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Empachadita de sexo

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Recuerdo que por aquellos días andaba con unas ganas tremendas de tomarles la leche a varios machos al mismo tiempo, y también que mi mejor amiga se había agarrado flor de gripe. Yo solita no reunía el suficiente valor para hacerlo por mi cuenta. Confiaba en proponérselo a ella, que es la más capacitada en la materia.

Yo me sentía sin tantas armas de seducción. No es que fuera una fea chica, pero tengo muchos complejos con mi cuerpo, a pesar de que los varones a esa edad no son nada exigentes. A ellos se les para con solo escucharnos decir concha, pija, pete o bombachita!

A mí siempre me gustó compartir travesuras con alguien, y si era con alguna de mis amigas mejor. Así que después de economía les pedí a Pablo y a Esteban que me acompañen a lo de Ana para llevarle lo que había que estudiar para la semana siguiente. La muy turra estaba por quedar libre, y había faltado 3 días seguidos! Además estaba segura de que se alegraría de vernos. Especialmente a ellos, que la tenían re loquita.

Entonces salimos de la escuela, comimos una hamburguesa en un barcito, pasamos por mi casa a buscar algo de dinero y nos tomamos el colectivo, ansiosos por llegar a lo de nuestra diosa de la calentura.

Ni bien toqué el timbre nos abrió su abuela más malhumorada y nerviosa que de costumbre. Ella nos llevó hasta la puerta del cuarto de Ana mientras nos contaba que había tenido fiebre toda la noche, y que no era saludable para ninguno que nos quedemos mucho tiempo.

Esteban dijo que solo estaríamos media horita, y cuando más o menos la convencimos entramos.

Apenas la vieja se fue, quejándose porque le cortamos su sagrada siesta, nos mandamos sin permiso.

Ahí estaba nuestra Anita. Despatarrada en la cama, con las tetas al aire, sus All Star desatadas sobre el acolchado, su shortsito desgastado y viejo pero divino, su mirada fija a la pantalla de la tele, que le mostraba una porno subtitulada, y con una de sus manos en la entrepierna.

El que no sabía que Ana era la pajera más chancha y calentona del aula, no asistía a nuestro colegio. Además, yo la conocía mejor, ya que le como la conchita en mi cama cuando nos juntamos a estudiar desde que me confesó que le gustan las chicas.

Nos maravilló encontrarla así!

Enseguida Esteban cerró la puerta con llave, y mientras Pablo comentaba algo acerca de la peli, en la que un negro le hacía la cola a una azafata perrísima luego de pegarle en las nalgas con su enorme poronga en un avión que, al parecer estaba a punto de estrellarse, yo me acercaba lentamente a ella.

Primero le acaricié esas tetas turgentes a las que les dedico las mejores pajas de mi vida, la mimé con algunos piquitos y regresé a sus pezones al borde de explotar para lamerlos como sé que le excita más. Le fascina que los envuelva con mis labios para estirarlos y soltarlos con furia, y que le dé golpecitos con la punta de la lengua.

Pronto le puse mi orto en llamas atrapado en mi jean elastizado sobre su cara para frotarlo, cuando Pablo ya le lamía las piernas masajeándose el paquete, y Esteban le quitaba las zapatillas para besarle los pies con cierta ternura.

¡Así que no vas al cole, pero te quedás a tocarte viendo chanchadas, y sin invitarnos, sos una puerquita nena!, le dije al oído mordiéndole la oreja, entre que Esteban terminaba su cigarrillo tocándole las gomas, y Pablo pagaba el ventilador, la tele, el dvd y la compu.

Ni bien Esteban me escuchó tan ardiente, se desnudó de inmediato y me apresó contra el placard. Me quitó la remerita y el corpiño de Mickey en un solo arresto para comerme la boca por momentos sin mesura, y enloquecerme con la terrible chupada que le dio a mis pezones hinchados de lujuria, apoyando sabiamente su abultada pija en mi entrepierna jugosita.

El otro le daba a Anita que huela y muerda su verga todavía envuelta en su slip rojo, y a que le chupe los huevos, y él ni loco dejaba de manosearle las tetas, mirándonos como si los ojos se le fuesen a salir del cráneo.

Pronto me descalcé, me saqué el pantalón y les hice oler mi conchita, aún bajo los encantos de mi bombachita roja muy húmeda a los pibes, cuando ella frotaba la cola sobre la cama, pajeándose con la desesperación de una puta en el medio del desierto, y ellos se la acogotaban entre sí boludeando con eso de quién la tenía más larga o más dura.

Juro que la imagen de ambos queriendo chuparse las pijas se me hizo real en la cabeza, tanto que me animé a pedírselos. Naturalmente me cortaron el rostro de una, burlándose de mi morbosa idea.

Cuando le hice oler mi vagina a Ana fregándosela en la cara, me sacó la tanga y me la empezó a chupar calmando mi sed con las envestidas de sus dedos, pero acelerando mis pulsaciones con su lengua escurridiza, ágil y eficaz entre mis jugos escandalosos, mientras ellos nos azotaban con sus armas de músculos tiesos, a mí en el culo aprovechándome arrodillada y a ella en las tetas, siempre después de que Esteban se las escupía con devoción.

Luego, los dos se arrodillaron en el borde de la cama y nosotras nos pusimos de cuclillas en el piso, ni bien recuperé el equilibrio que mi amiguita me robó con su lengua en mi colita y sus dedos revolviendo mi flor para demostrarles a esos alzados que somos las mejores peteritas del secu. Creo que lo logramos con creces. Claro, yo siempre al lado de ella.

Al principio, cada una con una pija en la boca nos dedicamos a mamar suavecito, con mucho gemidito y palabras bien cochinas, alabando sus penes para que se pongan más loquitos. Ella con la de Esteban y yo con la de Pablo.

Pero, la vieja nos sacó de clima cuando golpeó la puerta preguntando si estaba todo bien. En cuanto Ana dijo que sí presurosa, nos las intercambiamos con voracidad, se las escupimos como dos trolas del cine porno, los dejamos que nos agarren del pelo para que nos cojan la boquita por momentos haciéndonos lagrimear, especialmente a ella, que durante unos segundos se comía las dos juntitas.

Esteban me escupía las lolas para que las frote contra las de Ana, nos besábamos intentando no detener jamás nuestra peteada, les chupábamos los huevos pajeándolos y, les regalamos unas estruendosas nalgadas.

Pero Esteban no supo frenar el suculento lechazo sobre mi cara cuando la zorra de Ana le puerteaba el culito, se lo babeaba y olía ciegamente mientras yo atesoraba sus bolas en mi boca.

En breve Ana lamió mis mejillas enlechadas con unos chupones furiosos, entre que yo le sacaba el short y la bombacha flúor con la idea de saborearle esa concha depilada. Y parecía que se hubiese hecho pis de lo caliente y mojada que la tenía!

Pero Pablo me tumbó en la cama y se trepó a mí para penetrarme la conchita con una mano abriéndome el culo, metiéndome un dedo, y con la otra asfixiándome con la colales de Ana, quien ahora gozaba de la lengua de Esteban en su sexo.

Después las dos nos dispusimos a chupársela a Pablo mientras nos pajeábamos. Pero como Esteban la tenía parada nuevamente me aparté de Pablo para voltearlo sobre la cama y cabalgarlo como una sucia, cuando entretanto Ana coqueteaba con entregarle el orto al otro pibe, que apenas se la restregaba en el medio de sus nalgas.

Cuando intuí que Esteban acabaría en breve, salí de sus feroces arremetidas para fregar mis lolas contra sus venas como de fuego hasta encastrarme toda con su fuga seminal.

La putita de Ana peteaba a Pablo mientras yo me vestía. Es que la abuela volvió a llamar a la puerta para echarnos, justo cuando Pablo, satisfecho de la boquita de mi amiga, me cazó del pelo y me acabó en la boca de prepo ¡y encima quiso que me escupa toda su leche entre el corpiño y mis gomas, al tiempo exacto en que Esteban vestía a la guacha sin parar de tranzarla y masturbarla!

Los chicos se fueron sin creer demasiado en lo que habían vivido, y ni me esperaron! Yo salí al toque con las tetas llenas de leche, y la pajerita de Ana se quedó sin su merienda!

Por suerte los alcancé, y la seguimos en mi casa.      

Fin

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