Nuevos relatos publicados: 13

Ella me convierte en su esclavo y juguete

  • 11
  • 13.507
  • 9,44 (27 Val.)
  • 0

He llegado al hotel. Me diste la orden de llegar antes para tener todo preparado y recibir correctamente a mi ama. Tras subir a la habitación, me quito la ropa hasta quedar en ropa interior y espero junto a la puerta tu llegada. Un cuarto de hora después, según lo acordado, llamas a la puerta.

Mi corazón se dispara de emoción. Estoy muy nervioso y a la vez excitado como un perro en celo. Abro la puerta y comprobando que eres tú, me pongo de rodillas en el suelo, ante ti. Estás deslumbrante. Llevas unas preciosas sandalias de tacón, como siempre soñé, y una falda más o menos corta que deja ver tus preciosas piernas. Entonces dices con voz serena pero firme, —puedes besar mis pies. Siento un golpe de emoción en mi pecho y con rapidez y delicadeza me acerco a tus deliciosos pies para besarlos repetidas veces por el empeine y los deditos que asoman por las sandalias hasta que me ordenas detenerme. —Levántate y quítate esos estúpidos gayumbos. Inmediatamente me pongo de pie y lo más rápidamente posible me los quito. Entonces miras hacia abajo y sonríes maliciosamente. Te encanta ver que tú perrito está muy contento de verte.

Miras fijamente y con regodeo cómo mi polla está totalmente dura. Me siento humillado al ver la evidencia de mis sentimientos y emociones. Desnudo ante mi diosa y totalmente empalmado. Tú sigues vestida y te gusta dominar de esta manera la situación. Tu esclavo no tiene derecho a ver ninguna de tus intimidades si no se lo gana como es debido. Entonces avanzas dos pasos y segura de ti misma acercas tu mano derecha hasta mis huevos para asirlos con firmeza. Es entonces cuando siento que tengo lo poco que me queda de hombre dentro de tu puño. Tú eres consciente de ello y me miras fijamente a los ojos diciendo —ahora es cuando vas a hacer lo que yo te ordene, entendido? —Sí" respondo yo rápidamente. Entonces tú muestras enojo por mi respuesta frunciendo el ceño y apretándome un poco los huevos me dices —Cómo has dicho? Yo responde inmediatamente con tono más elevado —Sí, mi ama! —Bien", respondes sonriendo —Veo que aprendes rápido. —Estoy cansada, quiero que me des un masaje en el cuello." Te acuestas sobre la cama y bajándote los tirantes de los hombros me ordenas que masajee tu cuello. Yo sigo totalmente empalmado. Me pongo de rodillas a un lado tuyo y empiezo a utilizar mis manos sobre tu delicada piel. Me encanta tocarla y acariciarla. Lo hago con todo el cariño del mundo conteniendo mi pasión por devorarte.

Entonces se te ocurre controlar más la situación y me dices —Quiero que me des bien este masaje pero no te voy a decir nada. No obstante sabrás perfectamente cuándo lo estás haciendo bien. De la misma manera, cuando me estés masajeando una zona que no me interesa, también te enterarás.

—"Sí, mi Ama", respondo yo preguntándome cómo sería. La respuesta apareció inmediatamente. Alargaste tu mano hasta mis huevos, cogiéndolos por abajo. Yo sigo masajeando. Entonces decido ir bajando por la espalda.

Empiezo tímidamente con miedo. Tú no haces nada. No obstante, cuando llevo tres segundos, aprietas mis huevos y rápidamente vuelvo a la zona de arriba conteniendo un gemido, a la vez que siento que tus dedos aligeran la presión. Sigo durante un par de minutos acariciando tus trapecios. De repente empiezo a notar de nuevo que me aprietas poco a poco los huevos.

Debo pensar rápidamente. Querrá que cambie de zona o que masajee con más fuerza? Entonces opto por hacerlo más fuerte y con alivio noto que he acertado. Mi polla está durísima. Empiezo a notar como un poquito de líquido sale por la puntita por la gran excitación que me provocas. Tras tres minutos con la nueva intensidad, vuelves a apretarme. Entonces pienso que quizá lo que quieres es que cambie de zona y empiezo a bajar. Voy lentamente pero tú sigues apretando. Tengo miedo de que llegues a una intensidad que no pueda controlar. Decido bajar más rápidamente hasta la base de tu espalda y cuando estaba a punto de soltar un gemido sueltas tu puño.

Estoy cachondísimo y veo como una gotita de semen resbala por la punta de mi polla. Quisiera limpiármela pero no puedo arriesgarme a dejar de masajearte. Entonces la gotita cae sobre el antebrazo con el que controlas la situación. Inmediatamente reaccionas y dices —¡Qué ha sido eso, esclavo!" Yo respondo que una gotita de mi pene. Entonces te das la vuelta enfurecida diciendo —Es que te crees que tu diosa puede estar oliendo a tu sucio semen?" —Cuando lo quiera, te lo pediré y mientras tanto deberías ser lo suficientemente hombre como para controlar tu excitación. O prefieres que te trate como a un perro? Quizá sea esa la mejor manera de tratarte".

Entonces te sientas en la cama y me ordenas que me ponga boca abajo sobre tus muslos. —Creo que con un pequeño escarmiento aprenderás a controlarte mejor. Levanta el culo. Levanto un poco el culo e inmediatamente noto la palma de tu mano como estalla contra él. Así lo hace repetidas veces. Cada vez me pica más. El dolor va aumentando y me pregunto cuándo pararás. Finalmente dices —Creo que por ahora bastará. Ya sé que no puedes tener marcas... —Bueno, ahora que eres un perro, creo que debes bajarte de la cama. Ponte a cuatro patas en el suelo." Entonces sacas de tu bolso una pelotita pequeña y la tiras al otro extremo de la habitación mientras me ordenas que te la traiga con la boca. Que no se me ocurra cogerla con las manos, porque al fin y al cabo, soy su perro. Voy a cuatro patas por la habitación, bajo mi cuello y con la boca recupero la pelota para traértela después. La dejo sobre tus manos. La vuelvas a tirar, esta vez hacia el cuarto de baño. Yo nuevamente salgo disparado para traerla a tu regazo. —Muy bien, perrito. Veo que eres un perrito obediente."

Mientras dices esta estiras tu mano hasta la parte baja de mi vientre para palpar mi polla. —Muy bien, así quiero que esté... bien tiesita. —Ni se te ocurra dejar que se ponga blanda, si no quieres que te castigue nuevamente.

Yo, como sé que ahora soy un perrito, no digo nada pero muevo mi cabeza confirmando su afirmación. Entonces tú estiras un poco más el brazo y asiendo firmemente mi polla empiezas a acariciarla hacia arriba y hacia abajo. Entonces yo me excito aún más. Cierro los ojos y no puedo evitar soltar un gemido. Reaccionas inmediatamente y mientras sigues acariciándome la polla, con la otra mano me das una sonora bofetada diciendo —perro vicioso! Entonces, me sueltas y me ordenas que te descalce con la boca. Con mis dientes, voy soltando las hebillas y consigo descalzarte ambos pies. —Bésalos", me ordenas. Yo ilusionado con tan deseado mandato comienzo a besarlos con pasión. Entonces levantas uno de los pies y me mandas que chupe todos tus dedos. Me encanta sentir el sabor salado de tu sudor en los pies. Para mí es un honor poder estar degustando tan deliciosa parte de tu cuerpo. —Eso es perrito. Coges el otro pie que está libre y lo bajas hasta mis huevos y mi polla para acariciarlo con suavidad y pasión. Me voy excitando mucho y sin darme cuenta, la punta de mi polla húmeda roza con el empeine de tu magnífico pie. Te das cuenta y reaccionas rápidamente. —Bien, creo que ya es hora de que le quitemos protagonismo a ese triste rabo que tienes entre las piernas y que te demuestre que tú no eres macho para mí. Sube a la cama." Entonces coges tu bolso y vas al baño. Yo me quedo pensativo intentando adivinar qué es lo que vendrá ahora y temiéndome lo peor. Es entonces cuando mi respiración se queda helada al verte salir del baño. Puedo contemplar con total admiración tu bello cuerpo en ropa interior.

Me encanta, me excita, me pone a mil. Lo adoro. Recuero entonces cuando dices que habías ganado algo de peso frente a las anteriores fotos y es cuando yo pienso que ese cuerpo es lo que yo siempre he soñado. Me encanta contemplar tus caderas, tus muslos, tus pechos. Me pregunto si podré disfrutar algo de todo ello. Entonces, me muestras tus manos, que habían permanecido detrás de tu espalda mientras salías del baño. Una de ella está vacía y la otra lleva un consolador unido a un arnés. Es entonces cuando un escalofrío me recorre por toda la espalda. Entonces me dices —ya que como macho no sabes estar a la altura de las circunstancias, veremos qué tal lo haces como hembra. —Ponte a cuatro patas sobre el borde de la cama! Yo obedezco asustado. Siento todo mi torso desnudo y arqueado, esperando recibir de la manera menos dolorosa posible el rabo que te estás sujetando a la cintura. —Bien, ya está!" Entonces, te acercas a mí mientras dices —para que veas que soy clemente, te dejaré que humedezcas tu ano con tus dedos durante cinco segundos. Yo rápidamente e intentando perder el menor tiempo posible, me llevo una mano a la boca y mojo todo lo que puedo con saliva el dedo índice y corazón. Los dirijo hacia atrás para untar bien mi ano. Vuelvo a repetir la operación y entonces tú ordenas que me detenga. —Alto zorra! Se ha acabado tu tiempo!" Entonces, acercas el pene a la entrada de mi ano y empiezas a hacer presión. Hay un gran suspense en mi mente. Contengo la respiración esperando que el dolor sea el menor posible. Entonces noto la presión de la punta del capullo que sostienes. Va aumentando. Más... más... finalmente noto cómo mi esfínter se empieza a abrir. Intento relajarlo rápidamente todo lo que puedo. Deseo que no dure mucho más. Es entonces cuando noto que el esfínter se ha dilatado lo suficiente para que entre todo el diámetro de tu verga.

Inmediatamente, esa polla de plástico se abre camino con facilidad por mi culo. Siento una sensación indescriptible. Me siento totalmente entregado, mientras cada centímetro se va deslizando hacia adentro. Suelto mi respiración que acaba a modo de gemido. Te encanta sentirme bajo tu poder. Bajo tus caderas. Bajo tus brazos que me sostienen por ambos lados de mi culo trayéndome hacia ti con firmeza y decisión. Mis huevos y mi polla cuelgan miserablemente. Mi polla está empezando a babear. Supongo que los embistes que has empezado a propinarme está poniendo mi próstata a mil y segregando todo el jugo que tiene dentro. Me encanta sentirme violado por mi ama. Con este sencillo acto, ha sacado la puta que hay en mí. Me ha arrebatado mi masculinidad o lo poco que queda de ella. Tú eres consciente de ello y decides bajar tu mano hacia mis huevos, mi entra dices —Ahora sabes que no eres más que una zorra. Una puta a mi servicio. Cómo hombre, ya has demostrado lo poco que vales. No cabe duda que si vales para algo es para que una tía como yo te de por el culo!

Yo me muero por masturbarme. —Puedo masturbarme, mi ama? —No! tu ama tiene derecho a correrse siempre antes que tú, cerdo! Esto te ha puesto cachondísima y decides que es el momento de correrte. Sacas tu polla de mi culo. Noto un alivio gozoso. Noto mi culo totalmente abierto debajo de tu mirada dominante. Entonces te echas boca arriba sobre la cama, metes tu mano por debajo de tu ropa interior (todavía no soy digno de ver tu cuerpo desnudo) y comienzas a masturbarte. —Besa mi cuerpo mientras me masturbo, cerdo. Entonces me pongo de rodillas a tu lado e inclinándome empiezo a besarte. Nuevamente, con la mano que tienes libre, me vas dirigiendo hacia donde quieres que te bese. Voy recorriendo todo tu cuerpo mientras noto como la temperatura de tu cuerpo sube y tu respiración se va acelerando. Entonces sueltas tu mano de mis huevos porque sabes que no puede ser seguro para mí que te corras con ella agarrándomelos. En su lugar me agarras de la polla y mientras te corres la aprietas con fuerza. Me corta la circulación pero me encanta sentir a través de mi polla la intensidad de tu orgasmo. Suspiras y tu respiración se va calmando. Es entonces cuando vuelves a la tranquilidad y recuperando el aire dominante y distante, me ordenas bajarme de la cama y ponerme boca arriba en el suelo." Ahora puedes masturbarte! Entonces te pones de pie junto a mi lado. Me pone a mil verte tan por encima mía. Ver todo tu cuerpo fantástico y excitante. Seguidamente levantas un pie y lo acercas a mi boca. Entonces me ordenas abrirla y lo introduces. —Chupa, cerdo. Yo chupo con locura, con deseo incontenible tu pie y me corro enseguida. —Eso es cerdo!" me dices mientras todavía estoy corriéndome y me cuerpo está tenso y arqueado por el orgasmo. —quiero que te limpies bien con la mano todo lo que ha salido y que lo chupes. No dejes nada! Sigo tus órdenes, feliz por saber que he sido dominado por mi ama.

(9,44)