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Mis dos familias - 04 de 10

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Cuando bajé a desayunar estaban en la cocina Amalia y Candela, madre y hermana de Bento, Candela me saludó alborozada y su madre guardo un sospechoso silencio, como si presintiera que algo extraño sucedía en aquella vieja casa. Mientras Candela me servía el desayuno su madre atendía la cocina.

-Don Fernando ha dicho que volverá a la hora de la comida, ha bajado al puerto. -di la callada por respuesta y me centré en lo que Candela me contaba.

Durante la mañana estudié los apuntes que había traído y tenía pendientes de mirar, hasta que escuché el ruido del motor del coche y me asomé a la ventana. Salió Don y miró hacia arriba viéndome como lo observaba, me saludo como si no pasara nada, el mundo no paraba y seguía, como un tren al que hay que coger en marcha.

-¿Te ha dado tiempo a terminar con lo que traías? -me miraba con ese dulzura extraña, este no era el hombre con la razón perdida de la noche anterior. Otra vez su puesto y labor de padre se imponía.

-Sabes que no necesito mucho tiempo para hacer mis deberes, otra de las muchas cosas que te debo. Tampoco se necesita tener el genio de Álex para ser autosuficiente. -lo nombre sin querer, sin darme cuenta que de una forma sibilina estaba entrando en mi cabeza por culpa de Carla y de él.

-Después de comer nos vamos si te parece bien.

-Como tu digas Don, a mi no me espera nadie. -sabía que mamá volvía a la tarde y Don querría estar para recibirla.

Me alargó las llaves del coche cuando metimos las bolsas y nos despedimos de Amalia y Candela, Bento no había aparecido y seguramente estaría durmiendo, recuperando las energías que había gastado en mi.

-Llévalo tú, estoy un poco dormido. -me miró alucinando, era una de las cosas que más me gustaba hacer, conducir, y aprovechaba cualquier ocasión para practicarlo, pero no dijo ni una palabra y emprendimos el camino.

De vez en cuando le observaba sin que él se diera cuenta, sus fuertes manos sujetando el volante, el cuello grueso y los labios rojos y jugosos, y esos ojos que ahora no veía y me habían enamorado.

Me preguntaba los motivos, el por qué de que esto me sucediera a mi, ¿cuantos chicos se enamoraban de sus padres?, y Don lo había sido, vaya que si, mejor que mi propio progenitor si tenía que compararlos.

Sí, se lo debía aunque sangrara en mi lucha, no permitiría que siguiera sufriendo por mis caprichos, y comenzaba a pensar que eso eran como a veces él decía. “Cosas de adolescentes y jóvenes”.

-Don, ¿podemos hablar o estas molesto? -le miraba con carita de niño bueno.

-Podemos hablar si es lo que quieres, y sí, estoy molesto pero es conmigo mismo, por no conseguir controlarme y dominar mis impulsos. Logras que me vuelva vulnerable, y débil, y miserable. -sabía que después de estar conmigo y follarme se sentía fatal, tratando de alejarse sin conseguirlo, volviendo a sucumbir a mis maniobras por su inmenso cariño.

-No quiero que te sientas mal, se que es mi culpa por provocarte y lo siento, voy a controlarme desde ahora. -su rostro se dulcificaba por momentos y perdía la dureza que marcaba hacía un instante cuando apretaba las mandíbulas.

-Pero eres mi responsabilidad pequeño, se supone que soy el mayor y a veces lo pongo en duda. -nos quedamos unos minutos sin hablar, por mi parte mirando las torres de la catedral de Santiago allá lejos.

-Pienso que tienes razón, no volverá a pasar Don, nunca más te provocaré ni te pediré lo que es imposible para ti, tienes que perdonarme. -coloqué la mano sobre su fuerte muslo y respingó desviando un segundo la atención de la carretera.

-Espero que sea verdad, yo te quiero pequeño, no sabes cuanto pero no como tu necesitas. -todo estaba volviendo a la normalidad, como si no hubiera pasado nada.

-En el verano marcharé donde mi padre, total tampoco lo paso tan mal y Diego y Sandra Patricia son divertidos, podré ayudarles en su trabajo y tu y mamá haréis ese viaje que necesitáis. -sabía que era lo justo y me faltaba algo más, aunque ya Don dejaba mostrar su enorme sonrisa.

-Procuraré volver a enamorar a Álex, lo que a ti y Carla os gusta tanto…, y lo de Kilian terminó. -Don me regaló su risa que adoraba.

-Eres increíble Telmo, vas cambiando tanto que a veces te veo distinto. -pero no dejó de reír de vez en cuando hasta que llegamos a casa.

———————————

Mi madre recibió aquella demanda judicial y de esta manera, al menos yo, supe que mi padre aún vivía. Consultaron con sus abogados pero al fin sería un juez el debería tomar una decisión justa para las dos partes.

Tuve que someterme a observaciones psicológicas, largas sesiones que me ponían nervioso y descentraban de mis estudios y ocupaciones. Mi madre y Don deseaban que yo tomara una decisión, declarando mi preferencia por ellos y lo confirmara ante el juez. Cargaban sobre mis débiles espaldas una decisión que tampoco estaba muy seguro de querer.

Es cierto que guardaba cierto rencor hacia Javier, por abandonarme y no cumplir su palabra, sin preocuparse de mi durante seis años, pero volvía y recordaba su dedicación y como, aunque fuéramos pobres, me hacía feliz vivir a su lado.

Prefería estar con Don y mi madre, vivir con ellos, y a la vez deseaba volver a ver a mi padre, de todo lo que estaba sucediendo, solamente me molestaba el que no hubiera querido verme antes de iniciar ese penoso proceso, donde yo era lo disputado sin que alguien me preguntara lo que sentía y deseaba hacer.

Pasaban los meses y no se decidía nada y cada día se exacerbaba más la pugna por la victoria y mi persona.

-Quiero ver a mi padre. -los dos dejaron de comer y a mamá se le escapó el tenedor de la mano, se escucho el cantarino sonido al golpear con el plato y su grito de sorpresa al ver como se había salpicado con la salsa.

-¿Qué, qué acabas de decir? -me miraba furiosa, dispuesta a morderme.

-Necesito ver a papá antes de tomar una decisión.

-Tu padre es Fernando, él te ha cuidado lo que no ha hecho el que tu llamas “tu papá”. Harás lo que digamos. -Don no hablaba, solamente me miraba preocupado.

Levanté la vista y le miré suplicándole su ayuda, y reaccionó como él sabe hacer.

-Lara, por favor, quizá Telmo tenga razón, le estamos sometiendo a una dura presión.

-¿Te pones de su parte? -mamá tenía dos problemas que resolver en este momento, limpiarse lo que le había caído mojando una servilleta en su vaso y querer sacar adelante su punto de vista.

-Voy a cambiarme de blusa, ahora vuelvo. -casi tiró la silla y dejó caer la servilleta al suelo que la chica recogió cambiándola por otra limpia.

-Don, necesito verlo, ayúdame o me volveré loco. -se colocó el dedo sobre los labios pidiéndome silencio porque mi madre volvía. Al parecer había reflexionado y me sorprendió su decisión.

-No voy a poder luchar contra los dos, de acuerdo, lo verás, pero no vamos a renunciar a ti de ninguna manera. -sentí una enorme liberación y suspiré aliviado, hablaríamos y luego tomaría una decisión aparte de lo que legalmente decidiera el juez.

Transcurrieron dos largos meses más en sus negociaciones y de momento volví a la normalidad más o menos. Mi padre se desplazaría desde donde vivía y trabajaba, a mil kilómetros de distancia, más de ocho horas de viaje en coche y me dejarían pasar un fin de semana solos los dos.

Habían quedado en entregarme en el hotel donde se hospedaría, mi madre no quiso estar en el encuentro y fue Don el que asumió la obligación de entregarme a quien para él era un extraño. Mi padre nos esperaba en una cafetería del hotel y Don llevaba en la mano una mochila, con la ropa que necesitaría para pasar una noche y dos días fuera de casa.

Me dio la impresión de que se estableció una lucha entre ellos, por la forma como se miraban deseando afirmar cada uno sus derechos, y me fijé en mi padre, no había cambiado tanto, para él y a su edad, ahora tenía treinta y dos años o treinta y tres, diez menos que Don, pero como digo, parecía el mismo muchacho que jugaba siendo un niño con su hijo.

Entonces sentí, por su mirada, que no había cambiado nada por dentro en sus sentimientos hacia mi, no hizo intención de abrazarme, y yo deseaba en algunos momentos lanzarme a su cuello y besarle, aunque ya me sentía muy mayor para esas manifestaciones de cariño.

-Fernando el…, bueno el marido de Lara, ella no ha podido venir. -iba a auto proclamarse mi padre y supo contenerse a tiempo.

-Javier, encantado de conocerte en persona. -y se dieron la mano un instante tan solo.

-¿Qué deseáis tomar? -a todo esto solo hablaban ellos y yo los miraba, tan diferentes físicamente y tan parecidos en su amor hacia mi.

-Creo que es mejor que os deje solos, tendréis muchas cosas que deciros. -me acarició la cabeza y se iba a marchar pero yo me abracé a él.

-Gracias Don.

-Te recogeré mañana a la tarde en este mismo lugar. Pásalo bien. -y se alejó dejándonos solos. Javier me miraba insistentemente, pasaba la mirada desde mi cabeza a los brillantes zapatos.

-Estás diferente, ya eres todo un hombrecito y precioso como siempre has sido. -no se movía solo me miraba buscando rasgos que el recordara de mi niñez.

-¿Puedo abrazarte? -antes de que le dijera que sí, me tenía contra su pecho apretándome a él tan fuerte como aquella vez, todo volvía a repetirse, también yo le abrazaba y lloraba, seis años perdidos… ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?

-Cuéntame de tu vida, ¿eres feliz?, ¿te tratan bien? Seguro que ya tienes hasta novia, ¿qué digo? Será un montón de chicas las que vayan detrás de ti. -no podía hablar y solo lo miraba mientras limpiaba mis lágrimas. Me había pedido un zumo de naranja y estaba entero y sin probar sobre la mesa.

-Papá, estás más viejo. -eso hizo que comenzara a reír.

-Pero aún puedo contigo y te llevaré en mis hombros.

-Ya soy mayor para eso, ¿no me ves? -se dio cuenta de que le reclamaba los seis años perdidos.

-Lo siento Telmo, no pude cumplir mi promesa, la vida resultó difícil, he trabajado duro para poderte ofrecer algo un día, no intento justificarme hijo, pero te quiero y nunca he dejado de hacerlo.

Y entonces supe, por su boca y en directo, lo dura que la vida había sido para él estos años cuando yo lo tenía todo. Había pasado hambre, no quiso quedarse a vivir con sus padres, mis abuelos, y depender de ellos. Trabajando en cantidades de oficios diferentes, mal pagados, simplemente para comer, en trabajos miserables en muchas ciudades diferentes sin que su vida cambiara a mejor.

En el sur conoció a Luz María, una camarera de hotel, madre soltera y con dos hijos de diferentes hombres, trabajadora incansable había dejado a sus hijos en Colombia y buscaba una forma de mejorarles la vida y traerlos con ella, tenía su casita, pequeña, y estaba a punto de realizar sus sueños y traer a sus hijos.

En una fiesta de playa comenzaron a hablar y surgió la chispa, primero la necesidad carnal de ambos, terminando por vivir juntos y luego el amor que ya creían imposible de hallar.

En poco tiempo habían alquilado un viejo restaurante de playa, propiedad de una amistad de Luz María, un antiguo jefe que había cerrado el negocio, un viejo caserón con terrazas a la arena, lo arreglaron y empezaron a trabajar. Esfuerzo, sacrificio y el conocimiento de aquella chica hicieron que prosperaran.

Trajeron a sus hijos, Diego dos años mayor que yo y Sandra Patricia de mi edad, dos personas más para ayudar en lo que pudieran, ahora el restaurante era suyo, no eran millonarios ni ricos como Don, pero vivían contentos y satisfechos con lo que habían conseguido, en las temporadas altas de turismo tenían que recurrir a contratar personal temporal además de los que tenían en plantilla.

Notaba, por su forma de hablar, lo que quería a su nueva familia y lo orgulloso que se sentía de ellos. Ya, de aquella conversación, me quedó claro una cosa, él tenía su familia sus vivencias, y yo la mía.

Había reservado una habitación en el hotel para mi solo, me hubiera gustado estar a su lado, sentirlo más cerca como entonces, no dije nada porque era su decisión.

Esa tarde fuimos a ver los lugares donde vivimos aquellos años juntos, recordaba los edificios, tiendas y bares, y la gente lo reconocía, a él principalmente, y aunque el lugar había cambiado mucho me encontré con mi pasado. No había vuelto por allí desde que Don nos llevó a su casa llena de comodidades, sin embargo él parecía haber estado alguna vez, me sentí otra vez mal.

-Has estado aquí y no has querido verme, no se que decirte papá. -quiso sujetarme del hombro y yo le aparté. Cuantos agravios había y dolor también.

-Es cierto, he estado aquí, mirándote muy de cerca, sin atreverme a acercarme, esperando a la puerta de ese colegio privilegiado y la de tu casa. ¿Qué querías que hiciera? ¿Llegarme a ti, delante de tus amigos? ¿Quién este hombre Telmo? ¿Y tú qué hubieras hecho ante un vagabundo que pedía en las aceras?

Era mejor dejarlo pasar del todo y olvidar.

Hablamos y hablamos, esa tarde, en la cena en uno de los viejos bares de entonces, comida sencilla y con alguno de aquellos viejos amigos suyos, donde yo era espectador mirándoles jugar en el parque.

Al día siguiente caminamos por la ciudad y en un momento, mirando las blancas balconadas de los edificios dando al mar, me sujeto por los hombros.

-Telmo ¿eres feliz? Creo que ese hombre, Fernando, te quiere y eso me tranquiliza y deja contento.

-Papá Don me quiere, muchísimo, a mamá también, dejad de pelearos por mi, llegar a un acuerdo, espero que me invites alguna vez para visitaros en esas playas tan bonitas y con calor. -volví a sentir sus brazos aferrarme, estrujarme y besarme el cabello.

-Lo arreglaremos y espero que no sea solo una vez, aquello te gustará. -llamé a Don para que fuera a recogerme antes de la hora y llegó después de la comida en el hotel.

Tomaban un café y comenzaron a hablar.

-Tengo que hacer algunos deberes, no he trabajado en todo el fin de semana, es mejor que ahora habléis vosotros. -papá no quería terminar de despedirse. Miré a don.

-Seguro que en la próximas vacaciones podré visitarte. -cogí un taxi para que me llevara dejando a aquellos hombres solucionar mi vida, y sabía que la dejaba en las mejores manos.

Hubo acuerdo que mamá quiso oficializar en los juzgados, viviría con ella y Don hasta mi mayoría de edad y visitaría a mi padre algunos días de mis vacaciones de Navidad, Semana Santa y verano. Mi padre y Don lo habían arreglado todo y mamá se conformo, protestando pero sin poder rebatir los argumentos que Don le expuso.

Aquella tarde salimos del colegio contentos, yo al menos lo estaba por mis notas, no es que me sorprendiera pero siempre podría haber un susto a última hora. Llamé a Don para que no me recogiera, pasaría el hermano mayor de Kilian a por nosotros. Comenzaron las despedidas y me encontré enfrente de Álex.

-No volveremos a vernos hasta la vuelta, marchamos fuera. -me daba explicaciones que no le había pedido y Carla se colgó de su brazo.

-Tenías que venir con nosotros Telmo, Álex me ha invitado y voy a visitar Sevilla por primera vez, vamos a estar cerca y quizá nos veamos. -Carla y Kilian sabían lo de mi padre, tuve que contarles todo con pelos y señales, con esa chica era imposible tener secretos y él estaba delante. No me importaba que los demás lo supieran, pero prefería mantener esa parte de mi vida en privado.

Carla y Álex se dirigían hacia el coche que los esperaba, y Kilian me hacia señas desde el de su hermano para que fuera rápido. Si Álex no fuera gay hubieran formado una extraordinaria pareja, su amistad venía de muy lejos. Cuando yo aparecí en su vida sintonizamos y nos sentíamos atraíamos de una forma increíble luego introduciría a su amigo porque él se lo pidió.

Los miré un instante mientras se metían en el lujoso vehículo con chofer uniformado, en todo tenía que ser diferente y apabullante hasta resultar un aburrido esperpento, sabía que no era su culpa ser rico, hasta ahí ya llegaba, pero había tanta ostentación en todo lo suyo que me abrumaba.

Un día Carla me diría entre risas: “Mis dos mejores amigos, con los que no me importaría vivir mi vida, son mariquitas los dos, los dioses quieren castigarme”. Naturalmente era una broma de su parte, aún no le había hablado de mis gustos pero ella los adivinó, consiguió que me pusiera rojo y tomara la decisión de hablar con ella sobre lo mío.

Su hermano nos dejó en la entrada de mi casa y Kilian me sujetó prepotente de la cintura con su brazo hasta atravesar el jardín, en casa solamente estaba el servicio, Don se habría visto liberado para quedarse en la oficina.

Entramos en mi habitación y al momento lo tenía pegado a mi espalda, me sujetaba por el vientre empujándome hacía él y haciendo que me doblara.

-Joder que bueno estas, no he prestado atención a mis notas pensando que hoy estaríamos solos y disfrutando de tu boca. -logré que aflojara su abrazo para volverme, pasar el brazo por su cuello y buscar ansioso sus labios, raramente me dejaba que le besara.

-kilian, la notas no valen nada a tu lado, bésame chico malo.

Me dejó caer cuidadosamente en la cama mientras me besaba lento y metiendo su lengua en mi boca, me invadía y dominaba mi lengua aplastándola y buscando bajo ella, con las manos acariciaba mi pecho y subía a mi quijada para sujetarme el rostro y evitar que me escapara.

Me entregué a ese fuerte y a la vez dulce beso perdiendo mi voluntad y dejándome esclavizar sometido a él.

Kilian al que tenía que disputar a mi antigua amiga, resultaba difícil de creer, pero allí estaba yo dispuesto a darle placer hasta donde me estaba permitido llegar con mi amigo, hetero o bisexual según le conviniera, dominante, hermoso y sensual como ninguno en el colegio.

Yo, homosexual, pasivo, sumiso y entregado a este chico por el que todas y muchos estaban locos, y en este momento de despedida sometido voluntariamente, para complacerle a él en sus caprichos.

Me besaba sin cesar y le correspondía hasta que me sentía desfallecer y sin aliento, cubierta mi boca por la suya hasta que me era imposible respirar, y entonces rompía el beso que él reanudaba un segundo después, hacía que mi asombro despertara, si casi nunca me besaba.

-Telmo, mi vida, ¿cuándo me dejarás que te la meta? Lo deseo tanto y seguro que tú también. -entendí el motivo de tanto beso, me puse tenso un segundo, siempre insistía en lo mismo a pesar de haberme negado siempre, no estaba dispuesto a romper mi promesa a Don aunque fuera mi mayor deseo, quizá mayor que el de él.

Deslicé la mano entre los cuerpos para agarrar su dura verga, y sin responderle comencé a pasar la mano por ella sin dejar de besarnos, él a su vez deslizó la mano dentro de mi pantalón y el slip hasta encontrarme el ano y comenzó a acariciarlo pasando los dedos por él.

-¡Kilian! Me vuelves loco, no me toques ahí.

-No lo suficiente, quiero meterla en tu culo, que seas mío de una vez. -cerré su boca besándole y así evitar que siguiera hablando.

Desabotoné su camisa y comencé a besarle el pecho, a chuparle las tetillas y él se ocupó de deshacerse del pantalón y ropa interior dejando su pene al aire, lo miré un instante antes de envolverlo en mis labios y tragarlo.

Siempre era así o muy parecido, sentir su caliente polla en mi boca, forzándome para que la admitiera toda y follarme con desesperación. Ya que no podía entregarle el culo le daba mi boca, sentía como golpeaba su bonito y rojo glande en el fondo pasando por el paladar y escuchaba su jadear lujurioso entrando con furia en mi, enterrándome su total virilidad.

Resultaba salvaje e irreal pero yo lo disfrutaba sintiendo su satisfacción y su gozo, hasta que llegaba el momento en que se contraía dejando salir el semen abundante y caliente que yo deseaba tragar goloso.

Después se quedaba exhausto y rendido respirando con dificultad, yo me sacaba el pene y me masturbaba, sintiendo en mi mejilla el calor de lo quedaba de su polla ya apagada y floja, envuelta en la humedad de mi saliva y la leche derramada de mi boca.

-¿Qué hacen estas maletas en tu habitación? -ya volvíamos a estar limpios y presentables con el uniforme arreglado antes de que Don y mi madre regresaran.

-Me voy de viaje mañana.

-No me habías advertido. -le miré y solo pude sonreír con tierna tristeza.

-Tampoco he podido hablar mucho contigo últimamente, Samay te ha ocupado todo el tiempo, resultaba difícil verte fuera de clase.

-¿Vas a empezar otra vez? Igual es mejor que marche para mi casa. -escuché el motor del coche de Don, ya estaban entrando al jardín y no había tiempo para seguir hablando. No quiso quedarse a cenar, había conseguido lo que venía buscando, en realidad no todo lo había conseguido.

Escapó después de estar un rato más pero con mi familia delante. Y a pesar de todo no podía renunciar a él, Kilian me gustaba mucho y descansaba en él mi frustración de no poder tener a Don, tampoco resultaba un remedio al completo al no poderle entregar lo que buscaba con ardor y deseo. Disfrutaba dándole placer aunque yo tuviera que auto satisfacerme con la mano.

Llegó el día señalado, y para mi madre por una vez, su hijo resultaba más importante que sus negocios y nos acompañó al aeropuerto.

Me abrazaron y sentía lo que le costaba a Don dejarme partir.

-Recuerda tu promesa pequeño, no vayas a hacer tonterías. -era consciente de que marchaba a terrenos pantanosos donde el sexo estaba a la orden del día en todas sus variantes y aspectos.

-Descuida Don, cumpliré mi promesa como hasta ahora. -si tenía que cumplir el trato que habían firmado mis padres y que era lo correcto, pero cuanto me costaba y a veces me negaría para luego hacer lo que debía.

Continuará…

(9,23)