dijo, mirando hacia un costado

-¿Acaso creías que me refería a ti?, pues tu eres una mujer muy hermosa, no lo niego, si nunca te lo he dicho es porque eres mi madre y me da recelo, pero eso es lo que pienso en verdad

-¡Cállate!!, me dijo, me haces sonrojar mucho, mientras no sabía hacia dónde mirar, terminó diciendo

-No sé qué me pasó, le dije. Pero sin dudarlo, le tomé su rostro con mis manos, mientras la hacía mirarme, y le decía.

¿Pero porque negarlo?, tú no eres bonita, esa palabra se queda corta contigo, eres hermosa, muy hermosa, y no solo hablo de tu rostro, sino de toda tu, tienes una figura que vuelve loco a cualquier hombre

-¡Estás loco!! me decía, una vieja como yo que va a ser hermosa, me ves con ojos de amor de hijo nada más

-Puede ser en parte, pero ahora te lo digo como hombre, le dije, mientras sin soltarle el rostro, apretaba sus mejillas como para provocar que sus labios sobresalieran un poco.

-¿Como hombre dices?, ¡estás loco!! me dijo

-Si no fueras mi madre... le dije

-Si no fuera tu madre, ¿qué? Me retó

Y sin soltarla del rostro, la acerqué a mí y la besé, mientras interiormente esperaba su reacción, al menos me empujaría y me lanzaría una cachetada, pensaba.

El beso, fue delicioso, pude saborear su labial, me sabía a fresas, sentí sus labios carnosos al inicio se resistían, pero terminaron por corresponder el beso, fue delicioso y excitante. No sé cuánto duró el beso, pero para mí fue una eternidad.

Luego, separé mi rostro del suyo y la miré, pude ver que tenía sus ojos cerrados, sus mejillas coloradas y su boca como pidiendo más. Me pareció ver que su lengua apareció por un instante por entre sus labios, como saboreando lo que acababa de probar.

Pude percibir su cuerpo temblar y como que quería desfallecerse. Sin perder el tiempo me acerqué nuevamente a ella, no quería perder esta oportunidad, y puse mi frente contra la suya, como yo era más alto, tenía su rostro viendo hacia arriba.

Tocamos nuestras narices y ella intentó decir algo como:

-¿Pero... que haces?... no debemos…

Y en ese momento, la besé de nuevo, pero esta vez, fui más allá, la besé y mordí un poco sus labios, sutil y sensualmente, ella se dejaba, como si hubiera estado esperando este momento toda su vida, luego ella hizo lo mismo.

Intenté introducir mi lengua en su boca, pude toparme con sus dientes, los cuales se abrieron sin poner resistencia. Mis manos se separaron de su rostro y la mano izquierda la coloque tras su cabeza, como para impedir que se escapara de mí, mis dedos se entrelazaban con su cabello, mi mano derecha la bajé hasta su cintura, la tomé de atrás y la apegué hacia mi cuerpo, pude sentir sus firmes pechos contra el mío y también logré que ella sintiera en su vientre mi duro miembro, que se encontraba loco por ella, en su vientre, porque nuestra diferencia de estaturas así lo permitía. Mientras nuestras bocas exploraban los más recónditos lugares el uno del otro, Sofía no abría los ojos, yo cerré los míos para concentrarme en nuestro pecaminoso y prohibido beso.

Sentí como Sofía colocó sus manos que en principio colgaban al costado de su figura, llevarlas sobre mi cuello mientras acariciaba mi cabello. El beso era apasionado pero dulce, no forzado, cómplice de los dos, sus caricias no pasaban de mi cabello y cuello, yo igual de su cabeza y su cintura no salía a explorar otros lugares, no me atrevía, quería disfrutar ese beso, ese dulce y candoroso beso, un beso como ningún otro, que nadie jamás podría borrar o al menos igualar.

Por fin, nos faltó la respiración, nos quedamos rostro contra rostro, con la respiración agitada, nariz contra nariz, ninguno decía nada, solo nuestras respiraciones entraron en un compás unísono. Mi mano en su cintura sentía la suavidad de su blusa por fuera de su falda y el nudo de su delantal, la acariciaba suavemente, bajé mi otra mano y con las dos acariciaba su cintura. Sofía todavía con sus manos sobre mis hombros, nos quedamos por un momento así.

Sofía bajó sus manos a mi pecho, lo acariciaba e intentaba controlarse el intentar desabotonar mi camisa. Nuestros cuerpos pegados por la cintura, solo topando nuestros rostros jugando suavemente con nuestras narices. El silencio invadía la habitación, ahora solo se escuchaba que algo hervía en la cocina, nos habías olvidado que estaba cocinando y había ollas al fuego.

El olor a quemado, nos hizo entrar en conciencia. Sofía se soltó suavemente de mis brazos, sin decir una palabra, se giró para pagar la cocina y retirar la olla quemada del fuego. La sentí girar sobre sí misma, mis manos en su cintura todavía, la recorrieron toda mientras giraba, y quedaron a sus costados.

Yo, la tomé por la espalda y la apegué hacia mí, le hice sentir mi duro miembro en el inicio de sus caderas, la abracé completamente por la cintura y puse mi rostro en su cuello. Su perfume mezclado con su aroma de hembra excitada era embriagante, ella puso sus manos sobre las mías, no para separarlas, sino para sentirlas.

-Te amo mucho madre, le dije

-Una madre y un hijo no deben hacer lo que acabamos de hacer... me dijo

-Te amo mucho Sofía, le dije entonces

-¿Te das cuenta lo que acabamos de hacer? Replicó

-Me he dado cuenta que tú también me vez como hombre, no como un hijo solamente, yo a ti te veo como mujer, la más hermosa mujer, te amo Sofía, le dije nuevamente.

-Esto está mal, pero no puedo negar que yo también te amo Andrew, desde hace mucho tiempo, todavía estoy en las nubes por lo que acaba de pasar, no sé si esto es cierto.

-Es cierto y solo es el comienzo Sofía, te amo tanto, desde siempre, no sabes cuánto te deseo amor mío, le dije

-Si lo sé, me doy cuenta, lo que tienes allí abajo clavándome en el trasero, pícaramente me dijo

-¿Te refieres a esto?, con un movimiento de cadera le hice sentir mi duro miembro por la línea de su trasero. Esto es solo tuyo le dije

-Mmm solo mío? Me preguntó mientras movía y restregaba su trasero por sobre mi miembro, excitándome más, A ti te deben gustar las jovencitas no las viejas como yo, dijo

-Que va, a mí me gustas tú, solo tú, desde siempre, para siempre mi amor

Por un momento sentía que esto iría de bien a mejor, pero un luego de un poco de silencio, tal vez de lucha interna en Sofía por lo que acabamos de hacer, al contrario de lo que yo pretendía y dejando a un lado la excitación, dijo:

-Pero, esto no puede ser, mientras se separaba de mí, y trataba de salir de la cocina, sentí su voz quebrarse mientras decía esto

La vi pasar por mi lado, sus caderas moverse sensualmente de lado a lado, mientras se zafaba el delantal y lo lanzaba en uno de los sillones de la sala. Me imagino iba llorando, porque llevó su mano a su rostro, mientras se dirigía a las gradas para subir al segundo piso, seguramente para ir a su cuarto o encerrarse en el baño.

Yo la seguí, y logré alcanzarla justo cuando subía el primer escalón. La tomé de la mano y no le dejé subir más. Yo debería entender que ella estaba descontrolada por lo que acababa de pasar, pero la pasión que me invadía era más fuerte. Ella no quería verme, se cubrió su rostro, pero yo la dirigí hacia mí. Al estar ella en el primer escalón y yo en el piso de pie, estábamos casi de la misma estatura. La sujetaba de su mano derecha mientras con la otra le quitaba la mano de su rostro.

Su rostro angelical estaba colorado y por sus mejillas caían mares de lágrimas. Su boca temblaba y sus ojos llenos de lágrimas me miraban como queriendo ocultarse y pedir perdón. No salía una palabra de su boca, seguramente no podía hacerlo.

La atraje hacia mí, y mientras la tomaba de su cintura, con mi otra mano acariciaba su rostro, secaba sus lágrimas y me enamoraba más de esa bella mujer. Pude ver su pecho latir con desesperación, su blusa se había soltado los primeros botones, me permitía ver el filo de ese sujetador negro con un fino encaje seductor.

-Te amo Solía, le dije

-No, no, no, esto no puede ser, me decía.

-Pero si ya lo es, mi amor, le dije

-¡Esto está mal!! insistía

-No está mal mi vida, no te niegues a lo que sientes, le decía

-Pero tú no entiendes que... Quiso decir

No le dejé continuar, y la atraje fuertemente hacia mí, mientras la besaba nuevamente, al inicio, se resistía un poco, pero poco a poco fue cediendo a la pasión, y ahora una nueva sesión de besos apasionados empezaba entre los dos.

Mi mano dejo su rostro y buscaba acariciar sus pechos, no soltaba su cintura, ella se dejaba, ahora ella mismo acariciaba mi pecho también, y metía su mano por debajo de mi camisa, para sentir mi piel. Ahora podía sentir entre mis manos ese pecho ardiente, sus pezones duros, aquellos que ya fueron míos cuando niño, ahora lo eran nuevamente, pero de una forma diferente.

Mi mano izquierda bajó de su cintura, hacia sus caderas, la apreté con locura, y morbosidad. Nuestros besos eran cada vez más ardientes, nuestras lenguas estaban en una lucha intensa donde ninguna era la ganadora. Por un momento dejé sus labios y me concentré en besar su cuello, ese aroma de su dulce perfume estaba ahí nuevamente, mezclado ahora con la pasión desbordada.

Sus caderas hermosas, redondas y duras como las había soñado tantas veces, eran presa de mis manos, la amasaba y sobaba a mi gusto, en un momento a dos manos las apreté y atraje su cuerpo al mío, los apreté a modo de abrirlos, seguía cogiéndolos fuertemente, a la vez que su sexo topaba la dureza del mío, solo nos separaban nuestras ropas. La sentía excitarse tanto o más que yo.

Ella se retorcía y me daba su cuello, mientras gemía sutilmente, cerrada sus ojos y mordiéndose sus labios, sus manos quietas en mi pecho, sin intentar apartarme, solo apoyándose en mí, se dejaba llevar por la pasión.

Volví a cogerla de la cintura, y mi otra mano la llevé a su cabeza, para ponerla frente a mí, y tras besarla nuevamente, sin decir una sola palabra, nos quedamos viendo con lujuria.

Se dio media vuelta y tomando mi mano subía las gradas, como dos amantes subíamos al segundo piso, ella iba primero, yo la seguía mientras apreciaba su cuerpo moverse a cada paso, podía ver cómo esas caderas se movían al ritmo de subir los escalones, eso era hipnotizante. Llegamos al segundo piso y se quedó en el descanso, como sin saber a dónde dirigirse. Yo pasé al frente, y sin soltarla, la llevé a mi cuarto.

Mi cuarto de soltero, tenía una cama amplia de dos plazas, la recosté en ella, pero no a lo largo, sino a lo ancho. Por su falda no podía abrir sus piernas, así que me recosté a su lado, y empecé a besarla, ella se dejaba, no había palabras entre nosotros, solo pasión.

Pronto empecé a desabotonar su blusa y pude ver el sujetador negro de encajes finos cubriendo sus pechos, ella zafaba uno a uno los botones de mi camisa. Me apegué a ella y nuestros cuerpos por primera vez se rozaron casi desnudos, sentí temblar al rozar esa piel tan suave, pero seguimos en nuestros besos, ella jugaba con mi cabello mientras yo acariciaba sus pechos y la besaba.

Suavemente acariciaba su vientre y bajé mis manos a sus caderas, sentir sus curvas entre mis manos, me tenía como loco, no me atrevía a bajar más, seguíamos besándonos y ella acariciaba mi pecho desnudo.

Besé su cuello y sin sacar su sujetador le besaba el borde de sus pechos, Sofía se retorcía de placer. Y sin pensarlo más, bajé mis manos a sus piernas, sentía sus muslos enfundados en esas medias panty de nylon, que deliciosas piernas tenía entre mis manos, las acariciaba y ella se movía excitada.

Llegué hasta sus rodillas y ella dobló su pierna, y pude acariciar sus pantorrillas, tan tersas, tan firmes, tan deliciosas. Su falda se había encarrujado un poco, y podía ver un poco más de sus muslos, me atreví a más, y mientras besaba su vientre bajé mis manos a sus piernas y acariciando sus muslos, encarrujé su falda hasta la cintura, Sofía en un movimiento cómplice levantó las caderas y pude subirle completamente la falda.

Pude apreciar su interior negro, por debajo de esas medias panty nylon de color carne que llevaba, me dejó separar sus piernas y en un rápido movimiento me subí sobre ella para seguir besándola y acariciando todo su cuerpo.

Sofía con sus piernas dobladas y yo encima de ella, la besaba toda, mi camisa abierta y la suya igual, solo nuestros vientres desnudos se rozaban y era delicioso. Ninguna palabra salía de nuestras bocas, hace rato habíamos dejado de ser madre e hijo, ahora éramos dos amantes que se disfrutaban el uno al otro.

Me saqué mi camisa, y ya con el torso desnudo, Sofía me acariciaba todo, pasaba sus manos por mi pecho, los hombros, la espalda, me apretaba a ella con delirio. Yo disfrutaba acariciando su cuerpo, sus muslos, sus piernas, su cintura, sus caderas, pero me detenía mucho tiempo en sus pechos, por fin le quité su blusa y desabroché ese sujetador, pude ver sus pechos desnudos a mi disposición, redondos, algo caídos, con sus aureolas grandes de color café oscuro, firmes y puntiagudas, que me pedían a gritos que los comiera.

Primero empecé besando sus pechos, los cogía a manos llenas, no eran muy grandes pero eran del tamaño justo para llenar mis manos, volvían después de muchos años a ser míos, mientras más los besaba, más duros se ponían esos pezones, Sofía más se estremecía, ella mismo con sus manos cogió uno de sus senos y me los brindó, así sin palabras, yo no me hice esperar, me acerqué a ellos y empecé a besar sus aureolas, sus pezones, primero el uno, luego el otro, los dos a la vez. Si antes fueron míos como bebé ahora lo eran como hombre, empecé a comerlos, traté de ser lo más dulce que podía, en momentos empecé a hacerlo desaforadamente, y luego volvía a la calma, Sofía gemía de placer y se retorcía toda.

Volví a su boca mientras apegaba mi pelvis a la suya, pronto Sofía empezó a desabotonar mi pantalón, yo sin dejar de besarla, como pude me quité los pantalones, ahora pude ver su interior mojado, incluso sus panty en ese sector. Sofía se bajó la falda y yo procedía a quitársela completamente, nuestra ropa estaba botada por la habitación.

Sofía estaba solo cubierta por su interior y sus panty, yo solo en interiores, continuábamos besándonos y acariciándonos, poco a poco le arranqué sus panty y luego su interior, ahora por fin la veía completamente desnuda, si bien no tenía el cuerpo perfecto como el de una modelo, era la mujer perfecta para mí.

Pude ver su entrepierna, llena de vello púbico, casi sin cuidar, y muy mojado. Me alejé un poco para poder apreciarla toda, mi mirada recorría cada rincón de ella, tenerla desnuda en mi cama, a mi disposición, ni siquiera en el más mojado de mis sueños podía haberlo imaginado. Ella me miraba de igual manera, yo tampoco tenía el mejor de los cuerpos, pero el momento era perfecto para los dos.

Me quité mis interiores y ahora ella podía ver mi miembro en todo su esplendor, el cual también se encontraba con líquido pre seminal en su punta, el glande cabezón apuntando hacia ella, no decía nada, sólo lo contemplaba y se mordía los labios, pues sabía lo que vendría a continuación.

Me recosté sobre ella, nos acoplamos perfectamente, mi miembro sobre su entrada, nos movíamos al mismo tiempo, y continuábamos besándonos y acariciándonos todo el cuerpo:

-Te amo, le dije

-Te amo, me contestó

-Esto es mejor que cualquiera de las fantasías que he tenido contigo, le comenté

-Yo también he fantaseado contigo amor, me dijo

Bastó eso para apuntar mi miembro a su entrada, y como si fuera el amo y señor de ella, se fue introduciendo poco a poco, mientras Sofía se retorcía al sentir mi duro y grueso miembro penetrarla. Un gemido suyo me indicaba que le encantaba lo que sentía, yo quería disfrutar cada milímetro de esta primera vez dentro suyo, iba explorando con mi miembro cada uno de sus pliegues. No me costó mucho ingresar en ella, pues estaba muy mojada, gracias al placer y excitación previos, y aunque hace muchos años no tenía relaciones, pronto su vagina se acopló al grosor y forma de mi miembro dentro suyo.

Sentí que explotaría pronto, era algo que había soñado tanto y ahora que lo hacía tenía que controlarme al máximo. Ingresé todo de una sola vez, suave y con calma, pude sentir mi escroto tocar con su entrepierna, y un “aaahhhhh” por parte de Sofía me indicaba que había entrado completamente en ella, su mirada se perdió y arqueó su espalda al sentirse penetrada toda ella.

Me mantuve ahí por unos segundos, para que ella se acoplará a mí, y luego empecé a sacarle mi miembro suavemente, no quería perderme ese espectáculo, lo hice lentamente y pude ver cómo salía completamente mojado de ese lugar por el cual muchos años atrás yo había nacido.

-No te salgas, me suplicó

-Tranquila, le dije

Y empecé una serie de bombeadas, a entrar y salir de ella, con movimientos suaves, no bruscos, haciéndolos eternos. Nuestros gemidos empezaban a hacerse más seguidos y más fuertes.

-Ahhhh

-No pares amor

-Te amoooo

-Ahhhhh

-Mmmmmmmm

Era lo único que se escuchaba a más del rechinar de mi cama ante las embestidas que empezaba a darle. Sofía me atrapaba con sus piernas y y agarrada de mis brazos de vez en cuando me agarraba de la espalda y clavaba sus uñas en mí, en otras se soltaba y se agarraba del cabello y se acariciaba toda ella, pasando sus manos por su cuello acariciándose sus pechos, en otras se agarraba con fuerza de las cobijas de la cama. Pero en todas ellas gemía y se retorcía como una poseída.

Yo ya no podría soportar más este combate, nuestros cuerpos sudaban a mares y con mis manos de vez en cuando la tomaba de las caderas para apegarla más todavía hacia mí.

Gemíamos a la par y sentía que Sofía estaba a punto de desfallecer, se agarró de mi y me abrazó lo más fuerte que pudo, y me mordió el pecho en un acto de desahogo, mientras su cuerpo temblaba y convulsionaba por el orgasmo alcanzado, yo por el dolor de la mordida, la embestía con más fuerza y aumente el ritmo al sentir que ya no podría aguantar más, y pronto explotaría también.

Y el clímax llegó, yo intenté entrar lo que más pude en ella y mientras agarraba sus caderas e impedía se aleje de mí, entre una serie de espasmos exploté dentro de la mujer que me trajo al mundo, sentía que de mi miembro salía una cantidad inmensurable de líquido seminal, sentía como ese chorro la llenaba, a la vez que yo me sentía vaciarme completamente, por su lado Sofía lograba su segundo orgasmo al sentirse bombardeada por mi miembro dentro de ella. Fue lo más delicioso que he vivido, y estoy seguro que para ella fue igual.

Está vez terminamos juntos, yo intentaba con movimientos sacar toda la leche que en mi había, podía sentir como su vagina me aprisionaba el miembro queriendo exprimirlo todo. Y finalmente caí rendido sobre ella, mientras le besaba el cuello y buscaba su boca.

Durante esta batalla nada nos importaba, solo disfrutar el uno del otro, poco a poco sentí como mi miembro iba perdiendo su rigidez, y al estar flácido dentro de ella, por si solo iba saliendo de ese túnel de la pasión.

Rendidos ya y con la respiración agitada, me boté a su lado, mirábamos el techo, tratando de calmar nuestras respiraciones, yo sentía que el corazón quería abrirse paso de mi pecho, Sofía estaba igual.

-Por Dios!!!! Estuvo fantástico!!! Me gritaba

-Eres fantástica mi amor!! Le decía, de ahora en adelante serás mi mujer

-Si mi amor, y tú serás para siempre mi hombre, me contestó

Finalmente nos abrazamos y nos quedamos ahí desnudos, juntos y desde ese día en adelante nuestras vidas cambiaron para siempre.

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